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So 1, 1-6. Oráculo contra los idólatras

La larga genealogía parece que obedece a la preocupación de llegar a un personaje importante llamado Exequias, que bien puede ser el famoso rey de Judá (727-698 a.C.). El ministerio de Sofonías se desarrolló durante el reinado del piadoso Josías (640-609), muerto en la batalla de Megiddo contra Necao II de Egipto (609 a.C.). En su tiempo se emprendió una reforma religiosa inspirada en la predicación de Jeremías, como la anterior de Ezequías había sido promovida por Isaías.
El oráculo de Sofonías se abre ex abrupto anunciando un castigo general sobre todos los pecadores de Judá en sus distintas clases. La oratoria es altisonante y enfática, pues se dice con hipérbole que desaparecerán en el castigo todos los seres vivientes: hombres, animales, aves y peces del mar (v.3). Es la preocupación de los profetas por asociar la naturaleza a las manifestaciones punitivas y misericordiosas de Yahvé, Señor de todo lo creado.
Después de la hiperbólica introducción amenazadora, el profeta dirige sus palabras contra los que se entregan a prácticas idolátricas en Judá. Los profetas fueron siempre los campeones del yahvismo puro, sin infiltraciones idolátricas; y por eso lucharon contra las contaminaciones cultuales de los baales cananeos. Ahora el profeta anuncia que serán exterminados los últimos restos de Baal (v.4), y con ellos hasta el nombre de los arúspices o kemarim, los sacerdotes de los ídolos, que podían haberse infiltrado entre los sacerdotes de Yahvé.
Yahvé va a hacer una limpia de los propagadores de la idolatría o del culto sincretista, en el que se da parte de culto a Yahvé y parte a los ídolos. Después de anunciar el castigo de los promotores de la idolatría, el profeta anuncia también el exterminio de los que sobre los terrados se postran ante la milicia del cielo (?.6), clara alusión a los cultos astrales, que se habían puesto de moda en tiempos de los reyes Acaz y Manasés como consecuencia de la influencia asiría. También serán castigados los que adoran juntamente a Yahvé y juran por Milcom, dios de los amonitas, cuyo nombre era paralelo al del Moloc de los moabitas, relacionados con la palabra semita melek (rey).

So 1, 7-11. Contra los dignatarios de Judá

Este oráculo de exterminio va dirigido contra los altos dignatarios "de la corte, responsables de la situación social, y contra los mercaderes desaprensivos, causantes con sus exacciones del malestar general. Enfáticamente, el profeta invita a todos al silencio para asistir como testigos mudos a la gran hecatombe que va a realizar Yahvé: ¡Silencio en la presencia del Señor, Yahvé! (v.7). Se acerca el día de Yahvé, día de castigo para los prevaricadores. Yahvé ha preparado un sacrificio o inmolación de pecadores. Sus invitados han sido santificados por el mismo Yahvé, e.d., tratados como víctimas purificadas de sus máculas para ser aptas para el sacrificio. La imagen es la de un banquete sacrificial para el que han sido escogidas y santificadas con purificaciones rituales las víctimas.
Y entre las víctimas estarán en primer lugar los príncipes e hijos del rey y los que se visten con vestiduras extranjeras, e.d., los que se habían extranjerizado en sus modas y costumbres, con el consecuente desprecio de las costumbres religiosas patrias. La expresión los que corretean por el umbral (v.8) parece aplicarse a los cortesanos que servilmente entran y salen por el umbral de los palacios de los señores con ánimo de colaborar en sus rapiñas y fraudes. A todos ellos les espera un gran castigo. El profeta oye ya el griterío en toda la ciudad desde la puerta de los Peces, que estaba al norte de la ciudad, hasta la ciudad nueva o segunda, que parece ser el ensanche septentrional de la antigua, asentada sobre la colina de Sión.
El profeta parece aludir a la invasión del enemigo por la parte vulnerable del norte, por donde entraron siempre los invasores en Jerusalén. Las colinas sobre las que está asentada la ciudad se hacen también eco del gran estruendo provocado por la incursión enemiga. El profeta invita al duelo a los moradores de la Muela, que puede ser el nombre de un barrio o bien un nombre simbólico, inventado por el profeta para indicar el trato que habían de sufrir sus moradores, que iban a ser triturados como en un mortero o Muela. En todo caso, en esta parte del oráculo el profeta hace hincapié en la suerte que han de sufrir los comerciantes que traficaban con cargas de plata (v.1 1).

