Queridos hermanos y hermanas, Eminencia:
Os dirijo mi cordial bienvenida a vosotros, que también este año habéis querido visitar al obispo de Roma con ocasión de la tradicional peregrinación por la fiesta de san Enrique. Agradezco al obispo luterano de Helsinki, Irja Askola, por sus corteses palabras.
Vuestra peregrinación ecuménica es un signo elocuente del hecho que, como luteranos, ortodoxos y católicos, habéis descubierto lo que os une y, juntos, deseáis dar testimonio de Jesucristo, que es el fundamento de la unidad.
Especialmente, estamos agradecidos al Señor por los resultados que se han conseguido en el diálogo entre luteranos y católicos. Recuerdo el documento común «Justification in the Life of the Church». Sobre esta base, este diálogo prosigue en su prometedor camino hacia una interpretación compartida, a nivel sacramental, de Iglesia, Eucaristía y ministerio. Los importantes pasos adelante que hemos realizado juntos están construyendo un sólido fundamento de comunión de vida en la fe y en la espiritualidad, y las relaciones se impregnan cada vez más de un espíritu de serena confrontación y de fraterno compartir.
La común vocación de todos los cristianos está bien evidenciada por el texto bíblico de referencia de la Semana de oración para la unidad de los cristianos, que inicia hoy: «Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa» (1P 2, 9).
En nuestro diálogo, todavía algunas diferencias permanecen en la doctrina y en la práctica. Pero esto no nos debe desanimar sino que, al contrario, nos debe alentar a proseguir juntos el camino hacia una siempre mayor unidad, también superando viejas concepciones y reticencias. En un mundo a menudo golpeado por los conflictos y marcado por el secularismo y la indiferencia, todos unidos estamos llamados a comprometernos en confesar a Jesucristo haciéndonos, cada vez más, testigos creíbles de unidad y artífices de paz y de reconciliación.
Queridos hermanos y hermanas, me alegro de vuestro común compromiso con el cuidado de la creación, y os agradezco de corazón por el gesto simbólico de hospitalidad que habéis querido ofrecerme en nombre del pueblo finlandés.
Con la esperanza que vuestra visita contribuya a reforzar posteriormente la colaboración entre vuestras respectivas comunidades, pido para todos vosotros abundantes gracias de Dios y os acompaño de corazón con mi fraterna bendición.
Os invito a que recemos juntos el Padre Nuestro