Os acojo en ocasión de vuestro segundo Encuentro internacional, porque conocéis bien mi atención por la vida de los Santuarios. Doy las gracias a monseñor Fisichella por esta iniciativa y por el compromiso del Dicasterio en la pastoral de los Santuarios. Son lugares especiales, donde el santo pueblo fiel de Dios acude para rezar, ser consolado y para mirar con mayor confianza al futuro.
Se va al Santuario, sobre todo, para rezar. Por nuestra parte es necesario que permanezca siempre viva la preocupación para que nuestros Santuarios sean realmente lugares privilegiados de oración.
Sé con cuánto cuidado se celebra la santa eucaristía y cuánto compromiso es dedicado al Sacramento de la Reconciliación. Os pido que, en la elección de los sacerdotes para las Confesiones, haya un buen discernimiento, para que no suceda que cuando se presentan en el confesionario atraídos por la misericordia del Padre encuentren obstáculos para vivir una plena reconciliación. El Sacramento de la Reconciliación es perdonar, siempre, perdonar. No puede suceder, especialmente en los Santuarios, que encuentren obstáculos porque en ellos la misericordia de Dios pide que sea expresada de forma superabundante, por su misma naturaleza. Así justamente les perciben los fieles: como lugares especiales en los que encontrar la gracia de Dios. Perdonad siempre como perdona el Padre. Perdonar.
En la historia de todo Santuario es fácil tocar con la mano la fe de nuestro pueblo, que es mantenida viva y alimentada con la oración, en primer lugar el Rosario, que ayuda a rezar a través de la meditación de los misterios de la vida de Jesús y de la Virgen María. Entrar espiritualmente en esos misterios, sintiéndose parte viva de cuanto constituye nuestra historia de salvación, es un compromiso dulce, que da sabor de Evangelio a la vida cotidiana.
Es importante que en los Santuarios se dedique particular atención a la adoración. No hemos perdido un poco el sentido de la adoración, debemos retomarlo. Quizá debemos descubrir que el ambiente y la atmósfera de nuestras iglesias no siempre invitan a recogerse y a adorar. Favorecer en los peregrinos la experiencia del silencio contemplativo – y no es fácil – del silencio adorante, significa ayudarles a fijar la mirada en lo esencial de la fe. La adoración no es un alejarse de la vida; más bien es el espacio para dar sentido a todo, para recibir el don del amor de Dios y poder testimoniarlo en la caridad fraterna. Nosotros podemos hacernos la pregunta: "Y yo, ¿estoy acostumbrado a la oración de adoración?". Es importante responder.
Se va a los Santuarios también para ser consolados. El misterio de la consolación. ¡Cuántas personas van allí porque llevan en el espíritu y en el cuerpo un peso, una pena, una preocupación! La enfermedad de una persona amada, la pérdida de un familiar, tantas situaciones de la vida son a menudo causas de soledad y de tristeza, que se dejan en el altar y esperan una respuesta. La consolación no es una idea abstracta, y no está hecha en primer lugar de palabras, sino de una cercanía compasiva y tierna, que comprende el dolor y el sufrimiento. Este es el estilo de Dios: cercano, compasivo y tierno. Así es el Señor. Consolar equivale a hacer tangible la misericordia de Dios; por esto el servicio de la consolación no puede faltar en nuestros Santuarios. Los que tienen el cuidado del Santuario deben hacer propias las palabras del Apóstol: «que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios» (2Co 1, 4). Una, dos, tres, cuatro veces en dos líneas la palabra consolación o consolar: es denso este texto de Pablo. Puedo ser signo eficaz de consolación en la medida en la que he experimentado en primera persona el ser consolado por el sufrimiento salvífico de Jesús y en Él he encontrado refugio. No olvidarlo. En nuestra historia, cada uno de nosotros, tiene momentos duros, feos, en los que el Señor nos ha consolado. No olvidar esto. Recordar la propia experiencia de consolación nos ayudará a consolar a los otros. Y esta experiencia pasa a través de la maternidad de María, la "Consolada" por excelencia. ¡Que en nuestros Santuarios sobreabunden la consolación y la misericordia!
Finalmente, se va al Santuario para mirar al futuro con mayor confianza. El peregrino necesita esperanza. La busca en el gesto mismo de la peregrinación: se pone en camino a la búsqueda de una meta segura para alcanzar. Pide esperanza con su oración, porque sabe que solo una fe sencilla y humilde puede obtener la gracia de quien lo necesita. Entonces es importante que, volviendo a casa, se sienta realizado y cargado de serenidad porque ha puesto en Dios su confianza. En nuestros Santuarios se pone mucha atención en la acogida - por favor, no olvidar esto: acoger bien a los peregrinos -, y es justo que sea así. Al mismo tiempo es necesario prestar la misma atención pastoral en el momento en el que los peregrinos dejan el Santuario para volver a su vida ordinaria: que reciban palabras y signos de esperanza, así que la peregrinación realizada alcance su pleno significado.
He querido que el próximo año, en preparación al Jubileo del 2025, esté enteramente dedicado a la oración. Se publicarán dentro de poco las Ayudas, que pueden ayudar a descubrir la centralidad de la oración. Los aconsejo: serán una buena lectura, que estimula a rezar con sencillez y según el corazón de Cristo. Renovamos cada día la alegría y el compromiso de ser hombres y mujeres de oración. Oración del corazón, no como los loros. No. Del corazón. Que las palabras dichas vengan del corazón. Vosotros, en los Santuarios, lo haréis a través de la espiritualidad típica que les caracteriza.
De todos los Santuarios se eleve un canto de acción de gracias al Señor por las maravillas que realiza también en nuestros días. Y se implore la intercesión de la Madre de Dios para que, en este tiempo tan atormentado, muchos de nuestros hermanos y hermanas que sufren puedan reencontrar la paz y la esperanza.
Os acompaño con mi bendición. Y os pido por favor, en vuestros Santuarios, que os acordéis de rezar también por mí.
Gracias.