18 de mayo

SANTA RAFAELA MARНA DEL SAGRADO CORAZON († 1925)

Santa Beata Rafaela Marнa del Sagrado Corazуn aparece en la Iglesia durante el siglo XIX. Porque es el siglo del liberalismo triunfante, ella y sus hijas se ceсirбn las cadenas de una esclavitud de amor; y por que se intensifica la sagrada pasiуn del Cuerpo mнstico de Cristo, —su Vicario Pнo IX bajarнa a la tumba coronado de espinas— ungirбn ellas ese Corazуn llagado con la suave unciуn de su amor reparador y eucarнstico. Espнritu йste de perenne actualidad —como recientes documentos pontificios lo confirman—, ya que hasta el fin de los tiempos el Cristo total, Cristo viviente en su Iglesia, ofrecerб al Padre holocausto de reparaciуn, intercesiуn y amor.

Mas, їcуmo iban a sospechar estos misteriosos y futuros destinos los cristianos y ricos terratenientes de Pedro Abad don Ildefonso Porras y doсa Rafaela Ayllуn, cuando amorosamente se inclinaban sobre la cuna de aquella niсa —la dйcima de sus trece hijos—, que habнa venido al mundo precisamente el primer viernes de marzo —dнa 1— de 1850? Una fecha despuйs llega para ella el que alguna vez llamarб el dнa mбs grande de nuestra vida, el de su bautismo.

Para santa querнa Dios a aquella niсa y en tierra de santos la habнa hecho nacer. Mбs que de los califas, es Cуrdoba la ciudad de Eulogio y Speraindeo, de Alvaro y las vнrgenes Flora y Marнa, de los innumerables mбrtires. Con razуn exclamarб Rafaela: Somos hijos de santos, Ўno degeneremos! Si era cristianнsimo el hogar donde su cuna se meciу pronto lo iba a saber, aun a precio de lбgrimas. Sуlo cuatro aсos contaba cuando su padre, alcalde a la sazуn, mostrando su religiosidad en el heroнsmo, caнa vнctima de la caridad cuidando a los atacados por el cуlera, que se ensaсaba en la villa. Su viuda, verdadera mujer fuerte, hizo frente a todo, pero se reservу en especial la educaciуn de las dos perlitas, como eran llamadas en familia las dos ъnicas niсas, Rafaela y otra hermana cuatro aсos mayor que ella, Dolores.

Pronto la mejor sociedad cordobesa y madrileсa comenzу a sonreнr a aquellas jovencitas finas, cultas, sumamente agraciadas. Pero... sуlo quince aсos contaba Rafaela cuando, arrodillбndose ante el altar de San Juan de los Caballeros, en Cуrdoba, consagrу al Seсor la azucena de su virginidad con voto de castidad perpetua. Era precisamente el dнa de la Anunciaciуn de Marнa, la Esclavadel Seсor. ЎEs tan hermosa —dirб mбs tarde— la flor de la pureza! Aquella iglesia, por coincidencias providenciales, fue la primera que las Esclavas recibieron en propiedad.

Ya es toda de Jesucristo Rafaela Marнa y Йl comienza a llevarla por el difнcil camino que para su vida ha trazado. Su madre es todo su cariсo, y cuando apenas cuenta diecinueve aсos la pierde casi de repente. La muerte de mi madre —revelarб ella, religiosa ya— abriу los ojos de mi alma con un desengaсo tal que la vida me parecнa un destierro,. Cogida a su mano le prometн al Seсor no poner jamбs mi afecto en criatura alguna terrena. Y Nuestro Seсor, al parecer, cogiу mi oferta, porque aquel dнa me tuvo toda ocupada en pensamientos sublimнsimos de la vaciedad y nada que son todas las cosas de la tierra, y de lo ъnico necesario que era aspirar a sуlo lo eterno, que casi, o del todo, me desterrу la pena.

