7 de agosto

SAN CAYETANO († 1547)

Cayetano nace en Vicenza (repъblica de Venecia) en 1480, en el clima gozoso del Renacimiento italiano. Sus padres, conde de Thiene y Marнa de Porto, ambos de la nobleza vicentina. Muerto el conde en 1482 defendiendo a Venecia, es Marнa de Porto, terciaria de Santo Domingo, quien dirige los pasos primeros del Santo, inspirбndole una piedad sуlida y un hondo sentido de la vanidad de la vida. En 1500 encontramos a Cayetano en la universidad de Padua. Alto y de porte distinguido, descuella por su нndole afable y modestos modales. Cuatro aсos mбs tarde vuelve a Vicenza graduado en jurisprudencia, entrando a formar parte del Colegio de jurisconsultos de la ciudad. Pero Dios le llama a una vocaciуn mбs allб. En 1504 recibe la tonsura clerical y se retira a la soledad de Rampazzo, donde hace construir una capilla.

La Providencia le tenнa destinado para influir en la reforma de la Iglesia, y es ella quien guнa sus pasos cuando, en 1506, viene a Roma. Familiar del obispo, luego cardenal Pallavicini, Cayetano penetra en la misma Curia romana como protonotario apostуlico. Son los aсos triunfales del Renacimiento. Julio II, el dinбmico papa, ha trazado ya su programa polнtico, cultural y reformador de la Iglesia. Cayetano vislumbra pronto las consecuencias amargas de un plan polнtico que, aun siendo justo, enfrentarб al Pontнfice con parte de su grey cristiana. Con gran dolor del alma ve cуmo Venecia mide sus fuerzas con las de la Santa Sede. Me siento sano de cuerpo —escribe a un amigo—, pero muy enfermo en el alma al pensar lo que puede ocurrir en Vicenza. No se deja fascinar por el programa humanнstico que quiere convertir a Roma en centro de las letras y las artes. Mientras sobre la tumba de San Pedro va levantбndose, piedra a piedra, la nueva basнlica —desafнo de los siglos—, el pincel de Miguel Angel descorre el velo de la historia de la humanidad en la Capilla Sixtina y Rafael ilumina con la Disputa del sacramento los muros de la sala de la Signatura, donde el joven protonotario vicentino escucha reverente el rasguear de la pluma de Julio II.

Todo ese esplendor renacentista no resuelve el problema de la Iglesia y de las almas. Los hombres, fascinados por el arte, la polнtica o el placer no son para Cayetano, escribirб mбs tarde a su sobrina, mбs que viajeros que, al llegar a la posada, se embriagan y pierden el camino de la patria. Por eso nadie se alegra tanto como йl cuando Julio II convoca en 1512 el concilio de Letrбn, buscando la tan ansiada reforma de la vida cristiana. Es Egidio Romano quien en su discurso de apertura seсala el verdadero camino de la reforma catуlica: Son los hombres los que han de ser transformados por la religiуn, no la religiуn por los hombres. Esa serб la divisa de Cayetano. Lutero, en 1517, emprenderб el camino opuesto tratando de reformar la religiуn.

Antes de que se cierre el concilio, Cayetano traza con rasgos rectilнneos el ideal de su vida: reformarse antes de reformar a los demбs. Renuncia su cargo de protonotario y decide hacerse sacerdote. En septiembre de 1516 ve sus manos ungidas con el crisma santo. Es ya sacerdote del Seсor, pero todavнa pasarб tres meses de preparaciуn, entre efluvios de amor y fervores divinos, antes de subir las gradas del altar en la capilla del Santo Pesebre de Santa Marнa la Mayor. Un profundo sentimiento de humildad inunda su alma siempre que se acerca al altar del Sacrificio.”Yo, polvo y gusanillo —son sus palabras—, me atrevo a presentarme ante la Santнsima Trinidad y tocar con mis manos al Creador del Universo". Con todo, llevado de la atracciуn hacia la Hostia Santa, celebra diariamente su misa —costumbre no comъn en aquellos dнas—. Roma le conoce como al neosacerdote literato, con suficientes bienes de fortuna, varуn todo de iglesia y que por devociуn ofrece diariamente el santo sacrificio. Mбs tarde no permitirб que los sacerdotes bajo su direcciуn omitan la celebraciуn cotidiana de la misa ni por escrъpulos ni por ocupaciones. Un dнa, ya viejo y maltrecho, correrб sigilosamente de Nбpoles a Roma para reprender cariсosamente a su compaсero y cardenal Carafa, que, abrumado de ocupaciones, deja a veces la santa misa. El sacrificio de la misa —le dice—, es la ocupaciуn mбs excelente de la tierra, el negocio mбs urgente, preferible a cualquier otro, por ser la vida y savia de toda obra.

