San Cirilo Alejandrino es uno de los Santos Padres más celebrados de la Iglesia oriental antigua. Fue, durante treinta y dos años, patriarca de Alejandría, ciudad en que confluían la ciencia del paganismo, del judaísmo y del cristianismo. Ciudad, puesta al frente de todo el Egipto en lo político y en lo eclesiástico. Su actividad literaria coincide con el siglo de oro de la literatura patrística. En la historia eclesiástica su nombre va vinculado al concilio de Efeso, tercero ecuménico, y en la defensa de la fe brilla como lumbrera rutilante en la magna contro versia, nestoriana. Su doctrina cristológica y las estrechas relaciones eclesiásticas que le unieron con la cátedra romana le hicieron acreedor de la simpatía y veneración de la Iglesia universal.
Nació San Cirilo, según parece, en la misma ciudad de Alejandría. Era sobrino del prepotente patriarca Teófilo, que rigió los destinos de aquella iglesia madre entre los años 385-412 y se hizo famoso por su enconada lucha con San Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla.
De posición social acomodada y cristiana, recibiría es merada educación según las tradiciones más purasde la antiquísima iglesia alejandrina y frecuentaría, en su juventud, las aulas de la escuela que fundara San Panteno e ilustraron Clemente, Orígenes, Dídimo el Ciego y el gran Atanasio.
Los escritos transmitidos y su actividad pastoral nos obligan a imaginarlo dedicado de lleno a su formación sacerdotal y preparación intelectual en los últimos años del glorioso siglo IV, cuando las sedes eclesiásticas principales ostentaban figuras luminosas en ciencia y santidad, como San Ambrosio de Milán. San Dámaso en Roma, San Cirilo de Jerusalén, San Gregorio de Nisa y San Juan Crisóstomo en Constantinopla.
Las bibliotecas de la ciudad del Nilo le ofrecerían tesoros manuscritos abundantes de las Sagradas Escrituras. La difícil convivencia de judíos, paganos y cristianos le estimularía a la futura defensa del pueblo cristiano contra los enemigos exteriores. La herencia antiarriana de San Atanasio se le metería en la médula de su formación dogmática y le pondría en guardia ante las innovaciones dogmáticas. Y, sobre todo, la influyente proximidad de su tio, el patriarca Teófilo, se dejaría sentir en su formación clerical, y el mismo gobierno de la gran metrópoli le iría capacitando para las futuras tareas de régimen eclesiás tico, al tiempo que le daban oportunidad para aprender a evitar los defectos que registraba la actuación de Teófilo y que estarían completamente ausentes del gobierno de San Cirilo.
El año 412 ocupaba la cátedra alejandrina como patriarca y cabeza de todas las iglesias del Egipto romano.
Desde aquella fecha tres etapas distintas definen su inmensa actividad patriarcal: desde el año 412 al 428, de tareas inmediatas en la sede propia; desde 428 al 431, ocupado intensamente en la lucha contra Nestorio, y desde 431 al 444, dedicado a defender y consolidar la paz eclesiástica en el Oriente cristiano.
Apenas había tomado Cirilo las riendas del gobierno, cuando tuvo que actuar contra los novacianos y los judíos, por las grandes molestias que inferían a los cristianos. Los primeros se vieron obligados a dejar sus iglesias, y los segundos, tuvieron que salir de la ciudad mientras sus sinagogas eran convertidas en templos cristianos. Tales triunfos los obtenía el patriarca a pesar de la reluctancia y oposición de Orestes, gobernador civil de todo el Egipto.
El año 417 la paz entre Alejandría y Constantinopla, rota por la contienda de Teófilo contra San Juan Crisóstomo, estaba totalmente restablecida: el patriarca constantino- politano figuraba ya en los dípticos alejandrinos.
Un año después el papa Zósimo le comunicaba, por carta particular, la condenación romana del pelagianismo.
Y cada año, por deber pastoral y siguiendo la usanza antigua de su iglesia, dirigía Cirilo su homilía pascual a todos los obispos sufragáneos y a todos sus diocesanos.
