Prefacios
Las dos venidas de CristoEste prefacio se dice en las misas del tiempo, desde el primer domingo de Adviento hasta el día 16 de diciembre, y en las restantes misas que se celebran durante este mismo tiempo y no tienen prefacio propio.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Quien, al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne,
realizó el plan de redención trazado desde antiguo
y nos abrió el camino de la salvación eterna,
para que cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria,
revelando así la plenitud de su obra,
podamos recibir los bienes prometidos
que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
La doble expectación de CristoEste prefacio se dice en las misas del tiempo, desde el 17 al 24 de diciembre, y en las restantes misas que se celebran durante este mismo tiempo y no tienen prefacio propio.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
A quien todos los profetas anunciaron,
la Virgen esperó con inefable amor de madre,
Juan lo proclamó ya próximo
y señaló después entre los hombres.
El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría
al misterio de su nacimiento,
para encontrarnos así, cuando llegue,
velando en oración y cantando su alabanza.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar él himno de tu gloria:
Prefacio de Adviento III
Cristo, Señor y Juez de la historiaEste prefacio se dice en las misas del tiempo, desde el primer domingo de Adviento hasta el día 16 de diciembre, y en las restantes misas que se celebran durante este mismo tiempo y no tienen prefacio propio.
En verdad es justo darte gracias
es nuestro deber cantar en tu honor
Himnos de bendición y de alabanza,
Padre todopoderoso, principio y fin de todo lo creado.
Tu nos has ocultado el día y la hora
en que Cristo, tu Hijo,
Señor y Juez de la historia,
aparecerá, revestido de poder y de gloria
sobre las nubes del cielo.
En aquel día terrible y glorioso
pasará la figura de este mundo
y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva.
El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria
Viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre
y en cada acontecimiento, para que le recibamos en la fe,
y por el amor demos testimonio
de la espera dichosa de su reino.
Por eso, mientras aguardamos su última venida
unidos a los ángeles y a los santos
cantamos el himno de tu gloria:
Prefacio de Adviento IV
María, nueva EvaEste prefacio se dice en las misas del tiempo, desde el 17 al 24 de diciembre, y en las restantes misas que se celebran durante este mismo tiempo y no tienen prefacio propio.
En verdad es justo darte gracias,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos
por el misterio de la Virgen Madre.
Porque, si del antiguo adversario nos vino la ruina,
en el seno virginal de la hija de Sion ha germinado
aquel que nos nutre con el pan de los ángeles,
y ha brotado para todo el género humano
la salvación y la paz.
La gracia que Eva nos arrebató
nos ha sido devuelta en María.
En ella, madre de todos los hombres,
la maternidad, redimida del pecado y de la muerte,
se abre al don de una vida nueva.
Así, donde había crecido el pecado,
se ha desbordado tu misericordia
en Cristo, nuestro Salvador.
Por eso nosotros,
mientras esperamos la venida de Cristo,
unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos el himno de tu gloria:
Cristo, luz del mundoEste prefacio se dice en las misas del día de Navidad y de su octava; durante la octava, se dice incluso en aquellas misas que, si se celebraran en otro tiempo, tendrían prefacio propio, a no ser que se trate de la misa de un misterio o Persona divina, que tiene prefacio propio. También se dice en las ferias del tiempo de Navidad.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque, gracias al misterio del Verbo hecho carne,
la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor,
para que, conociendo a Dios visiblemente,
él nos lleve al amor de lo invisible.
Por eso, con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
La restauración del universo en la EncarnaciónEste prefacio se dice en las misas del día de Navidad y de su octava; durante la octava, se dice incluso en aquellas misas que, si se celebraran en otro tiempo, tendrían prefacio propio, a no ser que se trate de la misa de un misterio o Persona divina, que tiene prefacio propio. También se dice en las ferias del tiempo de Navidad.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Porque en el misterio santo que hoy celebramos,
el que era invisible en su naturaleza
se hace visible al adoptar la nuestra;
el Eterno, engendrado antes del tiempo,
comparte nuestra vida temporal
para reconstruir todo el universo al asumir en sí todo lo caído,
para llamar de nuevo al reino de los cielos al hombre descarriado.
Por eso, te alabamos con todos los ángeles,
aclamándote llenos de alegría:
El intercambio realizado en la Encarnación del VerboEste prefacio se dice en las misas del día de Navidad y de su octava; durante la octava, se dice incluso en aquellas misas que si se celebraran en otro tiempo, tendrían prefacio propio, a no ser que se trate de la misa de un misterio o Persona divina, que tiene prefacio propio. También se dice en las ferias del tiempo de Navidad.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Por él, hoy resplandece el maravilloso intercambio de nuestra redención:
Porque, al asumir tu Verbo nuestra debilidad,
no solo asume dignidad eterna la naturaleza humana,
sino que esta unión admirable nos hace a nosotros eternos.