Una vez sacerdote, Cayetano no se aнsla de los problemas de su tiempo encerrбndose en una vida oculta y quieta, por la que siente natural atracciуn. La Iglesia necesita de reforma en la cabeza y en los miembros. Muchos hablan de reforma, pero pocos tratan de reformarse a sн mismos. No basta, como hace Erasmo, lamentarse de los abusos existentes, sin preocuparse de corregir los yerros propios. Cayetano piensa que, en la obscuridad, vale mбs encender una bujнa que maldecir con elocuencia las tinieblas y trata de ser lбmpara evangйlica que ilumine los pasos indecisos de quienes viven a su alrededor. Con ello, ha dicho Ranke, el luterano, ayudarнa a reformar el mundo sin que йste se diera cuenta de su paso.

En el cuerpo de la Iglesia quedaban muchas cйlulas con vitalidad divina, que silenciosamente iban regenerando la sociedad cristiana. Grupos de personas en Italia, organizadas en forma de hermandad bajo el patronato de San Jerуnimo, comenzaban a renovar la vida cristiana. Eran los llamados ”Oratorios del Amor Divino". No siguen caminos nuevos. Beben con renovado fervor de las mismas fuentes que antaсo vivificaban la vida cristiana: oraciуn, lectura en comъn, recepciуn frecuente de sacramentos. Visitan hospitales y prisiones, erigen casas para desvalidos y arrepentidas, tratando de llevar a todos sus hermanos a Cristo. Ya en los primeros dнas de su sacerdocio encontramos a Cayetano en el oratorio del Amor Divino, de Roma. Es uno de sus miembros mбs activos y quizб haya sido uno de sus fundadores. Las reuniones en la iglesia de San Silvestre y Dorotea no tienen miembro mбs recogido. Ni los hospitales y prisiones quien trate al hermano enfermo y descarriado con mayor dulzura y caridad. El espнritu del Oratorio encaja perfectamente en el temperamento e ideal de santidad del vicentino. El mismo tнtulo congeniaba con las aspiraciones de su alma, que decнa sentirse desnuda del amor divino, y con su afбn apostуlico de predicar la reforma del amor y no la del odio, que estaba convirtiendo Alemania en un campo de rencor y de batalla.

Por unos aсos (1518-23) vemos a Cayetano por las ciudades del norte de Italia, llevando por doquier el fuego apostуlico del Oratorio romano. Luego de asistir a la muerte de su madre reaviva las hermandades de Vicenza y Verona, formadas de clйrigos, trabajadores y artesanos, y organiza el oratorio de Venecia, al que acuden nobles y patricios. Es el apуstol de la comuniуn frecuente: No me sentirй satisfecho —exclama— hasta ver a todos los cristianos acudir al altar con hambre del Pan de Vida. Es el apуstol de la caridad con los enfermos: En la iglesia adoramos a Cristo, en el hospital le servimos en sus miembros doloridos —dice—, mientras ayuda a erigir el hospital de los incurables de Venecia. Fomenta la perfecciуn entre los seglares y se entristece al ver la atmуsfera mundana que se respira a su alrededor. ЎQuй hermosa ciudad —escribe de Venecia—, pero quй ganas siento de llorar sobre ella! No hay nadie que busque a Cristo crucificado, ningъn noble que desprecie los honores del mundo. Las personas de buena voluntad estбn paralizadas por temor a los judнos, avergonzбndose de aparecer confesando y comulgando.

