ISAÍAS

Is 1, 3 El tema central de toda la profecía de Isaías es el conocimiento del Señor y de sus proyectos; a ello se refieren aquí los verbos reconocer, comprender, educar y criar. La tradición cristiana se ha inspirado en este texto para introducir junto a la cuna de Jesús en Belén un buey y un asno, capaces de reconocer al único Señor.

Is 3, 16-4, 1 De acuerdo con el contexto anterior y posterior, hijas de Sión parece designar aquí a las ciudades vasallas de la capital. El texto aprovecha las connotaciones femeninas sugeridas por el término hijas.

Is 4, 2 «Retoño», «germen» o vástago del Señor sugiere un rey que, en oposición a las autoridades actuales de Judá, podrá cumplir su misión con espíritu de justicia y purificación.

Is 5, 1-7 El cantor es el profeta; su amigo es el Señor; la viña, Israel. Como en las parábolas del NT, el cantor implica a sus oyentes para que juzguen entre la viña y su propietario.

Is 6, 10 El insólito mandato de endurecer y dejar ciegos a los destinatarios de su mensaje hay que situarlo en el marco de las misteriosas relaciones entre la libertad humana y la libertad divina. El NT recoge varias veces este motivo.

Is 7, 14 Con el griego y la NVg traducimos por virgen el término hebreo "almah", que significa «doncella». Apoyado en el griego, san Mateo vio cumplida esta profecía de Isaías en la concepción virginal de Jesús en el seno de María (Mt 1, 22-23).

Is 7, 18-25 Sin haber respondido a todas las preguntas que podía suscitar el signo anunciado, el oráculo prevé claramente una invasión de Asiria y Egipto, cuya consecuencia es la derrota de la nación, la escasez y el retorno a una vida sencilla para poder sobrevivir.

Is 8, 21-9, 6 Estos versículos expresan la esperanza en la modificación histórica de una situación de guerra, opresión y hambre, depositada en un personaje concreto. A este cambio está unida una renovación interior del pueblo, expresada en una monarquía ejercida en el «derecho y la justicia».

Is 10, 1-4 Estos versos forman parte de las lamentaciones de Is 5, 8-24 sobre Judá y Jerusalén; aquí se acusa al sistema judicial.

Is 10, 8-11 El rey de Asiria se jacta de su poder militar e inteligencia, con los que conquista naciones, cambia los límites de los pueblos, depone a sus reyes y se apodera de sus riquezas, sin que los dioses de estas naciones puedan evitarlo.

Is 11 Este capítulo consta de dos oráculos de consolación (1-9. 10-16) unidos por la referencia al tronco y a la raíz de Jesé, antepasado de David. Los rasgos del nuevo rey son semejantes a los de Is 9, 1-6.

Is 14, 1-4a Oráculo de consolación para Israel. La promesa del regreso y del cambio de papeles de opresores y oprimidos hace pensar en la vuelta del exilio de Babilonia y en el segundo Isaías.

Is 15-16 Estos capítulos tienen un carácter particular, diferente de los oráculos contra Asiria, Egipto, Babilonia o el país filisteo. Su tono es el del dolor compartido más que el del anuncio de castigo y, ciertamente, no el de la alegría frente al castigo recibido por un enemigo.

Is 17 El capítulo reúne cuatro textos que anuncian el castigo contra los enemigos de Judá y la promesa de supervivencia de este último en los tiempos difíciles que vendrán por causa de su infidelidad al Dios Salvador.

Is 18 Aprovechando la muerte de Sargón II de Asiria, el faraón Sabaka, perteneciente a la XXV dinastía egipcia, de origen etíope, intenta organizar una gran coalición para debilitar definitivamente a Asiria y envía embajadores a los países vecinos, entre ellos a Judá. Estamos probablemente en torno al año 705 a.C.

Is 19, 1-15 Se equiparan los sufrimientos de Egipto a los de Israel. Todo el oráculo está lleno de evocaciones del éxodo, que se ve realizado también en aquel momento. Los primeros versos (1-4) describen los efectos de la «entrada» del Señor en Egipto. Su llegada sobre una nube ligera recuerda la columna de nube que guiaba al pueblo de Israel por el desierto.

