Amigos de Dios

El trato con Dios

Lugar en el libro: 9ª
Datación: 5-IV-1964
Primera edición: VI-1976
Orden de edición: 11ª

1. Nota histórica

El texto de la homilía El trato con Dios fue enviado desde Roma a España el día 7 de abril de 1976 1. Habían transcurrido unas seis semanas desde la remisión del original anterior, que había sido el de la homilía Con la fuerza del amor 2. Era el tercero de los que llegaban tras el fallecimiento de san Josemaría, y venía acompañado de las advertencias habituales 3. Constaba de once folios, a doble interlineado, con veintiuna notas a pie de página (con las referencias patrísticas incompletas).

Era copia del original mecanográfico que se conserva en Roma 4. En este, se pueden advertir algunos retoques finales, que se han dejado estar sin proceder a mecanografiarlo de nuevo. Son en total catorce correcciones, realizadas sobre palabras aisladas (canceladas con líquido corrector, y sustituidas por otras), o bien sobre frases enteras (reemplazadas por otras también mecanografiadas y pegadas encima). Tales correcciones, incluidas en un original inédito –y, como tal, intocable– de san Josemaría, solo pueden corresponder a las indicaciones orales que él mismo hacía durante la relectura definitiva del texto, preparatoria de su remisión a la imprenta.

Como sabemos 5, en el último periodo de su vida, por las dificultades de visión que padecía, eran D. Álvaro del Portillo y D. Javier Echevarría quienes, en su presencia, iban leyendo en voz alta el texto final de las homilías aún inéditas, destinadas al "segundo volumen", y ellos mismos, si era necesario, tomaban nota de las eventuales enmiendas orales señaladas por el Autor, para incluirlas en el texto antes de su envío. Normalmente, siendo pequeño el número de correcciones, no se consideraba necesario mecanografiar de nuevo la homilía, y se procedía a insertarlas sobre lo escrito anteriormente 6.

La fecha de datación de la homilía, 5 de abril de 1964, concuerda con la de una meditación predicada ese mismo día en Roma por san Josemaría, durante unos días de retiro espiritual a los miembros del Consejo General del Opus Dei, que habían comenzado el 30 de marzo y acababan ese 5 de abril 7. En la preparación del texto de la homilía, san Josemaría utilizó algunas anotaciones tomadas entonces por los oyentes 8.

La primera edición de El trato con Dios apareció en la revista Palabra, n. 130, junio de 1976, pp. 227-300 9. La redacción de la revista preparó una introducción, que decía:

"En este número dedicado a la figura y enseñanza de Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer nos cabe la dicha y el honor de ofrecer a los lectores de Palabra una muestra de su catequesis universal. / Se trata de un texto inédito hasta ahora: la homilía que pronunciara el día 5 de abril de 1964 –Domingo in albis– acerca del trato con Dios. Al igual que sucede con todos sus escritos, la mejor presentación consiste en invitar a una lectura meditada de estas palabras que enriquecen el espíritu, al acercarlo a Dios, y desvelan en cierto modo la santidad y el alma sacerdotal del Fundador del Opus Dei. / ‘No me importa contaros que el Señor, en ocasiones, me ha concedido muchas gracias; pero de ordinario yo voy a contrapelo’, advierte en un momento de esta homilía. ¿Cuál era el secreto de su alegre fidelidad? También aparece la clave: saberse hijo de Dios. ‘A lo largo de los años, he procurado apoyarme sin desmayos en esta gozosa realidad. Mi oración, ante cualquier circunstancia, ha sido la misma, con tonos diferentes. Le he dicho: Señor, Tú me has puesto aquí; Tú me has confiado eso o aquello, y yo confío en Ti. Sé que eres mi Padre, y he visto siempre que los pequeños están absolutamente seguros de sus padres’. / Ahora descansa ya, gloriosamente y para siempre, ‘en el regazo de mi Madre y en el Corazón de Cristo, mi Señor’".

El trato con Dios fue también editada, contemporáneamente, por Ediciones SARPE, en el n. 3 de Cuadernos "Mundo Cristiano", con la habitual tirada de 10.000 ejemplares.

2. Líneas teológico-espirituales de fondo

Descansar en la filiación divina

El "sentido de la filiación divina", la conciencia actual y habitual de ser en Cristo hijo de Dios, la seguridad y fortaleza que esa certeza siembra en el alma, el celo apostólico que despierta, el amor a la Virgen que suscita, … todo eso y más, llenaban el alma de san Josemaría de un modo altísimo, sobrenatural e infundido. Recibió de Dios ese don para poseerlo como suyo y, en consecuencia, como él mismo no cesó de recordar, para que fuera el fundamento de su espíritu fundacional, de su enseñanza, de todas sus obras. Lo hemos tratado con cierto detalle en la "Introducción General" (cfr. Primera Parte, 5, b).