En 1523 Cayetano vuelve a Roma. Ha llegado la hora de su obra definitiva; la reformaciуn del clero. La hermandad del Amor Divino no es suficientemente eficaz. Cayetano no se siente satisfecho de sн mismo; su sacerdocio le exige mбs. Ante la vista de Cristo exclama: Veo a Cristo pobre y a mi rico, a Cristo despreciado y a mн honrado. Deseo aproximarme a йl un paso mas. Ese paso mбs era vivir su sacerdocio segъn el modelo de los apуstoles, dejados todos los bienes temporales. Cayetano concibe la idea de una asociaciуn de sacerdotes con el espнritu del Oratorio, pero unidos con los votos religiosos y practicando una pobreza absoluta. Expone su idea a algunos compaсeros y йstos la aceptan con ilusiуn. Halla acogida sobre todo en Juan Pedro Carafa, obispo de Chieti (Teate), hijo de una familia noble de Nбpoles, varуn recto, apasionado e inflexible, a veces duro, pero amigo de toda medida de reforma. El ideal reformador unirб de por vida a estos dos hombres de нndole tan diversa.

La influencia de Carafa en la Curia romana y su autoridad de obispo ayudan para que Clemente VII apruebe algo que era una novedad en la Iglesia: una asociaciуn de clйrigos, ni monjes ni frailes, sin otro vestido talar que el modesto de los sacerdotes del paнs, viviendo segъn los sagrados cбnones bajo los tres votos. El 24 de junio de 1524 la asociaciуn es aprobada y el 14 de septiembre, renunciados sus bienes y prebendas, Cayetano, Carafa y dos compaсeros mas, Pablo Consiglieri y Bonifacio de Colli, hacen la profesiуn en el nuevo instituto llamado de "clйrigos regulares". Muy en consonancia con la humildad de Cayetano, Carafa es elegido superior general, y del nombre de su diуcesis vendrбn a ser llamados chietinos y, finalmente, teatinos. Ese dнa la Iglesia daba una prueba mбs de su vitalidad perenne, ofreciendo al mundo una nueva forma de vida religiosa: junto a los monjes de Benito, y a los frailes de Francisco, los clйrigos regulares de Cayetano. Quedaba abierto el camino para los barnabitas, los somascos, etc., y hallada la soluciуn canуnica para la Compaснa de Jesъs en que soсaba Ignacio, peregrino aquel aсo de Venecia a Alcalб.

El nuevo Instituto quiere ser otro colegio apostуlico, salido de un nuevo Pentecostйs. Sus miembros profesan una pobreza absoluta. Vivirбn de las limosnas que lleguen a sus manos, sin mendigar ni admitir rentas ni bienes. Los santos Evangelios son su pan cotidiano, ordenando Cayetano que ellos sean leнdos todas las semanas totalmente y en comъn. їQuй mejor respuesta a las ansias de renovaciуn evangйlica por la que tantos suspiraban? Su apostolado se concentra en la renovaciуn de las costumbres por medio de la vida litъrgica, la administraciуn de sacramentos y una predicaciуn sencilla y evangйlica.

Roma, donde tantos eclesiбsticos corren tras los honores y riquezas, se siente pronto imantada por la vida, que es un sermуn viviente, de aquel grupito, de clйrigos regulares que, con sotana negra, medias blancas y bonete clerical, se olvidaban de sн mismos predicando a Jesъs crucificado. Asombra a todos el heroнsmo de aquellos nobles que habнan abandonado todo por Cristo; muchos empiezan a consultarlos y venerarlos. Cristo es ahora mбs temido y venerado en Roma que antes. Los soberbios se humillan, los humildes alaban a Dios, escribe un contemporбneo. No faltan, sin embargo, quienes se mofen de ellos, teniйndoles por locos. Algunos hasta quieren hacerles desistir de su vida tan austera y especialmente de aquella su pobreza absoluta. Cayetano se mantiene intransigente. Su continua respuesta son las palabras de Cristo: No querбis preocuparos de comida o de vestido. Mбs tarde, en Nбpoles, un noble dona su casa al nuevo Instituto. Cayetano acepta. Pero cuando el noble insiste en que debe aceptar renta, porque en Nбpoles no se puede vivir sin mбs garantнas que la Providencia divina, Cayetano abandona la casa y se aloja en el hospital de los incurables. El Dios de Nбpoles es el mismo de Venecia, dice Cayetano, el santo de la Providencia como le llaman las gentes al pasar. Vida de tal pobreza y renuncia frenaba, sin duda, la expansiуn del Instituto, pero era un desafнo necesario al espнritu del tiempo y en los planes de Dios clarнn que despertaba y evangelizaba las conciencias.

