Amigos de Dios
Hacia la santidad
Lugar en el libro: 18ª
Datación: 26-XI-1967
Primera edición: VII-1973
Orden de edición: 7ª
1. Nota histórica
El original de la homilía Hacia la santidad fue remitido desde Roma a diversos países el 8 de mayo de 1973 1, unas cuatro semanas después del envío anterior, que había sido el de la homilía Vida de oración 2.
En su preparación, san Josemaría ha utilizado un precedente, tomado de su predicación oral, del que se conservan dos versiones con diferente grado de elaboración, que llamaremos remota y próxima, según su cercanía temporal al texto de la homilía:
a) La versión remota es la transcripción mecanográfica de una meditación pronunciada en Roma, el domingo 26 de noviembre de 1967, de la que se conserva una grabación 3. También se dispone del guion autógrafo utilizado por san Josemaría en aquella ocasión: una cuartilla manuscrita por las dos caras, a mano y en rojo, y casi sin márgenes, con su característica grafía, y con la fecha al final: “26-XI-67” 4.
b) La versión próxima, en cambio, está preparada por san Josemaría después de revisar y completar la anterior. Quiso que ese texto fuera conocido por todos sus hijos 5; siempre le otorgó particular importancia, y en alguna ocasión lo comparó a una falsilla que ayudaba a recorrer rectamente el camino espiritual por él mismo recorrido y enseñado 6. Por esa razón, apareció publicado en agosto de 1972, como edición privada, en dos revistas –Crónica y Noticias– de ámbito interno del Opus Dei, con el título de “El camino nuestro en la tierra” 7.
Partiendo de esos precedentes, el original de la homilía Hacia la santidad fue redactado por san Josemaría en 1973, tomando como apoyo la que hemos llamado “versión próxima”, con la que guarda fuerte semejanza 8. Ocupa diecisiete folios, con interlineado doble y cincuenta notas a pie de página (algunas con referencias incompletas) 9. Contiene la redacción final de la homilía, de la que –como es habitual– no se conservan estadios previos, aunque sí han quedado algunas huellas; se conservan, por ejemplo, dos testimonios de correcciones autógrafas de san Josemaría en la penúltima redacción10.
A los pocos días de enviar ese original, se comunicó desde Roma a los diversos países que se debían introducir en él tres ligeras modificaciones, señaladas por san Josemaría en una ultimísima lectura del texto11. Se envió una nueva copia del texto (con esas correcciones), con la indicación de destruir la anterior para evitar confusiones12.
La primera edición de Hacia la santidad apareció en Madrid, en julio de 1973, dentro de la Colección “Folletos Mundo Cristiano”, n. 168, de la editorial del mismo nombre. Se editó también, casi al mismo tiempo, en la Colección “Noray”, n. 40, de Ediciones Palabra. Al releer san Josemaría el texto editado en el folleto “Mundo Cristiano”, n. 168, señaló una nueva corrección, que fue inmediatamente comunicada a todas las Regiones ocupadas en la traducción y edición de la homilía13.
2. Líneas teológico-espirituales de fondo
Caminando en la fe, con esperanza, hacia la cumbre del amor de Dios
Al leer la homilía Hacia la santidad entramos en conocimiento –evidentemente, según la limitada testificación que ofrece un texto de estas características, y también, como es lógico, según la capacidad de comprender de cada cual–, del camino por el que ha ido transcurriendo la vida espiritual de san Josemaría, en conformidad con la misión y el carisma fundacional recibidos. Ya solo por esa razón merece esta homilía ocupar el primer lugar en importancia entre las escritas por el Autor. Ninguna de las otras treinta y cinco publicadas –entre las que hay auténticas joyas literarias y ascéticas– alcanza su nivel testimonial y su altura teológico-espiritual.
