28 de Septiembre

SAN WENCESLAO († 938)

San Wenceslao es hijo de Vratislao, prudente, fervoroso y bondadoso príncipe cristiano, y de Drahomira, una princesa de genio fuerte, cruel y pérfido, de la pagana familia de Stodoronow, en Lutecia.

La dualidad de este matrimonio: cristiano-pagano tuvo mucha trascendencia en la vida del santo duque. El joven príncipe vio, pues, en el seno de su familia, los efectos de la lucha de una religión mixta; más tarde tuvo que enfrentarse con la misma en la vida de su propia nación. El problema se presentó más agudo cuando junto a las rivalidades religiosas se unieron los conflictos políticos.

Aunque las primeras semillas de la fe católica la recibieron los bohemios de Bizancio, sin embargo, la magna labor misionera fue fruto de los misioneros occidentales, y precisamente de los alemanes. Este hecho originó, primero, las competencias de los ritos: eslavo con el romano, y más tarde, el influjo de los alemanes en la vida pública de los bohemios.

Como efecto en contrario, surgió entonces, la rebelión pagana, la persecución de los cristianos, acaudillada por Drahomira; la conspiración de Boleslavia y, finalmente, el funesto plan del martirio de San Wenceslao.

El panorama de aquella época era, por tanto, muy difícil y muy obscuro.

Para superar todas estas dificultades, el bien de la nación y de las misiones católicas exigían un príncipe ágil, prudente y santo.

Fue San Wenceslao quien mejor respondía a estas exigencias.

Dirigido por su abuela, Santa Ludmila, se mostró inteligente, dócil y con una extraordinaria inclinación a todo lo bueno. Más tarde, ya en el Colegio de los Nobles, bajo la dirección de un sabio maestro, estas virtudes brillaron aún más en el joven alumno. Intelectualmente se distinguía por su ingenio; espiritualmente, por su pureza de costumbres; por la devoción a Cristo en el Santísimo Sacramento y por su filial afecto a la Virgen Santísima. Mas la singular veneración que profesaba a la Virgen le hizo sentir un extremado amor a la pureza. Virtud que pareció ser la nota más sublime de su carácter. A pesar de vivir este ambiente de santidad, Wenceslao no se olvidó de adquirir también las cualidades de un señor futuro soberano de Bohemia.

En 925, tres años después de la repentina muerte de Vratislao, Wenceslao, considerándose preparado para el gobierno de su patria, dio un golpe de Estado y eliminó de la regencia a su madre pagana. Con ella eliminó también la lucha sin cuartel contra los cristianos y todos los privilegios que conquistaron, en aquellos tiempos, los paganos. Termina con las crueldades y salvajismo de aquellos idólatras y comienza una época de verdadera paz y labor constructiva.

Como señal externa de nuevo gobierno, Wenceslao hace un apoteósico traslado de las reliquias de su abuela, Santa Ludmila, a la catedral de Praga. Elige con gran cuidado a sus ministros y jefes militares y comienza una intensa labor de propagación de la fe.

En todo este ambiente es él mismo quien con su ejemplo realiza los altos ideales de Cristo.

Cumple exactamente con la ley de Dios y practica fervorosamente las virtudes cristianas. Lleva una vida casi monacal; consagra horas en fervorosas oraciones y en mortificaciones; defiende a los oprimidos; ayuda con generosidad a los pobres; facilita la libertad a los cautivos y presos, etc. En todo el país organiza una política más humanitaria, elimina torturas y prohíbe la horca. Se puede decir que entre los soberanos fue el único que profesara una fe tan eficiente, caridad tan ardiente y virtudes tan escogidas.

Su culto a la sagrada Eucaristía no paraba en una mera veneración, sino que trascendía a los más pequeños detalles, como sembrar el trigo destinado al pan eucarístico y estrujar con sus mismas manos los racimos de uva que darían el vino para el santo sacrificio. Descalzo visitaba en noches frías y de nieve las iglesias para adorar al Santísimo.

Una devoción no menos fervorosa a la Virgen Santísima le llevó a entregarse a Ella en voto de castidad para toda su vida.

Todo este modo de vivir -sin duda de verdadera santidad- causaba gran admiración tanto en Bohemia como en otras cortes soberanas de Europa; comúnmente le llamaban el santo príncipe.

Nada entonces de extraño es que en torno de esta vida naciera el maravilloso misterio de muchas leyendas. Estas fueron inmortalizadas por el historiador checo Pekarz. He aquí dos de ellas:

Drahomira, envidiando el florecimiento del cristianismo y el pacífico reinado de Wenceslao, suscitó a una guerra cruel contra él al vecino príncipe de Gurima, Radislao.

