Exulte hoy toda la creación y se estremezca de gozo la naturaleza. Alégrese el cielo en las alturas y las nubes esparzan la justicia. Destilen los montes dulzura de miel y júbilo las colinas, porque el Señor ha tenido misericordia de su pueblo y nos ha suscitado un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, es decir, en esta inmaculadísima y purísima Virgen por quien llega la salud y la expectación de los pueblos. Que las almas buenas y agradecidas entonen un cántico de alegría; que la naturaleza convoque a todas las criaturas para anunciarles la buena nueva de su renovación y el inicio de su reforma (...). Salten de alegría las madres, pues la que carecía de descendencia [Santa Ana] ha engendrado una Madre virgen e inmaculada. Alégrense las vírgenes, pues una tierra no sembrada por el hombre traerá como fruto a Aquél que procede del Padre sin separación, según un modo más admirable de cuanto puede decirse. Aplaudan las mujeres, pues si en otros tiempos una mujer fue ocasión imprudente del pecado, también ahora una mujer nos trae las primicias de la salvación; y la que antes fue rea, se manifiesta ahora aprobada por el juicio divino: Madre que no conoce varón, elegida por su Creador, restauradora del género humano. Que todas las cosas creadas canten y dancen de alegría, y contribuyan adecuadamente a este día gozoso. Que hoy sea una y común la celebración del cielo y de la tierra, y que cuanto hay en este mundo y en el otro hagan fiesta de común acuerdo. Porque hoy ha sido creado y erigido el santuario purísimo del Creador de todas las cosas, y la criatura ha preparado a su Autor un hospedaje nuevo y apropiado. Hoy la naturaleza, antiguamente desterrada del paraíso, recibe la divinidad y corre con paso alegre hacia la cima suprema de la gloria. Hoy Adán ofrece María a Dios en nuestro nombre, como las primicias de nuestra naturaleza; y estas primicias, que no han sido puestas con el resto de la masa [Clara alusión a que la Santísima Virgen estuvo inmune del pecado original, con el que en cambio nacen todos los demás seres humanos] , son transformadas en pan para la reparación del género humano. Hoy se pone de manifiesto la riqueza de la virginidad, y la Iglesia, como para las bodas, se embellece con la perla inviolada de la verdadera pureza. Hoy la humanidad, en todo el resplandor de su nobleza inmaculada, recibe el don de su primera formación por las manos divinas y reencuentra su antigua belleza. Las vergüenzas del pecado habían oscurecido el esplendor y los encantos de la naturaleza humana; pero nace la Madre del Hermoso por excelencia, y esta naturaleza recobra en Ella sus antiguos privilegios y es modelada siguiendo un modelo perfecto y verdaderamente digno de Dios. Y esta formación es una perfecta restauración; y esta restauración una divinización; y ésta, una asimilación al estado primitivo (...). Hoy ha aparecido el brillo de la púrpura divina, y la miserable naturaleza humana se ha revestido de la dignidad real. Hoy, según la profecía, ha florecido el cetro de David, la rama siempre verde de Aarón, que para nosotros ha producido Cristo, rama de la fuerza. Hoy, de Judá y de David ha salido una joven virgen, llevando la marca del reino y del sacerdocio de Aquél que, según el orden de Melquisedec recibió el sacerdocio de Aarón. Hoy la gracia, purificando el efod místico del divino sacerdocio, ha tejido –a manera de símbolo– el vestido de la simiente levítica, y Dios ha teñido con púrpura real la sangre de David. Por decirlo todo en una palabra: hoy comienza la reforma de nuestra naturaleza, y el mundo envejecido, sometido ahora a una transformación totalmente divina, recibe las primicias de la segunda creación.