10 mayo

MAESTRO SAN JUAN DE ΑVILA († 1569)

Un buen dνa del aρo de 1517 Juan de Αvila, un estudiante alegre de la Mancha, que habνa recorrido durante cuatro cursos las callejuelas de Salamanca con sus cartapacios de apuntes bajo el brazo, camino del estudio, dejaba la ciudad del Tormes. Hacνa dνas que Dios le hurgaba en el alma. El golpe de gracia fue en una fiesta de toros y caρas. Ahora, dejadas las negras leyes, volvνa a Almodσvar del Campo, que le habνa visto nacer el dνa de Epifanνa del ϊltimo aρo del siglo.

Poco despuιs Alcalα le darα su abrazo de bienvenida en un momento de efervescencia espiritual, a la que no podrα sustraerse. Las sabias lecciones de Artes del maestro Soto, de quien fue discνpulo predilecto, y aquellas lecturas del docto maestro Medina, que enseρaba por la nueva vνa de los Nominales, alternaban con la lecciσn sabrosa de unos libros de Erasmo, saturados de espνritu paulino y salpicados de censuras mordaces ansiosas de reforma.

Ya es sacerdote Juan de Αvila. Juan de Αvila ha entrado de lleno en el recogimiento y la oraciσn. El fuego apostσlico ha prendido en su alma y las Indias se le antojan caρaveral seco pronto para el incendio. Piensa ir allα con el padre Garcos, de la Orden de Santo Domingo, que marcha como primer obispo de Tlaxcala. ΏVistiσ ahora el hαbito dominicano en Santo Tomαs de Sevilla? Veinte aρos mαs adelante se recordarα, cuando estι inclinado a entrar en la Compaρνa, que el padre Αvila ha sido fraile. Las νntimas relaciones que vemos tiene en Sevilla con los dominicos parecen dar pie para una conjetura.

Alguna dificultad seria debiσ interponerse entre las Indias y aquel cristiano nuevo de Almodσvar. Sus Indias estaban en el sur de Espaρa. No acertamos a imaginarnos con colorido exacto el poder extraordinario de atracciσn de aquel clιrigo joven, bachiller en teologνa, que vivνa pobremente, sin tomar apenas cosa que llegase al fuego, sino granadas o frutos que pasaban por la calle. Su encuentro con Fernando de Contreras fue providencial. Era ιste un clιrigo de la Orden de San Pedro, antiguo capellαn de San Ildefonso de Alcalα, fundador de un colegio de niρo, famosos por sus redenciones de cautivos. Un dνa le oyσ Contreras platicar a unos clιrigos; otro dνa vio algo no comϊn en su manera de decir misa. Y el cνrculo de Contreras, confesor entonces del arzobispo Manrique, inquisidor general, se abriσ para acoger a Juan de Αvila. De esta manera entrσ en contacto con la casa de Priego, en cuya residencia de Montilla habνa de vivir los ϊltimos aρos de su vida.

Don Alonso Manrique logrσ retener al padre Αvila en su arzobispado. El maestro Baltanαs, dominico, le encaminσ a Ecija, ciudad de mucho comercio. Aquν comenzσ su predicaciσn y a leer pϊblicamente unas lecciones sobre las epνstolas de San Pablo. El celo de Αvila se extendνa tambiιn a los niρos, a quienes reunνa al atardecer para enseρarles la doctrina, en la misma casa en que se hospedaba. Tambiιn acudνan allν personas mayores a quienes enseρaba a meditar. Leνa un paso de la Pasiσn y luego estaban un poco meditαndolo con poca luz. Pronto se murmurσ de ello. Y en torno a ιl se iba formando un grupo sacerdotal, austero, de doctrineros y predicadores.

Durante estos aρos de su estancia en Sevilla debiσ leer Αvila unos libros que aρos mαs adelante encarecerα: los Abecedarios de Osuna, que aparecen ahora. Tambiιn ιl publica por estas fechas unos libros espirituales, entre ellos uno sobre el modo de rezar el rosario. Los publica sin su nombre, como hace con la traducciσn del Kempis, que sale ahora allν mismo en Sevilla, en 1536, y que se atribuirα mαs adelante a fray Luis de Granada.

Pero esta vez una razσn de prudencia debνa aconsejar el anonimato. Los nombres de Juan de Αvila y de la Inquisiciσn habνan andado juntos en la boca de todos durante casi dos aρos que durσ el proceso del apσstol de Andalucνa (1532-33). Las acusaciones procedνan de sus predicaciones en Ecija y Alcalα de Guadaira. La envidia de unos pocos, ciertas frases no bien interpretadas, su celo fuerte poco avenido con la prudencia cobarde, su espiritualidad en dνas de peligrosos iluminismos, le llevaron a la jurisdicciσn del Santo Oficio. Por fin saliσ del proceso sin nota alguna.

Αvila deja Sevilla. Por entonces tiene lugar su predicaciσn en Cσrdoba. Guadalcαzar le ve llegar a sus puertas en 1537 para asistir a doρa Sancha Carrillo en su ϊltimo trance. A ella habνa escrito, pliego a pliego en forma de cartas, aquel precioso tesoro que es el "Audi filia", sνntesis maravillosa de la vida cristiana, concebida por Αvila como una participaciσn del alma en el gran misterio de Cristo. A principios de este mismo aρo habνa tenido lugar en Granada, el dνa de San Sebastiαn, la conversiσn de Juan de Dios, el portuguιs loco por amor a Cristo. En marzo del aρo siguiente su nombre aparece en las actas capitulares del Cabildo eclesiαstico de Granada. Es ahora ya maestro y se le confνa la predicaciσn de la bula.

ΏQuι habνa llevado a Granada a Juan de Αvila? Por aquellas fechas estaba fundando el arzobispo don Gaspar de Avalos aquella universidad. Αvila, hombre de letras, es llamado a la fundaciσn. Tambiιn aquν reϊne un manojo de clιrigos impacientes a lo divino. Conocemos varios de los nombres de aquellos pocos que vivνan con ιl en una misma casa y comνan con ιl en un pequeρo refectorio que tenνa. Entre ellos los mαs destacados fueron Bernardino de Carleval, rector del Colegio Real, que dijo un dνa a un compaρero: Vamos a oνr a este idiota, veamos cσmo predica, y en aquel mismo sermσn se hizo su discνpulo, y el austerνsimo Hernαn Nϊρez, gran predicador, que no tomaba nada de nadie, porque para unas migas y una ensalada que comνa le bastaba su rentilla. Desde Granada sigue en relaciσn con los muchos discνpulos de Cσrdoba.