Por eso, unidos a los coros angélicos,
te alabamos proclamando llenos de alegría:
Cristo, luz de los pueblosEste prefacio se dice en las misas de la solemnidad de la Epifanía. También puede decirse este prefacio, o bien uno de los de Navidad, en los días que van desde la solemnidad de la Epifanía hasta el sábado antes del domingo del Bautismo del Señor.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque hoy has revelado en Cristo,
para luz de los pueblos,
el verdadero misterio de nuestra salvación;
y al manifestarse Cristo en nuestra carne mortal
nos renovaste con la gloria de su inmortalidad.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Significación espiritual de la CuaresmaEste prefacio se dice en el tiempo de Cuaresma, sobre todo en los domingos, cuando no tienen prefacio propio.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Por él concedes a tus fieles
anhelar, año tras año, con el gozo de habernos purificado,
los sacramentos pascuales,
para que, dedicados con mayor entrega
a la oración y a la caridad fraterna,
por la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida,
lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
La penitencia espiritualEste prefacio se dice en el tiempo de Cuaresma, sobre todo en los domingos, cuando no tienen prefacio propio.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque has establecido generosamente
este tiempo de gracia
para renovar en santidad a tus hijos,
de modo que, libres de todo afecto desordenado,
mientras se ocupan de las realidades temporales
no dejen sobre todo de adherirse a las eternas.
Por eso, con los santos y con todos los ángeles,
te alabamos, diciendo sin cesar:
Los frutos de la abstinenciaEste prefacio se dice en las misas de feria de Cuaresma y en los días de ayuno.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Tú has querido que te diésemos gracias
mediante la abstinencia,
para que nosotros, pecadores,
dominásemos con ella nuestro orgullo
e imitásemos tu generosidad
dando de comer a los necesitados.
Por eso, con los innumerables ángeles,
proclamamos tu grandeza y te alabamos con una sola voz:
Los frutos del ayunoEste prefacio se dice en las misas de feria de Cuaresma y en los días de ayuno.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Tú, que, por el ayuno corporal,
refrenas nuestras pasiones,
elevas nuestro espíritu,
nos das fuerza y recompensa,
por Cristo, Señor nuestro.
Por él,
los ángeles alaban tu gloria,
te adoran las dominaciones y tiemblan las potestades,
los cielos, sus virtudes y los santos serafines
te celebran unidos en común alegría.
Permítenos asociarnos a sus voces
cantando humildemente tu alabanza:
El camino del éxodo en el desierto cuaresmalEste prefacio se dice en las misas de las ferias de Cuaresma.
En verdad es justo bendecir tu nombre,
Padre rico en misericordia,
ahora que, en nuestro itinerario hacia la luz pascual,
seguimos los pasos de Cristo,
maestro y modelo de la humanidad reconciliada en el amor.
Tú abres a la Iglesia el camino de un nuevo éxodo
a través del desierto cuaresmal,
para que, llegados a la montaña santa
con el corazón contrito y humillado,
reavivemos nuestra vocación de pueblo de la alianza
convocado para bendecir tu nombre, escuchar tu Palabra
y experimentar con gozo tus maravillas.
Por estos signos de salvación,
unidos a los ángeles, ministros de tu gloria,
proclamamos el canto de tu alabanza:
La fuerza de la CruzEste prefacio se dice en las ferias de la quinta semana de Cuaresma y en las de los misterios de la cruz y de la pasión del Señor.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque en la pasión salvadora de tu Hijo
el universo aprende a proclamar tu grandeza
y, por la fuerza inefable de la cruz,
se hace patente el juicio del mundo
y el poder del Crucificado.
Por eso, Señor,
nosotros, llenos de alegría,
te aclamamos con los ángeles y con todos los santos, diciendo:
La victoria de la PasiónEste prefacio se dice el lunes, martes y miércoles de la Semana Santa.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Porque se acercan los días
de su pasión salvadora y de su resurrección gloriosa;
en ellos se actualiza su triunfo sobre la soberbia del antiguo enemigo
y celebramos el misterio de nuestra redención.
Por él,
los coros de los ángeles
adoran tu gloria eternamente,
gozosos en tu presencia.
Permítenos asociarnos a sus voces
cantando con ellos tu alabanza:
El misterio pascualEste prefacio se dice durante el tiempo pascual.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca exaltarte
en este día glorioso (en esta noche, en este tiempo)
en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero
que quitó el pecado del mundo;
muriendo destruyó nuestra muerte,
y resucitando restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría,
y también los coros celestiales,
los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
La nueva vida en CristoEste prefacio se dice durante el tiempo pascual.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso
en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Por él, los hijos de la luz
amanecen a la vida eterna,
y se abren a los fieles
las puertas del reino de los cielos;
Porque en la muerte de Cristo
nuestra muerte ha sido vencida,
y en su gloriosa resurrección
hemos resucitado todos.
Por eso,
con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría
y también los coros celestiales,
los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Cristo vivo e intercesor perpetuo en favor nuestroEste prefacio se dice durante el tiempo pascual.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso
en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él no cesa de ofrecerse por nosotros,
intercediendo continuamente ante ti;
inmolado, ya no vuelve a morir;
sacrificado, vive para siempre.
Por eso,
con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría,
y también los coros celestiales,
los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
La restauración del universo por el Misterio pascualEste prefacio se dice durante el tiempo pascual.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso
en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque, demolida nuestra antigua miseria,
fue reconstruido cuanto estaba derrumbado
y renovada en plenitud nuestra vida en Cristo.
Por eso,
con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría,
y también los coros celestiales,
los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Cristo, sacerdote y víctimaEste prefacio se dice durante el tiempo pascual.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso
en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él, con la inmolación de su cuerpo en la cruz,
dio pleno cumplimiento a lo que anunciaban los antiguos sacrificios
y, ofreciéndose a sí mismo por nuestra salvación,
se manifestó, a la vez, como sacerdote, altar y víctima.
