Amigos de Dios

Tras los pasos del Señor

Lugar en el libro: 8ª
Datación: 3-IV-1955
Primera edición: XII-1977
Orden de edición: 17ª

1. Nota histórica

A los pocos días de haberse recibido en España el original de La grandeza de la vida corriente, que ya hemos estudiado, y cercana ya la fecha prevista para la edición del libro, fue remitida desde Roma una nueva homilía, titulada Tras los pasos del Señor 1.
No podemos concretar con exactitud el momento en que había sido redactada por san Josemaría, aunque cabe señalar que –de modo semejante al de las otras nueve editadas tras su fallecimiento– tuvo que haber sido entre agosto de 1973 y abril de 1974 2. Lo hemos explicado suficientemente en páginas anteriores y no es preciso añadir nada más.
Ocupaba dieciséis folios mecanografiados a doble espacio, con veintiséis notas a pie de página, algunas (las patrísticas) no completadas. En el primer folio comenzaba con el mencionado título: "TRAS LOS PASOS DEL SEÑOR", y debajo, sin paréntesis, se añadía: "Homilía pronunciada el 3-IV-1955" 3.
En la redacción del texto, san Josemaría tuvo a la vista los apuntes, tomados a oído y luego mecanografiados, de la meditación que predicó en Roma, el 3 de abril de 1955 (Domingo de Ramos) 4, durante un curso de retiro al que asistían algunas directoras de la Asesoría Central del Opus Dei 5. De esos apuntes se conserva una versión única, reproducida en once copias, que no difieren en el contenido sino solo en el formato o en el tipo de letra utilizado 6.
Durante la preparación del texto en España, para enviarlo a la imprenta, se descubrieron algunas erratas, cuya corrección fue oportunamente consultada a Roma, y aprobada 7.
La primera edición de Tras los pasos del Señor apareció en la revista Palabra, n. 148, diciembre de 1977, pp. 5-9 8. Como en casos análogos, iba precedida de una entradilla, que decía:
"El camino de Dios es de renuncia, de mortificación, de entrega, pero no de tristeza o de apocamiento. Repasa el ejemplo de Cristo, desde la cuna de Belén hasta el trono del Calvario. Considera su abnegación, sus privaciones: hambre, sed, fatiga, calor, sueño, malos tratos, incomprensiones, lágrimas…; y su alegría de salvar a la humanidad entera. Nos disponemos a celebrar la venida entre nosotros de Nuestro Señor Jesucristo: su tránsito por la tierra, desde Belén, tiene la Cruz como telón de fondo. No conviene perder de vista ese telón, si en verdad queremos caminar tras los pasos del Señor, que en las próximas fechas contemplaremos hecho Niño. Comprender la Navidad exige tener bien presente cuál es el trono del Dios-Hombre. Las palabras citadas pertenecen a la homilía, inédita hasta ahora, pronunciada por Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer el día 3 de abril de 1955, cuyo texto nos satisface poder ofrecer a nuestros lectores. La lectura meditada de esta homilía ilumina el sentido –de abnegación alegre– que supone seguir a Cristo".

