Antes de concluir esta celebración eucarística, os doy las gracias a todos vosotros, que habéis venido a honrar a los nuevos santos. Saludo a los cardenales, los obispos, los sacerdotes, las personas consagradas, en particular a los Frailes Menores y a los fieles maronitas, a los Misioneros y las Misioneras de la Consolata, las Pequeñas Hermanas de la Santa Familia y las Oblatas del Espíritu Santo, como también los otros grupos de peregrinos venidos de varios lugares. Un saludo deferente dirijo al presidente de la República Italiana, a las otras delegaciones oficiales y a las autoridades civiles.
Saludo al numeroso grupo de peregrinos ugandeses, con el vicepresidente del país, que han venido con ocasión de los sesenta años de la canonización de los mártires de Uganda.
El testimonio de san Giuseppe Allamano nos recuerda la atención necesaria hacia las poblaciones más frágiles y más vulnerables. Pienso en particular en el pueblo Yanomami, en la selva amazónica brasileña, entre cuyos miembros tuvo lugar precisamente el milagro vinculado a la canonización de hoy. Hago un llamamiento a las autoridades políticas y civiles, para que aseguren la protección de estos pueblos y de sus derechos fundamentales y contra todo tipo de explotación de su dignidad y de sus territorios.
Hoy celebramos la Jornada Misionera Mundial, cuyo tema – "Id e invitad a todos al banquete" (cfr Mt 22, 9) – nos recuerda que el anuncio misionero es llevar a todos la invitación al encuentro festivo con el Señor, que nos ama y que nos quiere partícipes de su alegría conyugal. Como nos enseñan los nuevos santos: «todo cristiano está llamado a participar en esta misión universal con su propio testimonio evangélico en todos los ambientes» (Mensaje para la XCVIII Jornada misionera mundial, 25 de enero 2024). Sostengamos, con nuestra oración y con nuestra ayuda, a todos los misioneros que, a menudo con gran sacrificio, llevan el anuncio luminoso del Evangelio a cada lugar de la tierra.
Y seguimos rezando por las poblaciones que sufren a causa de la guerra – la atormentada Palestina, Israel, Líbano, la atormentada Ucrania, Sudán, Myanmar y todas las demás – e invocamos para todos el don de la paz.
La Virgen María nos ayude a ser, como Ella y como los santos, valientes y felices testigos del Evangelio.