Discurso entregado
Estimado Presidente, Eminencia
Distinguidas Señoras y Señores
Dirijo una cordial bienvenida a ustedes que componen la Academia Pontificia de las Ciencias y, de manera especial, saludo a los nuevos miembros. Sus investigaciones y conocimientos son muy importantes en el complejo mundo en que vivimos. Doy las gracias al presidente, Joachim von Braun, y al canciller, el cardenal Peter Turkson, así como a los académicos por haber seleccionado los temas del Antropoceno y de la Inteligencia Artificial para su estudio y debate en la Asamblea Plenaria de este año.
Todos nosotros estamos cada vez más preocupados por el fuerte impacto de la humanidad sobre la naturaleza y los ecosistemas. Me enteré de que uno de ustedes, Paul Crutzen, al describir este impacto sobre la creación, se refirió al conjunto como constitutivo de la Era del Antropoceno. Algunos miembros de su Academia fueron entre los primeros en identificar el creciente impacto de las actividades humanas sobre la creación con el estudio de los riesgos y problemas que conlleva. En efecto, el Antropoceno está revelando sus consecuencias cada vez más dramáticas para la naturaleza y los seres humanos, especialmente en la crisis climática y la pérdida de biodiversidad.
Agradezco, por tanto, que la Academia Pontificia de las Ciencias siga centrándose en cuestiones como éstas, prestando especial atención a sus implicaciones para los pobres y marginados. Las ciencias, en su lucha por el conocimiento y la comprensión del mundo físico, nunca deben perder de vista la importancia de utilizar ese conocimiento para servir y promover la dignidad de las personas y de la humanidad en su conjunto.
Mientras el mundo se enfrenta a graves retos sociales, políticos y medioambientales, vemos claramente la urgencia de un contexto más amplio en el que el discurso público inclusivo esté informado no sólo por las diversas disciplinas científicas, sino también por la participación de todos los componentes de la sociedad. A este respecto, acojo con satisfacción y elogio calurosamente la intención de la Academia, en sus diversas Conferencias, de prestar atención a las personas marginadas y pobres incluyendo a los pueblos indígenas y su sabiduría en sus coloquios.
Este año, su Asamblea Plenaria también considera los nuevos conocimientos e innovaciones emergentes, así como las correspondientes oportunidades para la ciencia y la salud del planeta. Pienso en particular en los retos que plantean los avances de la Inteligencia Artificial. Este desarrollo puede ser beneficioso para la humanidad, por ejemplo promoviendo innovaciones en los campos de la medicina y la asistencia sanitaria, así como ayudando a proteger el medio ambiente natural y permitiendo el uso sostenible de los recursos a la luz del cambio climático. Sin embargo, como vemos, también puede tener graves implicaciones negativas para la población, especialmente para los niños y los adultos vulnerables. Además, hay que reconocer y prevenir los riesgos de los usos manipuladores de la Inteligencia Artificial para moldear la opinión pública, influir en las decisiones de los consumidores e interferir en los procesos electorales.
Estos retos nos recuerdan las dimensiones inmutablemente humanas y éticas de todo progreso científico y tecnológico. Deseo, entonces, reafirmar la convicción de la Iglesia de que «La dignidad intrínseca de cada persona y la fraternidad que nos vincula como miembros de una única familia humana, deben estar en la base del desarrollo de las nuevas tecnologías … Los desarrollos tecnológicos que no llevan a una mejora de la calidad de vida de toda la humanidad, sino que, por el contrario, agravan las desigualdades y los confictos, no podrán ser considerados un verdadero progreso» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2024, 2). En este sentido, el impacto de las formas de Inteligencia Artificial sobre cada pueblo y sobre la comunidad internacional requiere más atención y estudio. Me complace saber que la Academia Pontificia de las Ciencias, por su parte, está trabajando para proponer normas adecuadas para prevenir los riesgos y promover los beneficios en este complejo campo.
Queridos amigos, en un momento en el que parecen prevalecer las crisis, las guerras y las amenazas a la seguridad mundial, sus silenciosas contribuciones al avance del conocimiento al servicio de la familia humana son aún más importantes para la causa de la paz mundial y la cooperación internacional. Les agradezco su participación en los trabajos de la Academia y les deseo lo mejor en las deliberaciones de la actual Asamblea Plenaria. Invoco sobre ustedes, sus familias y todos los asociados a su importante labor las abundantes bendiciones de Dios. Y les pido, por favor, que me recuerden en sus oraciones. Gracias.