Accedemos también por medio de este incomparable texto, de la mano del fundador, a la percepción de los rasgos configuradores de la espiritualidad del Opus Dei, forjados en su alma como consecuencia de la puesta en práctica del espíritu fundacional recibido y, confiando siempre en la Providencia divina, de su fidelidad al transmitirlo. Cabría describir tal espiritualidad como la del saberse cada uno realmente, por la luz de la vocación recibida, alter Christus, ipse Christus, es decir, un hijo de Dios en Cristo, al servicio de la misión de la Iglesia en el mundo y con ella propagador del fruto de la redención; un cristiano arraigado nativamente en la sociedad civil, buscador de la santidad en y a través del trabajo, activamente apostólico en el propio ambiente familiar, profesional, social. Si quisiéramos expresarlo más sobriamente, bastaría decir: una espiritualidad de personas llamadas por Dios a ser contemplativas en medio de la sociedad civil, sin dejar el lugar propio que en ese ámbito les corresponde, con un sentido apostólico vivo y activo.
Nos hallamos solo ante una homilía elaborada sobre trazos espiritualmente autobiográficos, expresados, sin embargo, casi siempre en tercera persona o en primera persona del plural. Aunque san Josemaría hable a partir de sí, no habla simplemente de sí. Podríamos decirlo de este modo: habla a otros a partir de sí mismo, para mostrarles la vía por la que Dios le ha conducido a él, y por la cual, si viven fielmente el espíritu del Opus Dei, también serán, en líneas generales, conducidos. Como hemos señalado páginas atrás, esa es la razón por la que el fundador ha comparado esta homilía con una pauta o falsilla del buen camino a recorrer bajo la guía de su espíritu fundacional.
No conocemos en la literatura espiritual ningún otro texto breve de estas características. Ciertamente existen numerosos ejemplos de escritos espirituales de cierta amplitud, y de tono autobiográfico, donde los autores han dejado un testimonio de su itinerario espiritual. Sin necesidad de alargarnos en este punto, se podrían incluir en un elenco de ese tipo, por poner algunos ejemplos clásicos, las Confesiones de san Agustín, el Libro de la vida de santa Teresa de Jesús, la Autobiografía de san Ignacio de Loyola, o la Historia de un alma de santa Teresita del Niño Jesús. También san Josemaría ha dejado entre sus escritos uno, sus Apuntes íntimos, asimilable en cierta medida a los citados, aunque con peculiares características, pues no es propiamente autobiográfico y solo abarca algunos periodos de su vida.
La homilía Hacia la santidad es, en cambio, como decimos, un caso singular de testimonio espiritual breve, compendioso y didáctico, en el que, siguiendo un tácito hilo de historia personal, se describen los tramos por los que Dios ha ido guiando a una persona (el Autor), desde la inicial inquietud de unión personal con Cristo hasta la cumbre de la vida mística. Tramos del camino hacia la santidad –positivamente buscada, porque esa es la Voluntad de Dios para sus hijos–, marcados siempre, fuertemente, por la experiencia de la Cruz, y nunca desligados del trabajo cotidiano y de la perseverancia en la tarea apostólica.
El camino de santificación, camino de alma contemplativa en medio del mundo, que san Josemaría recorre y describe es (y permítaseme la iteración de adverbios):
a) Hondamente cristocéntrico: “Seguir a Cristo: este es el secreto. Acompañarle tan de cerca, que vivamos con Él, como aquellos primeros doce; tan de cerca, que con Él nos identifiquemos” (299d). Y como tal, hondamente filial, mariano y entretejido con la Cruz.
b) Esencialmente ordenado al servicio de la Iglesia: “Que la Madre de Dios y Madre nuestra nos proteja, con el fin de que cada uno de nosotros pueda servir a la Iglesia en la plenitud de la fe, con los dones del Espíritu Santo y con la vida contemplativa (…) Amad a la Iglesia, servidla con la alegría consciente de quien ha sabido decidirse a ese servicio por Amor” (316a-b).
c) Plenamente secular: “Me alzaré y rodearé la ciudad: por las calles y las plazas buscaré al que amo (Ct 3, 2)… Y no solo la ciudad: correré de una parte a otra del mundo –por todas las naciones, por todos los pueblos, por senderos y trochas– para alcanzar la paz de mi alma. Y la descubro en las ocupaciones diarias, que no me son estorbo; que son –al contrario– vereda y motivo para amar más y más, y más y más unirme a Dios” (310a). “Me interesa confirmar de nuevo que no me refiero a un modo extraordinario de vivir cristianamente. (…) Cuando la fe vibra en el alma, se descubre (…) que los pasos del cristiano no se separan de la misma vida humana corriente y habitual. Y que esta santidad grande, que Dios nos reclama, se encierra aquí y ahora, en las cosas pequeñas de cada jornada. (312a.d). “Cada uno realizando los deberes personales, que le son propios; cada uno en su oficio y profesión, y en el cumplimiento de las obligaciones de su estado, honre gozosamente al Señor” (316a).
