HOMILÍA
Vísperas con universitarios romanos
I Domingo de Adviento - Sábado 30 de noviembre de 2013
Se renueva hoy la tradicional cita de Adviento con los estudiantes de las Universidades de esta diócesis, a quienes se unen los rectores y profesores de los ateneos romanos e italianos. Saludo a todos cordialmente: al cardenal vicario, a los obispos, al alcalde, a las diversas autoridades académicas e institucionales, a los asistentes de las capellanías y de los grupos universitarios. Saludo en especial a vosotros, queridos universitarios y universitarias.
El deseo que san Pablo dirige a los cristianos de Tesalónica, para que Dios los santifique hasta la perfección, demuestra, por una parte, su preocupación por su santidad de vida que está en peligro, y, por otra, una gran confianza en la intervención del Señor. Esta preocupación del Apóstol vale también para nosotros, cristianos de hoy. La plenitud de la vida cristiana que Dios realiza en los hombres, en efecto, está siempre asechada por la tentación de ceder al espíritu mundano. Por ello Dios nos dona su ayuda, con la cual podemos perseverar y preservar los dones que el Espíritu Santo nos ha dado, la vida nueva en el Espíritu que Él nos da. Custodiando esta "savia" saludable de nuestra vida, todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, se conserva irreprensible e intachable. Pero ¿por qué Dios, después de darnos sus tesoros espirituales, debe intervenir aún para mantenerlos íntegros? Ésta es una pregunta que debemos plantearnos. Porque somos débiles –todos nosotros lo sabemos–, nuestra naturaleza humana es frágil y los dones de Dios se conservan en nosotros como en "vasijas de barro" (cf. 2Co 4, 7).
La intervención de Dios en favor de nuestra perseverancia hasta el final, hasta el encuentro definitivo con Jesús, es expresión de su fidelidad. Es como un diálogo entre nuestra debilidad y su fidelidad. Él es fuerte en su fidelidad. Y Pablo dirá, en otro pasaje, que él –él, Pablo mismo– es fuerte en su debilidad. ¿Por qué? Porque está en diálogo con la fidelidad de Dios Y esta fidelidad de Dios nunca decepciona. Él es fiel ante todo a sí mismo, por lo tanto la obra que inició en cada uno de nosotros, con su llamada, la conducirá a cumplimiento. Esto nos da seguridad y gran confianza: una confianza que se apoya en Dios y solicita nuestra colaboración activa y valiente, ante los desafíos del momento presente. Vosotros sabéis, queridos jóvenes universitarios, que no se puede vivir sin mirar a los desafíos, sin responder a los desafíos. Quien no mira los desafíos, quien no responde a los desafíos, no vive. Vuestra voluntad y vuestras capacidades, unidas al poder del Espíritu Santo que habita en cada uno de vosotros desde el día del Bautismo, os permiten ser no espectadores, sino protagonistas de los hechos contemporáneos. Por favor, no miréis la vida desde el balcón. Implicaos allí donde están los desafíos, que os piden ayuda para llevar adelante la vida, el desarrollo, la lucha en favor de la dignidad de las personas, la lucha contra la pobreza, la lucha por los valores y tantas luchas que encontramos cada día.
Son diversos los desafíos que vosotros, jóvenes universitarios, estáis llamados a afrontar con fortaleza interior y audacia evangélica. Fortaleza y audacia. El contexto socio-cultural en el cual estáis insertados, a veces está cargado de mediocridad y aburrimiento. ¡No hay que resignarse a la monotonía del vivir cotidiano, sino cultivar proyectos de amplio respiro, ir más allá de lo ordinario: ¡no os dejéis robar el entusiasmo juvenil! Sería un error también dejarse aprisionar por el pensamiento débil y por el pensamiento uniforme, el que homologa, así como por una globalización entendida como homologación. Para superar estos riesgos, el modelo a seguir no es la esfera. El modelo que hay que seguir en la globalización auténtica –que es buena– no es la esfera, en la que se nivela cada relieve y desaparece cada diferencia; el modelo, en cambio, es el poliedro, que incluye una multiplicidad de elementos y respeta la unidad en la variedad. Al defender la unidad, defendemos también la diversidad. Por el contrario esa unidad no sería humana.
El pensamiento, de hecho, es fecundo cuando es expresión de una mente abierta, que discierne, siempre iluminada por la verdad, por el bien y por la belleza. Si no os dejáis condicionar por la opinión dominante, sino que permanecéis fieles a los principios éticos y religiosos cristianos, encontraréis la valentía de ir también a contracorriente. En el mundo globalizado, podréis contribuir a salvar la peculiaridad y las características propias, pero tratando de no bajar el nivel ético. En efecto, la pluralidad de pensamiento y de individualidad refleja la multiforme sabiduría de Dios cuando se acerca a la verdad con honestidad y rigor intelectual, cuando se acerca a la bondad, cuando se acerca a la belleza; así cada uno pueda ser un don en beneficio de todos.
Que el empeño de caminar en la fe y de comportaros de manera coherente con el Evangelio os acompañe en este tiempo de Adviento, para vivir de modo auténtico la conmemoración del Nacimiento del Señor. Os puede ayudar el hermoso testimonio del beato Pier Giorgio Frassati, que decía –un universitario como vosotros–, decía: "Vivir sin una fe, sin un patrimonio que defender, sin sostener en una lucha continua la verdad, no es vivir sino ir tirando. Nosotros no debemos nunca ir tirando, sino vivir". (Carta a I. Bonini) 27.II.1925.
¡Gracias y buen camino hacia Belén!