16 de septiembre

SAN CIPRIANO († 258)

A San Cipriano yo no lleguй a conocerle y estimarle profundamente hasta que fui a Roma. En mi primera visita a la basнlica de San Pedro, despuйs de orar ante la tumba del Prнncipe de los Apуstoles, levantй mis ojos hacia la cъpula majestuosa de Miguel Angel Buonarroti y mi mirada se cruzу en seguida con un slogan que me conmoviу profundamente.

Hinc una fides mundo refulget, hinc sacerdotii unitas exhoritur. Estas palabras estбn incrustadas con caracteres inmensos y con mosaicos de oro en la banda circular interior de la cъpula de San Pedro: Desde aquн se esparce por el mundo la ъnica y verdadera fe, aquн nace la unidad del sacerdocio. El texto es de San Cipriano y me parece lo suficientemente indicativo para que a este Padre de la Iglesia podamos apellidarle Santo de la Romanidad. Mi segundo gran encuentro con San Cipriano lo tuve luego, al comienzo de mis estudios teolуgicos, profundizando en el tratado De Ecclesia Christi, que me explicу el famoso teуlogo padre Zapelena en la universidad Gregoriana. Fue entonces cuando mejor comprendн la magnitud de esta figura egregia, que aparece con tanto relieve en el horizonte de la cristiandad hacia la mitad del siglo III. San Cipriano me enseсу a amar mбs a la Iglesia y al Romano Pontнfice y a mejor comprender la grandeza del Papado. Esta misma lecciуn quiero yo que aprenda el lector de estas lнneas dedicadas al santo de hoy.

Cipriano, nacido en Africa, primero enseсу la retуrica con grande gloria; luego se hizo cristiano por consejo del presbнtero Cecilio, de quien tomу el nombre, y empleу todos sus bienes en socorrer a los pobres. Poco tiempo despuйs recibiу la ordenaciуn de presbнtero y luego fue constituido obispo de Cartago. Serнa por demбs superfluo ponerme a dar una muestra de su ingenio, siendo asн que sus escritos resplandecen mбs que el sol. Padeciу martirio bajo los emperadores Valeriano y Galieno, en la octava persecuciуn, el mismo dнa, bien que no el mismo aсo, que Cornelio en Roma.

Esta es la estupenda fotografнa que nos ha dejado de Cipriano el maestro Jerуnimo en su catбlogo de varones ilustres. La he copiado нntegra del breviario romano porque su sencillez y su enjundia son mбs expresivas que todas las pбginas que yo pueda escribir. Para erudiciуn y explicaciуn no harй ahora mбs que apilar sobre las palabras de San Jerуnimo algunos otros datos histуricos.

Cipriano, ademбs de Cecilio, se llamaba Tascio. Su lugar de nacimiento hay que colocarlo en el norte de Africa, quizб en la misma Cartago, y su fecha en los primeros aсos del siglo III. Eran sus padres paganos adinerados y le procuraron una buena formaciуn literaria. En su juventud y mientras enseсaba retуrica, los vicios del paganismo ensuciaron su vida. Pero un dнa la luz de la fe y de la gracia que Cecilio le llevу transformу totalmente el rumbo de su existencia, Convertido al cristianismo, empezу una nueva vida, siendo ya de catecъmeno ejemplarнsimo en la prбctica de la austeridad, la continencia y la caridad. Poco despuйs del bautismo entrу en las filas del clero, entregando a la Iglesia el propio patrimonio. Su elecciуn episcopal a la distinguida sede cartaginense hay que ponerla en el aсo 248 у 249. Para tan alto cargo jerбrquico fue designado (no constituido) por aclamaciуn popular, o sea democrбticamente, segъn la costumbre de entonces. Y como en todo buen acto democrбtico, tambiйn en йste hubo su oposiciуn organizada. A la elecciуn episcopal de Cipriano se oponнa el partido lapsista del clero, encabezado por el sacerdote Novato y por un seglar rico cuyo nombre era Felicнsimo. Despuйs, durante su gobierno episcopal, el pastor cartaginйs tuvo que enfrentarse fuertemente contra este partido en la cuestiуn de los lapsi y libelбticos.

