Homilía
Bautismo del Señor. Domingo 8 de enero de 2017

Queridos padres:

Vosotros habéis pedido para vuestros niños la fe, la fe que será dada en el Bautismo. La fe: eso significa vida de fe, porque la fe es vivida; caminar por el camino de la fe y dar testimonio de la fe. La fe no es recitar el «Credo» el domingo, cuando vamos a misa: no es solo esto. La fe es creer lo que es la Verdad: Dios Padre que ha enviado a su Hijo y al Espíritu que nos vivifica. Pero la fe es también encomendarse a Dios, y esto vosotros se lo tenéis que enseñar a ellos, con vuestro ejemplo, con vuestra vida.

Y la fe es luz: en la ceremonia del Bautismo se os dará una vela encendida, como en los primeros tiempos de la Iglesia. Y por esto el Bautismo, en esos tiempos, se llamaba «iluminación», porque la fe ilumina el corazón, hace ver las cosas con otra luz. Vosotros habéis pedido la fe: la Iglesia da la fe a vuestros hijos con el Bautismo, y vosotros tenéis el deber de hacerla crecer, cuidarla, y que se convierta en testimonio para todos los demás. Este es el sentido de esta ceremonia. Y solamente quería deciros esto: cuidar la fe, hacerla crecer, que sea testimonio para los demás.

Y después… ¡ha comenzado el concierto! [los niños lloran]: es porque los niños se encuentran en un lugar que no conocen, se han despertado antes de lo normal. Comienza uno, da la nota y después otros «imitan»… Algunos lloran solamente porque ha llorado el otro… Jesús hizo lo mismo, ¿sabéis? A mí me gusta pensar que la primera predicación de Jesús en el establo fue un llanto, la primera… Y después, como la ceremonia es un poco larga, alguno llora por hambre. Si es así, vosotras madres amamantadles también, sin miedo, con toda normalidad. Como la Virgen amamantaba a Jesús…

No olvidéis: habéis pedido la fe, a vosotros la tarea de cuidar la fe, hacerla crecer, que sea testimonio para todos nosotros, para todos nosotros: también para nosotros sacerdotes, obispos, todos. Gracias.