Reencontramos ahora de nuevo esa doctrina sobre el sentido de la filiación divina en esta homilía, escrita como todas con rigor de razonamiento y con calor de exhortación, aunque también, quizás más que otras, con deseos de propagar a todos el fuego íntimo –amor de hijo a su Padre–, que latía en el corazón del Autor. La conciencia de ser hijo de Dios, el afán de comportarse de acuerdo con "los sentimientos y las maneras de un buen hijo", no eran en san Josemaría –ni quería que fuesen así en los demás– un simple propósito, más o menos concreto, de lucha ascética. Para él –y ¡ojalá para nosotros!– representaba "un auténtico programa de vida interior".

Leamos con atención el párrafo donde nos lo dice, en el que podemos encontrar el hilo conductor de la homilía: "Descansad en la filiación divina. Dios es un Padre lleno de ternura, de infinito amor. Llámale Padre muchas veces al día, y dile –a solas, en tu corazón– que le quieres, que le adoras: que sientes el orgullo y la fuerza de ser hijo suyo. Supone un auténtico programa de vida interior, que hay que canalizar a través de tus relaciones de piedad con Dios –pocas, pero constantes, insisto–, que te permitirán adquirir los sentimientos y las maneras de un buen hijo" (150a).

Como sabemos, san Josemaría ha sido denominado con autoridad por san Juan Pablo II "el santo de la vida ordinaria"10. Quizás pudiera ser también conocido como el "santo de la filiación divina", o más propiamente "del sentido de la filiación divina", pues con su ejemplo y su enseñanza ha sembrado en el alma de incontables personas el afán de comportarse en todo como un hijo de Dios.

En el comienzo de la homilía, como introducción al primero de los apartados, y después de recordar el "quasi modo geniti infantes" de san Pedro ("apeteced, como niños recién nacidos" la doctrina no adulterada; 1P 2, 2), que se utiliza en la liturgia del domingo in albis, escribe: "Pensaba que esa invitación de la Iglesia nos viene muy bien a todos los que sentimos la realidad de la filiación divina. Porque nos conviene ser muy recios, muy sólidos, con un temple capaz de influir en el ambiente donde nos encontremos; y, sin embargo, delante de Dios, ¡es tan bueno que nos consideremos hijos pequeños!" (142c).

"Sentir la realidad de la filiación divina". Ahí está ya, en cierto modo, compendiado todo lo que irá encontrando el lector en los diversos apartados de la homilía, cuyo contenido sintetizamos a continuación.

Somos hijos de Dios (nn. 142d-143)

El título del primer apartado recuerda uno de los nombres que pudo haberse dado definitivamente a este libro de san Josemaría y que, de hecho, llevó durante un breve periodo anterior a su publicación11. Su enunciado concuerda perfectamente con la intención que desvela el Autor, al escribir: "querría que nos detuviésemos en esa certeza de la filiación divina y en alguna de sus consecuencias, para todos los que pretenden vivir con noble empeño su fe cristiana" (142d). Por don de Dios, su existencia ha estado llena de esa certeza sobrenatural –"a lo largo de los años, he procurado apoyarme sin desmayos en esta gozosa realidad" (143d)– de la que quisiera hacer partícipes, contando siempre con la gracia, a todos, pues, como escribe: "Mi experiencia sacerdotal me ha confirmado que este abandono en las manos de Dios empuja a las almas a adquirir una fuerte, honda y serena piedad, que impulsa a trabajar constantemente con rectitud de intención" (ibid.).

Y como es propio de su estilo de predicación, también aquí centra san Josemaría inmediatamente la atención en el ejemplo de Jesús. Si en cualquier otra de las homilías que componen el libro, la consideración de ese sublime ejemplo es objeto principal de meditación, en las páginas que ahora leemos lo es de manera particular, pues se ocupan en directo de lo que el Autor ha hecho siempre con alegría: "difundir por todas partes esta mentalidad de hijos pequeños de Dios" (144a).

El ejemplo de Jesucristo (nn. 144-145)

Reaparece ahora de nuevo la exhortación inspirada en Is 1, 17: ¡aprended a hacer el bien!, que en este caso consiste precisamente en atesorar las enseñanzas del Hijo de Dios y en esforzarse en seguirlas lealmente (cfr. 145a). Muchas son, sin duda, tales enseñanzas y todas, como venidas de Él, sublimes, pero el Autor –tomando ocasión del comienzo del Padrenuestro, como oyéndoselo directamente al Señor– quiere enaltecer una: "que somos hijos de Dios, y que podemos entretenernos confiadamente con Él, como un hijo charla con su padre" (145c). A esta gran verdad revelada la denomina "el gran secreto de la misericordia divina" (ibid.).