Por eso,
con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría,
y también los coros celestiales,
los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
El misterio de la AscensiónEste prefacio se dice en el día de la Ascensión del Señor. También puede decirse este prefacio, o bien uno de los de Pascua, en los días siguientes hasta el sábado antes del domingo de Pentecostés, en las misas que no tienen prefacio propio.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Jesús, el Señor,
el rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte,
ha ascendido (hoy), ante el asombro de los ángeles,
a lo más alto de los cielos,
como Mediador entre Dios y los hombres,
como Juez del mundo y Señor del universo.
No se ha ido para desentenderse de nuestra pobreza,
sino que nos precede el primero como cabeza nuestra,
para que nosotros, miembros de su Cuerpo,
vivamos con la ardiente esperanza
de seguirlo en su reino.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría,
y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
El misterio de la AscensiónEste prefacio se dice en el día de la Ascensión del Señor. También puede decirse este prefacio, o bien uno de los de Pascua, en los días siguientes hasta el sábado antes del domingo de Pentecostés, en las misas que no tienen prefacio propio.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
El cual, después de su resurrección,
se apareció visiblemente a todos sus discípulos
y, ante sus ojos, fue elevado al cielo
para hacernos partícipes de su divinidad.
Por eso,
con esta efusión de gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría
y también los coros celestiales,
los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
En la espera de la venida del Espíritu SantoEste prefacio se dice en los días que siguen a la Ascensión hasta el sábado antes del domingo de Pentecostés.
En verdad es justo y necesario
que todas las criaturas, en el cielo y en la tierra,
se unan en tu alabanza,
Dios todopoderoso y eterno,
por Jesucristo, tu Hijo,
Señor del universo.
El cual,
habiendo entrado una vez para siempre
en el santuario del cielo,
ahora intercede por nosotros,
como mediador que asegura
la perenne efusión del Espíritu.
Pastor y obispo de nuestras almas,
nos invita a la plegaria unánime,
a ejemplo de María y los apóstoles,
en la espera de un nuevo Pentecostés.
Por este misterio de santificación y de amor,
unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
El Misterio pascual y el pueblo de DiosEste prefacio se dice en los domingos del tiempo ordinario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Quien, por su Misterio pascual,
realizó la obra maravillosa
de llamarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte,
al honor de ser estirpe elegida,
sacerdocio real,
nación consagrada,
pueblo de su propiedad,
para que, trasladados de las tinieblas a tu luz admirable,
proclamemos ante el mundo tus maravillas.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
El plan divino de la salvaciónEste prefacio se dice en los domingos del tiempo ordinario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
El cual,
compadecido del extravío de los hombres,
quiso nacer de la Virgen;
sufriendo la cruz, nos libró de eterna muerte,
y, resucitando de entre los muertos, nos dio vida eterna.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
El hombre salvado por un hombreEste prefacio se dice en los domingos del tiempo ordinario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque reconocemos como obra de tu poder admirable
no solo socorrer a los mortales con tu divinidad,
sino haber previsto el remedio
en nuestra misma condición humana,
y de lo que era nuestra ruina
haber hecho nuestra salvación,
por Cristo, Señor nuestro.
Por él,
los coros de los ángeles
adoran tu gloria eternamente,
gozosos en tu presencia.
Permítenos asociarnos a sus voces
cantando con ellos tu alabanza:
Las etapas de la historia de la salvación en CristoEste prefacio se dice en los domingos del tiempo ordinario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Porque él,
con su nacimiento,
renovó la vieja condición humana;
con su pasión destruyó nuestro pecado;
al resucitar de entre los muertos,
nos aseguró el acceso a la vida eterna;
y en su ascensión al Padre,
abrió las puertas del cielo.
Por eso,
con los ángeles y con la multitud de los santos,
te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:
Las maravillas de la creaciónEste prefacio se dice en los domingos del tiempo ordinario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque creaste el universo entero
y estableciste el continuo retorno de las estaciones,
y al hombre, formado a tu imagen y semejanza,
sometiste las maravillas del mundo,
para que, en tu nombre,
dominara la creación
y, al contemplar tus grandezas,
en todo momento te alabara,
por Cristo, Señor nuestro.
Por eso, te alabamos con todos los ángeles,
aclamándote llenos de alegría:
La prenda de nuestra Pascua eternaEste prefacio se dice en los domingos del tiempo ordinario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
En ti vivimos, nos movemos y existimos;
y, todavía en nuestro cuerpo,
no solo experimentamos
las pruebas cotidianas de tu amor,
sino que poseemos ya en prenda la vida futura;
pues esperamos gozar de la Pascua eterna
Porque tenemos las primicias del Espíritu,
por el que resucitaste a Jesús de entre los muertos.
Por eso, te alabamos con todos los ángeles,
aclamándote llenos de alegría:
La salvación, fruto de la obediencia de CristoEste prefacio se dice en los domingos del tiempo ordinario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tu amor al mundo
fue tan misericordioso
que nos enviaste como redentor
a tu propio Hijo,
y en todo lo quisiste semejante a nosotros,
menos en el pecado,
para poder así amar en nosotros
lo que amabas en él.
Con su obediencia has restaurado aquellos dones
que por nuestra desobediencia habíamos perdido.