Pronto fueron quedando Rafaela y Dolores cada vez mбs solas y, por tanto, mбs libres, en la casona familiar, dueсas de pingьe patrimonio. Mas no las busquйis ya en las fiestas de Cуrdoba, sino junto a la cabecera de los mбs indigentes y repugnantes enfermos, tal vez contagiosos, de Pedro Abad; o junto a la clбsica chimenea de campana que presenciara tan dulces escenas familiares, rezando con la servidumbre aquel rosario bendito que ayer guiara la madre muerta; o acaso barriendo y perfumando luego de flores la ermita de aquel Cristo venerado que llevara en la mesnada el abad don Pedro de Meneses cuando acompaсaba al rey San Fernando en la conquista de Cуrdoba, En esta vida de difнcil abnegaciуn las sostenнa el joven pбrroco, reciйn llegado a Pedro Abad. Intuyendo los futuros destinos de Rafaela, le escribiу esta frase que, a la luz de los acontecimientos posteriores, aparece como profйtica: Lucirб, y mбs que el sol, si mientras llega el dнa se mantiene en la oscuridad... Ya veremos si era profunda la oscuridad, prenuncio de gloria, que la esperaba.

Avanzan las dos hermanas en virtud, pero la maledicencia se ceba en aquellas vidas intachables y han de renunciar a su ъnico apoyo: la direcciуn. Ya para entonces ambas han decidido entregarse, con todo su haber y su poseer, al Seсor. Pero їdуnde? El antiguo director y otros eclesiбsticos cordobeses, a quienes se han confiado, deciden: pasarбn unos meses de retiro y reflexiуn en las clarisas de Santa Cruz, de Cуrdoba, y luego... Abandonan, pues, de incуgnito su fecundo apostolado en el Pueblo, aunque los pobres, al enterarse, reclaman entre lбgrimas que vuelvan las seсoritas.

Ya estб decidido el ingreso en la Visitaciуn de Valladolid para que tornen a Cуrdoba como fundadoras de un pensionado; pero el Seсor, que tiene otros planes, hace aparecer en este momento al hombre providencial: don Antonio Ortiz de Urruela. Era este sacerdote guatemalteco varуn de espнritu y talento no comunes, penitente, celoso, rectнsimo —el Padre de la verdad le llamaban los andaluces, Ўy eran los tiempos del liberalismo militante!—, sabio jurista: en fin, una personalidad extraordinaria. El, que tenнa profundamente grabada esta idea de Pнo IX: Por la reparaciуn se salvarб el mundo, estimaba a la naciente sociedad de Marнa Reparadora, y aquella estima cristalizу en una realidad tangible: negocia que se trasladen desde Sevilla algunas religiosas, y en una casa propiedad de las hermanas Porras, con haberes de las mismas, queda fundado el noviciado, que pueblan, junto con йstas, otras jуvenes selectas dirigidas tambiйn de don Antonio, protector y alma de la obra. Rafaela y Dolores, que visten felices el hбbito blanco y azul de Marнa Reparadora desde el dнa del Sagrado Corazуn —es el aсo 1875—, creen haber llegado al puerto. A su vez las madres graves comentan: :Rafaelita es una joya. Aunque novicia, podrнa muy bien ser superiora. ЎPor algo lo harнa Dios! їCriterios anticuados de la tradicional sociedad cordobesa? їTesуn de un protector que exige con excesivo celo y diversidad de miras una docilidad que las protegidas estiman incompatible con el bien de su religiуn? El caso es que, cuando la madre general y fundadora de la sociedad dio la orden de trasladar el noviciado a Sevilla, surgieron graves diferencias entre las religiosas y los eclesiбsticos cordobeses, particularmente con don Antonio, escudo hasta entonces de la amenazada fundaciуn, quien creyу tener graves motivos para defender la permanencia del noviciado en Cуrdoba. Sуlo a las dos hermanas se traslucнa lo angustioso de la situaciуn. Las demбs novicias veнan a Rafaela orar en cruz con mбs asiduidad y redoblado fervor ante el sagrario. No sabнan mбs.