Veintinueve homilías son las que se nos han conservado, correspondientes a los años 414-442. En ellas el pastor del Egipto anunciaba el ayuno cuaresmal, fijaba la fecha de la pascua y exponía con profundidad la grandeza de la condición humana, la necesidad de austeridad y mortificación para obtener la victoria evangélica, acompañando reprensiones oportunas y exhortaciones de aliento.
La vida, pues, de Cirilo, aunque cargada de múltiples tareas cotidianas, aún no se había desbordado en aras del interés general de la Iglesia universal. En Alejandría se vivía en paz. Los sacerdotes pastoreaban espiritualmente la grey bajo las orientaciones y ejemplo de su jerarca. La comunidad florecía en virtudes. Los obispos egipcios seguían las directrices de la metrópoli. Y los monjes del desierto gozaban de quietud solitaria y espiritual, sembrados acá y allá de las riberas del gran río.
Cirilo, eso sí, vivía intercomunicado con el exterior. De Roma, de Antioquía y de Constantinopla recibía, casi a diario, noticias de actualidad eclesiástica. Y estaba, sobre todo, en guardia ante los derroteros dogmáticos que po dría tomar lo que llamaba el dualismo antioqueno, que comprometía la unidad del Dios-Hombre.
El año 428 llegaron de Constantinopla noticias alarmantes. Sus fieles representantes en la ciudad del Bósforo le anunciaron que Nestorio, patriarca de la capital del Imperio oriental, había escrito y hablado públicamente contra la unidad del Verbo encarnado y contra la maternidad divina de María. Inmediatamente Cirilo, en la homilía pascual del 429, declaraba la doctrina ortodoxa comprometida indicando el error y callando el hereje: No un hombre corriente -decía- es el engendrado por María; sino el mismo Hijo de Dios hecho carne, y por ello María es de verdad madre del Señor y madre de Dios.
El error seguía extendiéndose. Los escritos y doctri nas de Nestorio estaban penetrando en la república mo nacal de su patriarcado. Informado Cirilo por los mismos solitarios de la perturbación espiritual que iba naciendo entre los monjes, se propuso, con diligencia y profundidad, atajar los perniciosos efectos de tal propaganda. Escribió, con esta ocasión, una carta dogmática a los monjes problando por la Sagrada Escritura y la tradición que a María le pertenece con todo derecho el título de Theotokos o Madre de Dios. Dos ejemplares envió a Constantinopla, aún sin declarar al autor de la doctrina.
Ofendido Nestorio en su soberbia y no queriendo retractar, Cirilo no dudó dirigirse personalmente a él, diciéndole: Losfieles y obispo de Roma, Celestino, se hallan muy escandalizados. Conceded, os ruego, a María el título de Theotokos. No es doctrina nueva la que os pido profesar; es la creencia de todos los Padres ortodoxos.
Nestorio respondió con calumnias. Y Cirilo contrapuso una segunda carta con la exposición detallada de] dogma cristológico.
Fue inútil Nestorio abundó en insultos y siguió contumaz.
Entonces el celo apostólico y la caridad del patriarca alejandrino encontraron otro camino: el de los intermediarios. Escribió varias cartas: al obispo centenario Acacio de Berea, para que utilizara su venerabilidad ante Nestorio; al emperador Teodosio II, para prevenirle de las sutilezas dogmáticas de su patriarca: a las princesas Arcadia y Marina, y a las mismas emperatrices Pulqueria y Eudoxia, con la misma finalidad.
De Roma, a donde había escrito Nestorio, el papa Celestino pedía información a Cirilo, a quien tenía por celoso e instruído.
Este no quería desorbitar los acontecimientos. Pretendía curar el mal reducido a sus orígenes. Pero, convencido de la imposibilidad, no regateó información: en la primavera del 430 salió su diácono Posidonio para Roma equipado con una relación-informe de todo lo sucedido, con un conmonitorio-resumen de los principales puntos nestorianos, con los escritos de Cirilo dirigidos a los monjes, a Nestorio, a la casa imperial y, parece, con los Cinco libros contra Nestorio.
