JM vida consagrada

Queridos consagrados y consagradas:

Con afecto os dirijo mi saludo en ocasión de la Jornada Mundial de la vida Consagrada, mientras estáis reunidos para la Celebración eucarística en la Basílica de Santa María la Mayor. Y quisiera abrazar en este momento a todos los hermanos y a las hermanas consagrados en todas las partes del mundo.

El tema de la Jornada de este año es "Hermanos y hermanas para la misión". Cuando escuchéis mi mensaje, yo estaré en misión en la República Democrática del Congo, y sé que estaré acompañado por vuestra oración. A mi vez quiero aseguraros la mía por la misión de cada uno de vosotros y de vuestras comunidades. Todos juntos somos miembros de la Iglesia, y la Iglesia está en misión desde el primer día, enviada por el Señor Resucitado, y lo estará hasta el último, con la fuerza de su Espíritu. Y en el Pueblo de Dios, enviado a llevar el Evangelio a todos los hombres, vosotros consagrados tenéis un rol peculiar, que deriva del don particular que habéis recibido: un don que da a vuestro testimonio un carácter y un valor especial, por el hecho mismo de que vosotros estáis integralmente dedicados a Dios y a su Reino, en pobreza, virginidad y obediencia. Si en la Iglesia cada uno es una misión, cada uno y cada una de vosotros lo es con una gracia propia como persona consagrada.

Además de este don fundamental, vuestra misión se enriquece de los carismas de vuestros institutos y de vuestras sociedades, los carismas de vuestros fundadores y fundadoras. En su estupenda variedad, todos se entregaron para la edificación de la Iglesia y para su misión. Todos los carismas son para la misión, y los son precisamente con la incalculable riqueza de su variedad; de tal forma que la Iglesia pueda testimoniar y anunciar el Evangelio a todos y en cualquier situación.

Hoy celebramos la fiesta del Encuentro: que la Virgen María nos obtenga la gracia de que nuestra vida de personas consagradas sea siempre una fiesta del encuentro con Cristo; y así, como ella, podamos llevar a todos la luz de su amor: su luz, ¡no la nuestra! ¡Llevarle a Él, no a nosotros mismos!

Queridos hermanos y hermanas, estoy cerca de vosotros y os doy las gracias por lo que sois y por lo que hacéis. Rezo por vosotros y os animo a seguir adelante en vuestra misión profética. Os bendigo de corazón y os encomiendo a María Salus Populi Romani. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 2 de febrero de 2023
Fiesta de la Presentación del Señor.

Francisco