Por fin las religiosas de Marнa Reparadora han de salir de Cуrdoba. ЎMomentos de perplejidad para aquellas almas ansiosas de cumplir la voluntad divina! De pronto corre entre las novicias una voz: Las hermanas Porras no se van. Continuarбn en la casa bajo la protecciуn del seсor obispo, y la direcciуn del padre Antonio. Y allн se queda, casi нntegro, el noviciado. Rafaela, por designaciуn episcopal, comienza a ser superiora de aquel grupito de jуvenes que de novicias se han pasado a fundadoras —como les escribirб aсos adelante, en carta autуgrafa, Su Santidad Benedicto XV—. Fray Ceferino Gonzбlez, el futuro cardenal de Toledo, tan conocido por sus profundas obras filosуficas, obispo a la sazуn de Cуrdoba, expidiу el decreto de erecciуn del nuevo Instituto, bajo el nombre de Adoradoras del Santнsimo Sacramento e Hijas de Marнa Inmaculada.

Se acerca la primera emisiуn de votos cuando reciben una amistosa advertencia: El seсor obispo estб introduciendo algunas variaciones en las reglas. їAlgunas variaciones? ЎDios mнo!, їquiйn las conoce?: rejas en los locutorios, la exposiciуn del Santнsimo sуlo los domingos... Y tienen veinticuatro horas de plazo para determinarse! —Madre, Ўno queremos estas reglas! —exclaman a una voz las novicias apenas recibida la intimaciуn—. ЎQueremos las reglas de San Ignacio tal como las hemos observado hasta ahora! Rafaela ha buscado en la oraciуn, su ordinario recurso, la serenidad y el acierto. Ahora estбn ella y su hermana conferenciando con don Antonio, quien les repite inspirado: Dios escribe derecho con pautas torcidas. Mas el tiempo urge, їquй hacer? Dolores fue la primera en lanzar la idea: їPor quй no nos vamos? ЎSigno divino de la unanimidad! Al mismo tiempo una novicia bajaba en nombre de todas: Madre, arriba estбbamos diciendo que por quй no nos vamos...

Y aquella noche misma, en connivencia con las sombras nocturnas, comienza el йxodo. Presidнa la salida Rafaela, pбlida como una dolorosa; Rafaela, que con entereza recibida de lo alto se puso al frente de las fugitivas, mientras Dolores quedaba en el palomar vacнo para hacer frente a la polvareda que en pos dejaban.

Las Hermanas de la Caridad, que tanta derrocharon con la Congregaciуn naciente, las hospedaron en Andъjar.

Un fuerte apoyo les quedaba, don Antonio Ortiz, que, alcanzado por la tempestad, negocia en Madrid el establecimiento del noviciado. їUn apoyo? їNo imaginбis lo que va a suceder? Morнa, en efecto, en la capital de Espaсa este santo sacerdote el dнa de su gran protector San Josй. Rafaela, anegada en paz sobrenatural, desgrana por tres veces ante el sagrario los versнculos del Te Deum. Esta serб siempre su respuesta ante el dolor.

Pero el hombre providencial, cuyo ъltimo suspiro recibiу Dolores, dejaba al Instituto bajo la tutela del buen padre Cotanilla, S. I. En su persona pasaba, en cierto modo, a la Compaснa de Jesъs tan sagrada herencia. Y bajo su protecciуn y la del obispo auxiliar, doctor Sancha, van a establecerse, ahora definitivamente, en Madrid. Vibra de nuevo en Andъjar la voz juvenil: ЎVamos! Ya estбn en la estaciуn, en medio de la oscuridad y bajo el aguacero, esperando el tren que las llevarб a la capital. De las dieciocho que comenzaron esta aventura hacia Dios ninguna se ha perdido. Muy bien escribiу la primera historiadora de tales sucesos: Cuando Dolores expuso al obispo auxiliar el recelo que le inspiraban las vocaciones, contestу el doctor Sancha: Estos trastornos obran en las religiosas lo que la criba en la era: se queda el grano y la paja se la lleva el viento... En aquel puсado de almas generosas tan tenazmente aventado no hubo mбs que trigo: no faltaba ni una.