Is 21, 1-10 No es imposible que el texto se refiera a un ataque del rey Sargón de Asiria contra Babilonia, hacia el 710 a.C. (en tiempos de Isaías); pero algunos detalles de estilo hacen pensar más bien en la caída definitiva bajo los persas, escenario de la segunda parte del libro de Isaías.

Is 22, 1-14 El texto refleja la crisis del año 701 a.C., cuando Senaquerib, rey de Asiria, renunció a apoderarse de Jerusalén, pero redujo el reino de Judá a la capital, ocupando el resto del país.

Is 23 Tiro es una ciudad-puerto famosa en la Antigüedad por su seguridad y riqueza (véase Ez 26-28). El oráculo se dirige contra los barcos mercantes, a los que se llama navíos de Tarsis (1) por ser capaces de llegar a esta ciudad lejana.

Is 24, 1-16a La palabra tierra, repetida siete veces en 1-6, puede tener connotaciones cósmicas (véase Is 24, 5), aunque la descripción de las culpas en el v.5 sugiere que aquí se refiere a Israel.

Is 25, 6-12 El Señor es el agente principal del cambio profundo que se describe a continuación mediante cuatro motivos: la montaña como escenario del banquete (6. 10a), el banquete mismo (6), la presencia de la multitud de pueblos y naciones (6ss) y la transformación de la situación de duelo, lágrimas y muerte (7ss).

Is 26, 7-11 El cantor reflexiona sobre el carácter ambivalente de la justicia de Dios, sendero recto para quienes caminan por él, pero que los malvados no alcanzan a comprender. Domina el vocabulario de la justicia, la rectitud y el derecho.

Is 27, 2-13 Cántico de consuelo para Jerusalén (véase Is 26, 1-6), que, frente al otro famoso cántico, no menciona castigos (véase Is 5, 5ss). La doble mención de la paz evoca el nombre de Jerusalén (ciudad de paz en la etimología popular); por su parte, los espinos arrancados y quemados evocan (en hebreo) el nombre de Samaría.

Is 28, 14-29 Acusación contra las autoridades de Jerusalén que pretenden encontrar soluciones lejos del Señor o incluso contra Él. Los términos concretos se pueden interpretar en sentido propio (pactos con divinidades) o, más probablemente, en sentido figurado: los grandes poderes políticos de aquel tiempo.

Is 29, 9-16 Texto que reflexiona sobre la dificultad de comprender los planes de Dios y comienza con un desafío a la incapacidad del pueblo para ver y comprender.

Is 31 El oráculo, que presenta un desarrollo similar al de Is 30, 1-7, contrapone la confianza puesta en carros, caballos y jinetes a la depositada en el Santo de Israel.

Is 32, 9-14 El centro de interés de este oráculo es la descripción de una ciudad casi abandonada. La exhortación se dirige a las mujeres, porque son ellas quienes más participan en los aspectos de la vida relacionados con el trabajo y la fiesta.

Is 33 Este capítulo es en parte una reflexión sobre la fidelidad e infidelidad de Judá al Señor, manifestadas en sus relaciones con las naciones. Todo él tiene un evidente sello escatológico que trasciende lo puramente histórico para hablar de un futuro indeterminado.

Is 34 El castigo del Señor se presenta con rasgos tradicionales: muerte de los enemigos (2ss. 6ss) y desolación del país (11. 13-15); se añade una catástrofe cósmica (4. 9-10): la consagración al exterminio (2-5) envuelve el conjunto en un ambiente sagrado.

Is 34, 14 Lilit es un demonio femenino de origen mesopotámico, incorporado en la cultura sirio-palestina como demonio de la noche.

Is 35 La promesa del retorno se contrapone al texto precedente, con el que comparte el tono apocalíptico de promesas para el fin de los tiempos.

Is 36-39 Versión casi idéntica de los hechos que se narran en 2R 18, 13-20, 19. Las dos diferencias importantes entre ambos textos son, por una parte, la información de 2R 18, 14-16 sobre las tractativas de Ezequías con Senaquerib y el consiguiente pago de un tributo a este último, que falta en Isaías, y por otra, la oración de Ezequías (Is 38, 9-20), que falta en 2Reyes.