Es ahora cuando el padre Αvila pone en obra un proyecto acariciado de mucho tiempo y organiza su congregaciσn de sacerdotes operarios y santos. El poder arrebatador de su persona y su palabra habνa reunido en torno a ιl a muchos clιrigos, en su mayor parte cristianos nuevos, hombres con fervores de novicios, a quienes juicios seculares cerraban las puertas de los mejores puestos. Ellos le dan la obediencia, sin votos desde luego, como a director de su movimiento sacerdotal. El les manda robustecer su vida interior: frecuencia de confesiσn y comuniσn, y no dejar nunca, a ser posible, las dos horas de oraciσn, a la maρana y a la noche, sobre la Pasiσn y los novνsimos. No deben olvidar el estudio del Nuevo Testamento -"y serνa bien sabello de coro"-, para cuya inteligencia les recomienda la lectura de San Agustνn, San Crisσstomo, San Bernardo, del Contemptus mundi, Enrique Herp y Erasmo. El resultado es una espiritualidad rigurosa y ascιtica, pero ungida y afectiva, en que el misterio de Cristo (Cruz, Eucaristνa, Cuerpo Mνstico) tiene su puesto preferente. El darse al prσjimo serα para los suyos un desbordar de la vida del espνritu.

Cuando mαs adelante escriba sus memoriales para Trento seρalarα Αvila dos clases de sacerdotes de quienes tenνa necesidad la Iglesia de su tiempo: los curas y confesores, de una parte, y los predicadores. Estos ϊltimos deben ser el brazo derecho de los obispos, con los cuales, como capitαn con caballeros, sean terrible contra los demonios. Sus discνpulos debνan ser preferentemente esta segunda clase de sacerdotes: una vanguardia mσvil de misioneros, siempre dispuesta para el combate adonde quiera les llamasen los prelados, un cuerpo de letrados que forjasen en colegios y universidades legiones de sacerdotes evangιlicos.

Dos centros importantνsimos de la escuela avilina son Baeza y Cσrdoba. La universidad de Baeza es fundada en 1538 por don Rodrigo y don Pedro Lσpez. Desde el primer momento es patrono y alma el maestro Αvila. Conocemos algo del gιnero de vida de sus profesores y estudiantes. Era tan ejemplar la vida de aquellos sacerdotes y alumnos que con razσn se decνa en aquel tiempo que las escuelas de Baeza mαs parecνan convento de religiosos que congregaciσn de estudiantes. Tales debνan ser los discνpulos de aquellos apostσlicos varones, que lo eran a la vez del padre Αvila. Vivνan en las mismas escuelas. Su traje, modestνsimo. Despreciando honores y riquezas, leνan teologνa escolαstica y positiva los dνas ordinarios, y los domingos y fiestas predicaban en la ciudad y por los pueblos. Modo de vida parecido se tenνa en los demαs colegios -hasta quince- fundados por el maestro en toda Andalucνa. En ellos, por usar una expresiσn del propio Αvila, se aprendνa no tanto a gastar los ojos en el estudio cuanto a encallecer las rodillas en la oraciσn. La orientaciσn de las Escuelas es tan apostσlica que nadie se gradϊa en Baeza sin que haya salido a misionar por los pueblos. Aquellos doctores en Baeza no son unos especulativos: son varones espirituales, predicadores y directores de almas. Hay fama que el propio maestro Αvila no se atreve a decir misa el dνa que ha tenido que distraerse en una materia teologal demasiado sutil.

El padre Αvila mora frecuentemente con los condes de Feria, particularmente en las villas cordobesas de Montilla y Priego. Con ιl estα largas temporadas fray Luis de Granada, que al lado del pϊlpito le oye, cuando predica, con encandilamiento. El maestro, que no cura del bien decir, no deja en sus sermones ni una piedra de la retσrica sin mover. De cada uno de aquellos sermones de Αvila saca ιl tema para otros veinte. Aquel predicar valiente a Cristo crucificado, a lo Pablo, deja un rastro indeleble en el alma de fray Luis. Muchas noches se pasaba Αvila cosido a los pies de un crucifijo, pensando su sermσn. Cristo crucificado era su libro. Decνa ιl que Dios le habνa alquilado para dos cosas: para hacer llegar a los hombres al conocimiento de sν mismos, para que se despreciasen, y al conocimiento de Cristo, para que apreciasen los tesoros de sabidurνa y amor que se encerraban en aquel pecho divino. Αvila, con todo, no era un hombre despegado, ajeno a las cosas de la vida. Por un pleito del archivo de protocolos de Cσrdoba de 1552 nos consta que era hombre de habilidades mecαnicas y que habνa descubierto por su industria cuatro artes o ingenios de subir agua de bajo a alto.

Cσrdoba era ahora centro irradiador en las misiones que organizaba Αvila. Una vez reuniσ allν mαs de veinticuatro discνpulos de su escuela sacerdotal. Unos fueron a las Alpujarras; otros a las almadrabas de los atunes y Sevilla; otros a Fuenteovejuna, otros fueron por los obispados de Jaιn y Cσrdoba. El aparejo y desarrollo de aquella correrνa tiene reminiscencias evangιlicas. Van de dos en dos; en un jumentillo, el recado para decir misa, unos rosarios, estampas, alambres para hacer cilicios y unos libricos devotos; no llevan cosa de comer; no reciben regalos ni limosnas de misas; se recogen en los hospitales o en las sacristνas de las iglesias; procuran dar en todo olor franciscano de desinterιs y abstinencia.

Hacia 1546 Juan de Αvila y sus discνpulos toman contacto con la Compaρνa de Ignacio de Loyola. Se cruzan cartas entre Αvila y San Ignacio, y se habla de la polvareda levantada por Melchor Cano contra la Compaρνa. Ignacio de Loyola muestra sumo interιs por que el jesuita Villanueva se entreviste con el maestro. Escribiendo, a primeros de septiembre de 1550, sus impresiones, Villanueva manifiesta su admiraciσn por la coincidencia de pensamiento entre el padre Αvila y la Compaρνa. En tanta conformidad -dice- no parece quepa otro acuerdo: o que ιl se una a nosotros o que nosotros nos unamos con ιl. De todos modos, habνa que trabajar por atraerle. Traerνa tras sν mucha cosa el Αvila.

En 1551 comienzan las grandes enfermedades del maestro Αvila, que le duran hasta el fin de sus dνas. Es entonces cuando piensa Αvila dejar a la Compaρνa la herencia de sus discνpulos y colegios, Αvila hubiera deseado que siquiera el colegio de Baeza hubiera tenido perpetuidad despuιs de sus dνas merced a los jesuitas. Pero este sueρo no llegarα a realizarse debido a la postura que la Compaρνa se verα forzada a tomar con relaciσn a los conversos o descendientes de judνos, entre los cuales habνa reclutado Αvila sus mejores discνpulos. Es el tiempo de la persecuciσn del cardenal Silνceo.

