Nació en Tecalitlán, Jalisco, diócesis de Colima, el 19 de junio de 1878.
Capellán de la Catedral de Colima, sacerdote sencillo, discreto, ordenado y puntual, siempre se mostró lleno de caridad para con los pobres y dispuesto a servir.
Colima fue el primer estado de la República Mexicana en que el gobierno exigió la inscripción de los sacerdotes para otorgarles licencias de ejercer.
El Obispo y sus sacerdotes protestaron afirmando que sufrirían todo antes que ser traidores a su fe y de su fidelidad a la Iglesia. La respuesta del gobierno fue procesar y desterrar a todos los sacerdotes.
El Padre Miguel, como algunos otros, se ocultó para continuar prestando ayuda a los fieles.
Fue descubierto y amenazado de cárcel definitiva si no abría el culto en la Catedral, contra lo dispuesto por el Obispo.
Ante la presión del gobierno militar prefirió salir de la ciudad. En el camino fue apresado y llevado ante el general, quien lo condenó a ser pasado por las armas. Caminó en silencio hasta donde le indicaron y como proclamación de su fe y de su amor a María Santísima sacó su rosario, empezó a rezarlo, y con él en la mano, cayó abatido por las balas. Eran las doce del día 7 de agosto de 1927.
Las tiranías adolecen con mucha frecuencia de los mismos males con respecto a la Iglesia Católica. Ante el mal que les supondría el aniquilamiento de la Iglesia, lavan la cara a las disposiciones despóticas queriendo presentar unas razonables, justas y hasta inocentes medidas en la apariencia. En el fondo pretenden el sojuzgamiento de la Iglesia al poder constituido y la consecución del potencial –espiritual, humano y económico si lo tiene– de la Iglesia en beneficio de la misma tiranía. Eso no es nuevo: lo hicieron Enrique VIII en Inglaterra para hacerse con el control del clero en 1532, la Revolución Francesa con la Constitución Civil del Clero en 1790, y en el siglo XX China con su particular Iglesia 'Asociación Católica Patriótica'. Las leyes de Reforma de Benito Juárez y las de Calles en 1924, en México, inspiradas por ilustrados, liberales y masones eran semejantes en los intentos. Menos mal que siempre, no podía ser menos en la tierra generosa mexicana, hubo papas, obispos, sacerdotes y laicos que se resistieron con toda sencillez y fortaleza a ese peligroso juego con la entrega de sus vidas. El Padre Miguel de la Mora, canonizado por el papa Juan Pablo II el día 21 de mayo del año 2000 junto con otros mexicanos, fue uno de ellos.