30 de mayo

SANTA JUANA DE ARCO († 1131)

Diecisiete aсos fueron suficientes para culminar la obra de Dios en una sencilla aldeana, que, si habнa de dar su nombre a cuestiones de guerras y banderнas, iba a ser solamente para que se cumplieran en ella y en los hombres de su йpoca los destinos que el mismo Dios se habнa trazado.

Nace Juana en una escondida aldea del nordeste de Francia, en 6 de enero de 1412, hija de Jaime de Arco, labrador acomodado, y de Isabel Romйe. Eran aсos aquellos de agotamiento para la naciуn, que se debatнa en una guerra interminable y sin salidas posibles para el futuro. Los ingleses ansiaban dominar a toda Francia, y casi lo iban consiguiendo, mientras la corte y los pocos expedicionarios que aъn le permanecнan fieles se refugiaban en la pequeсa ciudad de Clunуn, en espera de que la suerte les fuera mбs propicia. Juana crece en la sencillez de las flores del campo, sin una educaciуn especial —nunca llegу a saber leer ni escribir—, pero su alma, con el influjo de su madre, se iba llenando de un sentimiento delicado de piedad y de amor confiado al Padre del cielo y a la Santнsima Virgen, a la que se consagra en una ternнsima devociуn. Como hicieron constar en su proceso, todos los sбbados se dedicaba a recoger las flores mбs preciosas que podнa encontrar para ofrecйrselas despuйs a Marнa. Ya desde pequeсa confesaba y comulgaba todos los meses, cosa rara en aquellos tiempos aun para la gente devota, y lo hacнa siempre en Pascua y en las fiestas principales. Su vida era semejante a la de sus compaсeros de aldea, sin nada de extraordinario, pero todo lleno de Dios, porque Juana, dentro de su simplicidad, sуlo pensaba en eso: en ser buena y en no cometer nunca ningъn pecado.

La guerra continuaba, cada vez mбs enfurecida y sangrienta. Los soldados, ora ingleses, ora franceses o mercenarios, pasaban como una tromba por los pueblos, sembrando por doquier el pillaje, la rapiсa y la violencia. Precisamente hacнa poco que habнan entrado los ingleses en el ducado de Bar, amenazando toda la Champagne con sus incursiones. En una de йstas entran y saquean las aldeas de Domrйmy y de Greux (aсo 1425), teniendo que huir al campo sus habitantes, perdidas las haciendas y los ganados. Pronto se rehacen los franceses, que logran infligir una seria derrota a sus enemigos en el monte San Miguel (junio de 1425). Entre estas dos fechas tiene lugar un hecho maravilloso en la pequeсa aldea de Domrйmy, donde Juana seguнa creciendo, rezaba y se divertнa con sus hermanos y compaсeros.

Era una tarde de junio del aсo 1425. Juana tiene trece aсos y a esta hora estб jugando con su hermano y otros niсos del lugar. De pronto se detiene como sorprendida, se separa de sus compaсeros y, dando media vuelta, se va presurosa hacia su casa, porque le ha parecido oнr que su madre la llama. Juana, vete a tu casa; tu madre te llama, sentнa que le decнan de muy cerca. Pero parece ser que es una broma del hermano, ya que su madre no la ha llamado. Vuelve de nuevo donde estбn los niсos, pero de pronto vio una luz muy intensa y oyу otra vez la voz que le decнa: “Juana, estбs llamada a realizar hazaсas maravillosas; el Rey de los cielos te ha elegido para salvar a Francia.” A seguido, sigue diciendo la crуnica, se le aparecen San Miguel, Santa Margarita y Santa Catalina. Se le predice a Juana un porvenir y se le marca un camino. Es ella, la jovencita al parecer insignificante, la que ha de salvar a su rey y a su paнs, la que ha de marcar un nuevo rumbo a la historia de Francia y, en definitiva, a la historia de Europa. La Providencia, que conduce a los pueblos, sabe lo que ha de venir. Importa a sus designios que la doncella Juana desempeсe una misiуn especial.