2. Líneas teológico-espirituales de fondo

Las huellas limpias de los pasos de Cristo
Las palabras que utilizamos como título pertenecen a uno de los primeros párrafos de la homilía: "Jesús es el camino. Él ha dejado sobre este mundo las huellas limpias de sus pasos, señales indelebles que ni el desgaste de los años ni la perfidia del enemigo han logrado borrar" (127b). En ese rastro imborrable del pasar de Cristo, se encuentra el hilo conductor de la homilía: lo que el Autor nos exhorta a descubrir y a seguir.
Los pasos del Hijo de Dios sobre esta tierra, su ejemplo, su identificación con la voluntad del Padre, su amor por nosotros, su doctrina, sus milagros, su muerte y resurrección, todas sus obras, permanecen vivos en el corazón y en la memoria de la Iglesia. Aquellas afirmaciones primeras de Pedro ("de eso todos nosotros somos testigos", Hch 2, 32), y de Juan ("lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han palpado nuestras manos a propósito del Verbo de la vida […] os lo anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros", 1Jn 1, 1-3), siguen estando vigentes.
Ese es el mensaje primordial que la Iglesia, como parte esencial de su propia misión, no puede dejar de predicar incesantemente a todos los hombres. Jesucristo ha dejado para siempre abierto con su paso por esta tierra el camino que conduce a la plenitud de la vida eterna. Ese camino –que continúa siempre abierto, pues Cristo vive para siempre– es Él mismo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (…); nadie va al Padre si no es a través de mí" (Jn 14, 6). Son palabras dirigidas a todos, que desvelan, en verdad, el significado profundo del existir transitorio de los hombres en este mundo, pero solo son particularmente iluminantes y concluyentes para quienes han recibido el don de la fe y lo han aceptado como fuente de conocimiento y de comportamiento.
El Autor lo hace notar con claridad: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. (…) Lo declara [el Señor] a todos los hombres, pero especialmente nos lo recuerda a quienes, como tú y como yo, le hemos dicho que estamos decididos a tomarnos en serio nuestra vocación de cristianos, de modo que Dios se halle siempre presente en nuestros pensamientos, en nuestros labios y en todas las acciones nuestras, también en aquellas más ordinarias y corrientes" (127a). San Josemaría está así también desvelando a quién se dirige principalmente el texto y cuál es su intención de fondo.

El camino del cristiano (nn. 128-131)

El apartado primero de la homilía abunda en las ideas que acabamos de exponer. "Hemos de aprender de Él, de Jesús, nuestro único modelo. Si quieres ir adelante previniendo tropiezos y extravíos, no tienes más que andar por donde Él anduvo, apoyar tus plantas sobre la impronta de sus pisadas, adentrarte en su Corazón humilde y paciente" (128a). Pero recuerda también san Josemaría, con gran empeño, que en ese caminar con Cristo no puede dejar de estar presente la Cruz. "Jesús se entregó a Sí mismo, hecho holocausto por amor. Y tú, discípulo de Cristo (…) también debes estar dispuesto a negarte a ti mismo" (129a). Quien lo recorre de la mano, por así decir, del Señor, consigue superar las dificultades, pues "Cristo es la fuerza de estos caminantes" (130b). De ahí la certeza final: "Me consta que me asiste tu misericordia, y que al final hallaré la felicidad eterna, la alegría y el amor por los siglos infinitos" (131b).

Con la mirada en la meta (n. 132)

El segundo apartado, muy breve, pues ocupa un solo número de la homilía, lo dice todo en el título que le antepone el Autor. Pide ser leído, más con los ojos de Cristo –que está pasando a nuestro lado– que con los propios: es decir, mirando hacia donde Él mira, que es la alegría del Cielo para sí y para los demás. El fundamento de esa alegría ya aquí en la tierra "consiste en no tener miedo a la vida ni a la muerte, en no acogotarse ante la tribulación, en el esfuerzo cotidiano de vivir con espíritu de sacrificio, constantemente dispuestos –a pesar de la personal miseria y debilidad– a negarse a sí mismos, con tal de hacer el camino cristiano más llevadero y amable a los demás" (132d).

Como el latir del corazón (nn. 133-137)

El tercer apartado presenta un título atractivo, que habla del corazón en el que late el Amor. Está dedicado a fomentar el espíritu de penitencia, alentando al lector a ser generoso en primer lugar en el vencimiento en las batallas ordinarias de cada día, generalmente entabladas en cosas pequeñas. "Corta de una vez, aunque duela, ese detalle que estorba, y que Dios y tú conocéis bien. La soberbia, la sensualidad, la falta de sentido sobrenatural se aliarán para susurrarte: ¿eso? ¡Pero si se trata de una circunstancia tonta, insignificante! Tú responde, sin dialogar más con la tentación: ¡me entregaré también en esa exigencia divina!" (134a). Quien lucha con amor en lo pequeño podrá también hacerlo en lo grande.

