Autor: P. Felipe Santos Etimológicamente significa "ardiente, fogoso, cariñoso". Viene de la lengua griega.
Sin restar valor a la oración personal, nada lleva tanto a una comunión con Dios como una oración en común, entre dos o varias personas, con la belleza del canto. Una alegría inspirada por el Evangelio encuentra ahí una de sus más vivas expresiones.
Ignacio nació en Portugal de una familia ilustre. Estudió la enseñanza media en los padres jesuitas y, al terminar sus estudios, decidió, llamado por Dios, entrar en la Compañía de Jesús.
Pronto se distinguió como un sacerdote encendido de amor por las almas y por su caridad haciendo el bien a diestro y siniestro.
En 1556, Francisco de Borja, General de la Compañía, le nombró visitador en el Brasil.
En esta inmensa nación se topó con las enormes dificultades que le opusieron los Calvinistas y Luteranos.
Esta dos confesiones protestantes habían invadido el país de misioneros.
Ni unos ni otros se entendieron para nada. Cada cual se parapetaba en su verdad.
Después de hacer su visita al Brasil, sacó esta conclusión: Hay que fundar un noviciado y un seminario para estudiantes con vocación jesuita.
Volvió a Portugal para pedir dinero. Le siguieron muchos jóvenes. Hizo lo mismo en Roma.
El Papa mismo le animó en su proyecto para misionar aquel vasto país.
Se le unieron 69 misioneros salidos de Lisboa en junio de 1570.
Durante la travesía se enfrentaron a los barcos de los protestantes. Cayeron derrotados y fueron martirizados.
¡Feliz día a quien lleve este nombre!