Y la escuela sacerdotal avilina queda desglosada: una parte -cerca de treinta- en la Compaρνa, y los otros -la mayorνa- esparcidos por Andalucνa y Extremadura, bajo la direcciσn de su maestro. Llegan dνas tristes para Αvila y los suyos. En 1559 es incluido en el Cathalogus inquisitorial de Valdιs el Audi, filia del padre Αvila y son procesados en Sevilla y Valladolid varios de sus amigos y antiguos discνpulos. En el proceso de Carranza, el arzobispo de Toledo, aparece tambiιn el nombre del padre Αvila y junto con el Catecismo de aquιl censura Cano unos escritos avilinos. Αvila, cada vez mαs apretado por estas enfermedades, se ha confinado a Montilla, donde cuida con esmero el alma de aquella santa condesa de Feria, en el claustro sor Ana de la Cruz, favorecida con gracias extraordinarias. A pesar de sus achaques sigue predicando, particularmente en las fiestas del Corpus, del Espνritu Santo y de la Virgen Nuestra Seρora. Se despuebla la villa para acudir a sus sermones. Y aun la buena marquesa de Priego, vieja y sorda, acude a la iglesia. Y la doncella doρa Aldonza le repite por una caρa los conceptos del maestro.

Los discνpulos del padre Αvila constituyen ahora tres grupos principales: uno, el de los doctores de Baeza con todos sus respectivos dirigidos y betas. Hay entre ellos frecuencia de sacramentos y largas horas de oraciσn. Los que pueden desembarazarse de las obligaciones de sus casas se retiran a la soledad en unos caserνos donde tienen misa los dνas de fiesta, confiesan y comulgan. De estos principios ha de resultar luego la fundaciσn descalza de la Peρuela. Ellos serαn quienes acogerαn con jϊbilo el colegio universitario de la reforma, que abrirα San Juan de la Cruz en 1571. Otro grupo lo forman los solitarios del Tardσn regidos por la prudencia del padre Mateo de la Fuente, quien comunica las cosas de su espνritu y de sus ermitaρos con el padre Αvila, a quien va a visitar con frecuencia. Un tercer grupo reside en Extremadura, en Zafra y Fregenal sobre todo. Son los mαs extremosos: buscan en la oraciσn consolaciones sensibles y preocupan al padre Αvila.

El padre Αvila muere el 10 de mayo de 1569. Muere con una humildad ejemplar. A los que le hablan de cosas muy altas les ruega que le digan aquello que, para consolarles, se dice a los grandes pecadores. Le coge la muerte despuιs de largos aρos de enfermedad y parece sorprenderle. Quisiera, dice ιl, mejor aparejarse para la partida. Se dice allν mismo misa de la Resurrecciσn mientras se agrava. Los dolores le aprietan. Bueno estα, Seρor; bueno estα, dice el padre Αvila. Y con voz muy flaca, muchas veces: Jesϊs, Marνa. Un padre le tenνa el crucifijo en la mano derecha y otra persona la vela en la izquierda.

Sσlo cinco aρos mαs tarde ya vemos mezclados en los papeles de la Inquisiciσn de Cσrdoba a carmelitas, discνpulos de Αvila y alumbrados, del mismo modo que en los procesos de la Inquisiciσn de Llerena andan confusos los nombres de algunos discνpulos indignos del padre Αvila con los de los jesuitas, del padre Granada, Juan de Αvila y el Beato Ribera.

El auto de fe de 1579, en que son castigados los alumbrados de Llerena, es un rudo golpe para la mνstica heterodoxa y aun para la ortodoxa. Por estos dνas la escuela de Αvila ya hace tiempo que ha dejado de ser algo concreto y compacto. Si algo queda todavνa es aquel tinte espiritual y hondamente sacerdotal que conserva largo tiempo la universidad de Baeza. El fermento que habνa entrado en la Compaρνa fue eliminado poco a poco, sobre todo desde que se procurσ purgarla de aquel tipo de espiritualidad afectiva que cultivaba el padre Baltasar Alvarez y otros de la primitiva Compaρνa. Los discνpulos que, en un segundo tiempo, habνan entrado en la reforma del Carmen apenas tuvieron influencia. Y, despuιs del gran fracaso de fray Luis con la cιlebre monja falsaria de Lisboa, tambiιn el grupo de dominicos de la Bιtica, simpatizante con Αvila, se fue esfumando y prevaleciσ la corriente intelectualista que habνa patrocinado Melchor Cano.

La escuela de Αvila habνa terminado, pero su figura y sus escritos habνan de seguir influyendo en la espiritualidad espaρola. La misma gran escuela francesa de espiritualidad le es deudora. Beatificado en 1894, el 6 de julio de 1946 Pνo XII le proclamaba patrono principal del clero secular espaρol.

LUIS SALA BALUST

SAN JUAN DE ΑVILA

Sacerdote, patrσn de los sacerdotes espaρoles, reformador, escritor.

Aportado por el Padre Josι Marνa Gonzαlez Ruiz basado en la obra del padre Juan Esquerda Bifet.

Homilνa de Miιrcoles de Ceniza; "Acuιrdate, hombre, que eres ceniza", dice Dios; acuιrdate del pecado que te consumiσ y del fuego que te tornσ ceniza; acuιrdate de que para remediar esos males, hizo Dios por ti lo que hizo. Para remediar esto vino Dios y Ιl mismo fue abrasado de amor y hecho ceniza, fue trabajado, sudσ, cansσ, fue perseguido y afrentado, crucificado por ti.

Toma la ceniza de Cristo; toma la memoria de su Pasiσn; acuιrdate que el obedeciσ mαs al Padre que tϊ pecaste; que agradσ El mαs que desagradaste tϊ. Toma la memoria de Jesucristo crucificado; jϊntala con agua viva. No se te pide sino que te sujetes a la Iglesia, digas a Dios que pequι contra ti, pιsame de haber ofendido a mi Dios, que eres, Seρor, incomprensible bien. El pone los sacramentos; pon tϊ un poco de agua viva de contriciσn. ΏCσmo no te pesarα de haber ofendido a quien se puso por ti en la cruz

Infancia y formaciσn sacerdotal: San Juan de Αvila naciσ el 6 de enero de 1499 (o 1500) en Almodσvar del Campo (Ciudad Real), de una familia profundamente cristiana. Sus padres, Alfonso de Αvila (de ascendencia israelita) y Catalina Jijσn, poseνan unas minas de plata en Sierra Morena, y supieron dar al niρo una formaciσn cristiana de sacrificio y amor al prσjimo. Son conocidas las escenas de entregar su sayo nuevo a un niρo pobre, sus prolongados ratos de oraciσn, sus sacrificios, su devociσn eucarνstica y mariana.