Espíritu de penitencia (nn. 138-141)

En el apartado final, amplio, intenso y lleno de sugerencias prácticas, cualquier persona que quiera recorrer con Cristo el camino de la propia vida encontrará luminosos puntos de reflexión y, probablemente, impulso de decisión. San Josemaría pone ejemplos que son manifestaciones de lo que antes ha llamado "el latir del corazón", de un corazón que ama a Cristo y desea agradarle "en las pequeñas batallas personales" (139a). Podría quizás compendiarse todo el apartado en lo que leemos en el 140b: "De ahora en adelante, tened prisa en amar. (…) Hilarem enim datorem diligit Deus (2Co 9, 7). Dios ama al que da con alegría, con la espontaneidad que nace de un corazón enamorado, sin los aspavientos de quien se entrega como si prestara un favor". Quizás también sintetizan todo estas últimas palabras: "Piensa que Dios te quiere contento y que, si tú pones de tu parte lo que puedes, serás feliz, muy feliz, felicísimo, aunque en ningún momento te falte la Cruz. Pero esa Cruz ya no es un patíbulo, sino el trono desde el que reina Cristo" (141d).

Notas

1 com/cg/24-IX-1977; en AGP, A.3, 109-2-1. El texto llegaba con las indicaciones habituales, que ya conocemos, sobre el cuidado en el tratamiento editorial de los inéditos de san Josemaría.
2 Cfr. "Introducción General", Primera Parte, 2, b.
3 Una copia de ese original mecanográfico está archivada en AGP, A.3, 109-2-1.
4 AGP, A.4, m550403.
5 La Asesoría Central es un órgano colegiado, que ayuda en Roma al Prelado del Opus Dei en las tareas de formación y gobierno de la sección de mujeres de la Prelatura.
6 Esas once copias han sido distinguidas con una letra (de la A a la L). Tomaremos la copia A como texto-base en el comentario posterior. Algunas de esas copias tienen un título distinto al que san Josemaría dio posteriormente a la homilía al redactarla; por ejemplo, la copia D se titula: "MORTIFICACIÓN"; la F: "ROMA, 3 de abril de 1955. SANTIDAD-CRUZ-CAMINO-VOCACIÓN. SECCIÓN FEM"; la copia I pone por título: "CRUZ-MORTIFICACIÓN A LA SF". La mayoría están recogidas en folios; las J y K, sin embargo, lo están en cuartillas, y la L, en ocho octavillas por las dos caras. Se conservan además algunas fichas sueltas escritas a mano por algunas oyentes. En el Diario de la Asesoría no se hace referencia expresa a esta meditación, sino de forma conjunta a los días del curso de retiro; una vez terminado este, en la anotación correspondiente al 6 de abril, se lee, en efecto, esta frase: "Estos días de Ejercicios no he hecho el diario. Haré ahora un resumen de las cosas más importantes. Ha sido todo una maravilla (…). Todos los días a las once venía el Padre a darnos una meditación. Nos ha hablado de oración, mortificación, trabajo y el último día fue como un resumen. (…) El Padre nos ha insistido mucho sobre sinceridad, oración continua, contemplativas en medio del mundo, fidelidad y tantas cosas más, que también nos ha dicho otras veces, pero que siempre nos parecen nuevas" (AGP, Fondo III, U.2.2, D-2881).
7 La consulta se conserva en com/cr/1-X-1977, y la aprobación en com/cg/3-X-1977. Las correcciones aprobadas (que vuelven acompañadas de la frase: "El texto definitivo es el siguiente"), son estas: Lugar – Dice – Debe decir
141a – "aventura" – "ventura"
128c – "Lc XI 53-54" – "Lc XI, 53-54"
133b – "sagrario" – "Sagrario"
Además del original mencionado en nt. 3, se conserva también, en una carpeta distinta (AGP, A.3, 110-2-8), otra copia posterior del texto, en la que se han añadido estas correcciones. En dicha copia se han escrito también a mano los números marginales definitivos de la homilía en el libro (127-141), y en la primera página se ha indicado a lápiz la fecha del envío del texto a España: "24-IX-1977".
8 Fue también publicada, casi contemporáneamente, como folleto, en el Cuaderno "Mundo Cristiano", n. 15, diciembre 1977 (del que se editaron los habituales 10.000 ejemplares).