Con los ojos siempre en el Maestro, atentos a su modo de proceder y de obrar, habiendo oído de sus labios – análogamente a como lo escucharon los Apóstoles– el gran secreto del Amor paterno de Dios, embocamos el tercer apartado de la homilía, dedicado a aleccionar al lector a comportarse en todo como hijo de tan gran Padre.

Piedad, trato de hijos (nn. 146-148)

En una primera frase, en la que es fácil descubrir, aun sin estar mencionada, la experiencia viva del Autor, parece estar ya enunciado todo cuanto nos quiere decir: "La piedad que nace de la filiación divina es una actitud profunda del alma, que acaba por informar la existencia entera: está presente en todos los pensamientos, en todos los deseos, en todos los afectos" (146a). Lo que en esta frase se encierra no es solo una enseñanza, extraída por san Josemaría del propio vivir, sino también un ardiente consejo a ejercitarse en "la conducta del buen hijo de Dios" (146b), a fomentar "el hambre, la aspiración de ser como niños" (147c) ante el Señor. Tal propósito requiere práctica, aprendizaje: "hay que aprender a ser como niños, hay que aprender a ser hijo de Dios. Y, de paso, transmitir a los demás esa mentalidad" (148b). Pero una vez adquirida, esa mentalidad es una verdadera sabiduría: "la sabiduría que Dios espera que ejercitemos en el trato con Él" (148d). A eso nos conduce el siguiente apartado.

Plan de vida (nn. 149-150)

La expresión "plan de vida", que suele ser utilizada, con matices diversos, en el ámbito de las ciencias de la educación, y que es habitual en el terreno de la espiritualidad y de la formación espiritual, tiene en san Josemaría el sentido propio de este último campo. La aplicaba, como se ve en este apartado de la homilía, para designar, per modum unius, el ordenado conjunto de medios espirituales y ascéticos que aconsejaba practicar a quienes deseaban formarse cristianamente, y buscar la santidad, conforme al espíritu del Opus Dei. "Procura atenerte a un plan de vida, con constancia: unos minutos de oración mental; la asistencia a la Santa Misa –diaria, si te es posible– y la Comunión frecuente; acudir regularmente al Santo Sacramento del Perdón –aunque tu conciencia no te acuse de falta mortal–; la visita a Jesús en el Sagrario; el rezo y la contemplación de los misterios del Santo Rosario, y tantas prácticas estupendas que tú conoces o puedes aprender" (149b).

Seguir un plan de vida significa, por tanto, en este contexto, principalmente dos cosas: en primer lugar, tener el propósito de crecer en la vida espiritual y encaminarse a la santidad, practicando los medios tradicionalmente aconsejados en la Iglesia (en síntesis: oración, mortificación y sacramentos); y en segundo lugar, adiestrarse en el uso ordenado y asiduo de esos medios de acuerdo con el espíritu de san Josemaría: con sentido de filiación divina ("Descansad en la filiación divina. Dios es un Padre lleno de ternura, de infinito amor", 150a), con unidad de vida, en medio de las actividades ordinarias, con afán apostólico, con voluntad de servicio, etc.

El plan de vida no es un fin en sí mismo, sino un medio que se pone para alcanzar una finalidad: la de crecer en el trato con nuestro Padre Dios, manteniéndose en su presencia en las distintas situaciones de la vida cotidiana. Es, por decirlo así, una gimnasia del alma para fomentar –como una persona que ama– la memoria viva del Señor, el hábito de la contemplación "en medio del mundo". En los párrafos sucesivos indica el Autor algunos rasgos concretos.

Los palos pintados de rojo (nn. 151-153)

En la vida espiritual se puede presentar, como en los demás aspectos de nuestra existencia, el peligro de la rutina, "verdadero sepulcro de la piedad" (150b). Y como "no podemos permitir que el trato con Jesucristo dependa de nuestro estado de humor, de los cambios de nuestro carácter" (151b), el Autor nos sugiere el modo de defendernos: mantener perseverantemente "unas prácticas piadosas sólidas –nada sentimentales–, bien arraigadas y ajustadas a las circunstancias propias de cada uno" (151c). Las normas de piedad son en todo momento –también cuando "nos sintamos helados, apáticos; cuando estemos disgustados y sin voluntad; cuando nos resulte arduo cumplir nuestro deber" (152b)– indicadores certeros del camino, aunque seguirlo pueda parecer una comedia. "¡Bendita comedia! Te lo aseguro: no se trata de hipocresía, porque los hipócritas necesitan público para sus pantomimas. En cambio, los espectadores de esa comedia nuestra –déjame que te lo repita– son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; la Virgen Santísima, San José y todos los Ángeles y Santos del Cielo" (152d).