So 1, 12-13. Contra los escépticos

El profeta ahora se encara con los epicúreos y materialistas, que no se preocupan sino de satisfacer sus bajas apetencias (se sientan sobre sus heces, v.12), sin pensar que Dios ha de pedir cuenta de su conducta adormilada. Tantas veces han oído a los profetas anunciar infortunios, que no creen ahora en sus oráculos. Para ellos Dios no se preocupa de lo que pasa en este mundo, y las cosas seguirán su curso normal; por eso dicen escépticamente: No hace Yahvé ni bien ni mal. Es el canto a la indolencia y al materialismo. Pero Yahvé les pedirá estrecha cuenta, escudriñando cuidadosamente con linternas todos los escondrijos de Jerusalén para desenmascararlos y hacer caer sobre ellos el peso de su ira vengadora. Su actitud despreocupada les costará cara, pues perderán su opulencia y sus casas, que serán asoladas. La frase levantarán casas y no las habitaran la leemos en Am 5, 11, y bien puede depender de la predicación de este profeta, que había anunciado la destrucción de las casas ricas de Samaría un siglo antes.

So 1, 14-18. El día de Yahvé

La perspectiva del profeta se amplía, y ante sus ojos aparece el día de la manifestación de la ira divina como un día de castigo para todos los pecadores. La descripción es sonora e impresionante. La liturgia ha tomado de aquí el maravilloso exordio del Dies irae, dies illa, transportando el sentido al día del juicio final. La perspectiva de Sofonías se limita al juicio de Dios sobre los pecadores antes de la manifestación mesiánica. Los judíos habían soñado en el día de Yahvé como en un día de triunfo sobre las naciones; pero ya Amos les había anunciado que sería un día de luto nacional, el día de la manifestación de la justicia vengadora de Yahvé para purificar a su pueblo en orden a la preparación de una nueva teocracia, que tendría su plena manifestación en los tiempos mesiánicos. Sofonías se sitúa en la misma línea y anuncia también sobre su pueblo un juicio purificador de discriminación.

So 2, 1-3. Exhortación a la penitencia

Ante la perspectiva de la destrucción que acaba de anunciar, el profeta hace una llamada a la disciplina y a la ley como medio de conjurar tantos males (v.1). Sobre todo, el profeta invita a los fieles a que practiquen la ley, a que hagan obras de justicia para quedar, al menos ellos, al abrigo de la ira de Yahvé. En los profetas siempre encontramos la teología del resto que se salva periódicamente de las catástrofes nacionales para ser en los tiempos futuros el núcleo de restauración mesiánica.

So 2, 4-7. Contra los filisteos

En So 1, 18 se hablaba de la amenaza en el día de Yahvé contra toda la tierra. Ahora el profeta va concretando los oráculos conminatorios, comenzando por los habitantes de Filistea, en la costa de Palestina. Nombra cuatro de las cinco ciudades filisteas. Falta Geth, quizá porque en ese tiempo formaba parte del reino de Judá. De Azoto se dice que será saqueada en pleno día, para indicar el carácter organizado militar de los invasores caldeos, que no obrarán como bandidos, en ataques esporádicos de noche, sino que llevarán la guerra planificada en su pleno sentido. La destrucción, pues, será más completa y llevada al detalle, sin haber posibilidad de salvación.
A los filisteos se les llama habitantes de la costa del mar (v.5). En efecto, los filisteos se establecieron en el siglo XI a.C. en la costa palestina después de ser rechazados por Ramsés III. Provenientes de Creta (aunque eran oriundos del Asia Menor), eran llamados también cereteos. Como se establecieron en Canaán (zona costera), de ahí que se designe su tierra con este nombre. Dedicados al comercio, en relaciones con los fenicios, habían llegado a un alto grado cultural y eran un emporio comercial. Ahora el profeta anuncia que sus ciudades serán destruidas y que su tierra se convertirá en pastizales de pastores y en rediles de ovejas (v.6). Judá extenderá su imperio a esas regiones. Sus habitantes se establecerán en las ciudades filisteas con sus rebaños: dormirán por la noche en las casas de Ascalón.

So 2, 8-11. Contra Moab y Amón

Los reinos de Transjordania, Moab, Amón y Edom fueron enemigos tradicionales de Israel ya desde los tiempos en que éste avanzaba hacia Canaán. El profeta alude aquí a hechos de insolencia por parte de Moab y de Amón contra Judá. Yahvé pedirá cuenta de este orgullo expresado contra su pueblo. Moab será devastado, y el resto de Israel heredará su territorio. El fragmento conminatorio se termina con un anuncio del universalismo mesiánico. Yahvé será reconocido como Dios por todos los habitantes de la tierra (v.11). Las islas de las gentes son los pueblos de la costa mediterránea, incluidas las islas de Grecia.