Is 40, 1-11 Comienza aquí el Segundo Isaías, también llamado libro de la Consolación: a lo largo del mismo se constata que el Señor, que invita a consolar a su pueblo (1), es el único que lo puede consolar (Is 51, 12. 19), y lo ha consolado ya (Is 49, 13; Is 51, 3; Is 52, 9).

Is 40, 12-17 Ante un pueblo escandalizado por la debilidad de su Dios, que ha debido soportar la destrucción del templo y su propio exilio, el profeta procura demostrar que solo el Señor es Dios y que cuanto ha ocurrido tiene un sentido oculto.

Is 41, 1-7 El Segundo Isaías imagina un proceso en el cual el mismo Señor comparece frente a los ídolos, o, como aquí, frente a las naciones, y defiende su propia causa. Presenta como «testigo» a «alguien», probablemente Ciro de Persia, que actúa como instrumento suyo para liberar a su pueblo.

Is 42, 1-9 Este es el primero de los llamados cánticos del Siervo del Señor. La figura correspondiente puede referirse a una persona individual o a un colectivo (Israel, o un grupo de israelitas «justos»). Este carácter indeterminado y polivalente, que permite identificarlo con nadie en concreto y reconocerlo al mismo tiempo en muchos, hizo posible que los primeros cristianos vieran realizada en Jesús de Nazaret la figura del Siervo del Señor.

Is 42, 18-25 Aunque estos versos no forman parte de los llamados cánticos del Siervo, se refieren también a un siervo del Señor, anónimo y aparentemente individual, que se identifica con su pueblo en su ceguera y humillación (22).

Is 43, 8-15 El texto se asemeja a otros de disputa (véase Is 41, 1-5), pero aquí no se trata de un proceso contra los dioses sino de una declaración del Señor en el solemne escenario de las naciones (10). El profeta vuelve a introducir al misterioso personaje de Is 42, 1-4. 18-23 (mi siervo), que aquí no se identifica con el pueblo.

Is 44, 6-20 Como en Is 41, 1-5 y Is 43, 8-13, el Señor quiere despertar en su pueblo la confianza, y para ello se apoya en su capacidad de anunciar y hacer conocer el futuro. A ello le sigue una descripción hiriente y casi humorística de los ídolos y sus fabricantes.

Is 45, 1-7 El texto habla del extranjero Ciro usando expresiones que se aplican por una parte a Israel y, por otra, al misterioso personaje llamado el Siervo del Señor.

Is 46 La argumentación contra los ídolos ridiculiza su dependencia material de los artesanos, que deben fabricarlos y cargarlos, llevarlos, soportarlos (1. 2. 7); también critica a los adoradores, sometidos al peso material de los ídolos.

Is 48, 1-13 El pueblo, al que se denomina solemnemente Jacob, Israel, Judá, debe trasmitir lo que ha visto y oído (6), y abrirse a las cosas nuevas que el Señor va a revelar. Si no ha sido aniquilado por sus culpas es solo para conservarlo como testigo de la grandeza del Señor.

Is 49 A partir de este capítulo el destinatario del texto es un grupo fiel al Señor, al cual es necesario animar, no convertir; no es, pues, el conjunto del pueblo. El poema de Is 49, 7-12 constituye una premonición de Is 52, 13- Is 53, 12.

Is 49, 14-26 El interés se vuelve ahora hacia Jerusalén, que debe acoger a los desterrados. Se entrelazan tres motivos teológicos: el recuerdo de la fidelidad del Señor (14-16. 25ss); el cambio de la suerte de Jerusalén (17-21), y la relación de Israel con las naciones que han sido sus verdugos (22-26).

Is 50, 4-9 Un personaje anónimo, que no es llamado «siervo», pero cuya situación y destino coinciden en algunos aspectos con los del personaje contemplado en Is 42, 1-7; Is 42, 18-23 y Is 43, 8-13, declara en primera persona la conciencia de su misión y de su destino.