d) Radicalmente apostólico: “Con esta entrega, el celo apostólico se enciende, aumenta cada día –pegando esta ansia a los otros–, porque el bien es difusivo. No es posible que nuestra pobre naturaleza, tan cerca de Dios, no arda en hambres de sembrar en el mundo entero la alegría y la paz, de regar todo con las aguas redentoras que brotan del Costado abierto de Cristo, de empezar y acabar todas las tareas por Amor” (311a).
Aunque ya hemos transcrito algunos pasajes, mostramos algunas de las ideas contenidas en los siete apartados en que está distribuido el texto de la homilía.
Hablar con Dios (nn. 295-298)
En los párrafos introductorios queda delineada la finalidad de la existencia cristiana (la santidad), e indicado el medio fundamental para lograrla (la oración personal). Sobre ambos argumentos, sin abandonarlos ni separarlos en ningún momento, sino más bien ahondando, paso a paso, en su naturaleza y en su mutua referencia, va a girar el desarrollo del texto.
En este primer apartado, la intención del Autor se dirige más directamente a uno de los dos, la oración, describiendo sus formas o modos y sus vías de progreso, pero siempre en relación con el otro, pues: “El sendero, que conduce a la santidad, es sendero de oración; y la oración debe prender poco a poco en el alma, como la pequeña semilla que se convertirá más tarde en árbol frondoso” (295c). No pretende ofrecer un pequeño tratado en torno a esa noción, sino mostrar, con un ánimo más práctico que teórico, pues en realidad está hablando de un recorrido personal, cómo es el camino que la oración abre en la vida espiritual, qué etapas lo constituyen y en qué consiste progresar por él. Más adelante, casi al final de la homilía, volverá al mismo tema, la oración, pero ya como sustancia de la propia vida, como quid de la santidad.
La Humanidad Santísima de Cristo (nn. 299-303)
La mirada contemplativa de san Josemaría no se aparta nunca –en su predicación como en su vida– de la Humanidad Santísima de Jesucristo, Dios encarnado. Lo hemos comprobado repetidamente a lo largo del libro, y lo vemos corroborado de modo particular en esta última homilía. Cristo Hombre, Señor Nuestro, es el “camino justo” (exacto, adecuado, perfecto) para “acercarnos a Dios” (cfr. 299b), es decir, para amarle como hijos y estar unidos a su voluntad. Decidirse a emprender ese “camino justo”, conociendo en la fe y “sintiendo” en el corazón que es el único que verdaderamente vale la pena tomar en esta vida, es fruto conjunto de una singular gracia de Dios y de la voluntad humana que se abre a la llamada a ser (convertirse en) un fiel discípulo del Maestro. Esa conversión tiene como meta –con una formulación que al Autor gusta repetir– la identificación con Cristo: mis intenciones, sentimientos, ilusiones, ideales, proyectos…, con los suyos: mi vida unida a la suya y a su servicio. Es una meta siempre cercana a los ojos de la fe y, como tal, alcanzable, pero al mismo tiempo, es también divisada como algo lejano y humanamente inalcanzable: un objetivo al que hay que tender poniendo empeño personal y confianza en la ayuda de Dios.
San Josemaría describe así el camino a la meta: “En este esfuerzo por identificarse con Cristo, he distinguido como cuatro escalones: buscarle, encontrarle, tratarle, amarle. Quizá comprendéis que estáis como en la primera etapa. Buscadlo con hambre, buscadlo en vosotros mismos con todas vuestras fuerzas. Si obráis con este empeño, me atrevo a garantizar que ya lo habéis encontrado, y que habéis comenzado a tratarlo y a amarlo, y a tener vuestra conversación en los cielos (cfr. Flp 3, 20)” (300a). Es decir, quien de verdad se esfuerza (“con hambre”, “con todas vuestras fuerzas”) en llegar a ser otro Cristo, ya está siéndolo con la gracia del Espíritu Santo, aunque haya de seguir puliendo su propia correspondencia para serlo más intensamente.
