MIQUEAS

Mi 1, 2-7 Tras una solemne introducción (2) el profeta describe la manifestación de Dios en el mundo para juzgar a su pueblo, cuyo pecado, en este texto, es principalmente la idolatría (3-7). Pero el juicio se detallará a lo largo del libro, donde aparecerán otras acusaciones acerca de delitos fundamentales tanto de Israel como de Judá.

Mi 2, 6-11 Texto de difícil comprensión en su literalidad. El conjunto se refiere probablemente a una fuerte polémica provocada por la denuncia de Mi 2, 1-5. Llueven los insultos; se acusa al profeta de que no profetiza, sino que «babea», aquí traducido por adivinar.

Mi 3 Los acusados son los distintos grupos dirigentes de la sociedad. A cada uno se le imputa haber pervertido su oficio, y siempre por dinero. Las sentencias se sitúan también en el campo de acción de cada uno de ellos y culminan en el anuncio de la destrucción del templo, morada del Señor, razón de ser de Judá.

Mi 4, 1-5 Texto famoso que se encuentra en términos casi idénticos en Is 2, 2-5. La virulencia del ataque de Mi 3, 9-12 contra Jerusalén y su templo ha exigido este contrapunto de promesa no solo para Jerusalén y sus habitantes sino también para los no israelitas. Pero la apertura de Mi 4, 1-4 tiene un nuevo contrapunto típicamente nacionalista en 4, 5. El contraste, la relectura y la adaptación son constantes del texto bíblico.

Mi 5, 1-4 También este texto es famoso, aunque no por ello de composición clara. Hubiera pasado inadvertido si no constituyera un elemento esencial del relato de los Magos y Herodes en Mt 2, 1-12.

Mi 6, 1-8 El ambiente judicial del texto es claro. El Señor juega todos los papeles. La respuesta que Israel ofrece a la acción de Dios en su favor es cultual. ¿Qué otra cosa se puede ofrecer a la divinidad? Pero el Señor no espera del hombre culto sino justicia, bondad y que se cuente con él. La liturgia romana incluye este texto entre los improperios del Viernes Santo.

Mi 7, 1-7 Lamento del profeta por la situación catastrófica de su pueblo. Una vez más sobresalen la injusticia, la corrupción y el crimen. El hombre no es más que una vulgar presa para el hombre. El panorama es agobiante. El Señor es la única esperanza.

Mi 7, 8-20 El tono cambia aquí radicalmente; se pueden distinguir varias unidades: 8-10, 11-13, 14-17 y 18-20; en ellas se habla de la restauración de la dignidad y del país, con evidentes tintes vengativos en las dos primeras unidades. En la tercera encontramos una súplica por la restauración y en la cuarta, motivos para esa súplica.