Mientras corren los dнas se van haciendo mбs frecuentes las voces que va recibiendo del cielo. Le dicen de nuevo que es ella la que ha de salvar a su patria, y le prometen a su vez la salvaciуn de su alma. La pequeсa doncella se lo cuenta todo a sus padres y vecinos, que al principio no quieren darle fe, hasta que ellos mismos se convencen de que no puede ser mentira lo que con tanta sencillez y tan insistentemente les viene repitiendo la niсa. Los mandatos divinos se van haciendo cada vez mбs apremiantes, y un dнa le dicen con toda claridad que se vaya al capitбn Roberto de Baudricourt, con el fin de que йste la presente al rey. En mayo de 1428, acompaсada de su primo Durand Laxard, se presenta Juana ante aquel personaje, que la trata de visionaria y rechaza por completo sus ofrecimientos. Un aсo mбs tarde, en enero de 1429, vuelve a hablar con el capitбn, que, medio convencido ante las apremiantes declaraciones de la doncella, decide darle una escolta y un salvoconducto para que pueda marchar a la corte. Llega allб en el mes de marzo y, despuйs de tres dнas de espera, le dices que va a ser presentada ante el rey.

Aquella corte, licenciosa y degradada, quiere poner a prueba la veracidad de la misiуn sobrenatural de Juana, y le prepara una comedia insulsa, que la joven aparta con un gesto de leve impaciencia, como aquel a quien le ponen obstбculos en un sendero trascendental. El rey Carlos VII se oculta entre los pobres adulones que le quedaban, ocupando otro su lugar. La doncella no habнa visto nunca al rey, pero sin vacilar siquiera un momento se dirige en seguida adonde aquйl estaba, y, delante de todos, que quedan sorprendidos, le empieza a hablar. Era una prueba irrebatible. En una conversaciуn reservada —dice un testigo presencial, Allain Chartier— Juana dio pruebas al monarca de su misiуn providencial. Carlos VII la nombra allн mismo capitбn de sus ejйrcitos, la regala una rica armadura y la rodea de un sйquito militar. Quiso darle personalmente una espada, pero ella pide que le den una especial, cuya hoja estaba marcada con cinco cruces y que debнa encontrarse detrбs del altar mayor de la iglesia de Santa Catalina de Furbois. Los pajes de servicio corren a la iglesia y, tal como habнa dicho la Santa, allн encontraron la espada, hecho que acabу de confirmar las esperanzas, que no sуlo la corte, sino toda Francia, iba poniendo en aquella doncella de mirada ardiente que habнan recibido como un regalo especial del cielo.

Para asegurarse mбs de la veracidad de aquellas revelaciones un gran nъmero de teуlogos se reъnen durante quince dнas, examinando el caso en todos sus detalles. їSerнa aquello obra de Dios, o mбs bien del diablo? Los teуlogos se convencen de que es imposible en aquel caso la impostura, y, ante aquella declaraciуn, el pueblo, delirante, aclama a Juana como salvadora de Francia. En Blois —abril de 1429— se habнa reunido un ejйrcito de diez mil hombres, toda la fuerza que con, gran trabajo se pudo allegar. Juana se pone a la cabeza, desplegando su bandera blanca en la que iban bordadas las flores de lis en oro y en la que figuraban un mundo, dos бngeles y la divisa: Jesъs y Marнa. A todos les exhorta para que tengan confianza y para que, desde entonces, empiecen, a confiar solamente en Dios. Como condiciуn previa hace que desaparezca de aquel ejйrcito disforme, casi todos ellos de la vida airada, todo lo que sonara a blasfemia y a trato impъdico con mujerzuelas. A йstas las echa de entre los soldados, y todos obedecen a aquella voz imperativa, que les dice resueltamente: En este ejйrcito no se blasfema; en este ejйrcito no se admiten mujerzuelas.