Durante el saqueo de Roma por las tropas de Borbуn, Cayetano huye al norte de Italia. Es la ocasiуn providencial para que otras ciudades contemplen lo que puede ser la labor de un clero reformado. Invitado por su amigo y reformador Giberti, da una misiуn en Verona. Abre una casa en Venecia, junto a San Nicolбs de Tolentino —muy pronto centro de irradiaciуn eucarнstica y de reforma—, y trata de fundar una imprenta para contrarrestar la propaganda luterana que invade el norte de Italia.

Nбpoles ve los ъltimos aсos del vicentino. Entregado a la vida de oraciуn y direcciуn de las almas, encuentra tiempo para colaborar en la fundaciуn del Monte de Piedad, favorecer la reforma de las clarisas y convertir la iglesia de San Pablo en el centro litъrgico mбs recogido y digno de la ciudad. Desde su celda recoleta siente la efervescencia religiosa del mediodнa de Italia. Hasta ella llegan los ecos de los sermones de Bernardino de Ochino, en los que Cayetano ha podido sorprender los primeros sнntomas de su herejнa. Quizб ve con inquietud el clima espiritual que va formбndose en cнrculos espirituales alrededor de Juan de Valdйs y de Flaminio, que un dнa quiso entrar en su Instituto. Sin bagaje teolуgico, y algo al margen de la jerarquнa, hablan de la miseria humana y de la confianza en el beneficio de la pasiуn de Cristo. Cayetano, de alma mнstica, humilde y pudorosa, confнa sуlo en la gracia de Jesъs; pero, como Ignacio, ha encontrado el justo equilibrio, que pronto formularб Trento, entre la fe y las obras, la gracia y la libertad, el amor y el temor.

Creado Carafa cardenal (luego serб Papa con el nombre de Paulo IV), Cayetano vigila con prudencia el lento crecer de su Instituto, futuro plantel de obispos y reformadores. Antes de morir puede ver cуmo la Iglesia —santa y amorosa, aunque manchada en algunos de sus miembros— entra por la vнa de la reformaciуn definitiva con el concilio de Trento (1545). Su vida habнa transcurrido entre dos concilios, el de Letrбn, de las grandes esperanzas, y el de Trento, de las grandes realizaciones. El primero fallу por falta de personas dispuestas a secundar sus planes de reforma: Cayetano, con su obra, preparу el triunfo del Tridentino. Con la paz de la tarea cumplida, el 7 de agosto de 1547 expiraba en el Seсor. Era el dнa por el que tanto tiempo habнa suspirado: "ЎOh, cuбndo llegarб el dнa sin noche en el que nos veremos en la luz bella y sin engaсo del Cordero Inmaculado!". Saludado ya en vida como el gran siervo de Dios, la Iglesia le elevу al honor de los beatos el 18 de octubre de 1629 y a la gloria de los santos el 12 de abril de 1671.

DOMINGO DE SANTA TERESA, C. D.

Cayetano, presbнtero y fundador (1480-1547)

Nace en Vicenza (República de Venecia) en 1480, cuando en la Iglesia sonaban voces, cada vez más altas y fuertes,  pidiendo la reforma tanto en la cabeza como en los miembros. En el tiempo se dilatan las decisiones por falta de firmeza y de acuerdos entre los que tienen que poner remedio. Los papas y sus Curias se encuentran enredados en negocios sin cuento, entorpecidos por los intereses de los reyes que, en tira y afloja, van dificultando más y más el buen gobierno de la Iglesia que se asfixia.

La familia de Cayetano es de la nobleza vicentina; sus padres fueron  el conde Thiene y María de Porto; ella tuvo que encargarse en exclusiva de la formación del niño que quedó huérfano de padre, cuando tenía poco más de un año; menos mal que era terciaria franciscana y  se lo tomó en serio el delicado asunto de educar bien, con principios cristianos, a su hijo.

En 1500 está en la Universidad de Padua estudiando leyes. Ejerció la abogacía; pero, entre pleitos  y consultas, rondan por su cabeza pensamientos de mayor entrega a Dios y a la Iglesia para hacer algo en tiempos tan revueltos. Se retira a Rampazzo, siendo ya clérigo. En 1506 pasa a Roma como ayudante del obispo Pallavicini y entrará en la Curia con el cargo de Protonotario Apostólico. Es el Renacimiento, con  el papa Julio II a la cabeza, que se ha propuesto hacer de Roma el centro de las letras y de las artes; está en construcción la basílica de San Pedro  por Bramante, Miguel Angel se recrea en la Capilla Sixtina y Rafael ilumina la Signatura con La Disputa del Sacramento.