En el camino de la identificación con Cristo –expone el Autor con mucha fuerza de convicción– no puede estar ausente de alguna forma el Calvario: “No olvidéis que estar con Jesús es, seguramente, toparse con su Cruz. Cuando nos abandonamos en las manos de Dios, es frecuente que Él permita que saboreemos el dolor, la soledad, las contradicciones, las calumnias, las difamaciones, las burlas, por dentro y por fuera: porque quiere conformarnos a su imagen y semejanza, y tolera también que nos llamen locos y que nos tomen por necios” (301a).
La Santa Cruz (nn. 304-305)
En los nn. 304-305 la mirada contemplativa del Autor –que al final del párrafo anterior ha estado fija en el Crucificado, o mejor dicho en sus Llagas– torna a centrarse en la Cruz donde el Señor está enclavado. Esa Cruz es trono de gloria, que hay que abrazar si se quiere estar junto a Él.
Va a mostrarnos, con nuevos matices de profundidad, su camino espiritual, signado todo él por la honda certeza de que: “el Señor se nos manifiesta cada vez más exigente, nos pide reparación y penitencia, hasta empujarnos a experimentar el ferviente anhelo de querer vivir para Dios, clavado en la cruz juntamente con Cristo” (304a). En 304b se refleja, con palabras de san Pablo, ese “ferviente anhelo” de “vivir clavado en la Cruz”, que acompañó a san Josemaría durante toda su existencia fundacional. En los párrafos 304b-c y 305a-b, nos ofrece importantes aspectos de su vivencia de la Cruz, plena, como la de Cristo, de sufrimiento (soledad, dolor, abatimiento…), pero también de sentido filial, de confianza en Dios, de esperanza, de fortaleza sobrenatural, de afán por la salvación de las almas, y en definitiva, de alegría y paz (cfr. 305b).
La Trinidad Beatísima (nn. 306-309)
Identificado en Cristo por la fuerza del Espíritu Santo, el Autor se encuentra inmerso en la intimidad trinitaria de Dios y, queriendo hacer partícipe al lector, relata veladamente su experiencia: “El corazón necesita, entonces, distinguir y adorar a cada una de las Personas divinas. De algún modo, es un descubrimiento, el que realiza el alma en la vida sobrenatural, como los de una criaturica que va abriendo los ojos a la existencia. Y se entretiene amorosamente con el Padre y con el Hijo y con el Espíritu Santo; y se somete fácilmente a la actividad del Paráclito vivificador, que se nos entrega sin merecerlo: ¡los dones y las virtudes sobrenaturales!” (306b).
Aunque nos está mostrando alturas singulares de unión con Dios, san Josemaría quiere subrayar que, si bien no son habituales, no han de considerarse por eso impropias del caminar del cristiano común, a quien el Señor quiera concedérselas. El realce del valor de lo corriente y ordinario, de lo que es común a todos, es como sabemos un referente constante en el Autor, y por eso, también aquí lo destaca: “No me refiero a situaciones extraordinarias. Son, pueden muy bien ser, fenómenos ordinarios de nuestra alma: una locura de amor que, sin espectáculo, sin extravagancias, nos enseña a sufrir y a vivir, porque Dios nos concede la Sabiduría. ¡Qué serenidad, qué paz entonces, metidos en la senda estrecha que conduce a la vida! (Mt 7, 14)” (307b). De manera semejante, poco después, escribe: “Si tú procuras meditar, el Señor no te negará su asistencia. Fe y hechos de fe: hechos, porque el Señor –lo has comprobado desde el principio, y te lo subrayé a su tiempo– es cada día más exigente. Eso es ya contemplación y es unión; esta ha de ser la vida de muchos cristianos, cada uno yendo adelante por su propia vía espiritual –son infinitas–, en medio de los afanes del mundo, aunque ni siquiera hayan caído en la cuenta” (308a).