Tres dнas despuйs, y acompaсada de mariscales, grandes maestres y almirantes, se dirigen todos hacia la plaza de Orleбns, que los ingleses tenнan sitiada, cantando el Veni creator, y entre exclamaciones de piedad y de penitencia. Ante la ciudad, intima por dos veces a los ingleses a la rendiciуn, pero йstos se mofan de ella. Juana da entonces la seсal de ataque para el asalto y, pronto, ante el empuje de las tropas francesas, se ha de retirar el enemigo, duramente castigado y escarmentado. Era el 7 de mayo de 1429. Ella iba delante de todos al asalto, pero nadie cayу muerto ni herido de su mano. La Santa solamente guiaba. La Santa se exponнa a morir, pero no era su misiуn la de matar; de aquн que el canciller de Parнs, Juan Gerson, no pudiera menos de decir que iba a la batalla solamente porque iba inspirada por Dios. Algunos han dudado al travйs de los tiempos de lo conveniente de estos caminos —la guerra y la muerte— como medios para llegar a la santidad. Se olvidan de que Dios escoge a veces el instrumento mбs sencillo con el fin de realizar sus planes. Ademбs, la misiуn de Juana no iba a terminar aquн. Le esperaba el sufrimiento y el dolor, que, si no iban a testimoniar una fe ante los herejes ni paganos, iban a dar, sin embargo, fe de la misiуn divina que Dios le confiara y ante la cual no rehusa pasar por las calumnias mбs odiosas, el proceso envilecido y la misma hoguera.

A seguido de la primera victoria, la Doncella de Orleбns, como ya todos la llaman, sigue su camino del triunfo por las distintas ciudades de Francia. El 10 de mayo vuelve donde estaba el rey, quien, saliendo ante ella, se quita su sombrero, la abraza y le concede ante la corte el privilegio de la nobleza. Juana, por su parte, y con el fin de asegurar la corona de Francia, quiere llevar a Carlos a Reims para coronarle. De parte de Dios le dice que vivirб poco tiempo, por donde le insta a que aproveche la ocasiуn. Pero el rey, apбtico y preocupado solamente de sus diversiones, se resiste. En junio, la doncella se apodera de todas las plazas del Loira y, movido por ello, Carlos va al fin a Reims, donde es coronado solemnemente en la catedral, el 17 de julio.

Ha llegado el momento en que Juana parece que ha cumplido ya con su misiуn y por ello piensa retirarse tranquila a su aldea. Pero Dios la querнa para mucho mбs; y si hasta ahora la habнa escogido para heroнna, ahora la va a escoger para santa. Juana no puede resistir los ruegos de la corte y de su propio ejйrcito, y resuelve seguir al lado de ellos hasta terminar la guerra. Pronto, sin embargo, empiezan a surgir alrededor de ella envidias e insidias en la corte. Ya en parte les estorba y de hecho no pueden resistir la vida de pureza, de virtud y de entusiasmo que ella iba dejando por doquier. A instancias de la doncella, las tropas se encaminan a poner sitio a Parнs; pero, cuando mбs inminente se veнa venir el asalto, el rey ordena sъbitamente la retirada. Guardando los ъltimos bastiones es herida Juana en un muslo al tratar de defender la puerta de San Honorato. La llevan a Gieu-Deja y ella deja su armadura como exvoto en la abadнa de San Dionisio. Una vez restablecida, pero ya casi sola, ya que el rey ha caнdo en una completa inacciуn, sigue por su cuenta la lucha contra los ingleses, hasta que en una celada cae prisionera en las cercanнas de Compiйgne, donde, derribada del caballo, se tuvo que rendir al bastardo de Borgoсa, que luchaba al lado de los ingleses, quien entrega la prisionera al seсor de Luxemburgo, de quien el de Borgoсa era feudatario. Juana es llevada primero al castillo de Beaulieu, cerca de Noyon, y despuйs al de Beaurevoir. Los ingleses han celebrado su captura con grande algazara y alegrнa, cantando Tedйums y echando al vuelo las campanas. Y es entonces cuando, entre los manejos de los nobles franceses aliados del inglйs, los mismos ingleses y algunos jerarcas eclesiбsticos, vinculados tambiйn a su causa, se inicia contra la Santa de Domrйmy el inicuo proceso que la ha de llevar al martirio de la hoguera.