Is 51, 9-52, 6 Tres poemas que se inician con un doble imperativo (Is 51, 9; Is 51, 17; Is 52, 1) y se completan en cada caso con una expresión adecuada al destinatario, constituyen una plegaria única, donde se alternan y encuentran las voces del Señor y de su pueblo, unidas por el deseo de la restauración de la ciudad. El conjunto lo cierra un cántico al Señor que vuelve para restaurar Jerusalén (Is 52, 7-12).

Is 52, 13-53, 12 La presencia de este sombrío texto teológico entre los cánticos de alegría que celebran la restauración de Jerusalén (Is 51-52 y 54) recuerda que la rehabilitación de Israel y de sus habitantes presupone el sufrimiento compartido. En su sección central (Is 52, 14-53, 10), un «nosotros», a modo de un coro, se dirige al Señor y habla en tono reflexivo sobre el Siervo y su relación con ellos mismos y con el Señor.

Is 54, 1-10 El profeta entona un cántico de alegría dirigido a Jerusalén. El Señor, creador, santo de Israel y libertador, colma de bendiciones a su esposa Jerusalén, que por un tiempo se ha considerado sucesivamente soltera, estéril, abandonada y viuda, y encuentra ahora a su Esposo y a sus hijos.

Is 55, 1-5 El pasaje esboza un orden nuevo. De una exhortación a poseer legítimamente los bienes de la tierra (1), se pasa a otra, dejar de lado todo lo que no es el Señor (2a), y a una tercera, escuchar su palabra e interiorizar el pacto, para poder deleitarse en la abundancia y vivir (2b. 3a), con la seguridad de la guía y de la fidelidad del Señor.

Is 56, 3 La conciliación procura superar la distinción y tensiones entre puros e impuros. El «nuevo templo» es una casa de oración abierta también a los eunucos y extranjeros.

Is 57, 3 Las metáforas de la infidelidad matrimonial, de la prostitución y del adulterio, y las alusiones a cultos idolátricos relacionados con la fertilidad (Is 57, 5ss) forman parte del vocabulario de la condena a la idolatría.

Is 58, 1-14 Cuando el ayuno es como desea el Señor, entonces el mismo Dios se hace presente y acompaña el camino de su pueblo como en el desierto: lo precede y lo sigue, se convierte en luz en medio de la noche, lo guía y lo sacia.

Is 60 En los vv. 1-3.19-22 dominan los términos relativos a la luz, motivo central del poema (luz, iluminar, resplandor, amanecer y aurora, sol y luna), a los cuales se contraponen noche, oscuridad y tinieblas. El Señor y su gloria son la luz perpetua de Jerusalén, que se levanta de las tinieblas (véase Is 9, 1) y se extiende a todas las naciones y a sus leyes.

Is 61 El profeta es movido por el espíritu del Señor, como los jueces y los antiguos profetas; es el «evangelista» que anuncia buenas noticias, el que cura, consuela y alegra a los afligidos habitantes de Sión, y proclama la liberación de los prisioneros.

Is 63, 1-6 Un diálogo entre centinelas que atisban el horizonte. El Señor anuncia el cumplimiento de su venganza contra Edón/Esaú, enemigo paradigmático de Israel/Jacob. El poema juega con el significado etimológico de Edón, «rojo»: el lagar, la cuba, el mosto, el vino, la sangre.

Is 63, 15-64, 11Se entrecruzan exhortaciones, preguntas retóricas, la conmemoración de la paternidad del Señor, la descripción de la situación del pueblo, el recuerdo de las acciones del Señor y la confesión final.

Is 65 Este capítulo es una respuesta del mismo Señor a la pregunta angustiada que cerraba Is 64: siempre se ha hecho el encontradizo, aun para aquellos que no lo buscaban, y ha tendido los brazos abiertos frente a un pueblo rebelde.

Is 66, 7-14 La preocupación por la repoblación de la ciudad se expresa ahora con el vocabulario de la maternidad: madre e hijos, dar a luz, nacer, estar con dolores de parto, matriz y pechos, amamantar y mamar.