Oración viva (nn. 310-311)
De la mano de san Josemaría, que va abriendo amablemente su alma al lector, hemos entrado, en otro aposento, por decir así, de su intimidad espiritual. Le ha dado el título de “Oración viva”: oración que alimenta y sostiene la vida de los hijos de Dios. En el encuentro con Cristo, que se hace realidad en la oración, se alcanza la paz del alma. Reitera así el Autor una doctrina cristiana, firmemente asentada, que la Iglesia pregona en todo tiempo y lugar. Pero san Josemaría, en la frase que comentamos, aporta además, completando la idea, un chispazo propio –al que nos acabamos de referir– de su espíritu fundacional, que no ha de pasar desapercibido al lector. Me refiero a su tesón en recalcar la importancia de la existencia cotidiana, que es donde nos espera el Amor de Dios: “Me alzaré y rodearé la ciudad: por las calles y las plazas buscaré al que amo (Ct 3, 2)… Y no solo la ciudad: correré de una parte a otra del mundo –por todas las naciones, por todos los pueblos, por senderos y trochas– para alcanzar la paz de mi alma. Y la descubro en las ocupaciones diarias, que no me son estorbo; que son –al contrario– vereda y motivo para amar más y más, y más y más unirme a Dios” (310a).
Vida corriente (nn. 312-314)
Lo que venimos poniendo de relieve vuelve expresamente, y le da título, a este sexto apartado. La homilía emboca su parte final y retorna el Autor a esos puntos fuertes de su espíritu y de su enseñanza, en los que no ha dejado de insistir. Estos últimos párrafos requieren aguzar la atención. En especial lo pide el comentario de san Josemaría a la escena del encuentro de Jesús con los dos discípulos en el camino de Emaús, al que también en otros textos se ha referido (cfr., por ejemplo, ECP, 75e y 105d). “Camino de Emaús. Nuestro Dios ha llenado de dulzura este nombre. Y Emaús es el mundo entero, porque el Señor ha abierto los caminos divinos de la tierra” (314d).
Con los Santos Ángeles (nn. 315-316)
El Señor inspiró a san Josemaría la fundación del Opus Dei, el 2 de octubre de 1928, en la fiesta de los Santos Ángeles Custodios. No era una coincidencia casual. En la tarea de abrir “los caminos divinos de la tierra”, acompañando al “caminante divino”, podía ciertamente contar con la protección y ayuda de quienes no cesan de estar con Él, y tienen encomendada la tarea de ampararnos.
“Pido al Señor que, durante nuestra permanencia en este suelo de aquí, no nos apartemos nunca del caminante divino. Para esto, aumentemos también nuestra amistad con los Santos Ángeles Custodios. Todos necesitamos mucha compañía: compañía del Cielo y de la tierra. ¡Sed devotos de los Santos Ángeles! Es muy humana la amistad, pero también es muy divina; como la vida nuestra, que es divina y humana” (315a).
Notas
1 En concreto, se envía en esa fecha a España y a otros países donde sería traducida a diferentes lenguas: Italia, Alemania, Francia, Irlanda y Portugal (com/cg/8-V-1973, en AGP, A.3, 108-2-5).
2 Este había tenido lugar el 11 de abril. Es interesante señalar que el proceso de elaboración de ambas homilías, hasta llegar al texto que se enviará a la imprenta, guarda cierta relación pues las dos tuvieron una versión intermedia, publicada privadamente.
3 AGP, A.4, m671126. La meditación tuvo lugar en un día de retiro espiritual, dentro de una reunión de trabajo de varios días de todos los Consiliarios (o Vicarios Regionales) del Opus Dei en el mundo. El texto ocupa ocho folios, mecanografiados a doble interlineado; en el primero se lee: “Domingo XXIV después de Pentecostés – 26-XI-1967”, y debajo: “(1ª meditación de la cv de consiliarios)” [la sigla cv significa “convivencia”]; en el último folio se repite la fecha: “Roma, 26 de noviembre de 1967”. En este original mecanográfico se advierten algunas correcciones, como si una vez acabado de mecanografiar hubiese sido releído el texto y retocados los errores, sin reescribirlo de nuevo. Haremos referencia a esta versión –dentro del apartado “3. Texto anotado”– con la denominación: [tb/m671126].