Probablemente en 1513 comenzσ a estudiar leyes en Salamanca, de donde volverνa despuιs de cuatro aρos para llevar una vida retirada en Almodσvar. A pesar de llamarlas 'leyes negras' los estudios de Salamanca dejaron huella en su formaciσn eclesiαstica, como puede constatarse en sus escritos de reforma. Esta nueva etapa en Almodσvar, en casa de sus padres, viviendo una vida de oraciσn y penitencia, durarα hasta 1520. Pues aconsejado por un religioso franciscano, marcharα a estudiar artes y teologνa a Alcalα de Henares (1520-1526). De esta etapa en Alcalα existen testimonios de su gran valνa intelectual, como asν lo atestigua el Mtro. Domingo de Soto. Allν estuvo en contacto con las grandes corrientes de reforma del momento. Conociσ el erasmismo, las diversas escuelas teolσgicas y filosσficas y la preocupaciσn por el conocimiento de las Sagradas Escrituras y los Padres de la Iglesia. Tambiιn trabσ amistad con quienes habνan de ser grandes reformadores de la vida cristiana, como don Pedro Guerrero, futuro arzobispo de Granada, y posiblemente tambiιn con el venerable Fernando de Contreras. Incluso pudo haber conocido allν al P. Francisco de Osuna y a San Ignacio de Loyola.

Primeros aρos de sacerdocio: Durante sus estudios en Alcalα, murieron sus padres. Juan fue ordenado sacerdote en 1526, y quiso venerar la memoria de sus padres celebrando su Primera Misa en Almodσvar del Campo. La ceremonia estuvo adornada por la presencia de doce pobres que comieron luego a su mesa. Despuιs vendiσ todos los bienes que le habνan dejado sus padres, los repartiσ a los pobres, y se dedicσ enteramente a la evangelizaciσn, empezando por su mismo pueblo.

Un aρo despuιs, se ofreciσ como misionero al nuevo obispo de Tlascala (Nueva Espaρa), Fr. Juliαn Garcιs, que habrνa de marchar para Amιrica en 1527 desde el puerto de Sevilla. Con este firme propσsito de ser evangelizador del Nuevo Mundo, se trasladσ san Juan de Αvila a Sevilla, donde mientras tanto se entregσ de lleno al ministerio, en compaρνa de su compaρero de estudios en Alcalα el venerable Fernando de Contreras. Ambos vivνan pobremente, entregados a una vida de oraciσn y sacrificio, de asistencia a los pobres, de enseρanza del catecismo.

Esta amistad y convivencia con Fernando de Contreras, fueron posiblemente las que motivaron el cambio de las ansias misioneras de Juan de Αvila. El P. Contreras hablσ con el arzobispo de Sevilla, D. Alonso Manrique, y ιste le ordenσ a Juan que se quedara en las 'Indias' del mediodνa espaρol. El mismo arzobispo quiso conocer personalmente la valνa del nuevo sacerdote y le mandσ predicar en su presencia. Juan de Αvila contarνa despuιs la vergόenza que tuvo que pasar; orando la noche anterior ante el crucifijo, pidiσ al Seρor que, por la vergόenza que ιl pasσ desnudo en la cruz, le ayudara a pasar aquel rato amargo. Y cuando, al terminar el sermσn, le colmaron de alabanzas, respondiσ: Eso mismo me decνa el demonio al subir al pϊlpito.

Durante algϊn tiempo continuσ el ministerio juntamente con Fernando de Contreras. Pronto se dirigiσ a predicar y ejercer el ministerio en Ιcija (Sevilla). Uno de sus primeros discνpulos y compaρero fue Pedro Fernαndez de Cσrdoba, cuya hermana de catorce aρos, D. Sancha Carrillo (ambos hijos de los seρores de Guadalcαzar, Cσrdoba), comenzσ una vida de perfecciσn bajo la guνa del Maestro Αvila. La que habrνa sido dama de la emperatriz Isabel, pasσ a ser (despuιs de confesarse con san Juan de Αvila) una de las almas mαs delicadas de la ιpoca y destinataria de las enseρanzas del Maestro en el Audi, Filia, preciosa pieza espiritual del siglo XVI y ϊnico libro escrito por Juan de Αvila. Su predicaciσn se extendνa tambiιn a Jerez de la Frontera, Palma del Rνo, Alcalα de Guadaira, Utrera..., juntamente con la labor de confesionario, direcciσn de almas, arreglo de enemistades.

Pero su presencia en Ιcija pronto le va a acarrear las enemistades y la persecuciσn. El primer incidente ocurriσ cuando un comisario de bulas impidiσ la predicaciσn de Juan para poder predicar ιl la bula de que era comisario. El auditorio, sin embargo, dejσ al bulero solo en la iglesia principal y fue a escuchar a Juan de Αvila en otra iglesia. Despuιs del suceso, el comisario de bulas, en plena calle, propinσ una bofetada a Juan. Ιste se arrodillσ y dijo humildemente: emparιjeme esta otra mejilla, que mαs merezco por mis pecados. Este hecho y las envidias de algunos eclesiαsticos, llevaron precisamente a los clιrigos a denunciar a San Juan de Αvila ante la Inquisiciσn sevillana en 1531.

Procesado por la Inquisiciσn: Desde 1531 hasta 1533 Juan de Αvila estuvo procesado por la Inquisiciσn. Las acusaciones eran muy graves en aquellos tiempos: llamaba mαrtires a los quemados por herejes, cerraba el cielo a los ricos, no explicaba correctamente el misterio de la Eucaristνa, la Virgen habνa tenido pecado venial, tergiversaba el sentido de la Escritura, era mejor dar limosna que fundar capellanνas, la oraciσn mental era mejor que la oraciσn vocal... Todo menos la verdadera acusaciσn: aquel clιrigo no les dejaba vivir tranquilos en su cristianismo o en su vida 'clerical'. Y Juan fue a la cαrcel donde pasσ un aρo entero.

Juan de Αvila no quiso defenderse y la situaciσn era tan grave que le advirtieron que estaba en las manos de Dios, lo que indicaba la imposibilidad de salvaciσn; a lo que respondiσ: No puede estar en mejores manos. San Juan fue respondiendo uno a uno todos los cargos, con la mayor sinceridad, claridad y humildad, y un profundo amor a la Iglesia y a su verdad. Y aquιl que no quiso tachar a los cinco testigos acusadores, se encontrσ con que la Providencia le proporciσn 55 que declararon a su favor.

Este tiempo en la cαrcel produjo sus frutos interiores, al igual que lo hiciera con san Juan de la Cruz. En ella escribiσ un proyecto del Audi, Filia, pero sobre todo, como ιl nos cuenta, allν aprendiσ, mαs que en sus estudios teolσgicos y vida anterior, el misterio de Cristo. Juan fue absuelto. Pero lo mαs humillante fue la sentencia de absoluciσn: "Haber proferido en sus sermones y fuera de ellos algunas proposiciones que no parecieron bien sonantes", y le mandan, bajo excomuniσn, que las declare convenientemente, donde las haya predicado.