Por eso, Señor,
nosotros, llenos de alegría,
te aclamamos con los ángeles y con todos los santos, diciendo:
La Iglesia unificada por virtud y a imagen de la TrinidadEste prefacio se dice en los domingos del tiempo ordinario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque has querido reunir de nuevo,
por la sangre de tu Hijo
y la fuerza del Espíritu,
a los hijos dispersos por el pecado;
de este modo tu Iglesia,
unificada por virtud y a imagen de la Trinidad,
aparece ante el mundo
como cuerpo de Cristo y templo del Espíritu,
para alabanza de tu infinita sabiduría.
Por eso,
unidos a los coros angélicos,
te alabamos proclamando llenos de alegría:
La acción del Espíritu en la Iglesia (Prefacio II del Espíritu Santo)Este prefacio se dice en los domingos del tiempo ordinario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque nos concedes en cada momento lo que más conviene
y diriges sabiamente la nave de tu Iglesia,
asistiéndola siempre con la fuerza del Espíritu Santo,
para que, a impulso de su amor confiado,
no abandone la plegaria en la tribulación,
ni la acción de gracias en el gozo,
por Cristo, Señor nuestro.
A quien alaban los cielos y la tierra,
los ángeles y los arcángeles,
proclamando sin cesar:
El día del SeñorEste prefacio se dice en los domingos del tiempo ordinario.
En verdad es justo bendecirte y darte gracias,
Padre santo, fuente de la verdad y de la vida,
Porque nos has convocado en tu casa
en este domingo.
Hoy, tu familia,
reunida en la escucha de tu palabra
y en la comunión del pan de vida único y partido,
celebra el memorial del Señor resucitado,
mientras espera el domingo sin ocaso
en el que la humanidad entrará en tu descanso.
Entonces contemplaremos tu rostro
y alabaremos por siempre tu misericordia.
Con esta gozosa esperanza,
y unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos unánimes
el himno de tu gloria:
El sacrificio y el sacramento de CristoEste prefacio se dice en la misa de la Cena del Señor; puede decirse también en la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo y en las misas votivas de la Santísima Eucaristía.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
El cual, verdadero y único sacerdote,
al instituir el sacrificio de la eterna alianza
se ofreció el primero a ti como víctima de salvación,
y nos mandó perpetuar esta ofrenda en memoria suya.
Su carne, inmolada por nosotros,
es alimento que nos fortalece;
su sangre, derramada por nosotros,
es bebida que nos purifica.
Por eso, con los ángeles y arcángeles,
con los tronos y dominaciones, y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Los frutos de la santísima EucaristíaEste prefacio se dice en la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo y en las misas votivas de la Santísima Eucaristía.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
El cual, en la última cena con sus apóstoles,
para perpetuar a través de los siglos
el memorial de la cruz salvadora,
se entregó a ti como Cordero inmaculado
y ofrenda perfecta de alabanza.
Con este sacramento alimentas y santificas a tus fieles,
para que una misma fe ilumine,
y un mismo amor congregue,
a todos los hombres que habitan un mismo mundo.
Así, pues, nos acercamos a la mesa de este sacramento admirable,
para que, impregnados de la suavidad de tu gracia,
nos transformemos según el modelo celestial.
Por eso, Señor,
tus criaturas del cielo y de la tierra
te adoran cantando un cántico nuevo,
y también nosotros, con todo el ejército de los ángeles,
te aclamamos por siempre diciendo:
La Eucaristía, viático para la Pascua eternaEste prefacio se puede decir en la misa del viático.
En verdad es justo darte gracias,
es bueno bendecir tu nombre,
Padre santo,
Dios de misericordia y de paz.
Porque has querido que tu Hijo,
obediente hasta la muerte de cruz,
nos precediera en el camino del retorno a ti,
término de toda esperanza humana.
En la Eucaristía, testamento de su amor,
él se hace comida y bebida espiritual,
para alimentarnos en nuestro viaje
hacia la Pascua eterna.
Con esta prenda de la resurrección futura,
en la esperanza participamos ya
de la mesa gloriosa de tu reino
y, unidos a los ángeles y a los santos,
proclamamos el himno de tu gloria:
El sacerdocio de Cristo y el ministerio de los sacerdotes.Este prefacio se dice en la misa crismal y en la misa de la fiesta de Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que constituiste a tu Unigénito
pontífice de la alianza nueva y eterna
por la unción del Espíritu Santo,
y determinaste, en tu designio salvifico,
perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio.
Él no solo confiere el honor del sacerdocio real
a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano,
elige a hombres de este pueblo,
para que, por la imposición de las manos,
participen de su sagrada misión.
Ellos renuevan en nombre de Cristo
el sacrificio de la redención,
preparan a tus hijos el banquete pascual,
preceden a tu pueblo santo en el amor,
lo alimentan con tu palabra
y lo fortalecen con los sacramentos.
Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti
y por la salvación de los hermanos,
van configurándose a Cristo,
y han de darte testimonio constante de fidelidad y amor.
Por eso, Señor, nosotros, llenos de alegría,
te aclamamos con los ángelesy con todos los santos, diciendo:
El sacramento de la reconciliación en el EspírituEste prefacio se puede decir en el tiempo de Cuaresma. Se dice también en misas de reconciliación y en las otras misas de carácter penitencial.
En verdad es justo alabarte y darte gracias,
Padre santo, Dios todopoderoso,
por tus beneficios,
sobre todo por la gracia del perdón.