Tal vez los que formaron el proceso pensaran alguna vez que la obra de la doncella habнa obedecido mбs a insinuaciуn del diablo que a una providencia de Dios. Otros quizб no lo pensarнan asн, y llevaron a la sentencia lo mбs bajo de sus manejos humanos. Pero, de hecho, fue un vergonzoso proceso el de la gloriosa mбrtir. Pedro Cauchon, el obispo desterrado de Beauvais y vendido a Inglaterra, es el animador de todo. Tambiйn el rey de Francia, Carlos VII, la abandona cobardemente a su suerte. De este modo su amante Inйs Sorel quedaba mбs tranquila, sin que la inquietaran las aclamaciones que aquella valiente joven llevaba a cada paso. Juana sigue en su prisiуn, mбs apenada por los suyos, tan fieles al rey, que por sн misma. Con todo, aprovecha un descuido de la guardia y pretende huir, arrojбndose desde lo alto de la torre del castillo, pero se hiere y es apresada de nuevo, entregada a los ingleses y trasladada al castillo de Ruбn. Mientras la virginal doncella tiene que sufrir los ultrajes y modos desvergonzados de los carceleros, allн arriba, en las salas de palacio, se estб preparando el proceso que la ha de condenar.

Cuando se presenta ante los jueces del tribunal, Cauchon la acusa de magia y de herejнa, de no ser cristiana por vestir el traje de varуn, y, en fin, de abominables maquinaciones, que quiere poner en juego para condenarla. Mбs tarde, en el proceso de rehabilitaciуn, un testigo de aquellos hechos, Pedro Cusquel, declara haberla visto en la prisiуn, encadenada de pies y manos y por el cuello, junto a una jaula de hierro donde se disponнan a encerrarla. A veces llegaron hasta situar a dos testigos, que oyeran una de sus confesiones, donde el religioso que la atendнa le dio el consejo de apelar al Papa, cosa que hizo inmediatamente. Pero Cauchon, al enterarse, le respondiу con todo descaro: El Papa estб muy lejos, cerrбndole con esto todo camino de salvaciуn.

Los jueces hacen lo posible por condenarla como impostora, herйtica y hechicera. Le dan una cйdula para que firme, haciйndola saber que contenнa tan sуlo una promesa de no vestirse jamбs de hombre ni de llevar armas en su vida, asegurбndole que con ello la dejarнan libre. La inocente doncella lo firma, pero en ello firmaba mбs bien una retractaciуn de los supuestos delitos de hechicerнa, con lo que, en vez de a la pena de muerte, la condenan a cбrcel perpetua, sometida al rйgimen del pan y del dolor y del agua de la angustia.

Los perseguidores no quedan contentos todavнa y usan de esta miserable estratagema: Una madrugada, al despertarse, Juana ve con pavor que los carceleros se le han llevado todas sus ropas, lo que le obliga a ponerse unos hбbitos de varуn que intencionadamente habнan dejado esparcidos por la celda. Cuando se entera el tribunal, dando muestras del mayor escбndalo, se reъnen de nuevo, y por unanimidad —eran 42 los asesores— la condenan por relapsa y hechicera al cruel castigo del fuego. Era el dнa 29 de mayo del aсo 1431 y la sentencia habнa sido declarada en el mismo palacio del arzobispo de Ruбn.

