Tres hermanos, tres mártires, unidos en la vida y en la muerte. Nuestros santos de hoy habían nacido en un pueblo del reino moro de Valencia, sus nombres eran Amete, Zaida y Zoraida porque los otros vendrían después. Nuestros santos eran mahometanos, y lo fueron durante bastante tiempo.
Un día, Amete fue enviado por sus padres a la corte del rey de Valencia, de allí fue enviado como embajador a Cataluña, para tratar el rescate de prisioneros moros. Se perdió por el camino y, en plena noche, oyó unas canciones maravillosas que lo llevaron hasta el monasterio del Poblet. Allí se quedó algún tiempo, recibió el bautismo y adoptó el nombre de Bernardo. Pasado algún tiempo, ya monje, volvió a su casa. Sus dos hermanas escucharon las palabras del neocristiano, aceptaron encantadas lo que él decía y se bautizaron, cambiando sus nombres por los de María y Gracia, pero no un hermano mayor que tenían, llamado Almanzor, que les ordenó a los tres que se marcharan.
Los fugitivos llegaron a Alcira, pero allí los fueron a encontrar los soldados de su hermano. Los apresaron y allí mismo los mataron. A Bernardo le metieron un clavo en la cabeza, a las hermanas las despedazaron a cuchilladas y dejaron los cuerpos de los tres como pasto de los cuervos. Era el año 1180.