Llama la atención cómo Jesús, justo el día antes de ser crucificado, hace este gesto. Lavar los pies, era costumbre en aquella época porque las calles eran polvorientas, la gente venía de fuera y al entrar en una casa, antes del banquete, de la reunión, se lavaban los pies. Pero, ¿quién lavaba los pies? Los esclavos, porque era trabajo de esclavos. Imaginaos lo asombrados que se quedaron los discípulos cuando vieron que Jesús empezaba a hacer este gesto de esclavo. Pero lo hace para hacerles comprender el mensaje del día siguiente: que moriría como un esclavo, para pagar la deuda de todos nosotros.
Si escucháramos estas cosas de Jesús, la vida sería tan buena porque nos apresuraríamos a ayudarnos unos a otros, en lugar de engañarnos unos a otros, de aprovecharnos unos de otros, como nos enseñan los listos. Es tan hermoso ayudarse unos a otros, echarse una mano: son gestos humanos, universales, pero que salen de un corazón noble. Y Jesús quiere enseñarnos esto hoy con esta celebración: la nobleza de corazón. Cada uno de nosotros puede decir: "Pero si el Papa supiera las cosas que tengo dentro… ". Pero Jesús las conoce y nos ama como somos, y nos lava los pies. Jesús nunca se asusta de nuestras debilidades, nunca se asusta porque ya ha pagado, sólo quiere acompañarnos, quiere llevarnos de la mano para que la vida no sea tan dura para nosotros.
Haré el mismo gesto de lavar los pies, pero no es algo folclórico, no. Pensemos que es un gesto que anuncia cómo debemos ser, unos con otros . En la sociedad vemos cuánta gente se aprovecha de los demás, cuánta gente está acorralada y no puede salir. Cuántas injusticias, cuánta gente sin trabajo, cuánta gente que trabaja y cobra la mitad, cuánta gente que no tiene dinero para comprar medicinas, cuántas familias rotas, tantas cosas malas… Y ninguno de nosotros puede decir: "Yo gracias a Dios no estoy así, ¿sabes?" – "¡Si no estoy así es por la gracia de Dios!"; cada uno de nosotros puede resbalar, cada uno de nosotros. Y esta conciencia, esta certeza de que cada uno de nosotros puede resbalar es lo que nos da la dignidad –escuchad la palabra: la "dignidad"– de ser pecadores. Y así nos quiere Jesús, y por eso quiso lavarnos los pies y decirnos: "He venido a salvaros, a serviros". Ahora yo haré lo mismo para recordar lo que Jesús nos enseñó: ayudarnos los unos a los otros . Y así la vida es más bella y podemos seguir así. Durante el lavatorio de los pies –espero lograrlo porque no puedo caminar bien–, pero durante el lavatorio de los pies pensad: "Jesús me lavó los pies, Jesús me salvó, y ahora tengo esta dificultad". Pero pasará, el Señor está siempre a tu lado, nunca te deja, nunca. Pensad en esto.