Se llamaban libelбticos a los cristianos que para librarse de la persecuciуn se procuraban un libellus de apostasнa, es decir, un certificado de haber sacrificado a los dioses, sin haberlo hecho en realidad. Pasada la persecuciуn, йstos, lo mismo que los apуstatas, pedнan de nuevo ser admitidos en la comunidad cristiana. Para ello se procuraban tambiйn de los confesores que habнan padecido cбrceles y sufrimientos por la fe billetes de paz (libelli pacis), con los cuales debнan ser dispensados de la penitencia pъblica. Esto representaba un verdadero abuso, fomentado por Novato y Felicнsimo. Cipriano mantuvo firme su autoridad episcopal frente a los confesores e hizo prevalecer su opiniуn. Para ello reuniу en el aсo 252 un sнnodo en Cartago y tomу medidas rigurosas, que consistнan en distinguir entre los que habнan sacrificado a los нdolos —a los que se impuso penitencia perpetua, admitiйndoles a la reconciliaciуn sуlo a la hora de la muerte— y los libelбticos, a los cuales podнa admitirse a la comuniуn despuйs de un perнodo de prueba. Novato y Felicнsimo se declararon en rebeldнa frente a estas decisiones e iniciaron un cisma local. Luego, los cismбticos o laxistas de Cartago encontraron apoyo precisamente en la fracciуn contraria, es decir, en los extremadamente rigoristas del clero romano, partido encabezado por Novaciano, el cual defendнa que en ningъn caso habнa que perdonar a los lapsos. Novaciano logrу en Roma hacerse elegir antipapa contra Cornelio, produciendo un cisma que tuvo cierta difusiуn y duraciуn. En Africa, el obispo cartaginйs combatiу enйrgicamente este movimiento, sosteniendo la elecciуn de Cornelio.

Cipriano rigiу la iglesia de Cartago hasta el aсo 257. Su perнodo pastoral se vio agitado por las persecuciones contra los cristianos, que tuvieron lugar en aquella mitad del siglo. Asн, desde el aсo 250 hasta la primavera del 51, con motivo de la persecuciуn de Decio, el intrйpido obispo cartaginйs tuvo que estar escondido para no privar a su grey de un guнa entonces necesario mбs que nunca. De esa manera, desde su oculto retiro, no lejano de la sede, gobernу a sus fieles por medio de una intensa actividad epistolar. Pasado el huracбn, pudo regresar a su ciudad y allн derrochу su vitalidad y sus energнas apostуlicas hasta que vino la famosa persecuciуn de Valeriano.

El 30 de agosto de 257 el obispo es llevado al pretorio de Cartago ante el procуnsul Aspasio Paterno. Este le hizo la pregunta de ritual: Los sacratнsimos emperadores se han servido escribirme con orden de que a quienes no profesan la religiуn de los romanos se les obligue a guardar sus ceremonias. Quiero saber si eres de ese nъmero. їQuй me respondes? Cipriano confiesa entonces abiertamente su fe: Soy cristiano y obispo; no conozco mбs dioses que uno solo, el verdadero Dios, que criу los cielos, la tierra, el mar y cuanto en ellos hay. A este Dios adoramos los cristianos y noche y dнa rogamos por nosotros mismos, por todos los hombres y tambiйn por la salud de los emperadores. A este valiente testimonio responde el procуnsul con la orden de destierro. Cipriano se ve obligado a salir para Curubi. Allн permanece una temporada hasta que un nuevo procуnsul sucede a Paterno. Es Galerio Mбximo. Este ordena a Cipriano que se presente en Utica, residencia del magistrado romano; pero el obispo se niega a esto porque quiere morir en medio de su pueblo. Regresa a Cartago y el procуnsul, despuйs de oнr nuevamente la solemne confesiуn de fe hecha por el imperturbable obispo el 13 de septiembre, le condena a muerte. A la sentencia proconsular el futuro mбrtir da por toda respuesta un cordialнsimo Deo gratias. Luego, antes de su ejecuciуn, dando muestras de la generosidad en la que tanto se habнa distinguido toda su vida, ordenу que se diesen 25 monedas de oro a su verdugo. El dнa 14 Cipriano fue decapitado delante de una inmensa multitud de fieles, que pudieron admirar el ejemplo del santo mбrtir y que luego lloraron su muerte y esclarecieron su memoria. Fue Cipriano, segъn afirma Poncio, el primer obispo que, despuйs de los apуstoles, tiсу el Africa con su sangre. Buen patrуn podrнa encontrar en este insigne santo africano ese continente que ahora se abre cada vez mбs a la luz del Evangelio.