Viajes y ministerio: desde 1535 a 1554 En 1535 marcha Juan de Αvila a Cσrdoba, llamado por el obispo Fr. Αlvarez de Toledo. Allν conoce a Fr. Luis de Granada, con quien entabla relaciones espirituales profundas. Organiza predicaciones por los pueblos (sobre todo por la Sierra de Cσrdoba), consigue grandes conversiones de personas muy elevadas, entabla buenas relaciones con el nuevo obispo de Cσrdoba, D. Cristobal de Rojas, que quien dirigirα las Advertencias al Concilio de Toledo.

La labor realizada en Cσrdoba fue muy intensa. Prestσ mucha atenciσn al clero, creando centros de estudios, como el Colegio de San Pelagio (en la actualidad el Seminario Diocesano), el Colegio de la Asunciσn (donde no se podνa dar tνtulo de maestro sin haberse ejercitado antes en la predicaciσn y el catecismo por los pueblos). Explica las cartas de san Pablo a clero y fieles. Un padre dominico, que primero se habνa opuesto a la predicaciσn de san Juan, despuιs de escuchar sus lecciones, dijo: vengo de oνr al propio san Pablo comentαndose a sν mismo.

Cσrdoba es la diσcesis de san Juan de Αvila, tal vez ya desde 1535, pero con toda seguridad desde 1550. Allν le vemos cuando muriσ D. Sancha Carrillo, en 1537, de quien escribiσ una biografνa que se ha perdido. Predica frecuentemente en Montilla, por ejemplo la cuaresma de 1541. Y las cιlebres misiones de Andalucνa (y parte de Extremadura y Castilla la Mancha) las organiza desde Cσrdoba (hacia 1550-1554). Juan recibirνa en Cσrdoba el modesto beneficio de Santaella, que le vinculσ a la diσcesis cordobesa para lo restante de su vida. En el Alcαzar Viejo de Cσrdoba reunirνa a veinticinco compaρeros y discνpulos con los que trabajaba en la evangelizaciσn de las comarcas vecinas.

A Granada acudiσ san Juan de Αvila, llamado por el arzobispo D. Gaspar de Avalos, el aρo 1536. Es en Granada donde tiene lugar el cambio de vida de san Juan de Dios; en la ermita de san Sebastiαn, oyendo a san Juan de Αvila, Juan Cidad, antiguo soldado y ahora librero ambulante, se convirtiσ en san Juan de Dios. En numerosas ocasiones san Juan de Dios acude a Montilla para dirigirse espiritualmente con el Maestro Αvila, convirtiιndose en su mαs fiel discνpulo.

El duque de Gandνa, Francisco de Borja, fue otra alma predilecta influida por la predicaciσn de san Juan de Αvila; las honras fϊnebres predicadas por ιste en las exequias de la emperatriz Isabel (1539) fueron la ocasiσn providencial que hicieron cambiar de rumbo la vida del futuro general de la Compaρνa.

En Granada lo vemos formando el primer grupo de sus discνpulos mαs distinguidos. En Granada tambiιn, en 1538 estαn fechadas las primeras cartas de san Juan de Αvila que conocemos. En los aρos sucesivos vemos a san Juan de Αvila en Cσrdoba, Baeza, Sevilla, Montilla, Zafra, Fregenal de la Sierra, Priego de Cσrdoba. La predicaciσn, el consejo, la fundaciσn de colegios, le llevan a todas partes.

La cuaresma de 1545 la predicσ en Montilla. Su predicaciσn iba siempre seguida de largas horas de confesionario y de largas explicaciones del catecismo a los niρos; ιste era un punto fundamental de su programa de predicaciσn.

Los colegios de san Juan de Αvila.

En todas las ciudades por donde pasaba, Juan de Αvila procuraba dejar la fundaciσn de algϊn colegio o centro de formaciσn y estudio. Sin duda, la fundaciσn mαs celebre fue la Universidad de Baeza (Jaιn). La lνnea de actuaciσn que allν impuso era comϊn a todos sus colegios, como puede verse plasmada en los Memoriales al Concilio de Trento, donde pide la creaciσn de seminarios, para una verdadera reforma de la Iglesia y del clero.

Predicando el Evangelio.

Es la definiciσn que mejor cuadra a Juan de Αvila: predicador. Ιste es precisamente el epitafio que aparece en su sepulcro: "mesor eram". El centro de su mensaje era Cristo crucificado, siendo fiel discνpulo de san Pablo. Predicaba tanto en las iglesias como incluso en las calles. Sus palabras iban directamente a provocar la conversiσn, la limpieza de corazσn. El contenido de su predicaciσn era siempre profundo, con una teologνa muy escriturνstica. Pero ιsta estaba sobre todo precedida de una intensa oraciσn. Cuando le preguntaban quι habνa que hacer para predicar bien, respondνa: 'amar mucho a Dios'.

Los textos de los sermones de san Juan de Αvila estαn acomodados al tiempo litϊrgico. Los temas principales son la Eucaristνa, el Espνritu Santo, la pasiσn, el tiempo litϊrgico; siendo el tema predilecto para los clιrigos el del sacerdocio. La fuerza de su predicaciσn se basaba en la oraciσn, sacrificio, estudio y ejemplo. Podνa hablar claro quien habνa renunciado a varios obispados y al cardenalato, y quien no aceptaba limosnas ni estipendios por los sermones, ni hospedaje en la casa de los ricos o en los palacios episcopales. El desprecio y conocimiento de sν mismo era el secreto para guardar el equilibrio al reprender a los demαs, considerαndose siempre inferior a los demαs.

Su modelo de predicador era san Pablo, al que procuraba imitar sobre todo en el conocimiento del misterio de Cristo. Afirma su biσgrafo el Lic. Muρoz que "no predicaba sermσn sin que por muchas horas la oraciσn le precediese", ya que "su principal librerνa" era el crucifijo y el Santνsimo Sacramento.

La misiσn apostσlica de la predicaciσn era precisamente uno de los objetivos de la fundaciσn de sus colegios de clιrigos. Ιsta era tambiιn una de las finalidades de los Memoriales dirigidos al Concilio de Trento.

Retiro en Montilla: Desde 1511 Juan de Αvila se sintiσ enfermo. Gastado en un ministerio duro, sintiσ fuertes molestias que le obligaron a residir definitivamente en Montilla desde 1554 hasta su muerte. Rehusσ la habitaciσn ofrecida en el palacio de la marquesa de Priego, y se retirσ en una modesta casa propiedad de la marquesa. Su vida iba transcurriendo en la oraciσn, la penitencia, la predicaciσn (aunque no tan frecuente), las plαticas a los sacerdotes o novicios jesuitas, la confesiσn y direcciσn espiritual, el apostolado de la pluma.