Al dнa siguiente se prepara en el Mercado Viejo de la ciudad una gran pira y alrededor de ella dos tablados: uno para los jueces, otro para los prelados, y allн, enfrente, un grande espacio para la multitud, que va a presenciar la ejecuciуn entre acongojada y llorosa. La Santa sale llena de entereza y de resignaciуn, con sus ojos elevados al cielo. La atan al palo mayor de la pira, y pronto empiezan a chisporrotear las llamas, aunque todavнa el humo lo envuelve todo, pues han tenido gran cuidado de rodear los troncos de tierra humedecida para que el calvario se prolongue mбs y sean terribles los sufrimientos. La Santa no dice una palabra. Su ъltimo deseo es contemplar el crucifijo, que le presenta el sacerdote que la asiste, y solamente cuando, ya en medio de las llamas, se le acerca Cauchon, la inocente Juana le dice, casi con la voz apagada: Muero por vuestra culpa. Si me hubieseis entregado a la Iglesia, y no a mis enemigos, no me encontrarнa aquн. ЎAh! ЎRuбn, temo que mi muerte te sea fatal! Pide un poco de agua bendita, invoca al arcбngel San Miguel, y suavemente expira, invocando por tres veces el santo nombre de Jesъs.

Algunos de sus jueces, dicen las viejas crуnicas, lloraron ante tal espectбculo. Mientras, ella, la Santa, sonreнa.

Cuando el rey entra por fin en Ruбn, manda que se revise todo el inicuo proceso llevado contra Juana. Ante las pruebas evidentes lo tacha de falso y de criminal, y consigue que se haga pъblicamente la total rehabilitaciуn de la Santa, el 7 de julio de 1456. En el correr de los siglos, la gloria de la doncella se va extendiendo por Francia y por el mundo entero. Todos la tienen ya como enviada de Dios, como salvadora de su patria y como mбrtir. En el siglo XIX los obispos franceses, con el famoso Dupanloup a la cabeza, piden su canonizaciуn a Su Santidad Pнo IX. No se cree conveniente todavнa dar el paso, pero su sucesor, Leуn XIII, hace que toda la causa pase a la Congregaciуn de Ritos. En tiempos de San Pнo X se completa la compleja y minuciosa labor, y el 13 de diciembre de 1908 se formulaba el decreto de beatificaciуn, que el Pontнfice mencionado promulga solemnemente el 18 de abril de 1909. El siguiente Papa, Benedicto XV, la incluye por fin en el catбlogo de los santos el 16 de mayo de 1920, dando con ello el supremo homenaje a la inocente heroнna, que no hizo otra cosa en su vida sino seguir fielmente los caminos que la Providencia le habнa seсalado.

FRANCISCO MARTНN HERNБNDEZ

Juana de Arco, mбrtir (1412-1431) (Lorena)

Fue en tiempos de Carlos VII, rey aburrido, apático, inactivo, dedicado a los juegos y placeres al que la historia ha terminado dándole el apodo del «Bienservido», por el que se le conoce. Francia, no podía ser menos, está pasando por una situación desesperada, de degradación moral y licenciosa; la nación está agotada por la guerra que dura cien años; aquello parece no tener salida hacia el futuro. Los ingleses se han apropiado de gran parte y pretenden un dominio total. Unos pocos, aún fieles al rey, se refugian en Cunón; el resto de Francia está  arrasada, todo es desolación por los continuos actos de pillaje y violencia de los soldados de uno y otro bando.

Juana nació el 6 de Enero de 1412, en el nordeste francés; hija de Jaime de Arco,  dedicado al trabajo de la tierra, y de Isabel Romée. La niña creció en la aldea de Domrémy aprendiendo de su madre la confianza en la Providencia, en el Padre del Cielo y en su Madre, la Virgen; no pudo cultivar la escritura ni la lectura. En su simplicidad, ha resumido la respuesta personal a las bondades de Dios con la conclusión de «ser buena y no cometer ningún pecado».

Una tarde de junio de 1425, cuando tiene trece años, mientras jugaba, la ven interrumpir sus juegos y marchar a casa porque le pareció que la llamaba su  madre. No es así; vuelve a jugar, pero con más claridad o nitidez  escucha de nuevo la voz que la llama. Es el Rey del Cielo que le está encomendando salvar a Francia; luego vinieron apariciones de san Miguel, santa Margarita y santa Catalina. Son lo que la insignificante analfabeta llamará en adelante «voces».