Al hombre, náufrago a causa del pecado,
con el sacramento de la reconciliación
le abres el puerto de la misericordia y de la paz,
en Cristo muerto y resucitado.
Con el poder de tu Espíritu,
has dispuesto para la Iglesia,
santa y al mismo tiempo necesitada de penitencia,
una segunda tabla de salvación después del bautismo,
y así la renuevas incesantemente,
para congregarla en el banquete festivo de tu amor.
Por este don de tu benevolencia,
unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos, a una voz, el himno de tu gloria:
La maternidad de MaríaEste prefacio se dice en las misas de la bienaventurada Virgen María.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria
en la (maternidad, Natividad, fiesta, veneración) de santa María, siempre virgen.
Porque ella concibió a tu único Hijo
por obra del Espíritu Santo,
y, sin perder la gloria de su virginidad,
derramó sobre el mundo la luz eterna,
Jesucristo, Señor nuestro.
Por él,
los ángeles alaban tu gloria,
te adoran las dominaciones y tiemblan las potestades,
los cielos, sus virtudes y los santos serafines
te celebran unidos en común alegría.
Permítenos asociarnos a sus voces
cantando humildemente tu alabanza:
La Iglesia alaba a Dios inspirándose en las palabras de MaríaEste prefacio se dice en las misas de la bienaventurada Virgen María.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias, Señor,
y proclamar tus maravillas
en la perfección de tus santos;
y, al conmemorar a la bienaventurada Virgen María,
exaltar especialmente tu generosidad
inspirándonos en su mismo cántico de alabanza.
En verdad hiciste obras grandes
en favor de todos los pueblos,
y has mantenido tu misericordia
de generación en generación,
cuando, al mirar la humildad de tu esclava,
por ella nos diste al autor de la salvación humana,
Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro.
Por él,
los coros de los ángeles
adoran tu gloria eternamente,
gozosos en tu presencia.
Permítenos asociarnos a sus voces
cantando con ellos tu alabanza:
María, modelo y madre de la IglesiaEste prefacio se dice en las misas de la bienaventurada Virgen María. Prefacio de la misa votiva B de la bienaventurada Virgen María.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno
y alabarte debidamente
en esta celebración en honor de la Virgen María.
Ella, al aceptar a tu Verbo con inmaculado corazón,
mereció concebirlo en su seno virginal,
y, al dar a luz al Creador, preparó el nacimiento de la Iglesia.
Ella, al recibir junto a la cruz
el testamento de tu amor divino,
tomó como hijos a todos los hombres,
nacidos a la vida sobrenatural
por la muerte de Cristo.
Ella, esperando con los apóstoles la venida del Espíritu,
al unir sus oraciones a las de los discípulos,
se convirtió en el modelo de la Iglesia suplicante.
Desde su asunción a los cielos,
acompaña con amor materno a la Iglesia peregrina
y protege sus pasos hacia la patria celeste,
hasta la venida gloriosa del Señor.
Por eso, con los santos y todos los ángeles,
te alabamos, proclamando sin cesar:
María, signo de consuelo y de esperanzaEste prefacio se dice en las misas de la bienaventurada Virgen María.
En verdad es justo darte gracias,
es bueno cantar tu gloria,
Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Te alabamos y te bendecimos,
por Jesucristo, tu Hijo,
en esta celebración de la bienaventurada Virgen María.
Ella, como humilde sierva, escuchó tu palabra
y la conservó en su corazón;
admirablemente unida al misterio de la redención,
perseveró con los apóstoles en la plegaria,
mientras esperaban al Espíritu Santo,
y ahora brilla en nuestro camino
como signo de consuelo y de firme esperanza.
Por este don de tu benevolencia,
unidos a los ángeles y a los santos,
te entonamos nuestro canto
y proclamamos tu alabanza:
María, imagen de la humanidad nuevaEste prefacio se dice en las misas de la bienaventurada Virgen María.
En verdad es justo darte gracias,
Padre santo,
fuente de la vida y de la alegría.
Porque en esta etapa final de la historia
has querido revelarnos
el misterio escondido desde siglos,
para que así el mundo entero
retorne a la vida y recobre la esperanza.
En Cristo, nuevo Adán,
y en María, nueva Eva,
se revela el misterio de tu Iglesia,
como primicia de la humanidad redimida.
Por este inefable don
la creación entera,
con la fuerza del Espíritu Santo,
emprende de nuevo
su camino hacia la Pascua eterna.
Por eso, nosotros,
unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos a una voz
el himno de tu gloria:
La gloria de Dios manifestada en los ángelesEste prefacio se dice en las misas de los santos ángeles.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Y proclamar tus alabanzas
en tus ángeles y arcángeles
pues lo que se honra verdaderamente en ellos
redunda en tu grandeza y gloria.
Siendo ellos dignísimos de todo honor,
tú eres inmenso y has de ser reconocido
sobre todas las cosas,
por Cristo, Señor nuestro.
Por él,
la multitud de los ángeles celebra tu majestad;
a ellos nos unimos en gozosa adoración
cantando a una sola voz tu alabanza:
La misión de san JoséEste prefacio se dice en las misas de san José.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria
en la (solemnidad de, conmemoración de, al venerar a) san José.