So 2, 12-15. Contra Etiopía y Asiría

El oráculo contra Etiopía es sumamente breve y es extraña su inserción aquí. Quizá haya sido puesto para completar los cuatro puntos cardinales: Filistea al oeste, Moab y Amón al este, Etiopía o Egipto (Sudán-Nubia) al sur, para centrar la atención al final en el norte, Asiría.
El profeta detalla la destrucción de Nínive, porque había sido la opresora de las pequeñas naciones. La capital asiría cayó en poder de los babilonios y medos en 612 a.C. y desapareció para siempre en la historia. Aún hoy día es un montículo informe de ruinas, en las que, en efecto, han hecho su guarida toda clase de animales, como detalla el profeta.

So 3, 1-8. Oráculo contra Jerusalén

El profeta designa a Jerusalén con el calificativo de rebelde por sus transgresiones de la ley de Yahvé. Toda ella está contaminada, pues se ha apartado de su Dios, y las clases directoras, corno los príncipes, sacerdotes y profetas, han sido los primeros en delinquir, aprovechándose de su situación social. Por su voracidad insaciable son comparados a leones rugientes y a lobos nocturnos, que, abusando de su fuerza, esquilman al pueblo sencillo, sin dejar que roer para la mañana (?.3).
Los profetas falsos son fanfarrones, pues presentan con arrogancia oráculos de parte de Dios, cuando en realidad no son sino invenciones suyas para halagar al pueblo. Los sacerdotes, en vez de procurar que el pueblo reciba la ley de Dios, profanan las cosas santas, utilizando el santuario como medio exclusivo de lucro. Frente a esta conducta provocadora, el profeta presenta el proceder de Dios, siempre justo, y como todos los días sale la luz para iluminar a todos, así su juicio se manifiesta cada mañana en beneficio de todos.
Por otra parte, Yahvé ha mostrado tantas veces su omnipotencia, exterminando a las naciones enemigas de Judá (v.6), que era de esperar que su pueblo tomara escarmiento de estos juicios punitivos (v.7). Pero llega el momento solemne en que Yahvé se levantará como testigo contra todos los pecadores de las gentes y de Judá (v.8), y entonces será la hora de la cólera divina. Judá y Jerusalén están comprendidas en este juicio sobre todos los pueblos. A cada una les pedirá cuenta por su comportamiento frente a Dios. Es el juicio purificador que precederá a la manifestación mesiánica.

So 3, 9-13. Anuncio de un reinado de justicia

Tras del castigo purificatorio surge la nueva teocracia. El triunfo de Israel en las naciones traerá como consecuencia que todas adopten a Yahvé como su Dios único. Los labios de los paganos serán purificados para poder alabar a Yahvé con dignidad (v.9). Y como consecuencia de ese reconocimiento de Yahvé, los que se hallan en las tierras lejanas, más allá de los ríos de Etiopía (v.10), traerán sus ofrendas al Dios común. La expresión mis dispersos en boca de Yahvé no significa necesariamente los judíos de la dispersión, como han supuesto algunos autores, pues conforme a la afirmación del v.9 de que Yahvé dará labios limpios a los pueblos en general, parece normal que el v.10 se entienda en la misma acepción, y entonces mis dispersos se explica perfectamente en la boca de Yahvé, ya que todos le han reconocido para servirle con un solo hombre.
Después de este anuncio universalista mesiánico, el profeta vuelve a Jerusalén, que no ha de avergonzarse por las acciones con que prevaricó. El sentido parece ser que, en ese día de reconocimiento por parte de todos los pueblos de Yahvé, Jerusalén no sentirá vergüenza de sus acciones malas pasadas, porque será purificada de todos los fanfarrones jactanciosos, o responsables de los errores pasados, pues los dirigentes se creían al abrigo de todo castigo divino por considerarse el pueblo predilecto de Yahvé.
Este orgullo no volverá a repetirse en los nuevos tiempos: no volverás a engreírte por mi monte santo (v.11b). Los ciudadanos de la nueva teocracia, salvados del castigo purificador, constituirán un resto humilde y modesto (v.12). Los profetas habían echado en cara frecuentemente a sus contemporáneos la presunción y el orgullo, porque creían que podían salvar las situaciones con su fuerza material y alianzas políticas, prescindiendo de Yahvé. En la nueva teocracia, el pueblo se comportará con espíritu de sinceridad ante su Dios (v.13). En recompensa, Yahvé los hará habitar en seguridad y paz, sin peligro de que los enemigos vuelvan a inquietarlos.

So 3, 14-20. La restauración de Jerusalén

Después de la prueba purificatoria se inaugura una era gloriosa para Jerusalén, que debe exultar llena de júbilo. Yahvé ha revocado los decretos dados contra ti (v.15). Por muy dura que haya sido la prueba, se ha reservado un resto, que será el núcleo de la nueva teocracia. Ha pasado la hora de temor. El enemigo ha sido rechazado. El v.19 está tomado de Mi 4, 6. Israel es comparado a un rebaño maltrecho y descarriado, que va a ser recogido amorosamente por Yahvé. La perspectiva del profeta se dirige al retorno de la cautividad (v.20).