Radislao, en verdad, invadió a Bohemia, y a su paso sembró el pánico y la muerte. La guerra fue para todos una gran sorpresa. Wenceslao, sin embargo, quedó tranquilo, pues, como un verdadero seguidor de Cristo, no quería se derramase la sangre de los inocentes. Mandó, por tanto, una embajada para averiguar las causas de la invasión. Radislao, considerando la postura del duque como prueba de flaqueza, exigió como condición de paz la entrega total de Bohemia.

Estas circunstancias reclamaban una justa defensa de la patria. Wenceslao la preparó rápidamente y salió al encuentro de los invasores. Cuando se vieron los dos ejércitos, el duque, antes de empezar la batalla, pidió una entrevista personal con Radislao. Fiel a su fe católica persuadió a Radislao de que como la guerra es cosa de los dos, ellos debían de resolver el litigio, y con esto invitó al invasor a un combate particular hasta la victoria. Radislao, seguro de su éxito, aceptó el duelo y salió contra el santo duque armado como Goliat. Wenceslao, por el contrario, la victoria la ponía en manos de Dios, y en nombre de Él dio la señal del combate. Se disponía Radislao a disparar su dardo, cuando de repente vio delante a dos ángeles y oyó una voz: No le tires. Momentos después, horrorizado, dejó sus armas y fue a postrarse a los pies de Wenceslao, pidiendo perdón y aceptando todas las condiciones de paz.

La celestial intervención en favor del duque de Bohemia se repitió de nuevo durante la dicta de Worms, convocada por el emperador Otón I. Un día Wenceslao, por oír dos misas, llegó tarde a la asamblea. El emperador y los príncipes consideraron esta falta como una gran desatención. Acordaron entonces demostrar su enojo. Sin embargo, cuando apareció Wenceslao todos le recibieron con los debidos honores, incluso el mismo emperador, pues todos vieron con el mayor asombro que el duque de Bohemia entraba en la sala acompañado de ángeles, portando delante de él una gran cruz de oro.

La santidad de Wenceslao ganaba estima común. Sin embargo, la llama del odio se mantenía viva en el pagano corazón de Drahomira. Es más, existía también otra persona que meditaba cómo destituir y privar del trono al rey de Praga. Era su hermano menor, Boleslao.

La ocasión no tardó en presentarse. Con motivo del nacimiento de un hijo suyo, Boleslao organizó grandes fiestas e invitó a Boleslavia a su hermano Wenceslao. El santo duque aceptó esta invitación y acudió a Boleslavia, donde fue recibido con todos los honores reales. Sin embargo, estas galas fueron una falsedad creada por su hermano. En medio de la alegría reinante, cuando Wenceslao, durante la noche, se dirigía a la próxima iglesia para su acostumbrada adoración, Boleslao le agredió, y violando el sagrado derecho de hospitalidad, junto con sus ayudantes, dio muerte a su indefenso y egregio huésped.

El martirio ocurrió el 28 de septiembre de 938.

Bohemia se llenó de dolor.

Los asesinos, después de un corto tiempo de júbilo, pronto recibieron su merecido castigo. Tanto Drahomira como Boleslao tuvieron una muerte miserable.

San Wenceslao quedó proclamado Patrono de todos los países de la corona de los bohemios.

El culto aumentaba constantemente, llegando, en los siglos XI y XII, su efigie a adornar el ducado, la moneda de Bohemia. Bajo la bandera de San Wenceslao lucha el ejército y con la invocación del Santo se desarrolla la labor nacional. En el siglo XIII nace el himno Svaty Vaclave, vevodo cesek zeme.... y en la época de Juan Hus, el himno súplica. Tú eres el soberano de estas tierras, San Wenceslao; no nos abandones...

La devoción es común, y las múltiples iglesias, como también los muchísimos monumentos dedicados al santo duque, testimonian el vivo amor hacia él de los checos. El monumento más bello, obra del profesor Mysblek, adorna la mejor plaza de Praga.

San Wenceslao, ayer como hoy, reina en Checoslovaquia.

MARIANO WALORECK

Wenceslao, rey (c.a. 907- c.a. 928)

En versión hispana escribimos Venceslao y los checos teclean Václav. Hijo del bondadoso príncipe cristiano Vratislao de Bohemia y de la pérfida Drahomira, pagana y de mal genio, que pertenecía a la familia de los Stodoronow. Las tensiones que vivió desde niño en su propia familia  –por muy regia que fuera–   como consecuencia de los diferentes modos de entender el mundo y la historia, las sufrirá después de un modo cruento en la vida de su nación sacudida por embarulladas rivalidades entre facciones que mezclaron motivos políticos y religiosos.

