Queridos hermanos e hijos:
Reflexionemos cuidadosamente sobre la alta responsabilidad eclesial a la que está llamado este hermano nuestro. Nuestro Señor Jesucristo, enviado por el Padre para redimir a los hombres, envió a su vez a los doce apóstoles al mundo, para que fueran llenos del poder del Espíritu Santo para proclamar el Evangelio a todos los pueblos y reunirlos bajo un solo pastor, para santificarlos y conducirlos a la salvación.
Para perpetuar este ministerio apostólico de generación en generación, los Doce reunieron a los colaboradores y, con la imposición de las manos, les transmitieron el don del Espíritu recibido de Cristo, que les confirió la plenitud del sacramento del Orden. Así, a través de la sucesión ininterrumpida de obispos en la tradición viva de la Iglesia, este ministerio primario ha sido preservado y la obra del Salvador continúa y se desarrolla hasta nuestros días. En el obispo rodeado de sus sacerdotes está presente en medio de vosotros el mismo Señor nuestro Jesucristo, Sumo Sacerdote para siempre.
Es Cristo, de hecho, quien en el ministerio del obispo continúa predicando el Evangelio de la salvación, es Cristo quien continúa santificando a los creyentes a través de los sacramentos de la fe. Es Cristo quien en la paternidad del obispo hace crecer su cuerpo, que es la Iglesia, con nuevos miembros. Es Cristo quien, con la sabiduría y la prudencia del obispo, guía al pueblo de Dios en la peregrinación terrena hacia la felicidad eterna.
Por tanto, acoged con alegría y gratitud a estos hermanos nuestros, a los que los obispos asociamos hoy con la imposición de manos al Colegio Episcopal.
Y vosotros, querido hermanos elegidos por el Señor, recordad que habéis sido escogidos entre los hombres y para los hombres y puestos al servicio de ellos en las cosas de Dios. Porque "Episcopado" es el nombre de un servicio, no de un honor, como querían los discípulos, uno a la derecha, otro a la izquierda, porque el obispo es más responsable del servicio que de la dominación, según el mandamiento del Maestro: "Quien sea el más grande entre vosotros que sea como el más pequeño. Y quien gobierna, que sea como el que sirve" (Lc 22, 26). Servir. Y con este servicio conservaréis vuestra vocación y seréis verdaderos pastores en el servicio, no en los honores, en el poder, en la fuerza. No, servir, servir siempre.
Anunciad la Palabra en cada ocasión: oportuna y no oportuna. Amonestad, reprochad, exhortad con toda magnanimidad y doctrina, seguid estudiando. Y a través de la oración y la ofrenda de sacrificio por vuestro pueblo, sacad de la plenitud de la santidad de Cristo la riqueza multiforme de la gracia divina. Seréis los custodios de la fe, del servicio y la caridad en la Iglesia, y para ello debéis estar cerca. Pensad que la cercanía es el trazo más típica de Dios. Él mismo se lo dice a su pueblo en el Deuteronomio: "¿Qué pueblo tiene a sus dioses tan cerca como vosotros a mí?" (cf. Dt 4, 7). La cercanía, con dos trazos que la acompañan: una cercanía que es compasión y ternura. Por favor, no dejéis esta proximidad, acercaos siempre al pueblo, acercaos siempre a Dios, acercaos a los hermanos obispos, acercaos a los sacerdotes. Estas son las cuatro proximidades del obispo. El obispo es un hombre que está cerca de Dios en la oración. Muchas veces alguien puede decir: "Tengo tanto que hacer que no puedo rezar". Detente. Cuando los apóstoles "inventaron" los diáconos, ¿qué dice Pedro? "Y a nosotros –los obispos– la oración y el anuncio de la Palabra" (cf. Hch 6, 4). La primera tarea del obispo es rezar –no como un loro–, rezar con el corazón, rezar. "No tengo tiempo". ¡No! Quita las otras cosas, pero rezar es la primera tarea del obispo. Cercanía a Dios en la oración. Luego, la segunda cercanía, la cercanía a los otros obispos. "No, porque ellos son de ese partido, yo soy de este partido…". ¡Sed obispos! Habrá discusiones entre vosotros, pero como hermanos, vecinos. Nunca habléis mal de los hermanos obispos, nunca. Cercanía a los obispos: segunda cercanía, al cuerpo episcopal. Tercera cercanía, cercanía a los sacerdotes. Por favor, no olvidéis que los sacerdotes son vuestros prójimos más cercanos. Cuántas veces oímos quejas en las que un sacerdote dice: "He llamado al obispo, pero la secretaria me ha dicho que su agenda está llena, que quizá pueda verme dentro de treinta días…". Esto no está bien. Si te enteras de que un sacerdote te ha llamado, llámalo el mismo día o al día siguiente. Entonces sabrá que tiene un padre. Cercanía a los sacerdotes, y si no vienen, vete a verlos: cercanía. Y la cuarta cercanía, la cercanía al santo pueblo fiel de Dios. Lo que Pablo le dijo a Timoteo: "Acuérdate de tu madre, de tu abuela…". (cf. 2Tm 1, 5). No olvides que has sido "sacado del rebaño", no de una élite que ha estudiado, tiene muchos títulos y le toca ser obispo. No, del rebaño. Por favor, no olvidéis estas cuatro cercanías: cercanía a Dios en la oración, cercanía a los obispos en el cuerpo episcopal, cercanía a los sacerdotes y cercanía al rebaño. Que el Señor os haga crecer en este camino de cercanía, para que podáis imitar mejor al Señor, porque Él siempre ha estado cerca y siempre está cerca de nosotros, y con su cercanía, que es una cercanía compasiva y tierna, nos lleva adelante. Y que la Virgen os guarde.