4 Se encuentra archivada en AGP, A.3, 186-1-14. Hemos incluido un facsímil en las primeras páginas de este volumen. Recogemos aquí literalmente su contenido: “–Dicit Dominus… Haec est voluntas Dei, sanctificatio vestra (I Thes IV, 3): santidad personal, receta única. Por eso digo siempre: un solo puchero. / –Invocabitis me: conversatio autem nostra in coelis est (Philip. III, 20). / –Oración vocal: las de niño, oh Señora mía…: se da todo… No se puede hablar con la lengua / –Et reducam captivitatem vestram de cunctis locis: el epitalamio, canción de bodas. Unión. / –q muero xq no muero: q vivo xq no vivo, q es Cristo… / –1) Madre. 2) Xto (rosario contemplado, sufrimiento: soledad, contradicción). 3) Ssma Humanidad: amor humano, Confidencia-Confesión | dirección espirit. | común-personal | disciplinante - purgac. pasiva, a las S. Llagas: las palomas a los agujeros de las rocas. 4) Trinidad (abandonar a Cristo?). 5) Padre, Espíritu Santo. 6) Unión: quemadmodum desiderat cervus ad fontes aquarum (Ps. 17, 34) / –Ya no se habla, se mira y el alma siente –sabe– que es mirada amorosamente x Dios / –locura de amor: saber sufrir, saber hacer: sabiduría, serenidad / –¿ascética? ¿mística? ¿grados? ¿vías? ¿caminos? No es teoría, basada en las pocas almas que han descrito su propio caso… que ha servido a teólogos más o menos serios a escribir, para catalogar: sea lo que sea, es contemplación…, unión. / –Benedixisti terram…: todo lleva a Dios. 1) Surgam et circuibo civitatem… per vias et plateas quaeram quem diligit anima mea (Cant.). 2) Cum ipso sum in tribulatione (Ps.). 3) nuntiate Deo quia amore langueo (Cant.). 4) sed de Dios, se buscan sus lágrimas, sus palabras, su sonrisa, su rostro grave, quemadmodum cervus (no desear fenómenos extraord. ¡lo ordinario…!) / –celo apostólico, porque el bien es difusivo… Sembrar la alegría y la paz: regar el mundo con las aguas vivas…! ¡todo x Amor! / –Devociones, amistades: Ángeles, Arcángeles (ministerial): patronos, intercesores (muy humano, muy divino: iam non dicam vos servos, vos autem dixi amicos. / –así nació nuestra vida en la Obra: Él, todo; yo, nada. / –Ego redemi te… elegit vos autem ante mundi constitutionem… Non vos me elegistis… / –Fe (sobren. me conmovió el catecúmeno japonés). Fe. De hoc et apostolus loquitur (breviario) precisamente ahora / –final (Col. I, 9-14) Non cessamus… / –a Santa María, Madre de Cristo, nuestra, de la Iglesia, para q no nos engañen las teorías de los q solo tienen la técnica de hablar de Dios… / 26-XI-67”.
5 J.L. Illanes, en su recensión a Amigos de Dios (cfr. revista Nuestro Tiempo, n. 292, octubre 1978, p. 95), señala al respecto: “La última de las homilías que componen este libro (…) es una de las más ricas y, sin duda, la más autobiográfica. (…) Afloran numerosas referencias personales, algunas extensas, otras breves, pero todas lo suficientemente explícitas como para poder afirmar que el itinerario que describe fue el que siguió personalmente”.
6 Una falsilla, según el Diccionario de la RAE, 2012, es una hoja de papel con líneas muy señaladas, que se pone debajo de otra en que se ha de escribir, para que las líneas se transparenten y sirvan de guía. Así calificó san Josemaría, en diversas ocasiones, el texto que comentamos. Por ejemplo, el 25-VIII-1973, en una reunión con miembros del Opus Dei en Castello di Urio, Centro de Congresos situado junto al lago de Como (Italia), les decía: “Lo que os he escrito ahí es como la falsilla que usábamos en la escuela, para que las líneas no se desviaran. (…) Todos, en el Opus Dei, tenemos esa falsilla común, que es el espíritu de almas contemplativas en medio del mundo, nel bel mezzo della strada. Cada uno con su propia vida espiritual independiente, dentro de esa falsilla común. (…) Leed y meditad todas estas cosas, y después…¡a escribir!, pidiendo al Señor que os tome de la mano, sobre esa falsilla” (Crónica, 1973, pp. 834-835, en AGP, Biblioteca, P01).
