Un santo curioso este que hoy celebramos y que pudo causar hasta un cisma llevado por su celo apostólico. Nació Hilario a principios del siglo V, en una noble familia, y era pariente de san Honorato.
Este santo varón, había buscado la soledad y el silencio en la abadía de Lerins, por el fundada, y era su deseo que su pariente Hilario siguiese su misma vida. Ni corto ni perezoso, Honorato dejó su abadía para intentar convencer a nuestro santo de que lo siguiese. Pero Hilario no estaba por la labor y no hizo caso a esta propuesta. Sin embargo, las palabras de Honorato hicieron huella en Hilario, que empezó a pensar en que, a lo mejor, el Señor lo estaba llamando. Después de un tiempo de reflexión, se decidió a seguir a su pariente Honorato, y se presentó en la abadía de Lerins, donde abrazó la vida monástica. En el año 429 lo eligieron como arzobispo de Arles, pese a su oposición, en sustitución de Honorato. Desplegó entonces una actividad frenética por toda su archidiócesis, visitando monasterios y obispados. Su ardor era tal que exasperaba a muchos, y le causó no menos problemas, como la vez que nombró un obispo para una sede que aun no estaba vacante, sólo porque el obispo titular estaba enfermo, cuando este se repuso, tuvo que intervenir el papa para quitar a uno, el nombrado por Hilario, y así evitar el cisma.
A pesar de todo, nuestro santo dio toda su vida testimonio de una amor entregado y apasionado a Jesucristo, hasta su muerte en el año 449.