13 de junio

FANDILA mártir

Natural de Guadix (Granada-España), nuestro santo vivió en los duros tiempos de la dominación árabe en España. Como sus padres tenían posibilidades económicas, enviaron a Fandila a estudiar a Córdoba (España), pero al chico no le tiraba la vida civil, y se recorrió todos los monasterios de Córdoba buscando uno que le gustase. Por fin se decidió por el de Tavana, famoso por el gran número de personas que vivían en él. Pasado el tiempo, los monjes de San Salvador, otro monasterio del norte de Córdoba, les pidieron a los de Tavana que les prestasen a Fandila, para hacerlo su abad. Después de un tiempo, Fandila aceptó el cargo. Con el paso del tiempo, Fandila y todos los cristianos de Córdoba, veían con desasosiego la crueldad con la que eran tratados los cristianos. Ni corto ni perezoso, nuestro santo se presentó ante el juez árabe para protestar. Este, en vez de escucharlo, lo metió en el calabozo. Sin embargo, los árabes estaban buscando al obispo de Córdoba, para dar un escarmiento con él. Como no lo encontraron, decidieron dar el escarmiento con nuestro santo, Fandila. El juez mando, entonces, decapitarlo y que su cuerpo fuese puesto a la vista de todos. Y así murió este santo sacerdote y abad a mediados del siglo IX.

Fandila, mártir cordobés ( s. IX )

San Fandila fue un sacerdote natural de Guadix y gran catequista en Córdoba.

A este monje cordobés lo decapitaron en la persecución musulmana, imperando el emir Mohamed por su actividad apostólica entre los cristianos el día13 de junio del año 853. Es uno de los mártires cordobeses martirizados por el Califa en su intento de suprimir a toda persona significativa y cualificada que pudiera mantener en los demás la fe de Cristo.

Fue la   manera de «evangelizar» de nuevo el califato, muy propia de los fundamentalismos de todas las épocas y  nada respetuosa con la libertad de las conciencias, ni con el respeto a la  dignidad de las personas.

Sus cenizas las arrojaron al Guadalquivir; así se eliminaba también la posibilidad de dar culto a sus restos. Lo que no pudo hacerse fue borrar su palpitante testimonio de fe presente en la memoria cristiana.