Contado a sus padres el hecho, se levantará el revuelo propio. Nadie la cree. La insistencia apremiante de las «voces» hace que repita la historia. Los padres deciden que lo sepa el capitán Roberto de Baudricourt en mayo de 1428. ¿Qué se podía esperar? Que la niña es una visionaria.

En 1429 se le facilita una escolta y un salvoconducto para ir acompañada de su primo a la corte, donde, después de hacerla guardar antesala por tres días,  le espera una comedia con trampa para ridiculizar a la campesina al tiempo que se podía proporcionar un nuevo divertimento al frívolo rey y a sus acompañantes con el raro proyecto de aquella despreciable aldeana. Pero terminó la recepción en una entrevista personal con Carlos VII quien, conmovido, le hace poner una armadura y tomar la espada de cinco cruces que se encontraba en la iglesia de Santa Catalina de Furbois.

Tuvo que pasar quince días de cansino análisis teológico por parte de los obispos y clero antes de que el pueblo la aclamara como la Salvadora de Francia. En abril de 1429 ha conseguido ya reunir un ejército de diez mil hombres en el que no se blasfema ni se admiten mujerzuelas, porque clama por poner la confianza sólo en Dios.

A los pocos días, ya el 7 de mayo, con todos los mariscales de campo y los señores de la guerra presentes, ganó la batalla en Orleáns, Patay y triunfos sucesivos con la conquista de todas las plazas del Loira, hasta lograr que el rey sea coronado en la catedral de Reims, el día 12 de julio. Pero el rey la abandonó cobardemente y ella decidió hacer la guerra por su cuenta.

Cayó presa en Compiège. Los aliados la entregaron a los ingleses. Se inició un proceso inicuo con todos los enredos, manejos, insidias y calumnias inimaginables, dirigido por el desterrado obispo de Beauvais, Pedro Cauchón, que se había vendido a Inglaterra. Las diligencias y el resultado de aquél lastimoso juicio fueron bochornosas. Acusada de magia, de hechicería, de herejía, de impostora, y de no ser cristiana por llevar ropas de varón,  se le condenó 29 de mayo de 1431, el en palacio del arzobispo de Ruán, a morir en la hoguera. Al día siguiente, en el Mercado Viejo, ante la tristeza y sollozos de los sencillos, besó el crucifijo, pronunció tres veces el nombre de Jesús y murió quemada en la pira de fuego.

Cuando el rey pudo entrar en Ruán, mandó revisar el proceso contra la Doncella de Lorena. A la vista de pruebas evidentes, se restablece el buen nombre de Juana por haber sido condenada en juicio injusto, inicuo, falso y criminal.

La fama que corre por el mundo entero la considera como enviada por Dios, salvadora de la patria, y mártir.

Canonizada por Benedicto XV el 16 de mayo de 1920.

Juana de Arco ha sido ampliamente tratada en el arte y en la literatura, por autores de todas las tendencias. Fue tema de dramas como La Doncella de Orleáns, (1801) de Johann von Schiller; Santa Juana, (1923) de George Bernard Shaw y La alondra, (1953) de Jean Anouilh. El compositor francés Arthur Honegger compuso basándose en ella su oratorio Juana de Arco en la hoguera, interpretado por vez primera en el año 1938. También el escritor estadounidense Mark Twain escribió la biografía titulada Recuerdos personales de Juana de Arco, (1896). Ella fue también la heroína del drama español La doncella de Orleáns de Antonio Zamora, escritor de principios del siglo XVIII. La vida de Juana de Arco ha sido llevada al cine: en 1928, el danés Carl-Theodor Dreyer realizó la primera película La pasión de Juana de Arco considerada su obra maestra. Posteriormente, en 1954, el italiano Roberto Rossellini dirigió Juana en la hoguera, y en 1963 el francés Robert Bresson realizó El proceso de Juana de Arco.