Bonitamente anota San Jerуnimo que Cipriano fue martirizado el mismo dнa, aunque no el mismo aсo, que el papa Cornelio. Este muriу en el 252, despuйs de haber sido desterrado a Centocelle, donde precisamente recibiу de Cipriano cartas de consolaciуn. Ahora la Iglesia nos presenta a los dos santos mбrtires unidos por la misma fiesta en la liturgia del dнa 16 de septiembre. Buena compaснa para el obispo Cipriano la de este Papa, a quien йl conociу. Otro detalle que me gusta, cuando considero a San Cipriano entre los santos que se han distinguido por su romanidad.

Quizб alguien proteste porque insisto en poner a Cipriano la etiqueta de Santo de la romanidad. Es cierto que son muchos los santos a quienes se les puede catalogar dentro de esta lнnea, pero quizб —dirб el arguyente— a Cipriano no, porque en realidad la historia duda de si fue o no algъn tiempo cismбtico o poco menos. No podemos soslayar este aspecto o este punto obscuro de la vida de Cipriano. Es una cuestiуn controvertida por historiadores y teуlogos y no voy a resolverla aquн, ni siquiera a tratarla con una amplitud que no es propia de este lugar.

El llamado problema cipriбnico, que aparece en el tratado de teologнa fundamental, se puede resumir en estos tйrminos: Despuйs de la persecuciуn de Decio, en los aсos que siguieron al 251, la iglesia de Cartago llegу a adquirir un extraordinario esplendor. Cada aсo Cipriano convocaba un sнnodo en su sede residencial y su influencia sobre otros obispos se notaba cada vez mбs, hasta el punto de que, como dice el padre Hertling, Cipriano no siempre se daba cuenta de que Dios le habнa consagrado obispo de Cartago y no obispo de toda la Iglesia.

Esta preponderancia manifiesta llevу al fogoso y ardiente obispo de Cartago a tener algunos conflictos con el Papa. Cipriano tuvo ya algъn roce con el pontнfice Cornelio en ocasiуn de la elecciуn de йste a la Sede de Roma.

Sin embargo, el problema estб en las relaciones del obispo cartaginйs con el papa Esteban —aсo 254-257—. Ya estas relaciones aparecen enturbiadas en el episodio de los obispos espaсoles Basнlides de Astorga y Marcial de Mйrida. Estos dos obispos, depuestos como libelбticos, apelaron a Roma y el papa Esteban, creyendo en su inocencia, ordenу que fueran restablecidos en sus diуcesis, cuando ya йstas habнan sido ocupadas por los nuevos obispos Fйlix y Sabino. Entonces las comunidades espaсolas, no satisfechas de la soluciуn de Esteban, recurrieron a San Cipriano, que gozaba de grandнsima autoridad. Este reuniу un sнnodo en Cartago, que confirmу la deposiciуn de Basнlides y Marcial, poniйndose asн en abierta contradicciуn con el Papa.

No sabemos hasta quй punto tuvo relaciуn este hecho con la gran controversia que desuniу a Cipriano del papa Esteban. La controversia versaba sobre si habнa que rebautizar o no a los herejes que se convertнan. El obispo cartaginйs defendнa que era invбlido el bautismo conferido fuera de la Iglesia catуlica y que, por lo tanto, los conversos debнan ser rebautizados. Para estudiar este asunto Cipriano celebrу en Cartago diversos sнnodos, al ъltimo de los cuales asistieron 87 obispos. Los Padres conciliares proclamaron repetidas veces el principio defendido por Cipriano, aprobando la prбctica que se seguнa en Africa sobre el particular y enviando emisarios a Roma para dar cuenta a Esteban de las decisiones sinodales. Pero el Papa estaba por la sentencia contraria, que es la que hoy se defiende en la Iglesia, dado que la gracia del sacramento viene directamente de Cristo, no del ministro, y por lo tanto el bautismo, como todo sacramento, produce su efecto por sн mismo, independientemente del estado del que lo confiere.