Su enfermedad la ofreciσ para inmolarse por la Iglesia, a la que siempre habνa servido con desinterιs. Cuando arreciaba mαs la enfermedad, oraba asν: "Seρor, habeos conmigo como el herrero: con una mano me tened, y con otra dadme con el martillo".

Pero a Juan todavνa le quedaban quince aρos de vida fructνfera, que empleσ avaramente en la extensiσn del Reino de Dios. El retiro de Montilla le dio la posibilidad de escribir con calma sus cartas, la ediciσn definitiva del Audi, Filia, sus sermones y tratados, los Memoriales al Concilio de Trento, las Advertencias al Concilio de Toledo y otros escritos menores. Se puede decir que Juan de Αvila inicia con sus escritos la mνstica espaρola del Siglo de oro. Si en otros perνodos de su vida se podνa calificar de predicador, misionero, fundador de colegios, ahora, en Montilla, se puede resumir su vida diciendo que era escritor.

El Audi, Filia, a pesar de todas las vicisitudes por las que pasσ, y tras retocarlo de nuevo en Montilla, queriιndolo confrontar con las enseρanzas de Trento, fue publicado despuιs de su muerte. El rey Felipe II lo apreciσ tanto que pidiσ no faltara nunca en El Escorial. El Card. Astorga, arzobispo de Toledo, dirνa que, con ιl, "habνa convertido mαs almas que letras tiene". Prαcticamente es el primer libro en lengua vulgar que expone el camino de perfecciσn para todo fiel, aun el mαs humilde. El sentido de perfecciσn cristiana es el sentido eclesial de desposorio de la Iglesia con Cristo. Ιste y otros libros de Juan influyeron posteriormente en autores de espiritualidad.

Las cartas de Juan de Αvila llegaban a todos los rincones de Espaρa e incluso a Roma. De todas partes se le pedνa consejo. Obispos, santos, personas de gobierno, sacerdotes, personas humildes, enfermos, religiosos y religiosas, eran los destinatarios mαs frecuentes. Las escribνa de un tirσn, sin tener tiempo para corregirlas. Llenas de doctrina sσlida, pensadas intensamente, con un estilo vibrante.

No hay en todo el siglo XVI ningϊn autor de vida espiritual tan consultado como Juan de Αvila. Examinσ la Vida de santa Teresa, se relacionσ frecuentemente con san Ignacio de Loyola o con sus representantes, con san Francisco de Borja, san Juan de Dios, san Pedro de Alcαntara, San Juan de Ribera, fray Luis de Granada.

A Juan de Αvila se le llama reformador, si bien sus escritos de reforma se ciρen a los Memoriales para el Concilio de Trento, escritos para el arzobispo de Granada, D. Pedro Guerrero, ya que Juan de Αvila no pudo acompaρarle a Trento debido a su enfermedad, y a las Advertencias al Concilio de Toledo, escritas para el obispo de Cσrdoba, D. Cristσbal de Rojas, que habrνan de presidir el Concilio de Toledo (1565), para aplicar los decretos tridentinos.

La doctrina de san Juan de Αvila sobre el sacerdocio quedσ esquematizada en un Tratado sobre el sacerdocio, del que conocemos sσlo una parte, pero una belleza y contenido extraordinarios, y que sirviσ de pauta para sus plαticas y retiros a clιrigos, y para que sus discνpulos hicieran otro tanto donde no podνa llegar ya el Maestro.

Escuela Sacerdotal: Este tιrmino aparece con frecuencia en las primeras biografνas de nuestro santo, para referirse a sus discνpulos. Todos ellos tienen un denominador comϊn, a pesar de ministerios muy diversos y de encontrarse en lugares muy distantes: predicar el misterio de Cristo, enderezar las costumbres, renovaciσn de la vida sacerdotal segϊn los decretos conciliares, no buscar dignidades ni puestos elevados, vida intensa de oraciσn y penitencia, paciencia en las contradicciones y persecuciones, sentido de Iglesia, enseρar la doctrina cristiana, direcciσn espiritual, etc. Los encontramos en los pueblecitos mαs alejados de pastores y agricultores como en las aldeas de Fuenteovejuna, como entre los consejeros de los grandes; en los colegios y universidades o en las costas de Andalucνa; en las prelaturas o en las minas de Almadιn.

El grupo sacerdotal de Juan de Αvila parece que se estructura en Granada hacia el aρo 1537, aunque ya antes se habνan hecho discνpulos suyos algunos sacerdotes de Sevilla, Ιcija y Cσrdoba. En Cσrdoba reuniσ a mαs de veinte en el Alcαzar Viejo. Y fue allν donde dirigiσ un centro misional durante ocho o nueve aρos. La gran misiσn del mediodνa espaρol es una de las manifestaciones tνpicas de la escuela sacerdotal de Juan de Αvila.

La escuela sacerdotal de Juan de Αvila no se puede estudiar sino teniendo a la vista la relaciσn con la Compaρνa de Jesϊs. Juan encaminσ a muchos de sus discνpulos a la Compaρνa, y hubo intentos de fusiσn, cesiσn de colegios, estudio conjunto, ayuda a los jesuitas, que en Salamanca encontraron muchas dificultades. Pero Juan de Αvila no entrσ en la Compaρνa. Ιste era el gran deseo de san Ignacio, hasta el punto de afirmar que "o nosotros nos unamos a ιl o ιl a nosotros". Pero la voluntad del Seρor no era ιsta, la enfermedad de Juan y los caminos del Seρor lo impidieron. A pesar de ello, ιl fue enviando a sus mejores discνpulos a la Compaρνa.

La escuela sacerdotal avilista se refleja principalmente en su Maestro. El testimonio y la doctrina de Juan dejaron huella imborrable, como le iba dejando su sello personal que tenνa dibujado el Santνsimo Sacramento. En sus discνpulos dejσ impresa la ilusiσn por la vocaciσn sacerdotal, el amor al sacerdocio, con los matices de la vida eucarνstica, vida litϊrgica y de oraciσn personal profunda, devociσn al Espνritu Santo, a la Pasiσn del Seρor, a la Virgen Marνa, entrega total al servicio desinteresado de la Iglesia en la expansiσn del Reino y la predicaciσn de la Palabra de Dios. Pero lo que consideraba esencial en todo aquel que querνa ser buen sacerdote era la vida de oraciσn, ya que en la caridad y en la oraciσn era en los que segϊn ιl habrνan de consistir los exαmenes de Σrdenes.