La respuesta de Roma no podía esperarse más favorable. Un sínodo romano declaraba heterodoxas las doctri nas nestorianas y, por voluntad expresa del Pontífice, Ci rilo quedaba comisionado para notificar a Nestorio la decisión, conminándole la excomunión si en el término de diez días no retractaba sus errores.
Pero Cirilo quería rematar el golpe. Con la luz de Roma delante, reunió a sus obispos, redactó una carta sinodal y formuló los Doce anatematismos clásicos, que debería suscribir Nestorio para quedar plenamente purgado de sus errores.
Y ahora saltó un acontecimiento inesperado. El empe rador convocaba concilio general para junio del año 431 en la ciudad de Efeso. ¿Qué haría Cirilo? ¿Sería cuestión de revisar las decisiones romanas y alejandrinas? Consultado el papa Celestino, se puso en camino para Efeso.
Allí tuvo que echar mano de toda su prepotencia dogmática, eclesiástica y diplomática. Sin el auxilio poderoso de los legados romanos, que no habían llegado a Efeso, y con la ausencia intencionada de los obispos antioquenos, que, reprobando la doctrina nestoriana, no querían condenar personalmente a Nestorio, Cirilo obtuvo la condenación de la herejía y del heresiarca, aunque a costa de tres meses de arresto imperial y la enemistad con el patriarcado de Antioquía. Desde entonces la Iglesia universal reconoció en Cirilo Alejandrino al artífice del tercer Concilio Ecuménico.
En lo restante de su vida, desde 431 a 444, una preocupación de paz eclesiástica dominará toda su actividad. Paz con el patriarcado de Constantinopla, paz interior de su iglesia, paz con los orientales de Antioquía y paz, nunca interrumpida, con la cátedra de Pedro.
Apenas vuelto a su sede, el año 431 envía Letras de Comunión al nuevo patriarca de Constantinopla, Máximo, sucesor de Nestorio.
A los antioquenos, que le pedían abandonara sus anatematísmos, les dió una gran lección de humildad y celo auténtico, contestándoles: Estoy pronto a perdonar las injurias de Efeso, a rechazar de corazón el arrianismo y apolinarismo, a reconocer el símbolo de Nicea ... ; pero no puedo sacrificar los anatematismos, porque sería sacrificar la fe, condenar el concilio de Efeso y justificar a Nestorio.
En cambio, el año 433, cuando Alejandría y Antioquía firmaron el Símbolo de Unión, Cirilo tuvo prisa por escribir su epístola Laetentur Coeli y anunciar gozoso la paz al papa Sixto III, a Máximo de Constantinopla y a otros obispos significados.
Entre sus mismos súbditos tuvo que sufrir a algunos extremistas que tenían por claudicación la unión verificada y trajeron dolor a su corazón de pastor bueno. Ante ellos se esforzó continuamente por justificar la paz y la ortodoxia del Símbolo de Unión.
Finalmente, pidiendo sus fervientes seguidores que condenara públicamente como había hecho con Nestorio a Diodoro de Tarso y Teodoro de Mopsuestia, respondió que no debía condenar a los obispos que habían muerto en comunión con la Santa Iglesia.
Pasó Cirilo a mejor vida el año 444 y la Iglesia universal le veneró y venera como el santo de la maternidad divina de María.
JOSÉ SÁNCHEZ VAQUERO
Muy preparado intelectualmente, goza del honor de ser uno de los Santos Padres más celebrados de la Iglesia Oriental.
Inteligente, conocedor de la Sagrada Escritura, recto en los principios teológicos, fiel a los principios de la tradición teológica; tenaz, claro, intransigente, y nada diplomático. Destaca por encima de todas sus cualidades humanas, sobre todo, por ser un defensor a ultranza de la fe íntegra de la Iglesia: Contribuyó de modo decisivo a esclarecer la doctrina cristológica en el concilio de Éfeso y la maternidad divina, primera y principal de las prerrogativas de la Virgen María.
Fue sobrino del intrigante patriarca de Alejandría Teófilo, que nunca supo aceptar verse pospuesto a Juan Crisóstomo, cuando eligieron a este último para la sede de Constantinopla, porque anhelaba ser el metropolita de la sede donde estaba la capital del Imperio romano oriental. Vivir al lado de su tío en Alejandría le sirvió a Cirilo como preparación para sobrellevar los obstáculos futuros. Se educó esmeradamente en la escuela alejandrina fundada por Panteno y fiel a las tradiciones más puras, donde enseñaron Clemente, Orígenes, Dídimo y Atanasio, la flor y nata de la teología de la época y base para los teólogos de todos los tiempos. Es la edad de oro de la literatura patrística cuando Cirilo es sólo un joven estudiante; en Milán ocupa la sede Ambrosio, en Roma está Dámaso, Cirilo en Jerusalén y Juan Crisóstomo gobierna Constantinopla.
Cirilo es patriarca de Alejandría en el año 412 y por ello, cabeza de todas las iglesias de Egipto. Ya han desaparecido las tensiones pretéritas entre las dos sedes en vida de Teófilo y Juan Crisóstomo. Comenzó su patriarcado manteniendo buen espíritu de sus pastores y fieles, al tiempo que mantiene comunicación permanente con la Iglesia de Roma, y contacto con las vecinas metrópolis de Antioquía y Constantinopla. Son de destacar sus homilías en las reuniones anuales con todos sus obispos con motivo de la Pascua donde expone puntos fundamentales de la fe católica y señala las líneas prioritarias de común actividad pastoral. También es digno de mención y muestra de su ánimo intransigente, poco simpático y nada negociador, la limpieza que impuso en Alejandría de novacianos y de judíos que dificultaban la pacífica vida cristiana; lo que no arrasó, lo confiscó y convirtió en templos cristianos.
A partir del año 428 saltó la alarma comienzo de un triste y fastidioso asunto herético. Nestorio, patriarca de Constantinopla, ha comenzado en su predicación a decir cosas extrañas a la genuina fe cristiana; niega la divinidad de Jesús, afirma que en Él hay dos personas, y, como consecuencia, rechaza también la maternidad divina de María. El asunto es grave y Cirilo se pone en acción. Pero no sirvieron las advertencias, comunicaciones personales, estudios exhaustivos fundamentados en la Sagrada Escritura y en la doctrina de los Padres, la mediación de venerables obispos, ni las intervenciones de Roma.
Se complicaron más las cosas por la intervención política del emperador que, por tener su residencia en Constantinopla, donde estaba fraguándose la herejía nestoriana, veía muy revuelto el ambiente y convocó un concilio en Éfeso, el año 431. Y mira que Cirilo había escrito sendas cartas a Teodosio II, a las princesas Arcadia y Marina y a las emperatrices Pulqueria y Eudoxia, advirtiéndoles de las sutilezas teológicas del patriarca constantinopolitano.
En el tercer concilio ecuménico de Éfeso, sin los legados pontificios que no terminaban de llegar y con los obispos antioquenos ausentes, porque aunque aceptaban la doctrina católica no querían condenar a Nestorio, Cirilo tuvo que echar mano de toda su prepotencia dogmática, teológica, eclesiástica y emplearse a fondo en la dialéctica para conseguir que se salvara la recta doctrina de fe, aunque le costara el destierro, y se terminara con la condenación de Nestorio y su doctrina, dejando claro que Jesucristo es Dios consubstancial al Padre y María es verdadera Madre de Dios. La carta Laetentur Coeli del 433 testifica el restablecimiento de la fe católica en las iglesias orientales y se comunica al papa Sixto III el Símbolo fruto del concilio.
Cuando, pronunciamos «Santa María, Madre de Dios» estamos viviendo la fe que Cirilo defendió en la palestra conciliar, llamando a Santa María la Theotokos y Deipara. Gracias, san Cirilo. Pero eso no quita que sigamos pensando que fuiste un antipático intransigente; y esto no nos asusta porque estamos al día en lo que se refiere a los defectos de los santos. O quizá sea que, en nuestro tiempo, la idea que tenemos de pastor tienda más a parecerse a la de un padre que a la de un gobernador; y hasta puede que estemos equivocados, y que deban resumirse en la misma persona episcopal los dos conceptos. De todos modos, a mí me parece que tú tenías más planta de teólogo que de obispo.