Notas

1 Llegó acompañado de com/cg/7-IV-1976.
2 Este había sido enviado el 20 de febrero; lo estudiaremos más adelante.
3 Eran las mismas que se habían comunicado al remitir, el 21-XII-1975, la primera de estas homilías de edición póstuma (La libertad, don de Dios). Las advertencias se refieren principalmente a evitar las erratas (cfr. supra, "Nota Histórica" a La libertad, don de Dios, nt. 5).
4 Está archivado en AGP, A.3, 109-1-1. En la primera página, alguien ha consignado a lápiz la fecha del envío.
5 Cfr. supra, "Introducción General", Primera Parte, 2, b.
6 En AGP, A.3, 110-2-9 se conserva una copia de este original ya corregido, en la que también se han escrito a mano los números marginales definitivos del texto (142-152). En el lugar correspondiente del texto comentado dejaremos constancia de esas correcciones, que forman parte del texto original definitivo. No obstante, las incluimos también aquí para dar la visión de conjunto:
Pág. orig. – Corrección insertada sobre el texto anterior – Nº ADD
p. 2 – "he procurado apoyarme sin desmayos en" – 143d
p. 3 – "aprender a servir, con el punto" – 144c
"Unas páginas antes, " – 145b
p. 5 – "–sin que se sepa cómo, ni por qué camino–" – 146b
"; se ama a todos los" – 146b
"los trompicones y fracasos" – 146e
p. 6 – "para conducirnos" – 146e
"desgracia, " – 147b
"que acreciente siempre en nosotros el" – 147c
p. 7 – "Aumentemos" – 148a
"la sed de" – 148a
"de paso" – 148b
p. 8 – (Párrafo pegado sobre el anterior)
"Necesito prevenirte todavía contra el peligro de la rutina –verdadero sepulcro de la piedad–, que se presenta frecuentemente disfrazada con ambiciones de realizar o emprender gestas importantes, mientras se descuida cómodamente la debida ocupación" – 150b
p. 9 – "duda" – 150b
7 En la anotación del Diario del Consejo General, correspondiente al 4 de abril de 1964 (AGP, Serie M.2.2, leg. 428), se alude a esa fecha de terminación (el día siguiente) del curso de retiro.
8 Se conservan dos versiones prácticamente idénticas (AGP, A.4, m640405): Versión A): dos folios y medio, tamaño holandesa, mecanografiados a espacio simple, con márgenes reducidos; hay dos copias, ambas tituladas: "Palabras no literales del Padre. Meditación. Domingo in Albis 5-IV-64"; en una de ellas alguien ha escrito además a mano: "Filiación divina – infancia espiritual" (posiblemente estaba ordenada así en el archivo personal del que procede esa copia). Versión B): tres folios a espacio doble, con márgenes muy reducidos; hay también dos copias; el título es: "Domingo in Albis 5-IV-1964". En esta segunda versión hay pequeñas correcciones en el texto (un acento, unas comillas, una coma, etc.) pero ninguna variación de palabras. Tomamos esta como texto básico.
9 La Comisión Regional de España había ofrecido el texto a dicha revista, que tenía en preparación un número especial con motivo del primer aniversario del fallecimiento de san Josemaría (com/cr/27-IV-1976, en AGP, A.3, 109-1-1). En esa comunicación se informa también de que se han advertido en el original algunas pequeñas erratas mecanográficas, cuya oportuna corrección se consulta, y que fueron aprobadas (com/cg/1-V-1976). Al tiempo de aprobarlas, desde Roma se recordaba un criterio importante para la edición póstuma de los escritos de san Josemaría: "Debéis seguir indicando las posibles erratas de máquina que encontréis; pero tened presente que no se trata de sugerir modificaciones ni retoques, que no podemos hacer por tratarse de escritos originales de nuestro Padre. Ya se entiende que si por el contexto se nota que falta una palabra, debéis advertírnoslo: aunque aquí leemos varias veces las Homilías, puede suceder que se nos escape una errata". Aunque las señalaremos en el lugar correspondiente del texto, dejamos también aquí constancia:
Pág. orig. – Dice – Debe decir – Nº ADD
p. 2 – "he saboreado" – "y he saboreado" – 143a
"epístola" – "Epístola" – 143c
p. 4 – "Padre" – "padre" – 145c
p. 11 – "adiutorio" – "adiutori" – 153a
"Pax" – "pax" – 153c
10 Cfr. supra, la anotación a los nn. 50a y 137a.
11 Cfr. "Introducción General", Segunda Parte, III, 15, c.