Porque él es el hombre justo
que diste por esposo
a la Virgen Madre de Dios;
el servidor fiel y prudente
que pusiste al frente de tu familia
para que, haciendo las veces de padre,
cuidara a tu Unigénito,
concebido por obra del Espíritu Santo,
Jesucristo, Señor nuestro.
Por él, los ángeles alaban tu gloria,
te adoran las dominaciones y tiemblan las potestades,
los cielos, sus virtudes y los santos serafines
te celebran unidos en común alegría.
Permítenos asociarnos a sus voces
cantando humildemente tu alabanza:
Los apóstoles, pastores del pueblo de DiosEste prefacio se dice en las misas de los apóstoles, principalmente en las de san Pedro y san Pablo.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tú, Pastor eterno, no abandonas nunca a tu rebaño,
sino que por medio de los santos apóstoles
lo proteges y conservas,
y quieres que tenga siempre por guías
a los mismos pastores a quienes tu Hijo
estableció como enviados suyos.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Los Apóstoles, fundamento de la Iglesia y testimonio para el mundoEste prefacio se dice en las misas de los apóstoles y de los evangelistas.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Porque has querido que tu Iglesia
tenga por fundamento a los apóstoles,
para que permanezca en la tierra
como signo perpetuo de tu santidad
y ofrezca a todos los hombres
las enseñanzas del cielo.
Por eso,
Señor, con toda la multitud de los ángeles,
te aclamamos ahora y por siempre
diciendo con humilde fe:
La gloria de los santosEste prefacio se dice en las misas de todos los santos, de los santos patronos y titulares de la iglesia, y en las solemnidades y fiestas de los santos, a no ser que haya que decir un prefacio más propio. Se puede decir también en las memorias de los santos.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque eres glorificado
en la asamblea de los santos,
y, al coronar sus méritos,
coronas tus propios dones.
Tú nos ofreces el ejemplo de su vida,
la ayuda de su intercesión
y la participación en su destino;
para que, animados por tan abundantes testigos,
cubramos sin desfallecer la carrera que nos corresponde
y alcancemos, con ellos,
la corona de gloria que no se marchita,
por Cristo, Señor nuestro.
Por eso,
con los ángeles y los arcángeles
y con la variada asamblea de los santos,
te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:
Eficacia de la acción de los santosEste prefacio se dice en las misas de todos los santos, de los santos patronos y titulares de la iglesia, y en las solemnidades y fiestas de los santos, a no ser que haya que decir un prefacio más propio. Se puede decir también en las memorias de los santos.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Porque mediante el testimonio admirable de tus santos
fecundas sin cesar a tu Iglesia
con vitalidad siempre nueva,
y nos das así pruebas evidentes de tu amor.
Su insigne ejemplo nos anima,
y a su permanente intercesión nos confiamos
para que se cumplan tus designios de salvación.
Por eso, Señor,
nosotros, llenos de alegría,
te aclamamos con los ángeles y con todos los santos, diciendo:
Significado y ejemplaridad del martirioEste prefacio se dice en las solemnidades y fiestas de los santos mártires. Se puede decir también en las memorias de los mismos.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque la sangre del glorioso mártir san N.,
derramada, como la de Cristo,
para confesar tu nombre,
manifiesta las maravillas de tu poder;
pues en su martirio, Señor,
has sacado fuerza de lo débil,
haciendo de la fragilidad
tu propio testimonio;
por Cristo, Señor nuestro.
Por eso,
con las virtudes del cielo
te aclamamos continuamente en la tierra,
alabando tu gloria sin cesar:
Las maravillas de Dios en la victoria de los mártiresEste prefacio se dice en las solemnidades y fiestas de los santos mártires. Se puede decir también en las memorias de los mismos.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tú eres ensalzado
en la alabanza de tus santos,
y, cuanto pertenece a su pasión,
es obra admirable de tu poder:
tú, bondadosamente,
otorgas el ardor de su fe,
das firmeza en la perseverancia
y concedes la victoria en el combate,
por Cristo, Señor nuestro.
Por eso, Señor,
tus criaturas del cielo y de la tierra
te adoran cantando un cántico nuevo,
y también nosotros, con todo el ejército de los ángeles,
te aclamamos por siempre diciendo:
La presencia de los santos pastores en la IglesiaEste prefacio se dice en las solemnidades y fiestas de los santos pastores. Se puede decir también en las memorias de los mismos.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Porque nos concedes la alegría
de celebrar hoy la fiesta de san N.,
fortaleciendo a tu Iglesia
con el ejemplo de su vida santa,
instruyéndola con su palabra
y protegiéndola con su intercesión.
Por eso,
con los ángeles y con la multitud de los santos,
te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:
Significado de la vida de consagración exclusiva a DiosEste prefacio se dice en las solemnidades y fiestas de las santas vírgenes y de los santos religiosos. Se puede decir también en las memorias de los mismos.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque celebramos tu providencia admirable
en los santos que se entregaron a Cristo
por el reino de los cielos.
Por ella llamas de nuevo a la humanidad
a la santidad primera que de ti había recibido,
y la conduces a gustar
los dones que espera recibir en el cielo.
Por eso, con los santos y todos los ángeles,
te alabamos, proclamando sin cesar:
El universo restaurado en CristoEste prefacio se dice en las misas que carecen de prefacio propio y no deben tomar un prefacio del tiempo.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
A quien hiciste fundamento de todo
y de cuya plenitud quisiste que participáramos todos.
