Señor Jesús, ayúdanos a ver en tu Cruz todas las cruces del mundo:
la cruz de las personas hambrientas de pan y de amor;
la cruz de las personas solas y abandonadas incluso por sus propios hijos y parientes;
la cruz de los pueblos sedientos de justicia y paz;
la cruz de las personas que no tienen el consuelo de la fe;
la cruz de los ancianos que se arrastran bajo el peso de los años y de la soledad;
la cruz de los migrantes que encuentran puertas cerradas por miedo y corazones blindados por cálculos políticos;
la cruz de los pequeños, heridos en su inocencia y en su pureza;
la cruz de la humanidad que vaga en la oscuridad de la incertidumbre y en la oscuridad de la cultura de lo momentáneo;
la cruz de las familias rotas por la traición, por las seducciones del maligno o por la ligereza homicida y el egoísmo;
la cruz de los consagrados que buscan incansablemente llevar tu luz al mundo y se sienten rechazados, ridiculizados y humillados;
la cruz de los consagrados que, por el camino, han olvidado su primer amor;
la cruz de tus hijos que, creyendo en ti y tratando de vivir de acuerdo con tu palabra, se encuentran marginados y descartados incluso por sus familiares y sus coetáneos;
la cruz de nuestras debilidades, de nuestras hipocresías, de nuestras traiciones, de nuestros pecados y de nuestras numerosas promesas rotas;
la cruz de tu Iglesia que, fiel a tu Evangelio, le cuesta llevar tu amor también a los mismos bautizados;
la cruz de la Iglesia, tu esposa, que se siente continuamente atacada desde dentro y desde fuera;
la cruz de nuestra casa común que se marchita ante nuestros ojos egoístas y ciegos por la codicia y el poder.
Señor Jesús, reaviva en nosotros la esperanza de la resurrección y de tu victoria definitiva contra todo mal y toda muerte. Amén.