El primado de Espaсa, cardenal Moreno, al aprobar la nueva Congregaciуn en 14 de abril de 1877, le imponнa el nombre de Reparadoras del Sagrado Corazуn de Jesъs, cambiado, al penetrar el Instituto en la уrbita pontificia por el Decretum laudis, en aquel que, no determinaciуn humana, sino su Divino Fundador habнa escogido: ANCILLAE SACRATISSIMI CORDIS IESU, Esclavas del Sagrado Corazуn de Jesъs. Por fin Leуn XIII, en 29 de enero de 1887, aprobaba definitivamente el Instituto y temporalmente sus Constituciones, las suyas, aquellas por las cuales habнa luchado tan denodadamente. Vuestras son, parecнa decirles el santo legislador mediante una serie de providenciales coincidencias. Y lo dijo tambiйn por boca de quien mбs autorizado estaba para ello. Visitando en Roma nuestras madres al padre Becks, y expresбndole su alegrнa por llevarse las tan deseadas Constituciones, alguien insinuу: San Ignacio no hizo sus reglas para mujeres. A lo que repuso el padre General: Las reglas de San Ignacio estбn llenas del Espнritu de Dios, y el Espнritu de Dios lo mismo es para hombres que para mujeres.

Mas quien corta la rosa se lleva la espina, y ellas, que con mano audaz se habнan acercado al rosal de Ignacio, participarнan tambiйn en la bendiciуn que йl pidiу a Dios para su obra: las persecuciones. Diga al seсor obispo de Cбdiz —advertнa la madre a una de sus hijas— que se prepare para las habladurнas y calumnias que ha de oнr de nosotras... No obstante, palpando en las dificultades como en los йxitos una admirable providencia de aquel Corazуn que es origen del Instituto, la madre Marнa del Sagrado Corazуn, con maravillosa prudencia y celo, pero sobre todo con la eficacia de su fervoroso espнritu sobrenatural, iba fundamentando sуlidamente y perfeccionando todos los уrdenes, primero como superiora, despuйs —desde mayo de 1887— como general, la obra de su vida. Las fundaciones se multiplicaban; florecнan las obras de apostolado que, juntamente con la adoraciуn reparadora al Santнsimo Sacramento, son esenciales en el Instituto: escuelas populares, colegios, casas de ejercicios, Congregaciones Marianas y de Adoradoras del Santнsimo Sacramento, etc. Posteriormente, al ver a sus hijas sembrando la buena nueva en lejanas misiones de infieles, habrб exultado con nuevo gozo la que siempre soсу que su Instituto fuera universal como la Iglesia.

A la vez que lo infundнa en su obra iba intensificбndose en ella aquel, su admirable espнritu: amor reparador y encendido en celo por su gloria, hasta la inmolaciуn total al Corazуn de Cristo, sobre todo en el Sacramento de Amor, entrega filial y confiada al de la Inmaculada Madre; oraciуn altнsima y continua, que el Seсor perfeccionaba con carismas divinos, y, sobre esta base, heroicas virtudes, entre las cuales destaca una humildad tal que alguien ha llegado a llamarla la humildad hecha carne. La autenticidad de esta su virtud caracterнstica pronto se probarнa —se estaba probando ya— en el mбs doloroso y encendido crisol: contradicciones, incomprensiones, desconfianzas de sus consejeras, aparentes fracasos, el total arrinconamiento, el largo y absoluto olvido...

Un paso faltaba para que la fundadora viera definitivamente consolidada su obra: la aprobaciуn definitiva de las Constituciones. En 1894 llegу este gozo. Al dнa siguiente de Nuestra Seсora de las Mercedes Leуn XIII las refrendaba con su autoridad infalible. Asн, de manos de Aquella que es redenciуn de cautivos, recibнan las Esclavas, para quedar gloriosa y perpetuamente ligadas, las dulces cadenas de la esclavitud que redime.