Pero a la moda le pasa siempre lo mismo; en este caso, el Renacimiento no cura los males de la Iglesia, no resuelve sus problemas ni ofrece solución práctica y eficaz en lo referente a la salvación de las almas, por más que de convoque el concilio de Letrán del 1512 buscando reforma. Cayetano tomó como contraseña la frase de Egidio Romano en el discurso de apertura: «Son los hombres los que han de ser transformados por la religión y no la religión por los hombres»; era todo un programa que señalaba el camino a seguir, aunque en 1517 Lutero optara por lo contrario.

A Cayetano le va, además,  otra canción; piensa que si se han de poner todas las energías y fuerzas en reformar a los demás, lo primero que dicta la sensatez es empeñarse seriamente en la reforma personal de uno mismo, porque lo que advierte que está pasando se resume en «mucho hablar y poco hacer». Por su parte, renuncia a ser Protonotario, se hace sacerdote y comienzan sus temblores ante el altar cada vez que celebra la misa ¡y la dice diariamente, cosa infrecuente entre los sacerdotes en su tiempo!

Como es miembro activo del Oratorio del Amor Divino está contactado con grupúsculos de personas que poco a poco van ya viviendo las reformas que en las altas esferas sólo se cacarean; a estos les da ánimo y se preocupa de que vayan echando raíces en la oración, frecuenten los de sacramentos, y se aficionen a lectura del Evangelio; les anima a que hagan visitas a los enfermos y encarcelados, y funda casas donde puedan ser atendidos los desvalidos y desamparados. Pasa años en el norte de Italia, desparramando celo apostólico; es el pregonero de la Comunión frecuente; funda Oratorios en Vicenza, Verona y Venecia donde también ayuda a levantar el hospital de incurables.

De nuevo en Roma por el año 1523, fijándose en la importancia de los sacerdotes para la mejora de la Iglesia, se dedica a la reforma del clero. Como siempre, antes de quitar la mota del ojo ajeno, mirándose a sí mismo se reconoce rico, con casa y alimentado, mientras que Cristo es pobre en serio; está decidido a vivir como los Apóstoles, para lo que ha de dejar todos sus bienes materiales; comienza a transmitir su inquietud y deseo a los clérigos más próximos –entre ellos a Carafa, obispo de Chieti–  proponiéndoles una vida apostólica como sacerdotes entre el pueblo, pero en pobreza completa. Son los clérigos regulares que aprobará Clemente VII el 24 de junio de 1524, con Carafa como superior general. Han nacido los Chietinos que se llamarán luego Teatinos. Es una forma nueva distinta de los monjes de Benito y de los frailes de Francisco. Harán votos, vivirán de limosna, pero no la pedirán; en pobreza absoluta, sin rentas ni posesiones; es un vivir confiados en la Providencia Divina; ejercerán su apostolado propiciando la renovación de las costumbres; contrarrestarán el ambiente con abundante oración, con el decoro en la vida litúrgica –estarán siempre dispuestos a la administración de los sacramentos–, con la predicación frecuente y sencilla, con la dirección de almas y con la lectura  meditada del Evangelio.

El grupo impacta en los ambientes eclesiásticos romanos que están más paganizados que otra cosa. Se  comienza a ver sacerdotes con sotanas negras que, abandonándolo todo –aunque pertenecieran a la nobleza–, se dedican a predicar a Cristo crucificado. Como siempre, los más se burlan y mofan, los menos se interesan. Del pequeño círculo inicial van saliendo nuevas ondas, como sucede al echar la piedra en el agua, cada vez más amplias. De este plantel saldrán obispos y reformadores anteriores a Trento; hasta el mismo Carafa llegará a papa con el nombre de Paulo IV.

Cayetano murió, cumplida su misión, el 7 de agosto de 1547.

¡Qué cosa más buena es saber «interpretar los signos de los tiempos» por los que pasa la Iglesia, detectar las dificultades, conocer los males a su tiempo, y aplicar el remedio sobrenatural que se necesita!