De ella no se sabe casi nada. Las certezas se escapan al pronunciar su nombre. La falta de documentación llevó a que alguien aventurara, en un alarde de originalidad histórica rayano en la ridiculez, que como tal no había existido tal personaje, que su nombre se debía a un cementerio romano con ese fonema, y que para explicar el nombre de la necrópolis se inventó a la santa. Eruditos así nos sobran. Justo lo que suele suceder es lo contrario; es la personalidad de un ser humano la que se inmortaliza de alguna manera en una ciudad, una plaza, un monumento y no un cementerio quien inventa a un santo.
Pero a pesar de todo sigue en pie la afirmación antes expuesta: no se sabe con certeza nada de santa Balbina. Se han escrito relatos sobre ella más o menos verosímiles y casi en todo comunes a las noticias que se encuentran en las Actas tardías de los mártires.
La presentan nacida en Roma e incluso dan el nombre de Quirino a su padre que era pagano. Balbina enfermó gravemente y el dictamen de los médicos era desesperado. Corrían voces en Roma de los frecuentes milagros que había realizado el Dios de los cristianos por mediación de Alejandro I, a la sazón preso en la cárcel por mantenerse firme en su fe, presto a aceptar la muerte antes de renegar de Jesucristo. Con lágrimas en los ojos, y de rodillas en el sucio suelo de la mazmorra, está postrado el personajillo pagano pidiendo la salud para su hija Balbina a aquel venerable y sereno anciano que le ruega lleve a su presencia a la joven enferma. La curó cuando le puso sobre su piel un saquito de reliquias de mártires que el papa Alejandro llevaba siempre colgado de su cuello. Hubo conversión y bautismo familiar, y Quirino termina sus días muriendo mártir de Cristo.
Dicen que fue Aureliano el emperador que terminó con las vidas del senador Quirino y de Hermes o Hermeto con cuya hermana Teodora vivía su orfandad Balbina.
Fue llevada al juicio por la acusación de cristiana. ¡Que pena que las Actas sean tardías y no dignas de confianza! La seguridad de la fe de Balbina se expresa con tonos claros, dignos, altivos y hasta insultantes contra los dioses paganos. Resalta la condición de Cristo-Juez-Justo con elocuencia de sabio, procurando con su parénesis la conversión de su juez.
Después de múltiples tormentos descritos en las Actas, se enterró su cuerpo en el camino Apio, donde estaba el cementerio de Pretextato, que luego se llamó de Santa Balbina, cuyo templo construyó el papa Marcelo donde se pensaba que estaba situado el cuerpo de la santa con el de su padre Quirino y otros cinco mártires de nombre desconocido.
No es extraño que el lugar de los cementerios próximos a la Vía Apia y la iglesia de santa Balbina en el Aventino formen parte del itinerario habitual de los que visitan Roma con el piadoso deseo de besar las piedras que la sangre de los mártires mojó.