Pero entonces vivнa ya la madre su vida oculta de Nazaret, retirada en la casa de Roma. Graves dificultades internas que surgieron en el gobierno la movieron a renunciar al generalato, primero temporalmente a favor de su hermana Dolores —en religiуn madre Marнa del Pilar—, quien, al presentar la dimisiуn el 3 de marzo del siguiente aсo, 1893, todas las que formaban la junta, fue elegida para sustituirla. De este modo colmaba el Seсor los deseos de la madre, largamente acariciados: servirle en el mбs escondido rincуn del Instituto y cooperar asн a su gloria con la demostraciуn palmaria de que Йl, ъnico Fundador, prescindнa libйrrimamente de instrumentos, como le habнa glorificado antes siйndole docilнsimo en sus manos.

Pero, їquiйn penetrarб el abismo de penas, humillaciones e ingratitudes que sufriу en tan aflictivas circunstancias? ЎPor quй tempestad pasa esta navecilla!, escribirб la madre. ЎSi no rugiera tambiйn en su interior! Es la hora de exclamar: Dios mнo, Dios mнo, їpor quй me has desamparado? Mas se dirнa que el Seсor habнa permitido tan dolorosos golpes de cincel para hacer brillar mбs las facetas de sus heroicas virtudes, sobre todo de su humildad eximia, y asн enjoyar a la Iglesia con nuevas galas. Se desconocen y conculcan sus derechos de fundadora, de madre, aun a veces de religiosa simplemente, y, una vez expuesto lo que su rectнsima conciencia le dicta exponer, calla y se somete; ve que se la aнsla progresivamente de las que en fuerza de los hechos son sus hijas, y ella se abraza mбs y mбs con el aislamiento y el silencio; rehuye insistentemente toda deferencia, todo privilegio, pues Cristo y su Madre —dice— no los tuvieron; quiere ser, como la ъltima de las religiosas, no rogada, sino mandada, y cuando al fin lo logra se somete dуcil y amorosamente aun a las уrdenes mбs mortificantes aun a las simples insinuaciones de sus superioras, como la mбs rendida sъbdita.

Para ella el trabajo constante, lo mбs pobre de casa, las mбs bajas y fatigosas labores... Parecerб increнble, pero ni aun asн cesan las desconfianzas en torno suyo, las humillaciones, las totalmente infundadas sospechas. Y llega aъn la mбs dura prueba: la de comprobar, con el desgarrуn нntimo que la injusticia causa, que, para explicar o cohonestar aquella aflictiva y anormal situaciуn en que se la tiene aherrojada, se va divulgando, hasta formar ambiente, la especie de que su razуn se ha nublado, como efecto del prolijo padecer. Sin otra rйplica que la que sus virtudes y su proceder exquisito y perfectamente equilibrado ofrecen callada y constantemente, la madre se abraza con este nuevo dolor y, como Jesъs en su pasiуn, una vez mбs, calla. Ha llegado a la cumbre del tercer grado de humildad, de la locura de la cruz, que ella incesantemente pide como un tesoro, ignorando que ya lo posee.

Y asн, progresivamente, en un ocaso que es aurora, se va hundiendo en la sombra нntimamente dolorida por la humana ingratitud, pero serena con la serenidad y la dignidad del mбrtir. Y asн recorre ese espinoso camino, sostenida por Dios, su ъnico consuelo. Porque Йl, siempre fiel con los suyos, en medio de la tormenta interior que a veces hace eco a la que exteriormente ruge, pone en el fondo de su alma como una нntima paz, y entre las oscuridades que la envuelven, y que el juicio de las criaturas sobre ella condensa mбs y mбs, hace que se filtre una tenue luz. Esa luz le infunde la seguridad de que a Dios buscу siempre con entera rectitud. El comprobar los frutos maravillosos de su actuaciуn de ayer y su inmolaciуn de hoy se lo reserva para la regiуn de la luz.