En la Santa Misa centraba toda la evangelizaciσn y vida sacerdotal. La celebraba empleando largo tiempo, con lαgrimas por sus pecados. Sobre la Eucaristνa jamαs le faltσ materia para predicar, especialmente en la fiesta y octava del Corpus. "Trαtalo bien, que es hijo de buen Padre", dijo a un sacerdote de Montilla que celebraba con poca reverencia; la correcciσn tuvo como efecto conquistar un nuevo discνpulo. Ya enfermo en Montilla, quiso ir a celebrar misa a una ermita; por el camino se sintiσ imposibilitado; el Seρor, en figura de peregrino, se le apareciσ y le animσ a llegar hasta la meta. Fue el gran apσstol de la comuniσn frecuente, a pesar de las contradicciones que se le siguieron. Preferνa la presencia eucarνstica a la visita de los Santos Lugares.

Su virtud principal fue la caridad. Tenνa un amor entraρable a la humanidad de Cristo: "el Verbo encarnado fue el libro y juntamente maestro". Su Tratado del amor de Dios es una joya de la literatura teolσgica en lengua castellana. Su amor al prσjimo fue la expresiσn del ministerio sacerdotal. Toda la obra de Juan de Αvila mira hacia la caridad cristiana. De ahν la preocupaciσn por la educaciσn cristiana y humana integral, la preocupaciσn por los problemas sociales, por la reforma del estado seglar (como ιl decνa), por la reforma del clero.

Una cruz grande de palo en su habitaciσn de Montilla, la renuncia a las prebendas y obispados (el de Segovia y Granada), asν como el capelo cardenalicio (ofrecido por Paulo III), son νndice de la pobreza y humildad de quien "fue obrero sin estipendio..., y habiendo servido tanto a la Iglesia, no recibiσ de ella un real" (Lic. Muρoz). No renunciσ al episcopado por desprecio, sino por imitar al Seρor y por sentirse indigno. Su amor a la pobreza no tiene otra motivaciσn sino un amor profundo a Jesucristo. Asistνa a los pobres. Vivνa limpia y pobremente y no consiguieron cambiarle el manteo o la sotana ni aun con engaρo.

Su humildad le llevσ a ser un verdadero reformador. No pudieron sacarle ningϊn retrato. Su predicaciσn iba siempre acompaρada del catecismo a los niρos; su mιtodo catequιtico tiene sumo valor en la historia de la pedagogνa.

El celo por la extensiσn del Reino aparece en sus obras y palabras. Las cartas a los predicadores son pura llama de apσstol. No admitνa que murmurasen de nadie. La castidad la veνa en relaciσn al sacerdocio, principalmente como ministro de la Eucaristνa. La devociσn a Marνa la expresa continuamente y la aconseja a todo el mundo.

De todas sus virtudes, de su prudencia, consejo, discreciσn, etc., hablan sus biσgrafos. Pero ιl conocνa bien sus propios defectos y, por eso, pidiσ en las ϊltimas horas de su vida que no le hablaran de cosas elevadas, sino que le dijeran lo que se dice a los que van a morir por sus delitos. A Juan de Αvila no le atraνan propiamente las virtudes en sν mismas, sino el misterio de Cristo vivido y predicado.

Entregado al estudio continuo de las Escrituras y de otras materias eclesiαsticas, gastando su vida en la oraciσn, predicaciσn y fundaciσn de obras apostσlicas y sociales, en la direcciσn de las almas y en la enseρanza del catecismo, en la formaciσn de sacerdotes y futuros sacerdotes, Juan de Αvila es un maestro de apσstoles.

La figura personal y pastoral de Juan de Αvila encontrσ pronto eco en Italia con san Carlos Borromeo, y en Francia en la escuela sacerdotal francesa del siglo XVII. Pero su obra quedσ, en parte, en la tiniebla en su aportaciσn mαs profunda a la vida evangιlica precisamente para el clero diocesano y la vida de perfecciσn cristiana en las estructuras de todo el pueblo de Dios.

Muerte de Juan de Αvila.

La estancia definitiva en Montilla fue especialmente fructνfera. Dejσ una huella imborrable en los sacerdotes de la ciudad. En una de sus ϊltimas celebraciones de la misa le hablo un hermoso crucifijo que ιl veneraba: "perdonados te son tus pecados".

Pero la enfermedad iba pudiendo mαs que su voluntad. A principio de mayo de 1569 empeorσ gravemente. En medio de fuertes dolores se le oνa rezar: "Seρor mνo, crezca el dolor, y crezca el amor, que yo me deleito en el padecer por vos". Pero en otras ocasiones podνa la debilidad: "΅Ah, Seρor, que no puedo!". Una noche, cuando no podνa resistir mαs, pidiσ al Seρor le alejara el dolor, como asν se hizo en efecto; por la maρana, confundido, dijo a los suyos: "΅Quι bofetada me ha dado Nuestro Seρor esta noche!".

Juan de Αvila no hizo testamento, porque dijo que no tenνa nada que testar. Pidiσ que celebraran por ιl muchas misas; rogσ encarecidamente que le dijeran lo que se dice a quienes van a morir por sus delitos. Quiso que se celebrara la misa de resurrecciσn en aquellos momentos en que se encontraba tan mal. Manifestσ el deseo de que su cuerpo fuera enterrado en la iglesia de los jesuitas, pues a los que tanto habνa querido en vida, quiso dejarles su cuerpo en muerte. Quiso recibir la Unciσn con plena conciencia. Invocσ a la Virgen con el Recordare, Virgo Mater... Y una de sus ϊltimas palabras mirando el crucifijo, fue "ya no tengo pena de este negocio". Era el 10 de mayo de 1569. Santa Teresa, al enterarse de la muerte de Juan de Αvila, se puso a llorar y, preguntαndole la causa, dijo: "Lloro porque pierde la Iglesia de Dios una gran columna".

La persona, los escritos, la obra y los discνpulos de Juan de Αvila influirαn en los siglos posteriores. Hemos visto los santos y autores que estuvieron relacionados mαs o menos con san Juan de Αvila; casi todos ellos influenciados por sus escritos, por su persona o por su obra. Se suelen encontrar, ademαs, vestigios de influencia mνstico-poιtica en san Juan de la Cruz y en Lope de Vega. San Francisco de Sales y san Alfonso M de Ligorio citan frecuentemente a san Juan de Αvila. Y san Antonio M Claret reconocνa el bien que le hicieron los escritos de san Juan de Αvila como predicador. Su influencia es notoria en la escuela francesa de espiritualidad sacerdotal, en cuyos escritos y doctrina se inspiraron.

En 1588, Fr. Luis de Granada, recogiendo algunos escritos enviados por los discνpulos y recordando su propia convivencia con san Juan de Αvila, escribiσ la primera biografνa. En 1623, la Congregaciσn de san Pedro Apσstol, de sacerdotes naturales de Madrid, inicia la causa de beatificaciσn. En 1635, el Licdo. Luis Muρoz escribe la segunda biografνa de Juan de Αvila, basαndose en la de Fr. Luis, en los documentos del proceso de beatificaciσn y en algunos documentos que se han perdido. El dνa 4 de abril de 1894, Leσn XIII beatifica al Maestro Αvila. Pνo XII, el 2 de julio de 1946 lo declara Patrono del clero secular espaρol. Pero el maestro de santos tendrα que esperar hasta el aρo 1970 para ser canonizado por el Papa Pablo VI.

