Nació en el último cuarto del siglo XII, en el castillo de Andechs, en Baviera. Fue hija del conde Bertoldo, príncipe alemán y tía de santa Isabel de Hungría. Se casó muy joven con el duque Enrique I de Silesia, que pertenecía a la familia polaca de los Piasten, con quien tuvo siete hijos.
Su vida transcurre en el período que encierra la primera etapa de cristianización y colonización del país: ha quedado como ejemplo de esposa ejemplar y madre cristiana con los rasgos de una bondadosa mujer campesina profundamente preocupada por educar a sus hijos, vivir la caridad cristiana con los demás, y prestar atención a las necesidades del pueblo, cooperando en la elevación de su nivel de bienestar.
Animó al duque a que realizara fundaciones religiosas y ella misma participó de modo muy especial en la fundación de primer monasterio de monjas cistercienses de Silesia en Trebnitz, Breslau, en 1202, poniendo de abadesa a su maestra Petra Kitzingen. Este núcleo de espiritualidad llegó en poco tiempo a contar con ciento veinte religiosas y fue la casa-madre de cuatro conventos más.
Eduvigis contribuyó también en la fundación del Hospital del Espíritu Santo, en Breslau, el año 1214.
Además, cooperó con la gestión política de su marido para atraerse a emigrantes alemanes, donarles tierras a cultivar y dar protección a sus asentamientos. La historia la describe como acompañante asidua de su esposo en las visitas a los diversos condados; mientras uno atendía a cuestiones de gobierno, ella se dedicaba a atender enfermos, presos, viudas y huérfanos.
Se hizo notable por el amor a Jesucristo en la Eucaristía y manifestaba su piedad con la frecuente recitación de salmos y en la asistencia a la Misa cuando era posible; solía meditar con frecuencia, sumiéndose en alta contemplación, los sufrimientos de Cristo y la maternal figura de María, con una espiritualidad influida por san Bernardo y por el espíritu franciscano.
Falleció santamente en el año 1234, en el convento de Trebnitz, donde había ingresado después de la muerte de su marido.
Comenzó inmediatamente el fervor y devoción popular que la tenía por santa, atribuyéndosele numerosos milagros y favores.
El papa Clemente IV la declaró santa el 27 de Marzo de 1267.
El buen feminismo puede encontrar en Eduvigis rasgos para hacer de ella un estandarte: Supo ser muy mujer, muy esposa, muy madre, muy inquieta por la acción social, muy trabajadora y, sobre todo, muy de Dios. Olvidar alguno de estos rasgos hace que el movimiento feminista sólo sirva para desunir, o quizá también, para que vivan de algo unas cuantas.