En 1523, junto con Hernán Cortés, llegaron a tierras tlaxcaltecas los primeros evangelizadores franciscanos y dominicos, quienes tuvieron grandes problemas para enseñar el Evangelio, ya que los adultos eran muy religiosos y politeístas y practicaban la poligamia, especialmente los caciques. En Tlaxcala los franciscanos tuvieron la feliz idea de convocar a los hijos de los caciques, sin excluir a los niños plebeyos, a aprender la Doctrina cristiana, y fue así como el pequeño CRISTOBAL, nacido en Tlaxcala hacia el año de 1514 e hijo del cacique, acogió la Doctrina cristiana con tal arraigo, que comenzó a tirar los ídolos de sus mayores, así como el pulque con el que se embrutecían. Su padre lo golpeó, le quebró los brazos y las piernas, y luego lo quemó en una hoguera. Cristobalito murió sólo después de encomendarse a Dios y de perdonar a su padre. Su cuerpo fue hallado incorrupto un año después de sepultado.
ANTONIO y JUAN fueron otros dos niños que quisieron acompañar a los dominicos a la evangelización de Oaxaca, partiendo de Tlaxcala. Nacieron en Tizatlán, Tlaxcala, hacia el año 1516-17. En un poblado de Puebla fueron sorprendidos tirando ídolos y fueron matados a palos, después de haberles dicho a los mayores que los ídolos son diablos y no dioses. Estos tres niños son considerados los protomártires de la Nueva España, así como las primicias de la primera evangelización de México, y ejemplo para la niñez y juventud de Tlaxcala y de México. Fueron beatificados por S.S. Juan Pablo II, en mayo de 1990.