Etimológicamente significa "príncipe excelente". Viene de la lengua griega.
Contempla sólo la meta y no veas lo difícil que es alcanzarla. Esta palabras toman cuerpo y realidad en este joven griego.
Nació en Tesalónica. Resulta que san Pablo había llegado a esta ciudad para evangelizarla y alejarla de la idolatría a la que estaba sometida.
Aristarco, conmovido por la palabra de Pablo, se convirtió al cristianismo.
Y no solamente esto: desde su conversión siguió a san Pablo por todos los caminos y lugares en los que se anunciaba la Palabra de Dios.
Cerca de Efeso, en Izmir, hoy Turquía, le pasó algo milagroso en su vida personal.
De todas partes venía gran muchedumbre para adorar a la diosa Diana, hija de Júpiter.
El templo era preciso porque había sido construido por Erostrato.
Era una de las siete maravillas de entonces. El orfebre Demetrio fabricaba pequeñas estatuas de plata para la venta de los que iban a adorar a su diosa.
Y vio que se quedaba sin trabajo y sin ventas debido a que la mayoría de la gente adoraba ya al Dios único y verdadero, el Dios que anunciaba san Pablo.
Entonces, aprovechando que san Pablo estaba fuera de la ciudad, armó tal revuelo en la ciudad que todo el mundo se quedó confuso.
Los Efesios, sin embargo, siguieron a Aristarco y a Cayo. Los llevaron al anfiteatro. Estando allá, todo se calmó. Pablo y sus seguidores se encaminaron a Roma para alejarse del peligro inminente que caía sobre sus cabezas.
En la carta a los Colosenses dice: Aristarco, mi compañero de cautividad os saluda.
Fue un fiel amigo incluso cuando Pablo estaba en la cárcel. Murió en el siglo I.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
Autor: P. Felipe Santos