5 de agosto

Santa Nonna

Autor: P. Felipe Santos Etimológicamente significa “nueve o nacido en noveno lugar”. Viene de la lengua latina.

Nunca tuve la ocasión de plantearme preguntas sobre la fe antes de los 13 ó 14 años. Hoy, me hago preguntas. He leído la Biblia, pero me ha parecido difícil comprender. Asistí dos o tres veces a una Eucaristía y nunca me he emocionado tanto en mi vida. A partir de ese momento comencé a creer.

Nona fue una mártir del siglo IV. En Asia Menor y en Capadocia en concreto, el nombre de Nonna es un nombre propio. El cristiano Filtazio le puso a su hija, al ser bautizada, ese bello nombre.

Creció como una niña. Más tarde fue una joven devota y con una sonrisa luminosa como todas las chicas de Capadocia.

Fue requerida como esposa de Gregorio, magistrado de Nacionceno, que era pagano.

Ella, con sus buenas formas y su profunda educación y preparación en temas cristianos, logró –con la gracia de Dios– que su prometido se convirtiera al cristianismo.

Tan a fondo se tomó su conversión que a los 60 años fu elegido obispo de Nazancio. Murió a los cien años..

Su hijo llegaría a ser el gran san Gregorio de Nazancio, doctor de la Iglesia.

Tuvieron otra hija, Gorgona, que es también santa y su hermano san Cesáreo, el médico.

En la historia del cristianismo es raro que todos los miembros de una familia hayan sido santos.

Nonna estuvo siempre al lado de su marido sirviendo a los pobres. Murió en la iglesia mientras hacía oración.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

Fuente: Catholic.net

Nona, esposa y madre de familia († 374)

Menos mal que entre todos los santos antiguos aparece una mujer elevada a los altares y con culto público en la Iglesia de los primeros siglos sin que haya tenido que pasar por la prueba del martirio. No es la única; pero consuela disponer de ejemplares que se han santificado viviendo las virtudes cristianas de modo heroico en el puesto que es más común para la inmensa mayoría de los creyentes en Cristo. No vaya a creer alguien poco informado que la santidad en el seno de la familia es un desideratum imposible o, en el mejor de los casos y concediendo la posibilidad, un asunto poco más o menos inventado por el concilio Vaticano II.

Hoy nos situamos en el siglo IV. Nona, la hija de Philtatios está casada con Gregorio; sí, tienen hijos: Gregorio, Cesareo y Gorgonia. Su marido no sólo no es cristiano, sino que pertenece a la secta de los Hypsistarienos, que es una mezcolanza de restos de judaísmo y cristianismo con buena dosis de magia.

Nona hizo una admirable labor; por eso es propuesta como modelo de esposa y madre cristiana. No se limitó a la defensa de sus derechos; paso a la ofensiva de lograr lo que el buen Dios le había encomendado: la salvación y santificación previa de su entera casa; sacó de ella cuatro santos y Nona no se quedó atrás.

Tuvo que hacer pinitos con su marido; primero le hizo ver con su buen humor y vida enamorada que los contenidos de su extraña modalidad de servir al Altísimo carecían de fundamento; luego, le faltó tiempo para aprovechar el  soplo del Espíritu y apoyar la vehemencia de la vida de fe cristiana iniciada en Gregorio, animándole para que entrara en el cuerpo de los clérigos, llegara a ser consagrado obispo y siéndolo por cuarenta y tres años, hasta el 373, en que murió casi centenario, con tal santidad que se le llama san Gregorio el Viejo para distinguirlo de san Gregorio Magno que es el calificativo de su hijo primogénito, también obispo de Nacianzo. Gorgonia, su única hija, murió un poco antes, en el 370, santificándose también en el matrimonio y con tres hijos. Por último, Cesáreo, fallecido en el 369, se santificó siendo médico.

Conocemos los hechos y virtudes de Nona, su piedad, sus rezos al detalle, las penitencias habituales, y la extraordinaria paciencia sin victimismos ni flecos pusilánimes por los sermones de Gregorio Nacianceno, obispo y Doctor de la Iglesia, en los funerales con motivo de la muerte de su padre y de sus hermanos.

La figura de Nona es excepcional. Seglar que sabe desarrollar un apostolado fecundo entre los de su propia sangre, que es el primero y principal. Atendió, como debía su casa, con las tareas domésticas semejantes a las de tantas vecinas, con mortificación oculta y con penitencia habitual. Relata su hijo la devoción por la Eucaristía, haciendo centro de su vida la reunión cristiana dominical; habla de sus muchas lágrimas derramadas a solas y en lo oculto para no martirizar a los demás; rotundamente afirma su sentido de lo sagrado que le llevó a no dar jamás la espalda al altar y –aunque nos resulte extraño a los que sabemos mucho– valoró tanto la pureza de la fe que se abstuvo de dar la mano, de besar y aún de sentarse a la mesa con quien no la tenía, la había perdido o dado su nombre a alguna de las herejías que pululaban en su tiempo ¡Claro, nosotros somos más condescendientes con estas situaciones y menos enamorados de la verdad que ella; por eso es santa y nosotros quizá sólo relativamente!

La confianza para cumplir su cometido en la vida sólo la tuvo en la bondad divina; Nona sabía que Dios es su Padre y que le había encomendado aquellas personas; de lo que se trataba era de ponerse por entero a su disposición para que el negocio saliera bien, estorbando ella lo menos posible. Por eso –no podía ser de otro modo–, se hizo siempre notar por su caridad con los pobres.

¿Qué cómo fue su muerte? Posiblemente a esta altura de la hagiografía no nos cueste demasiado adivinarla. Fue en pleno sacrificio del Altar, en Misa; tan próxima que casi podía tocar la madera de la mesa donde reposaba ya el cuerpo y la sangre del Señor.

Puede ser que «abrirse camino en la vida», esa fuerte aspiración de mucho cristiano de a pie, resulte demasiado corta de miras y raquítica de aspiraciones después de leer estas líneas sobre la vida de santa Nona que no está basada en leyendas áureas ni en imaginaciones plenas de deseos sin cuerpo. No lo sé, pero hasta pudiera ser que alguna esposa o madre, «desesperada en su desconsuelo», pueda pensar que lo suyo –tantas veces lamentado– no es tan difícil como un tiempo le pareció; y hasta podría tener remedio, que para eso el mismo buen Dios nos da la vida. Lo difícil de verdad será imitar en sus disposiciones a la santa; pero aún eso puede tener alivio con su intercesión.