Aquí están las preguntas escritas… Las respuestas las darán los padres sinodales. Porque si yo diera las respuestas aquí, ¡anularía el Sínodo! Las respuestas deben venir de todos, de nuestra reflexión, de nuestra discusión y, sobre todo, deben ser respuestas dadas sin miedo.
Yo me limitaré solamente –respecto a todas estas preguntas– a decir algo que pueda servir, algún principio.
A vosotros, jóvenes, que habéis hablado, que habéis dado vuestro testimonio, que habéis hecho un camino, os digo: esta es la primera respuesta. Haced vuestro camino. Sed jóvenes en camino, que miran los horizontes, no el espejo. Siempre mirando adelante, en camino y no sentados en el sofá. Muchas veces me apetece decir esto: un joven, un chico, una chica, que está en el sofá, se jubila a los 24 años: ¡esto es feo! Y después, vosotros lo habéis dicho bien: lo que hace que me encuentre a mí mismo no es el espejo, el mirar cómo soy. Encontrarse a uno mismo está en el hacer, en el ir a la búsqueda del bien, de la verdad, de la belleza. Allí me encontraré a mí mismo.
Después, en este camino, otra palabra que me ha conmovido es la última. Ha sido fuerte la última, pero es cierta… ¿Quién la ha dicho?… Tú. Ha sido fuerte: la coherencia. La coherencia de vida. Hago un camino, pero con coherencia de vida. Y cuando veis a una Iglesia incoherente, una Iglesia que te lee las Beatitudes y después cae en el clericalismo más principesco y escandaloso, yo entiendo, yo entiendo… Si eres cristiano, toma las Beatitudes y ponlas en práctica. Y si eres un hombre o una mujer que ha dado la vida, la has consagrado; si eres un sacerdote –también un sacerdote que baila [se refiere a un testimonio]–, si eres un sacerdote y quieres vivir como un cristiano, sigue el camino de las Beatitudes. No el camino de la mundanidad, el camino del clericalismo, que es una de las perversiones más feas de la Iglesia. Coherencia de vida. Pero también vosotros [se dirige a los jóvenes], debéis ser coherentes en vuestro camino y preguntaros: «¿Soy coherente en mi vida?» Este es un segundo principio.
Después está el problema de las desigualdades. Se pierde el verdadero sentido del poder –esto vale para la pregunta sobre la política– , se pierde lo que Jesús nos dijo, que el poder es el servicio: el verdadero poder es servir. De otra forma, es egoísmo, es humillar al otro, no dejarlo crecer, es dominar, hacer esclavos, no gente madura. El poder es hacer crecer a la gente, para hacerse servidores de la gente. Este es el principio: tanto para la política, como para la coherencia de vuestras preguntas.
Después, otras preguntas… Os diré algo. Por favor, vosotros, jóvenes, chicos y chicas, vosotros no tenéis precio. ¡No sois mercancía a subasta! Por favor, no os dejéis comprar, no os dejéis seducir, no os dejéis esclavizar por las colonizaciones ideológicas que nos ponen ideas en la cabeza y finalmente nos convertimos en esclavos, dependientes, fracasos en la vida. Vosotros no tenéis precio: esto debéis repetirlo siempre: yo no estoy en subasta, no tengo precio. ¡Yo soy libre! Enamoraos de esta libertad, que es la que ofrece Jesús.
Después hay dos cosas –y quisiera terminar con esto– entre las ideas que habéis dicho y a las que los Padres sinodales responderán dialogando con vuestras preguntas. La primera es sobre el uso de la web. Es cierto: la interconexión con lo digital es inmediata, es eficaz, es rápida. Pero si tú te acostumbras a esto, terminarás –y lo que voy a decir es real– terminarás como una familia donde, a la mesa, en la comida o en la cena, cada uno está con el teléfono y habla con otras personas, o entre ellos mismos se comunican con el teléfono, sin una relación concreta real, sin algo concreto. Cada camino que hagáis, para ser confiable, debe ser concreto, como las experiencias, muchas experiencias que habéis dicho aquí. Ninguno de los testimonios que habéis dado hoy era «líquido»: todos eran concretos. La concreción. La concreción es la garantía para ir adelante. Si los medios, si el uso de la web te lleva fuera de lo concreto, te hace «liquido», córtalo. Córtalo. Porque si no hay concreción no habrá futuro para vosotros. Eso es seguro, es una regla del camino.
Y después, concreción también en la acogida. Muchos de vuestros ejemplos, que habéis dicho hoy, son sobre la acogida. Michel ha hecho esta pregunta: «¿Cómo vencer la mentalidad cada vez más difusa que ve en el extranjero, en el diferente, en el migrante, un peligro, el mal, el enemigo a echar?». Esta es la mentalidad de la explotación de la gente, de hacer esclavos a los más débiles. Es cerrar no solo las puestas, es cerrar las manos. Y hoy están un poco de moda los populismos, que no tienen nada que ver con lo que es popular. Popular es la cultura del pueblo, la cultura de cada uno de vuestros pueblos que se expresa en el arte, se expresa en la cultura, se expresa en la ciencia del pueblo, se expresa en la fiesta. Cada pueblo hace fiesta a su manera. Esto es popular. Pero el populismo es lo contrario: es el cierre de esto en un modelo. Somos cerrados, somos nosotros solos. Y cuando somos cerrados no se puede ir adelante. Estad atentos. Es la mentalidad que ha dicho Michel: «¿Como Cómo vencer la mentalidad cada vez más difusa que ve en el extranjero, en el diferente, en el migrante, un peligro, el mal, el enemigo a echar?». Se vence con el abrazo, con la acogida, con el diálogo, con el amor, que es la palabra que abre todas las puertas.
Y al final –he hablado de concreción– cada uno de vosotros quiere hacer el camino en la vida, concreto, un camino concreto que dé frutos. Gracias a ti [Giovanni Caccamo] por la foto con tu abuelo: tal vez ha sido, esa fotografía, el mensaje más hermoso de esta tarde. Hablad con los viejos, hablad con los abuelos: ellos son las raíces, las raíces de vuestra concreción, las raíces de vuestro crecer, florecer y dar fruto. Recordad: si el árbol está solo, no dará fruto. Todo lo que el árbol lo tiene de florido, viene de lo que está enterrado. Esta expresión es de un poeta, no es mía. Pero es la verdad. Pegaos a las raíces, pero no permanezcáis allí. Tomad las raíces y llevadlas adelante para dar fruto, y también vosotros os convertiréis en raíces para los demás. No os olvidéis de la fotografía, con el abuelo. Hablad con los abuelos, hablad con los viejos y esto os hará felices.
¡Muchas gracias! Estas son las orientaciones. Las respuestas, a ellos [indica a los Padres sinodales]. Gracias, gracias.