Esteban acogiу mal a los emisarios de Cipriano y mandу decir a йste que siguiese la tradiciуn romana, prohibiendo la repeticiуn del bautismo administrado por los herejes y amenazando con romper la comuniуn eclesiбstica con Cartago. Cipriano, en contra de la decisiуn del Papa, siguiу defendiendo y practicando su doctrina y el resultado fue que de hecho quedу interrumpida la comunicaciуn entre Roma y Cartago. Parece bastante claro que Cipriano quedу objetivamente en situaciуn de cismбtico. їLo fue subjetivamente? Tal vez —anota el padre Hertling, mi profesor de historia eclesiбstica en la universidad Gregoriana—, Cipriano no consideraba como definitiva la difнcil situaciуn que se habнa creado con la decisiуn de Esteban. Con todo, dado el fogoso e irreductible carбcter del obispo cartaginйs, no sabemos quй sesgo hubiesen tomado las cosas si la Providencia no hubiera intervenido zanjando de hecho la cuestiуn. Por fortuna para Cipriano —dice el padre Hertling—, el papa Esteban muriу —aсo 257— y el sucesor de йste, Sixto II, de carбcter conciliador, entablу de nuevo la comuniуn con el obispo Cipriano y la iglesia cartaginense. Poco despuйs el intrйpido obispo se encontrу con la palma del martirio.

Como se ve por esta semblanza, Cipriano era una figura potente y de una personalidad arrolladora. Resultу un gran pastor de almas, generoso en extremo y lleno de incontenible celo, hasta el punto de que su ansia mбs ardiente era mostrar a todos los hombres el camino de la salud eterna. Sus afanes apostуlicos eran tan grandes que no podнan contenerse en los lнmites de su cristiandad cartaginense, ni siquiera en las fronteras africanas. Manejу la pluma con la destreza periodнstica de un San Pablo, y con su palabra escrita predicу en todas las iglesias de su tiempo y ha seguido predicando a travйs de la historia hasta nuestros dнas. Por sus ideas supo luchar intrйpidamente, como debe lucharse cuando se estб convencido de la verdad. Fue un gran maestro, un intelectual o, como se dice tйcnicamente, un Padre de la Iglesia y su fe fue tan profunda, tan viva y tan sуlida, que por querer ser consecuente con sus ideas lo fue hasta el extremo desdichado —y aquн estб el lado desfavorable de su personalidad episcopal y apostуlica— de poner en serio peligro su comuniуn con Roma. Sin embargo, no se puede negar que esto fue extremadamente paradуjico en su vida, porque Cipriano, pese a los errores que haya podido tener en la prбctica, ha defendido, como el que mбs, el amor a la Iglesia Romana y el Primado de Pedro y sus sucesores. Por eso, los teуlogos le consideran como uno de los principales doctores antiguos que hay que citar en defensa del Primado Romano. Yo considero y llamo a San Cipriano apуstol y maestro de la romanidad, porque su doctrina contiene un mensaje nнtido y entusiasta en esta lнnea estupenda de amor a la Iglesia y al Vicario de Cristo.

En las magnнficas obras de este insigne doctor africano —cartas y tratados—, que son espejo purнsimo de su pensamiento, de sus preocupaciones y de su incansable acciуn pastoral, podrнamos espigar multitud de frases que nos darнan el ideario del Santo. Contentйmonos con reproducir, para terminar, algunas ideas del mбs hermoso de los opъsculos escritos por San Cipriano, el De Catholicae Ecclesiae unitate: No puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por Madre. Hemos de temer mбs las insidias contra la unidad de la Iglesia que la misma persecuciуn. La Iglesia permaneciendo unida se extiende hasta abrazar la multitud de los hombres, como una ъnica luz de muchos rayos, un ъnico бrbol de innumerables ramas, una ъnica fuente con multitud de chorros. Atenta contra la unidad quien no guarda la concordia. La Iglesia estб constituida sobre los obispos puestos por Dios para gobernarla. El episcopado tiene el centro de su uniуn en la cбtedra de Pedro y de sus sucesores. Roma es la Iglesia prнncipe, donde estб la fuente de la unidad sacerdotal.

CIPRIANO CALDERУN

Cipriano, obispo y doctor de la Iglesia (c.a. 200- 257)

«No puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por madre» dejó escrito este santo obispo, maestro y doctor de la Iglesia, en su obra De catholicae ecclesiae unitate. A pesar de ser un auténtico defensor a ultranza de la unidad de la Iglesia, por su celo y coherencia, estuvo muy al borde de la ruptura cismática con Roma.