Siendo él de condición divina,
se despojó de su rango,
y por su sangre derramada en la cruz
puso en paz el universo;
y así, exaltado sobre todo cuanto existe,
es fuente de salvación eterna
para cuantos creen en él.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
La salvación por CristoEste prefacio se dice en las misas que carecen de prefacio propio y no deben tomar un prefacio del tiempo.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
que por amor creaste al hombre,
y, aunque condenado justamente,
con tu misericordia lo redimiste,
por Cristo, Señor nuestro.
Por él,
los ángeles alaban tu gloria,
te adoran las dominaciones y tiemblan las potestades,
los cielos, sus virtudes y los santos serafines
te celebran unidos en común alegría.
Permítenos asociarnos a sus voces
cantando humildemente tu alabanza:
Alabanza a Dios que nos creó y nos ha creado de nuevo en CristoEste prefacio se dice en las misas que carecen de prefacio propio y no deben tomar un prefacio del tiempo.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque has querido ser,
por medio de tu amado Hijo,
no solo el creador del género humano,
sino también su bondadoso restaurador.
Por eso,
con razón te sirven todas las criaturas,
con justicia te alaban todos los redimidos
y unánimes te bendicen tus santos.
Con ellos, unidos a todos los ángeles,
nosotros queremos celebrarte
y te alabamos diciendo:
Nuestra misma acción de gracias es un don de DiosEste prefacio se dice en las misas que carecen de prefacio propio y no deben tomar un prefacio del tiempo.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Pues aunque no necesitas nuestra alabanza,
ni nuestras bendiciones te enriquecen,
tú inspiras y haces tuya nuestra acción de gracias,
para que nos sirva de salvación,
por Cristo, Señor nuestro.
Por eso,
unidos a los coros angélicos,
te alabamos proclamando llenos de alegría:
Proclamación del misterio de CristoEste prefacio se dice en las misas que carecen de prefacio propio y no deben tomar un prefacio del tiempo.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Porque con amor celebramos su muerte,
con fe viva proclamamos su resurrección,
y con firme esperanza anhelamos su venida gloriosa.
Por eso, con los santos y todos los ángeles,
te alabamos, proclamando sin cesar:
El misterio de la salvación en CristoEste prefacio, tomado de la plegaria eucarística II, se dice en las misas que carecen de prefacio propio y no deben tomar un prefacio del tiempo.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias, Padre santo,
siempre y en todo lugar,
por Jesucristo, tu Hijo amado.
Por él, que es tu Verbo, hiciste todas las cosas;
tú nos lo enviaste
para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo
y nacido de María, la Virgen,
fuera nuestro Salvador y Redentor.
Él, en cumplimiento de tu voluntad,
para destruir la muerte
y manifestar la resurrección,
extendió sus brazos en la cruz,
y así adquirió para ti un pueblo santo.
Por eso,
con los ángeles y con todos los santos,
proclamamos tu gloria, diciendo a una sola voz:
Cristo, huésped y peregrino en medio de nosotrosEste prefacio se dice en las misas que carecen de prefacio propio y no deben tomar un prefacio del tiempo.
En verdad es justo darte gracias,
Señor, Padre santo,
Dios de la alianza y de la paz.
Porque tú llamaste a Abrahán
y le mandaste salir de su tierra,
para constituirlo padre de todas las naciones.
Tú suscitaste a Moisés para librar a tu pueblo
y guiarlo a la tierra de promisión.
Tú, en la etapa final de la historia,
has enviado a tu Hijo,
como huésped y peregrino en medio de nosotros,
para redimirnos del pecado y de la muerte;
y has derramado el Espíritu,
para hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo,
que tiene como meta tu reino,
como estado, la libertad de tus hijos,
como ley, el precepto del amor.
Por estos dones de tu benevolencia,
unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos con gozo el himno de tu gloria:
Jesús, buen samaritanoEste prefacio se dice en las misas que carecen de prefacio propio y no deben tomar un prefacio del tiempo. Especialmente es recomendable usarlo en el domingo del tiempo ordinario del año C y el lunes de la semana XXVII del tiempo ordinario.
En verdad es justo darte gracias
y deber nuestro alabarte,
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
en todos los momentos y circunstancias de la vida
en la salud y en la enfermedad,
en el sufrimiento y en el gozo,
por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor.
Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien
y curando a los oprimidos por el mal.
También hoy, como buen samaritano,
se acerca a todo hombre
que sufre en su cuerpo o en su espíritu,
y cura sus heridas con el aceite del consuelo
y el vino de la esperanza.
Por este don de tu gracia,
incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor
vislumbramos la luz pascual
en tu Hijo, muerto y resucitado.
Por eso,
unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos a una voz
el himno de tu gloria:
La gloria de Dios es el hombre vivienteEste prefacio se dice en las misas que carecen de prefacio propio y no deben tomar un prefacio del tiempo.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Tú eres el Dios vivo y verdadero;
el universo está lleno de tu presencia,
pero, sobre todo,
has dejado la huella de tu gloria
en el hombre, creado a tu imagen.
Tú lo llamas a cooperar con el trabajo cotidiano
en el proyecto de la creación
y le das tu Espíritu
para que sea artífice de justicia y de paz,
en Cristo, el hombre nuevo.
Por eso,
unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos con alegría
el himno de tu alabanza:
La esperanza de la resurrección en CristoEste prefacio se dice en las misas de difuntos.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
En él brilla la esperanza
de nuestra feliz resurrección;
y así, aunque la certeza de morir nos entristece,
nos consuela la promesa
de la futura inmortalidad.