7 Crónica 1972, pp. 724-735, en AGP, Biblioteca, P01; Noticias 1972, pp. 671-682, en ibid., P02. El texto recogido en esas revistas fue también editado privadamente años después, en 1995, en una recopilación de escritos de san Josemaría titulada En diálogo con el Señor (en AGP, Biblioteca, P09, pp. 77-88), cuya edición critico-histórica, preparada por Luis Cano y Francesc Castells, se ha publicado en 2017 (Madrid, Rialp).
8 Esa versión próxima será aquí citada como: [tb/versión 1972]. Conviene hacer notar que el texto de la meditación publicado en Crónica y Noticias, en 1972, no incluía ladillos. Sí fueron introducidos, en cambio, por el Autor en la homilía Hacia la santidad (1973), con estos enunciados: “Hablar con Dios” / “La Humanidad Santísima de Cristo” / “La Santa Cruz” / “La Trinidad Beatísima” / “Oración viva” / “Vida corriente” / “Con los Santos Ángeles”. En la edición de la meditación en 1995 (dentro de En diálogo con el Señor) los editores del libro le añadieron títulos intermedios que, como es lógico, no coinciden con los de la homilía (son estos: “La senda de la oración” / “A Jesús por María” / “Por Cristo a la Trinidad Beatísima” / “Contemplativos en la vida ordinaria” / “Trato con los Ángeles Custodios” / “Una elección divina”).
9 Se conserva en AGP, A.3, 108-2-5. Una copia retocada del texto se encuentra en A.3, 110-2-18; en esta se han introducido algunas correcciones, fruto de la decisión de cambiar el lugar de la homilía en el Índice del libro, pasándola del primero al último puesto (cfr. “Introducción General”, Segunda Parte, III, 2). Se han tachado a mano los números marginales primeros (1-28) y se han escrito a mano los definitivos (294-316); asimismo, en el primer folio se ha escrito a mano el número 18, indicativo de la nueva posición de la homilía; finalmente, se han añadido las correcciones indicadas por san Josemaría cuando leyó el texto impreso, que mencionaremos a continuación. Es, pues, una copia retocada al enviar el libro a la imprenta.
10 Son dos medias octavillas, empleadas como papel usado por san Josemaría para tomar breves notas en la cara en blanco, en cuyo dorso se leen correcciones autógrafas al texto penúltimo del actual número 301d (AGP, A.3, 184, 1-4, G-317 y G-331). Señalaremos su contenido en el lugar oportuno del texto comentado. En el dorso de otra pequeña ficha se lee un pasaje del actual número 303b, en el que ha escrito en rojo: “y la lanza que atravesó su”; no se puede saber qué había escrito antes.
11 Dos de esas modificaciones (pertenecientes a los actuales números 294b y 299b, y que haremos constar en el comentario al texto) fueron indicadas por medio de com/cg/14-V-1973 (en AGP, A.3, 108-2-5). Las señalamos ya aquí:
Pág. orig. – Anterior redacción – Nueva redacción – Nº ADD
1 – “personas” – “gentes” – 294b
4 – “mente, al” – “mente al” – 299b
La tercera corrección, indicada por medio de com/cg/18-V-1973 (en ibid.), consiste en:
1 – “almas, con” – “almas con” – 294b
12 com/cg/24-V-1973. En esta comunicación se ruega que se informe cuando lo indicado (destruir la copia anterior) se haya llevado a efecto. Es posible que no se informara a tiempo, porque poco después se insiste en ese punto (com/cg/13-VI-1973; la minuta de esta comunicación había sido aprobada por san Josemaría, que escribe a mano y en rojo la fecha: “13-6-73”). La respuesta de que se había hecho llegó desde España con com/cr/16-VI-1973.
13 Fue señalada por medio de com/cg/8-X-1973; la recogeremos al comentar el texto, y la dejamos indicada también aquí:
Pág. foll. – Anterior redacción – Nueva redacción – Nº ADD
35 – “una fiesta” – “un banquete” – 309a