San Jerónimo escribe de él una auténtica biografía en su listado de varones ilustres. Cipriano nació en el norte de África, posiblemente en Cartago, al comienzo del siglo III. Se llamaba Tascio. Sus padres, paganos y ricos, le procuraron una estupenda formación literaria. Llegó a enseñar retórica hasta su encuentro con el presbítero Cecilio que transformó su vida hasta entonces montada sobre los vicios del paganismo, llevando una conducta nada edificante hasta que entró en los cuarenta. Vino luego su conversión, el catecumenado y el bautismo. Se produjo en Cipriano un notable proceso de madurez cristiana que tendrá tres polos persistentes a lo largo de su vida futura: austeridad, continencia y caridad.  Cuando lo ordenaron sacerdote, se desprendió de todos sus bienes heredados y los donó a la iglesia para facilitar la atención de quienes más los necesitaban.

Siguiendo el uso democrático del tiempo, lo eligieron para obispo de Cartago en el 248 o 249, no sin la oposición organizada por el presbítero Novato y el rico seglar Felicísimo, contra quienes tuvo que enfrentarse fuertemente todo el tiempo de su gobierno como obispo; eran los portavoces del «ala blanda», extremadamente proclives a mostrar una indulgencia  rayana en el laxismo. No debió caerle bien al presbítero Novato la elección para obispo de un neoconverso que hasta poco antes había sido un modelo de desorden; quizá llegó a sentirse más digno candidato al episcopado por ser cristiano desde la más tierna infancia.

El comienzo de la tensión entre Cipriano y la facción disidente vino provocado por lo que el obispo consideró abuso en el modo de proceder algunos cristianos que durante el tiempo de persecución habían conseguido por dinero o influencias el libellum de apostasía que, sin haber llegado a sacrificar a los ídolos, les permitía pasar ficticiamente como gente que había rendido culto a los dioses paganos del Imperio, librándose así de los compromisos inherentes a la defensa de la fe y de las complicaciones que podrían terminar en martirio; además, cuando vuelve la paz a la Iglesia, consiguen de sus confesores el libellum pacis o escrito exculpatorio para escapar a la penitencia pública. Y este modo de proceder era apoyado por el grupo liderado Novato que hizo causa común con los novacianos de Roma; éstos, aunque en su pensamiento y praxis eran contrarios, tenían tantas ganas de sacar de la sede romana al papa Cornelio considerado por ellos muy blando, como los que pretendían expulsar de Cartago a Cipriano por rigorista. Juzgaron que unidos en contestataria alianza sería mayor la presión para conseguir cada cual su propósito.

Turbias estuvieron las relaciones entre Cartago y Roma en esa ocasión, empeoradas por el asunto de los libeláticos obispos españoles Basílides de Astorga y Marcial de Mérida que habían sido arrojados de sus diócesis y ocupadas por otros obispos fieles y fuertes; el obispo de Cartago se vio implicado en este asunto por ciertas consultas. Y lo malo es que esto sucedía ya en tiempos del papa Esteban, augurando no muy buenas relaciones entre los dos pastores desde el comienzo del pontificado.

Por si esto fuera poco, Cipriano consideró oportuno y necesario manifestar su desacuerdo con la praxis que en Roma estaba permitiendo el papa Esteban con respecto a reconocer como válido el bautismo administrado por herejes. El pensamiento del obispo cartaginés en este punto estaba equivocado. El papa Esteban reconocía la validez de este bautismo y Cipriano llegó a enfrentarse dura y dramáticamente con él manteniendo una opinión contraria avalada por los sínodos de Cartago. Se produjo un distanciamiento tal entre ellos que algunos historiadores han llegado a calificarlo de cismático. Gracias a la intervención de la Providencia, se resolvió el asunto con la muerte del papa Esteban y con el carácter conciliador de Sixto II, su sucesor en la Sede de Pedro.

Cipriano, con su personalidad fuerte y arrolladora, tuvo que pastorear a su grey  desde el ocultamiento, durante la persecución de Decio, allá por el año 250. Acuciado por las necesidades y la distancia, desarrolló una intensísima actividad epistolar que apoyaba con esporádicas y anónimas visitas a sus fieles.

Regresó a su diócesis y retomó el gobierno pastoral directo hasta la persecución de Valeriano en el 257; fue decapitado por orden del procónsul Galerio Máximo.

No faltó el detalle del santo al mandar que se dieran a su verdugo veinticinco monedas de oro como pago por el trabajo.

Murió el mismo día que el papa Cornelio, aunque cinco años más tarde.