El pasado aρo se celebrσ el centenario del nacimiento de san Juan de Αvila en Almodσvar del Campo el 6 de enero de 1499 (o 1500). Con motivo de este feliz aniversario se celebraron numerosos actos en su honor, como el encuentro sacerdotal el 30 de mayo de 2000 en la ciudad de Montilla o el extraordinario Congreso Internacional, celebrado en Madrid, sobre la persona y obra del Apσstol de Andalucνa. La iglesia de la Compaρνa de Montilla, donde descansan sus restos, y la pequeρa casa donde viviσ sus ϊltimos aρos san Juan de Αvila, son centros de continuo peregrinar de obispos, sacerdotes y fieles de toda Espaρa.

La Conferencia Episcopal Espaρola ha pedido a la Santa Sede, con motivo del centenario del nacimiento de san Juan de Αvila, que sea declarado Doctor de la Iglesia Universal. Esperamos que aquιl que ha sido conocido a lo largo de los ϊltimos cinco siglos como el Maestro, pronto le sea reconocido por la Iglesia oficial el tνtulo de Doctor y Maestro del pueblo cristiano.

Juan de Αvila, sacerdote (1500-1569)

La condición de cristiano nuevo en su tiempo era dar a entender a la gente que su ascendencia procedía de nuevas cepas implantadas en el cristianismo y que sus antecesores sólo habían sido o judíos o más probablemente discípulos del Profeta. Esto ponía graves trabas a quienes padecían inculpablemente la novedad. En el ambiente eclesiástico no había puestos que escalar y en la vida de los cristianos era un baldón permanente a soportar; a la más mínima denuncia, aunque fuera adobada con el condimento de la envidia, ya podía el cristiano nuevo echarse a temblar. Juan de Ávila era uno de esos cristianos nuevos.

Nació en Almodóvar del Campo. Hizo estudios de Teología y Derecho en Salamanca y Alcalá. Obtuvo grados y, más importante que todo ello, quiso ponerlos a disposición del Señor que le había puesto fuego en el alma. Ya sacerdote en 1525, mira como posibilidad la difusión del Evangelio en las Indias y mantiene contacto con los dominicos –principalmente con Garcés– que quizá pudieran abrirle puertas.

Pero el sur de España fue su parcela de siembra, el arzobispo don Alonso Manrique supo retenerlo en Sevilla. En Écija comienza su predicación y a leer públicamente las epístolas de san Pablo, reúne niños en la misma casa donde se hospeda para enseñarles el catecismo, a los mayores les comenta la Pasión y junta a un grupo de sacerdotes celosos, predicadores y austeros. Lo mismo hizo en Alcalá de Guadaira. Su actividad poco común, la reciedumbre de su predicación y la claridad en la doctrina conjugada con la ascética personal más dura le valieron la envidia tan terriblemente frecuente en el estamento clerical de todos los tiempos; por eso no pudo publicar con su firma el conjunto de libros espirituales, entre ellos uno sobre el modo de rezar el rosario; los publicó como anónimos, como hizo con la traducción del Kempis que por largo tiempo se atribuyó al también dominico Luis de Granada. No aconsejaba otra cosa el proceso de casi dos años al que lo sometió el Tribunal de la Inquisición y que se resolvió sin nota condenatoria.

Su actividad se traslada a Córdoba y luego a Granada donde, ya como maestro, tiene sitio y parte apostólica activa en la universidad recién creada por el arzobispo don Gaspar de Ávalos rodeándose de sacerdotes apostólicos, bien formados y santos. La mayor parte de ellos –sin exclusividad– son también cristianos nuevos que tienen bien cerradas las puertas de los mejores puestos por prejuicios seculares. (Con harta frecuencia, los cargos donde trabaja el clérigo no se dan al buen pastor, sino al amigo del dueño). Pero a pesar de ello, forman un numeroso grupo, es ya todo un movimiento sacerdotal de predicadores y confesores cuyo director es el Maestro Ávila que les inculca frecuencia en la confesión, amor a la Eucaristía, oración, contemplación de la Pasión de Cristo y familiaridad con las Sagradas Escrituras; en la vida práctica, viven con un desprendimiento completo de los bienes y ni tan siquiera cobran dineros por las predicaciones y ministerio. El amplio campo de apostolado ulterior de cada uno de ellos sólo es la consecuencia normal del espíritu que se desborda.

Desde el principio, en el 1538, supo ser en Baeza alma y maestro de la universidad fundada por don Rodrigo y don Pedro López; aquello más que un centro de estudios superiores parece uno de los seminarios que todavía no había inventado el Concilio grande de la Iglesia que en aquel tiempo se celebraba en Trento y al que envió memoriales a ruegos de los obispos allí reunidos para reformar la Iglesia que Juan de Ávila ya reformaba desde hacía tiempo. Además  hay que contar su estancia en Montilla y Priego, el trato con los importantes duques de Feria, el rastro que deja en tierras extremeñas, las cartas y escritos espirituales, el tratado de vida cristiana Audi filia compuesto a modo de cartas escritas a doña Sancha Carrillo, la compañía frecuente con fray Luis de Granada que le admiraba y la fundación de numerosos –hasta quince– colegios.

Tan popular es su figura, tan evangélico su mensaje, tan claro su ejemplo, tan sincera su entrega y tan cargado de frutos su celo que el jesuitismo incipiente se plantea seriamente incorporarlo a sus filas para el bien de la Iglesia y del Reino. Será el mismísimo jesuita Villanueva, encargado por Ignacio del negocio de estudiar la conveniencia y de invitarlo a incorporarse a ellos, quien llegó a comentar con veraz y certera intuición después de haberle tratado por algún tiempo: «En tanta conformidad, no parece que haya otro acuerdo: o que él se una a nosotros o que nosotros nos unamos con él». Llegaron las enfermedades con su compañía de achaques, limitación y dolores que ya no desaparecerán hasta la muerte. Entonces se plantea Juan dejar a la Compañía la herencia de hombres y colegios, pero la persecución del cardenal Silíceo, obliga a tomar precauciones a la Compañía ante los conversos y cristianos nuevos.

Murió Juan de Ávila el 10 de mayo de 1569 con humildad y piedad ejemplar, repitiendo los nombres de Jesús y María. Fue beatificado en 1894; Pío XII lo proclama patrón del clero español en 1946, y lo canoniza Pablo VI en 1970, el 31 de mayo.

Se ve que a Dios le importa menos que a los eclesiásticos la condición de «nuevos o viejos» que tengan sus hijos; para que las cosas salgan a su manera y hagan bien a la Iglesia sólo es preciso que sean fieles, santos.