del Papa Juan Pablo II para la
XXXIII JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

"Los medios de comunicación social:
presencia amiga para quien busca al Padre"

Queridos hermanos y hermanas:

1. Nos estamos acercando al gran jubileo, el 2.000 aniversario del nacimiento de Jesucristo, la Palabra de Dios encarnada, una celebración que abrirá la puerta del tercer milenio cristiano. En este último año de preparación, la Iglesia se dirige a Dios, nuestro Padre, contemplando el misterio de su infinita misericordia. Él es el Dios de quien procede toda vida y a quien volverá; y él es el único que nos acompaña, como amigo y compañero de camino, desde que nacemos hasta que morimos.

Para la celebración de la Jornada mundial de las comunicaciones sociales de este año he elegido el tema: "Los medios de comunicación social: presencia amiga para quien busca al Padre". Ese tema implica dos interrogantes: ¿cómo podrían los medios de comunicación trabajar con Dios y no contra él? y ¿cómo podrían los medios de comunicación ser "presencia amiga" para quien busca la presencia amorosa de Dios en su vida? Ese tema conlleva también una afirmación de hecho y una razón para dar gracias: los medios de comunicación, a veces, ayudan a quienes buscan a Dios a realizar una nueva lectura del libro de la naturaleza, que pertenece al ámbito de la razón, y del libro de la revelación, la Biblia, que pertenece al ámbito de la fe. Por último, el tema encierra una invitación y una esperanza: que los responsables del mundo de las comunicaciones sociales se comprometan cada vez más a ayudar, y no a impedir, la búsqueda del sentido, que es lo fundamental en la vida humana.

2. Ser hombres implica una actitud de búsqueda; y, como subrayé en mi reciente carta encíclica Fides et Ratio, toda búsqueda humana es, en definitiva, una búsqueda de Dios: "La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo" (n. 1). El gran jubileo será una celebración de Dios, que es la meta de toda búsqueda humana; una celebración de la misericordia infinita que todos los hombres y mujeres desean, aunque con frecuencia ellos mismos se sienten frustrados por el pecado, el cual, como dice san Agustín, equivale a buscar lo correcto en un sitio equivocado (cf. Confesiones, X, 38). Pecamos cuando buscamos a Dios donde no se le puede encontrar.

En consecuencia, al referirse "a quien busca al Padre", el tema para la Jornada mundial de las comunicaciones sociales de este año alude a todos los hombres y a todas las mujeres. Todos lo buscan, aunque no todos lo buscan en el sitio correcto. El tema reconoce la influencia excepcional de los medios de comunicación en la cultura contemporánea y, por tanto, su especial responsabilidad para atestiguar la verdad sobre la vida, sobre la dignidad humana, sobre el verdadero sentido de nuestra libertad y mutua interdependencia.

3. En la trayectoria de la búsqueda humana, la Iglesia desea ayudar a los medios de comunicación, consciente de que toda forma de cooperación contribuirá al bien de todos. Cooperación significa también un mayor entendimiento recíproco. A veces, las relaciones entre la Iglesia y los medios de comunicación pueden deteriorarse por malentendidos mutuos, que engendran temor y desconfianza. Es cierto que la cultura de la Iglesia y la cultura de los medios de comunicación son diferentes; de hecho, en ciertos puntos existe un fuerte contraste. Pero no hay razón para que las diferencias hagan imposible la amistad y el diálogo. En muchas amistades profundas son precisamente las diferencias las que impulsan la creatividad y establecen puentes.

La cultura del recuerdo, propia de la Iglesia, puede salvar a la cultura de la fugacidad de la "noticia", propia de los medios de comunicación modernos, del olvido que corroe la esperanza; los medios de comunicación, en cambio, pueden ayudar a la Iglesia a anunciar el Evangelio en toda su permanente actualidad en la realidad diaria de la vida de las personas. La cultura de la sabiduría, propia de la Iglesia, puede evitar que la cultura de la información, propia de los medios de comunicación, se convierta en una acumulación de hechos sin sentido; y los medios de comunicación pueden ayudar a la sabiduría de la Iglesia a permanecer atenta a los conocimientos siempre nuevos que van surgiendo en la actualidad. La cultura de la alegría, propia de la Iglesia, puede contribuir a que la cultura del entretenimiento, propia de los medios de comunicación, no se convierta en una fuga sin alma de la verdad y la responsabilidad; y los medios de comunicación pueden ayudar a la Iglesia a comprender mejor cómo comunicar con la gente de forma atractiva e incluso agradable. Éstos son algunos ejemplos de cómo una cooperación más estrecha, con espíritu de amistad y en un nivel más profundo, puede hacer que la Iglesia y los medios de comunicación social ayuden a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo en su búsqueda de sentido y en su propia realización.

4. Gracias al progreso reciente de la técnica de la información, hoy son mayores que nunca las posibilidades de comunicación entre individuos y grupos, en todo el mundo. Sin embargo, paradójicamente, las fuerzas que podrían conducir a una mejor comunicación pueden llevar también a un mayor egocentrismo y a una mayor alienación. Por eso, nos encontramos en un tiempo de amenaza y promesa. Ninguna persona de buena voluntad desea que prevalezca la amenaza, de forma que produzca todavía más sufrimiento humano, y menos aún al final de un siglo y de un milenio de tantas aflicciones.

Por el contrario, miremos con gran esperanza al nuevo milenio, confiando en que habrá personas tanto en la Iglesia como en los medios de comunicación dispuestas a cooperar para asegurar que la promesa prevalezca sobre la amenaza, la comunicación sobre la alienación. Esto asegurará que el mundo de los medios de comunicación sea cada vez más una presencia amiga para todas las personas, presentándoles "noticias" dignas de recuerdo, una información rica en sabiduría y un entretenimiento que sea fuente de alegría. De este modo también se llegará a un mundo donde la Iglesia y los medios de comunicación cooperen con vistas al bien de la humanidad. Esto es necesario para que el poder de los medios de comunicación no sea una fuerza que destruya sino un amor creativo, un amor que refleje el amor de Dios "que es Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos" (Ef 4, 6).

Ojalá que todos los que trabajan en el mundo de las comunicaciones sociales experimenten la alegría de la compañía divina, para que, conociendo la amistad de Dios, puedan disfrutar de la amistad de todos los hombres y mujeres en su camino hacia la casa del Padre, a quien corresponde todo honor y gloria, alabanza y acción de gracias, con el Hijo y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

24 de enero de 1999, fiesta de San Francisco de Sales