Los primeros que había llevado la fe cristiana a los bohemios fueron los cristianos bizantinos. Los misioneros occidentales, principalmente alemanes, llegaron con posterioridad. Se produjo una temprana dificultad con motivo religioso por la marcada diferencia de los ritos eslavo y latino. Esto sucedía cuando todavía no se contaba con una sólida formación asentada entre los creyentes y también cuando otros muchos ni siquiera lo eran aún. Si se añaden los reiterados intentos de influir en la vida pública de los bohemios por parte de los alemanes, se llega a comprender mejor que poco a poco iba preparándose el humus donde no era difícil sospechar que pronto hubiera frutos amargos.

Se presagiaba un futuro incierto y difícil a la vida de Wenceslao que vivía rodeado de las intrigas y conjuras del partido pagano que encabeza su madre, la perversa Drahomira.

Por razones no muy claras  –una de las que se barajan es la aversión de la madre a este hijo porque su padre lo mandó bautizar–  lo tuvo que criar su abuela paterna Ludmila que murió asesinada y se venera como santa. Drahomira mostraba claras preferencias por su segundo hijo Boleslao. Wenceslao fue un alumno más en el colegio de nobles y cuentan los diversos relatos de su vida que destacaba entre los compañeros por la pureza de sus costumbres, por la devoción a la Eucaristía y la por devoción a la Virgen.

Después de muerto su padre, llegó un momento en el que Wenceslao se consideró ya capaz de gobernar y maduro para llevar las riendas de Bohemia que hasta entonces llevaba su madre como regente. Dio un golpe de estado y terminó con la regencia pagana que continuamente dificultaba las expresiones de fe y el estilo de vida cristiana que él estaba determinado a potenciar. De hecho, una de sus primeras determinaciones fue el traslado solemne y público de los restos de su abuela Ludmila a la catedral de Praga.

Eligió entre los militares de su confianza los ministros que le ayudaran a gobernar. Cuentan que dictó normas para hacer de su política un instrumento menos despótico, más humano y que fuera un verdadero servicio a su gente; de hecho, Wenceslao llegó a prohibir la horca. Se le vio como un rey pacífico, caritativo, mortificado y espiritual. Cuentan los cronicones  –con cierto orgullo–  el hecho de que cuidara personalmente las viñas que  habían de proporcionar el vino para la Eucaristía y el trigo de donde se sacaría el pan para la Misa. Con frecuencia iba descalzo a visitar y acompañar al Santísimo en las noches frías. La gente le va llamando «príncipe santo» y dicen que hizo voto de castidad.

Hay anécdotas en los relatos de su vida que, pudiendo ser verdaderas por posibles, llevan sin embargo el tinte de la fantasía. Tal es el curioso hecho de solucionar un conflicto bélico con su vecino invasor Radislao. Dicen que le mandó embajada para proponer la solución del problema con la lucha entre los dos príncipes, evitando con ello la muerte de terceros. Interpretada como cobardía la propuesta y aceptado el reto, se presentaron los dos príncipes en la liza, reproduciéndose casi la escena bíblica de David y Goliat. El aguerrido enemigo, armado hasta los dientes, quedó asombrado, confuso y perplejo al comprobar que sus certeras saetas fueron interceptadas por ángeles. Terminó este intento con Radislao desarmado, asustado y humillado a los pies de Wenceslao, pidiéndole perdón.

Otro prodigio que cuentan es el maravilloso hecho acaecido en la Dieta que en Worms convocó el emperador Otón I para solucionar asuntos graves y complejos. Wenceslao fue impuntual a la cita, tardaba; crecía el mal ánimo lógico dentro de los reunidos en consejo. Los pajes fueron diciendo que se había ido a la Iglesia porque quería ir con Misa oída ya que tenía que tomar parte en conversaciones de tanta trascendencia para su pueblo. El enojo de los plantados se trocó en asombro al verlo entrar acompañado por ángeles que portaban una cruz de oro.

Sea lo que fuere de estas  narraciones, tan hermosas como improbables, sí conoce la historia la muerte del rey bohemio cristiano propiciada por el rencor de su madre Drahomira y la envidia de su hermano Boleslao.  Cuando un día entró en la Iglesia para la acostumbrada oración,  fue agredido por el hermano y sus sicarios, muriendo al pie del altar.

El pueblo bohemio proclamó como Patrono a este rey que no se sabe muy bien hasta qué punto  llegó a entender que las grandezas humanas no están reñidas con la condición de cristiano; ni tampoco, si entendió la muerte propia como el único modo de solucionar el conflicto entre unas responsabilidades de gobierno que era preciso hermanar con la fe. Es el eterno problema para el creyente de hacer compatibles en una misma vida los compromisos familiares, profesionales y sociales con la fe.