Porque la vida de tus fieles, Señor,
no termina, se transforma,
y, al deshacerse nuestra morada terrenal,
adquirimos una mansión eterna en el cielo.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles,
tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Cristo ha muerto para nuestra vidaEste prefacio se dice en las misas de difuntos.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Porque él aceptó la muerte, uno por todos,
para librarnos del morir eterno;
es más, quiso entregar su vida
para que todos tuviéramos vida eterna.
Por eso,
unidos a los coros angélicos,
te alabamos proclamando llenos de alegría:
Cristo, salvación y vidaEste prefacio se dice en las misas de difuntos.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Porque él es la salvación del mundo,
la vida de los hombres,
la resurrección de los muertos.
Por él,
los coros de los ángeles
adoran tu gloria eternamente,
gozosos en tu presencia.
Permítenos asociarnos a sus voces
cantando con ellos tu alabanza:
La vida terrena y la gloria celesteEste prefacio se dice en las misas de difuntos.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Bajo tu poder hemos nacido,
con tu libertad nos gobernamos,
y por un mandato tuyo a causa del pecado,
somos devueltos a la tierra
de la que habíamos sido sacados.
Y los redimidos por la muerte de tu Hijo,
por una señal tuya, seremos despertados
a la gloria de su misma resurrección.
Por eso,
con los ángeles y con la multitud de los santos,
te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:
Nuestra resurrección por medio de la victoria de CristoEste prefacio se dice en las misas de difuntos.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque el ser llamados de nuevo a la vida
es obra de tu amor y gracia,
ya que, habiendo muerto a causa del pecado,
los redimidos por la victoria de Cristo
hemos sido llamados con él a la vida.
Por eso,
con las virtudes del cielo
te aclamamos continuamente en la tierra
alabando tu gloria sin cesar:
El misterio del templo de Dios, que es la Iglesia.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.
Porque en la casa visible que nos has concedido construir
donde proteges sin cesar
a la familia que peregrina hacia ti,
manifiestas y realizas de manera admirable
el misterio de tu comunión con nosotros.
Aquí vas edificando para ti
aquel templo que somos nosotros
y haces que la Iglesia, extendida por toda la tierra,
crezca sin cesar como Cuerpo del Señor,
hasta que la lleves a su plenitud,
en la Jerusalén del cielo, visión de paz.
Por eso, Señor, te celebramos en el templo de tu gloria,
y con la multitud de los coros bienaventurados,
te bendecimos y te glorificamos, diciendo:
El misterio de la Iglesia, que es esposa de Cristo y templo del Espíritu.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque generosamente te dignas habitar
en toda casa consagrada a la oración,
para hacer de nosotros, con la ayuda constante de tu gracia,
templo del Espíritu Santo,
resplandeciente por la santidad de vida.
Con tu acción constante
santificas a la Iglesia, esposa de Cristo,
representada en edificios visibles,
para colocarla en el cielo para gloria tuya,
como madre gozosa por la multitud de sus hijos.
Por eso,
con los santos y con todos los ángeles,
te alabamos, diciendo sin cesar:
La unidad del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación,
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Por él nos has conducido
al conocimiento de tu verdad,
para hacernos miembros de su Cuerpo
mediante el vínculo de una misma fe
y un mismo bautismo;
por él has derramado sobre todas las gentes
tu Espíritu Santo,
admirable constructor de la unidad
por la diversidad de sus dones,
que habita en tus hijos de adopción,
y colma y dirige a toda la Iglesia.
Por eso,
unidos a los coros angélicos,
te alabamos proclamando llenos de alegría:
Prefacio de la Santísima Trinidad
El misterio de la Santísima Trinidad.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que con tu único Hijo unigénito y el Espíritu Santo,
eres un solo Dios, un solo Señor;
no en la singularidad de una sola Persona,
sino en la Trinidad de una sola naturaleza.
Y lo que creemos de tu gloria
porque tú lo revelaste,
lo afirmamos sin diferencia
de tu Hijo y del Espíritu Santo.
De modo que, al proclamar nuestra fe
en la verdadera y eterna Divinidad,
adoramos tres Personas distintas,
de única naturaleza e iguales en dignidad.
A quien alaban los ángeles y los arcángeles,
los querubines y serafines,
que no cesan de aclamarte, diciendo a una sola voz:
Prefacio del Espíritu Santo I
El Señor envía el Espíritu a la Iglesia.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.
Porque él,
después de subir al cielo,
donde está sentado a tu derecha,
ha derramado sobre tus hijos de adopción
el Espíritu Santo que había prometido.
Por eso,
Señor, con toda la multitud de los ángeles,
te aclamamos ahora y por siempre,
diciendo con humilde fe:
Prefacio del Espíritu Santo II
La acción del Espíritu Santo en la Iglesia.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque has querido reunir de nuevo,
por la sangre de tu Hijo
y la fuerza del Espíritu,
a los hijos dispersos por el pecado;
de este modo tu Iglesia,
unificada por virtud y a imagen de la Trinidad,
aparece ante el mundo
como cuerpo de Cristo y templo del Espíritu,
para alabanza de tu infinita sabiduría.
Por eso,
unidos a los coros angélicos,
te alabamos proclamando llenos de alegría: