29 de junio

SAN PABLO († 67)

Hacia el aсo 18 de nuestra era, un joven de poco mas de quince aсos, judнo de raza, de la tribu de Benjamin, llamado Saъl (o Saulo), dejaba su ciudad natal de Tarso de Cilicia y se hacнa a la mar rumbo a Jerusalйn. De una manera en parte imaginaria en parte real llevaba consigo cinco acompaсantes invisibles cuya sнntesis constituнa la personalidad del joven viajero.

El primer compaсero de viaje era un ciudadano romano. Saъl era sъbdito de aquel gran Imperio; tenнa, ademбs, el derecho de ciudadanнa por nacimiento y sabнa acogerse, si habнa lugar, a las prerrogativas que este tнtulo le conferнa. Junto al ciudadano romano habнa en Saъl un griego. Se expresaba en esta lengua, que era la que se hablaba en Tarso, con correcciуn y con agilidad. Estaba acostumbrado a oнr fragmentos de los poetas helйnicos, a hablar de las competiciones atlйticas en el estadio y a contemplar el esplendor externo y la belleza de formas de aquella cultura deslumbradora. El tercer viandante invisible era un obrero. El que no enseсa a su hijo un oficio le hace ladrуn, se decнa entre los judнos. Y el padre de Saъl, aunque era, al parecer, un acomodado comerciante de paсos, quiso que su hijo aprendiera desde muy joven el oficio de tejedor de lonas para tiendas de campaсa. De la imaginaria comitiva formaba parte tambiйn un fariseo. Fariseo e hijo de fariseos era Saъl, y, como tal, pegado hasta lo inverosнmil a las tradiciones de sus mayores, capaz de recorrer el cielo y la tierra para hacer un prosйlito, de dura cerviz en sus empresas para no ceder ante los obstбculos, anhelante por la venida del Mesнas liberador del yugo extranjero y guardador de la Ley hasta en sus mнnimos detalles externos. El ъltimo acompaсante de Saulo era un sincero y afanoso buscador de la verdad. Ya junto a los rabinos tarsenses la habнa buscado en la lectura de la Tora (Ley) primero. y luego en el estudio de la Mishnбh (tradiciуn oral). Pero su alma anhelaba un conocimiento mayor de la suprema verdad, que es Dios, y su palabra revelada.

Ese era justamente el motivo de su viaje. Al emprenderlo no soсaba en otra cosa que en poder oнr las doctas explicaciones del prestigioso Gamaliel, jefe de la escuela de Hillel, miembro destacado del Sanedrнn y rabino famoso entre los famosos. Varios aсos pasу en aquella escuela, rival de la de Schammai, estudiando la Haggada, esto es, el dogma e historia del Antiguo Testamento. Al cabo de aquel tiempo la Escritura no tenнa secretos para йl. La sabнa en gran parte de memoria, no sуlo en el original hebreo, sino tambiйn segъn la versiуn griega de los Setenta. Aсos mбs tarde, cuando en sus viajes no le era dado llevar consigo los voluminosos rollos sagrados, podrнa citar de memoria con facilidad textos y mбs textos de la Ley.

No sabemos a punto fijo quй hizo y adуnde fue Saulo cuando terminу sus estudios en Jerusalйn. Parece indiscutible que no estaba en Palestina durante los aсos del ministerio pъblico de Cristo, a quien, por consiguiente, no pudo conocer antes de su ascensiуn. Pero sн sabemos que, cuando tenнa unos treinta aсos de edad, Saulo volvнa a estar en la Ciudad Santa, si bien no en calidad de estudiante, sino como fariseo exaltado al rojo vivo.

Un dнa, estando en la sinagoga de los de Cilicia, cuando oyу que el diбcono Esteban, despuйs de un discurso, a su juicio, indignante, terminaba llamando a los judнos duros de cerviz e incircuncisos de corazуn, y proclamando Mesнas a un crucificado, herido por el escбndalo de la cruz, cerrу sus puсos lleno de rabia y rechinу de dientes contra йl con los demбs fariseos asistentes. Y cuando, al poco rato, el vehemente diбcono morнa apedreado, Saulo animaba a los improvisados verdugos y custodiaba sus vestiduras. A partir de aquel momento, respirando amenazas de muerte contra todos los cristianos, se dedicaba a buscarlos en sus propias casas para hacerlos encarcelar.

Con todo, los dнas de aquel ofuscado fariseo que vivнa en el alma de Saulo y la tiranizaba estaban contados. Camino de Damasco, iba a morir ahogado por una impetuosa catarata de gracia divina. Y, al morir el fariseo, nacerнa para la Iglesia y la historia el gran Apуstol. Los demбs estratos del alma paulina quedaron intactos, si bien perfeccionados por la gracia. A lo largo de su densa vida volverбn a aparecer uno tras otro, aunque en orden inverso y sustituyendo al fariseo muerto el apуstol vivo.

Saulo seguнa siendo un buscador de la verdad. Pero no ya de aquella verdad pequeсa y estrecha compuesta de mil fragmentos diminutos de verdad de que se componнa la doctrina de los fariseos, sino de la Verdad infinita, de la Verdad hecha hombre en Aquel que dijo: "Yo soy la verdad".

En efecto. Terminada su estancia junto a aquel judнo llamado Judas que le hospedу en su casa de la calle Recta de Damasco, Saъl, sin pedir consejo a la carne ni a la sangre, se marchу a Arabia. Allн, lejos de la persecuciуn de sus antiguos correligionarios, tendrнa recogimiento, soledad y paz para ahondar en aquella Verdad que habнa encontrado, reflexionando, meditando y orando. Allн llegarнa a su plenitud la gran metamorfosis espiritual del alma de Saulo: Cristo, el blanco de sus odios mбs cordiales, acabarнa siendo el ideal total de su vida; el fariseo estrecho y rencoroso dejarнa paso al apуstol generoso y anhelante. Todo esto fue realizбndose lenta y silenciosamente en aquel retiro espiritual de casi tres aсos de duraciуn que Saulo hizo en Arabia, acaso en las laderas del Sinaн, y en el que abundarнan las ilustraciones interiores y las comunicaciones de Dios.

Pero esa bъsqueda afanosa de luz no habнa terminado. La Verdad tenнa sobre la tierra un orбculo; Cristo habнa dejado en el mundo un Vicario. Y Saulo, haciendo escala en Damasco, de donde tuvo que huir de noche descolgado por la muralla en una espuerta, fue a Jerusalйn, en la que a la sazуn se encontraba Pedro, el antiguo pescador de Galilea.

Desde el primer momento quiso unirse a los cristianos, pero йstos huнan de йl. їNo serнa aquйlla una conversiуn simulada, una hбbil estratagema para conocer mejor los secretos de la cristiandad naciente y ahogarla en su cuna? La mayorнa asн lo sospechaba. Pero Dios puso pronto en contacto con йl a Bernabй, hombre que calaba hondo en los espнritus y vio en Saulo un alma privilegiada. Presentу el neoconverso a Cefas y le contу lo sucedido. Este le invitу con amorosa insistencia a que se quedara con йl en casa de la hospitalaria Marнa, la madre de Marcos, el futuro evangelista, sobrino de Bernabй. Allн estuvo Saъl quince dнas bebiendo a boca llena la verdad en aquella nueva fuente que Dios ponнa en su camino: la primitiva tradiciуn cristiana llegaba hasta йl por la boca mбs autorizada, la del pastor primero de la cristiandad.

Y empezу Saulo en Jerusalйn a dar testimonio de la verdad. Pero su predicaciуn, en vez de provocar conversiones, levantу tempestades. A los pocos dнas los judнos resolvieron quitarle de en medio dбndole muerte, como un dнa a Esteban. Amargado con este fracaso fue un dнa al Templo, donde, estando en oraciуn, tuvo un йxtasis: —Date prisa y sal pronto de Jerusalйn... —le decнa el Seсor.

—Pero si ellos saben que yo era el que perseguнa y encarcelaba...

—Vete pronto, porque yo quiero enviarte a naciones lejanas.

Ante la inminencia del peligro los cristianos de Jerusalйn, para salvarle la vida, "llevaron a Saъl hasta Cesarea y de allн lo enviaron a Tarso", seguramente por vнa marнtima. Unos cinco aсos estuvo esta vez en su ciudad natal. їQuй hacнa allн entretanto? Esperar sin desasosiego la hora de su apostolado y, mientras esperaba, continuar llenбndose de la verdad que habнa encontrado.

La llamada de Dios no se hizo esperar. Un dнa se presentу en Tarso Bernabй. Iba a buscar a Saulo para llevбrselo consigo a Antioquнa. Saulo accediу y por espacio de un aсo estuvo junto a Bernabй instruyendo a la pujante cristiandad antioqueсa, que iba a ser durante algъn tiempo el centro de la joven Iglesia. En efecto. La persecuciуn de Herodes Agripa habнa hecho desaparecer de Jerusalйn a los directores de aquйlla. Santiago cayу al filo de la espada; Pedro, liberado milagrosamente de la cбrcel, saliу tambiйn de la ciudad deicida y se dirigiу a otro lugar, probablemente a Roma. Juan Marcos se marchу a Antioquнa.

Un dнa estaba reunida la cristiandad de esta ciudad y, mientras celebraban la liturgia en honor del Seсor y guardaban los ayunos, dijo el Espнritu Santo, por boca de uno de los que tenнan dones carismбticos: Segregadme a Bernabй y a Saulo para la obra a que los tengo llamados. La hora habнa sonado definitivamente. El vaso de elecciуn se iba a derramar sobre los gentiles. Por eso los ancianos de aquella comunidad, despuйs de orar y ayunar, les impusieron las manos y les dieron el abrazo de despedida. Y empezaron los viajes apostуlicos de Saulo. En el primero, junto con Bernabй, visitу la isla de Chipre y luego, desembarcando en Panfilia, evangelizу algunas ciudades del Asia Menor y regresу a Antioquнa, pero con un nombre nuevo: Pablo. Desde que en esta primera correrнa convirtiу en Pafos al procуnsul Sergio Paulo no volviу a usar su nombre antiguo. En el segundo y tercer viaje no sуlo evangelizу el Asia Menor, sino que llegу a Europa. Su celo impetuoso no le dejaba reposar. En todas partes empezaba predicando a los judнos para hacer oнr luego su palabra a los gentiles. Su apostolado le originaba por doquier persecuciones y peligros. El mismo hace un recuento de ellos cuando en el tercer viaje escribe desde Macedonia su segunda carta a los corintios: Cinco veces —dice— recibн de los judнos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas, una vez fui apedreado, tres veces padecн naufragio, un dнa y una noche pasй en los abismos del mar; muchas veces en viajes me vi en peligros de rнos, peligros de ladrones, peligros de los de mi linaje, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros en los falsos hermanos, trabajos y miserias en prolongadas vigilias, en hambre y sed, en ayunos frecuentes, en frнo y desnudez; esto sin hablar de otras cosas, de mis cuidados de cada dнa, de la preocupaciуn por todas las iglesias. їQuiйn desfallece que yo no desfallezca? їQuiйn se escandaliza que yo no me abrase? Pero en medio de todos estos afanes Pablo estaba lleno de consuelo y rebosaba gozo en todas sus tribulaciones. Es que llevaba a Cristo en su alma y tenнa al mundo bajo sus pies; es que su vida para йl era Cristo y morir para йl era un negocio; es que se sentнa clavado en la cruz con Cristo hasta el punto de que ya no era йl propiamente el que vivнa, sino que era Cristo el que vivнa en йl.

Durante aquellos ministerios Pablo sabнa rebajarse a otros mбs humildes menesteres. Aquel oficio de tejedor que habнa aprendido en Tarso le dio en mбs de una ocasiуn el medio de ganarse el sustento sin ser gravoso a nadie. Cuando en su segundo viaje llegу a Corinto, al encontrarse allн con el judнo Aquila que habнa salido de Roma a consecuencia del decreto dado por Claudio, se uniу a йl porque era del mismo oficio, y se quedу en su casa y trabajaban juntos en la fabricaciуn de lonas. En el trabajo manual encontraba Pablo no sуlo su sustento, sino una fuente de recursos para obras de caridad. Por eso, aсos mбs tarde, estando en Efeso, pudo decir en presencia de toda la asamblea, mostrando al mismo tiempo sus manos encallecidas: No he codiciado plata, oro ni vestido de nadie. Vosotros sabйis que a mis necesidades y a las de los que me acompaсaban han suministrado estas manos. En todo os he dado ejemplo, mostrбndoos cуmo trabajando asн socorrбis a los necesitados, recordando las palabras del Seсor, Jesъs, que йl mismo dijo: Mejor es dar que recibir.

Mбs duro habнa sido, ciertamente, el acento con que nuestro apуstol tejedor habнa dicho en su carta a los fieles de Tesalуnica, para reprimir su ociosidad y vagancia: El que no quiere trabajar, que no coma.

Nadie crea que, por estar encallecidas las manos de Pablo por el бspero contacto de los pelos de cabra con que fabricaba sus lonas, se habнa embotado la sutil penetraciуn de su inteligencia, desarrollada en el ambiente de la cultura helenнstica. En su segundo viaje Pablo fue a la cuna y emporio de aquella refinada civilizaciуn, la sabia Atenas. Allн, al oнrle algunos filуsofos estoicos y epicъreos, le llevaron al Areуpago para que les expusiese su doctrina. Ante aquella doctнsima asamblea Pablo, con gran serenidad y aplomo, puesto en pie, pronunciу un discurso modelo de fina habilidad y prueba de su honda cultura helйnica.

Atenienses —les dijo—, veo que sois sobremanera religiosos, porque, al pasar y contemplar los objetos de vuestro culto, he hallado un altar en el que estб escrito: Al Dios desconocido. Pues ese que sin conocerlo venerбis es el que yo os anuncio. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en йl, йse, siendo seсor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por mano de hombre... Йl hizo de uno todo el linaje humano para poblar toda la haz de la tierra..., para que busquen a Dios y le hallen, que no estб lejos de nosotros, porque "en йl vivimos, nos movemos y existimos, como alguno de vuestros poetas ha dicho: porque somos linaje suyo…" Despuйs de esta alusiуn a un hexбmetro del poema Minos, de Epimйnides, y de la cita del verso del poema Fenуmenos, de Arato, pasу a impugnar la idolatrнa, y hubiera seguido exponiendo en una segunda parte la revelaciуn de Dios por medio de Jesucristo, cuya misiуn, dijo, "quedaba acreditada ante todos por su resurrecciуn de entre los muertos", si la mayorнa de sus oyentes no hubiera tomado a risa sus ъltimas palabras sobre la resurrecciуn. Ante esta actitud Pablo abandonу el Areуpago; pero no habнa sido del todo baldнa la siembra: Dionisio el Areopagita, una mujer de nombre Dбmaris y otros mбs creyeron en las palabras de Pablo y le siguieron.

Pablo adoctrinу con insistencia las tierras de Grecia y Macedonia con su palabra ardiente. Ademбs, Corinto, Filipos y Tesalуnica fueron destinatarias de cinco hermosas cartas que, como las restantes, sin excluir las dirigidas a los hebreos y a los romanos, estaban redactadas en un griego que, si no es el de Platуn, o Jenofonte, o de los aticistas de su tiempo, no es tampoco inferior al que usaban por entonces generalmente las personas cultas.

Terminada su tercera misiуn, Pablo ha vuelto a Jerusalйn. Estaba un dнa orando en el Templo cuando sus enemigos, al reconocerle, promovieron un tumulto contra йl. Un centuriуn romano con sus soldados le encadena. El populacho vocifera pidiendo su muerte. El tribuno manda que le introduzcan en el cuartel y le azoten.

—їOs es lнcito azotar a un ciudadano romano sin juzgarlo? —pregunta Pablo.

—їEres tъ romano? —inquiere a su vez, temeroso, el tribuno.

—Sн —contesta lacуnicamente el apуstol.

—Yo adquirн esta ciudadanнa por una gran suma —dice, admirado, el tribuno.

—Pues yo —prosigue Pablo sin altanerнa, pero con noble dignidad —la tengo por nacimiento.

Aquella vez la reclamaciуn produjo su efecto. Pablo no fue azotado. Pero dнas mбs tarde, ante una conjuraciуn de cuarenta judнos que habнan jurado no comer ni beber hasta que mataran al apуstol, fue trasladado a Cesarea, donde permaneciу unos dos aсos. Un dнa el procurador Festo, queriendo congraciarse con los judнos, dijo a Pablo: —їQuieres subir a Jerusalйn y allн ser juzgado? —Estoy ante el tribunal del Cйsar; en йl debo ser juzgado... A йl apelo.

—їHas apelado al Cйsar? Al Cйsar irбs —dijo Festo para terminar.

Y al Cйsar fue. Custodiado por un centuriуn llamado Julio embarcу en Cesarea, y, tras una penosa navegaciуn en la cual volviу a conocer los horrores de las tempestades marнtimas, llegу por fin a Roma. Pablo veнa cumplido uno de sus mбs vehementes deseos. En Roma permitieron a Pablo morar en casa propia con un soldado que le custodiaba, entretanto fallaban su causa, facilidad que el apуstol aprovechу para evangelizar y escribir: seis de sus epнstolas, la mitad, fueron escritas en Roma.

Por fin se dictу para йl sentencia absolutoria. Pablo quedaba libre para poder realizar otro sueсo dorado de su vida: llegar a Espaсa, el ъltimo confнn de Occidente, y predicar tambiйn en ella a Cristo crucificado. Ya en la carta que escribiу desde Corinto a los romanos les manifestaba este deseo, Espero veros cuando vaya a Espaсa y ser allб encaminado por vosotros. Roma era entonces para el indomable нmpetu de Pablo no una meta, sino un punto de partida. Y asн se realizу: el gran apуstol vino a Espaсa. Acaso desembarcу en la imperial Tarraco, ciudad en la que una tradiciуn venerable asegura la estancia y predicaciуn del tarsense. A pocos metros del lugar donde se escriben estas lнneas, sobre una roca que de generaciуn en generaciуn se seсala como lugar de las predicaciones paulinas, una capilla romбnica dedicada al apуstol es argumento pйtreo de este hecho histуrico.

De todas formas, la estancia de Pablo en nuestra tierra no pudo ser muy larga, El aсo 67 de nuestra era, y despuйs de haber realizado un viaje a Oriente, volvнa a estar en Roma cargado de cadenas. їDуnde y cuбndo habнa sido apresado? A esta pregunta no se puede contestar sino con hipуtesis. Lo cierto es que antes de que acabase el aсo 67 Pablo habнa llegado a su ocaso. Aquel sediento buscador de la verdad, aquel apуstol insaciable, aquel tejedor de lonas, aquel griego sutil, aquel ciudadano romano, caнa al filo de la espada junto al tercer miliario de la vнa Ostiense.

Sobre su tumba hubieran podido servir de epitafio aquellas palabras que, prуximo ya a su fin, habнa escrito en su ъltima carta a Timoteo: He combatido el buen combate.

He terminado mi carrera.

He guardado mi fe.

He recibido la corona de justicia.

Pablo, Apуstol (s. I )

Dejу escrito: «He combatido bien mi combate; he terminado mi carrera; he guardado la fe. Ahora me estб reservada la corona de justicia que Dios, justo juez, me darб en su dнa; y  no sуlo a mн, sino a todos los que aman su venida».

Y fue mucha verdad que combatiу, que hizo muchas carreras y que guardу la  fe. Su competiciуn, desde Damasco a la meta –le gustaba presentar la vida cristiana con imбgenes deportivas– no fue en vano, y merecнa el podio. Siempre hizo su marcha aprisa, aguijoneado con el espнritu de triunfo, porque se apuntу, como los campeones, a los que ganan. En otro tiempo, tuvo que contentarse con guardar los mantos de los que lapidaban a Esteban. Despuйs se levantу como campeуn de la libertad cristiana en el concilio que hubo en Jerusalйn. Y viу necesario organizar las iglesias en Asia, con Bernabй; ciega con su palabra al mago Elimas y abre caminos en un mundo desconocido.

Suelen acompaсarle dos o tres compaсeros, aunque a veces va solo. Entra en el Imperio de los нdolos: paнses bбrbaros, gentes extraсas, ciudades paganas, caminos controlados por cuadrillas de bandidos, colonias de fanбticos hebreos fбciles al rencor y tardos para el perdуn. Antioquнa, Pisidia, Licaonia, Galacia. Y siempre anunciando que Jesъs es el hijo de Dios, Seсor, Redentor y Juez de vivos y muertos que veinte aсos antes habнa ido de un lado para otro por Palestina, como un vagabundo, y que fue rechazado y colgado en la cruz por blasfemo y sedicioso.

Los judнos se conjuraron para asesinarle. En la sinagoga le rechazan y los paganos le oyen en las plazas. Alguno se hace discнpulo y muchos se amotinan, le apedrean y maldicen. Va y viene cuando menos se le espera; no tiene un plan previo porque es el Espнritu quien le lleva; de casi todos lados le echan.

Filipos es casi-casi la puerta de Europa que le hace guiсos para entrar; de allн es Lidia la primera que cree; pero tambiйn hubo protestas y acusaciones interesadas hasta el punto de levantarse la ciudad y declararlo judнo indeseable haciendo que termine en la cбrcel, despuйs de recibir los azotes de reglamento. En esta ocasiуn, hubo en el calabozo luces y cadenas rotas.

Tesalуnica, que es rica y da culto a Afrodita, es buena ciudad para predicar la pobreza y la continencia. Judнo errante llega a Atenas –toda ella cultura y sabidurнa– donde conocen y dan culto a todos los diosecillos imaginables, pero ignoran allн al Dios verdadero que es capaz de resucitar a los muertos como sucediу con Jesъs.

Corinto le ofrece tiempo mбs largo. Hace tiendas y pasa los sбbados en las sinagogas donde se reъnen sus paisanos. Allн, como maestro, discute y predica.

El tiempo libre Ўquй ilusiуn! tiene que emplearlo en atender las urgencias, porque llegan los problemas, las herejнas, en algunas partes no entendieron bien lo que dijo y hay confusiуn, se producen escбndalos y algunos tienen miedo a la parusнa cercana. Para estas cuestiones es preciso escribir cartas que deben llegar pronto, con doctrina nнtida, clara y certera; Pablo las escribe y manda llenas de exhortaciones, dando бnimos y sugiriendo consejos prбcticos.

En Йfeso trabaja y predica. Los magos envidian su poder y los orfebres venden menos desde que estб Pablo; el negocio montado con las imбgenes de la diosa Artemis se estб acabando. Las menores ganancias provocan el tumulto.

Piensa en Roma y en los confines del Imperio; el mismo Finisterre, tan lejano, serб una tierra bбrbara a visitar para dejar sus surcos bien sembrados.  Solo el lнmite del mundo pone lнmite a la Verdad.

Quiere despedirse de Jerusalйn y en Mileto empieza a decir «adiуs». La Pentecostйs del cincuenta y nueve le brinda en Jerusalйn la calumnia de haber profanado el templo con sacrilegio. Allн mismo quieren matarlo; interviene el tribuno, hay discurso y apelaciуn al Cйsar. El  camino es lento, con cadenas y soldado, en el mar naufraga, se producen vicisitudes sin cuento y se hace todo muy despacio. La circunstancia de cautivo sufrido y enamorado le lleva a escribir cartas donde expresa el misterio de la uniуn indivisible y fiel de Cristo con su Iglesia. 

Al viajero que es mнstico, maestro, obrero prбctico, insobornable, valiente, testarudo, profundo, piadoso, exigente y magnбnimo lo pone en libertad, en la primavera del aсo sesenta y cuatro, el tribunal de Nerуn. Pocos meses mбs tarde, el hebreo ciudadano romano tiende su cuello a la espada cerca del Tнber.