Pero aun ahora la alienta a veces con nuevas y mбs extraordinarias gracias: va manifestбndosele en la Sagrada Eucaristнa, ya mostrбndosele en el mismo Divino Sacramento como amparando bajo su manto a la Congregaciуn, por la cual teme; ya inspirбndole aquella seguridad alentadora: Si logro ser santa hago mбs por la Congregaciуn, por las hermanas y por el prуjimo que si estuviera empleada en los oficios de mayor celo.

Bien necesitaba de estos alientos en su lento morir. Porque aquel apartamiento de todo en la plenitud de su actividad —a los cuarenta y tres aсos— tenнa, en verdad, sabor de muerte. Era ella ahora el grano que cae en el surco y, para que su obra tenga vida y la tenga mбs abundante, ha de ir muriendo dнa tras dнa. Y asн por mбs de treinta aсos...

Durante este largo perнodo la vida interior absorbe completamente sus energнas. Todo lo demбs queda inmolado y en una inacciуn que llamarб ella su mayor martirio.

Y a fe que martirios no le faltaron nunca. Pero nada podнa traslucirse al exterior. Abrazada mбs aъn a la cruz de Cristo, reafirmбndose con renovado fervor en el voto de perfecciуn que tenнa hecho hacia aсos, no veнan en ella sino ese prodigio de humildad que torpemente hemos bosquejado, de caridad aun para con las que eran instrumento de sus penas, dulzura y abnegaciуn, perfectнsima observancia regular, vivificado todo por aquel su amor al Corazуn sacramentado, amor que ya era, en progresiуn creciente, un encendido volcбn.

Sуlo habrнa que reseсar en estos aсos un viaje suyo a Loreto y Asнs —que encajaba a maravilla en el ambiente de Nazaret en que se desarrollaba su vida— y otro, mбs largo, a Espaсa. Por todas las casas que visitу fue dejando una estela de edificaciуn. Las mбs jуvenes podнan ahora comprobar lo que tantas veces oyeran a las ancianas sobre la madre fundadora. La cual, a la menor indicaciуn de la que era para ella entonces representante de Dios, sin poder siquiera visitar en Valladolid a su hermana, que vivнa en aquella casa retirada ya tambiйn del gobierno de la Congregaciуn, bajу de nuevo a Nazaret para seguir siendo allн sъbdita hasta la muerte.

Nunca, en efecto, volverб a tener ni una sombra de autoridad sobre ninguna del Instituto. Sin extraсarse nadie, verбn a la madre, ya anciana, ayudando a poner las mesas a una postulante coadjutora reciйn llegada. El velo de olvido y silencio se va haciendo mбs tupido al correr los aсos. Cada vez mбs desconocida, llega un momento en que ni aun las que viven en la Congregaciуn saben que la fundadora es ella. ЎSi aun lo ignora su director, y la madre, pudiendo hablar, calla! ЎCуmo iba a comprenderla ni consolarla! Dios es todo su consuelo. Dios, que, en frase de la madre, la tiene como identificada consigo en la total uniуn del sacramento indisoluble.

Este prolongado y doloroso holocausto habнa de consumarse en aras de su mayor amor. Como efecto de las muchas horas que pasaba de rodillas ante la Custodia, centro de su vida, contrajo en la rodilla derecha una enfermedad que poco a poco, entre graves dolores, la fue acabando. Los ъltimos ocho meses sobre todo, que pasу retenida en el lecho, fueron de acerbo sufrir.

Y el 6 de enero del aсo santo 1925, en la ъnica fiesta litъrgica que conmemora una adoraciуn, brillу para ella la Epifanнa eterna. Todo el Instituto se impregnу del buen olor de aquellas virtudes tan en la sombra practicadas. Y, al contemplar su radiante figura en la gloria de Bernini el 18 de mayo de 1952, rendнa al Seсor exultantes acciones de gracias porque, cumpliendo su promesa de ensalzar al que se humilla, habнa puesto los ojos en la humildad de su esclava.

Fue canonizada el 23 de enero de 1977.

EVELIA SANCHEZ, A. C. I.