Queridos amigos: Bom dia e obrigado!
Gracias al Patriarca de Lisboa por sus palabras, a Mons. Aguiar y a todos ustedes por haber trabajado tanto y tan bien, hicieron posibles estos días inolvidables. Han trabajado durante meses, discretamente, sin ruido ni protagonismos, para que todos pudiéramos estar aquí cantando juntos: "Jesús vive y no nos deja solos: ya no dejaremos de amar". No sólo eso, han sido un ejemplo de equipo trabajando juntos. Y ustedes, más que un trabajo, ha sido un servicio, gracias.
El servicio que hizo la Virgen María, que «se levantó y partió sin demora» (Lc 1, 39) a servir a su prima Isabel, sintiendo la urgencia de compartir la alegría en el servicio. Compartir la alegría y el servicio, la alegría en el servicio. Pensemos en Zaqueo, que se subió a un árbol para ver a Jesús y se bajó rápido. Algo lo había tocado, quería encontrar a Jesús y recibirlo en su casa (cf. Lc 19, 6); pensemos en las mujeres y en los discípulos, que en Pascua corrieron del cenáculo a la tumba, y luego volvieron para anunciarles a los demás que Cristo había resucitado (cf. Jn 20, 1-18). Quien ama no se queda de brazos cruzados, quien ama, sirve, y quien ama corre a servir, corre a entregarse en el servicio a los demás. Y ustedes, corrieron, ¡eh! Corrieron bastante en estos meses. Yo pude ver el final nomás, en estos días. Ver mientras respondían a mil necesidades, a veces con la cara marcada por el cansancio, otras veces un poco abrumados por las urgencias del momento, pero siempre noté una cosa, que tenían los ojos luminosos, luminosos por la alegría del servicio. ¡Gracias!
Ustedes posibilitaron este encuentro Mundial de la Juventud, hicieron grandes cosas pero con gestos pequeños, como ofrecer una botella de agua a un desconocido, y eso crea amistad. Ustedes corrieron mucho, pero no con la carrera frenética y sin rumbo que a veces es la que nos pide este mundo, no. Ustedes corrieron de otro modo. Corrieron una carrera que lleva al encuentro con los demás, para servir a los demás en nombre de Jesús. Y ustedes vinieron a Lisboa para servir y no para ser servidos! ¡Gracias! ¡Muchas gracias!
Y ahora quisiera ser yo el amplificador, para que resuene lo que nos han dicho los testimonios, los testimonios de Chiara, Francisco y Filipe. Los tres nos hablaron de un encuentro especial con Jesús. Nos han recordado que el encuentro más hermoso, el motor de todos los demás, el que nos hace caminar en serio, que lleva adelante la vida, es con Jesús. Es el encuentro más importante de nuestra vida. Renovar cada día el encuentro personal con Jesús es el centro de la vida cristiana. Y hay que renovarlo cada día para mantenerlo fresco, no sólo en la cabeza sino en el corazón. Experimentamos que un pequeño "sí" a Jesús puede cambiar la vida. Pero también los "sí" dichos a los demás hacen bien, cuando son para el servicio. Ustedes en los momentos de cansancio se animaron y siguieron diciendo "sí" para servir a los demás. ¡Gracias por esto!
Y tú, Francisco, dijiste que aquí has encontrado algo que necesitabas y que ni siquiera buscabas. Caminando, trabajando, rezando con los demás, entendiste que no te podías dejar encarcelar por el caos, por las "camas deshechas" del pasado, ni vivir con el corazón atormentado por los sentimientos de imperfección, sino que, con la ayuda de Jesús y de los hermanos, se te daba la oportunidad de reordenar "la habitación de tu vida". Esto es muy hermoso, esta Jornada sirve, ayuda tanto para reordenar nuestra vida. ¿Por qué, por la Jornada? No. Por Jesús que está acá en medio de nosotros y se nos muestra. Para poner orden en nuestra vida no sirven las cosas, no sirven las distracciones, no sirve el dinero. Es necesario dilatar el corazón, y si ustedes dilatan el corazón van a poner en orden la vida de ustedes. No tengan miedo, dilaten el corazón.
Y finalmente tú, Filipe, entre las muchas experiencias hermosas que has compartido, has dicho una que quiero subrayar: has dicho que has vivido aquí un doble encuentro, un encuentro con Jesús y un encuentro con los demás. Encontrarte con Jesús y encontrarte con los demás. Esto es muy importante. El encuentro con Jesús es un momento personal, único, que se puede describir y contar sólo hasta cierto punto, pero siempre llega gracias a un camino recorrido en compañía, realizado gracias a la ayuda de los demás. Encontrar a Jesús y encontrarlo en el servicio a los demás.
Amigos, para finalizar, quisiera dejarles una imagen. Como muchos de nosotros sabemos, al norte de Lisboa hay una localidad, Nazaré, donde se pueden admirar olas que llegan hasta treinta metros de altura y son una atracción mundial, especialmente para los surfistas que las desafían. En estos días también ustedes han afrontado una verdadera ola; no de agua, sino de jóvenes, jóvenes como ustedes que han inundado esta ciudad. Pero, con la ayuda de Dios, con mucha generosidad y apoyándose mutuamente, ustedes han desafiado esta gran ola. Fíjense que son valientes. ¡Gracias, obrigado! Quiero decirles que sigan así, siganse manteniéndo en las olas del amor, en las olas de la caridad, ¡sean "surfistas del amor"! Y eso es como una tarea que les encomiendo en este momento. Que el servicio que han hecho a esta Jornada Mundial de la Juventud sea la primera de muchas olas de bien; y cada vez serán llevados más alto, más cerca de Dios, y esto les va a permitir desde una mejor perspectiva ver el camino de ustedes.
QGracias a todos ustedes. ¡Buen camino! Y les pido, que recen por mí. ¡Gracias!