ΏQuι tiene esta mujer que, cuando nos vemos ante su obra, quedamos avasallados y rendidos? ΏQuι fuerza motriz, quι imαn oculto se esconde en sus palabras, que roban los corazones? ΏQuι luz, quι sortilegio es ιste, el de la historia de su vida, el del vuelo ascensional de su espνritu hacia las cumbres del amor divino? Con razon fundada pudo decir Herranz Estables que a Santa Teresa no acaba de conocerla nadie, porque su grandeza excede de tal suerte nuestra capacidad que la desborda, y, como los centros excesivamente luminosos mirados de hito en hito, deslumbra y ciega.
Teresa de Cepeda nace en Avila, el 28 de marzo de 1515. En el admirable Libro de la Vida, escrito por ella misma, nos refiere cσmo fueron sus primeros aρos en el seno de su hidalga familia. Sabemos, ademαs, por testimonio de quienes la trataron, que Teresa de Cepeda era una joven agradable, bella, destinada a triunfar en los estrados del mundo, y, como ella confiesa, amiga de engalanarse y leer libros de caballerνa; y aϊn mαs, son sus palabras, enemiguνsima de ser monja (Vida, II, 8). Pero el Seρor, que la habνa creado para lumbrera de la cristiandad, no podνa consentir que se adocenara con el roce de lo vulgar espνritu tan selecto, y asν, la ayudσ a forjarse a sν misma. Venciendo su natural repugnancia, Teresa se determinσ, al fin, a tomar el hαbito de carmelita en la Encarnaciσn de Avila. Cuando salν de casa de mi padre para ir al conventonos dice ellano creo serα mαs el sentimiento cuando me muera (Vida, IV, 1).
΅Quι emociσn tiene, al llegar este punto, ese capνtulo octavo del Libro de la Vida, en que ella relata los terminos por los que fue perdiendo las mercedes que el Seρor le habνa hecho! Teresa de Jesϊs, ya monja, querνa conciliar lo inconciliable, vida de regalo con vida de oraciσn, aficiσn de Dios y aficiσn de criaturas, que, como mαs tarde dirνa San Juan de la Cruz, no pueden caber en una persona a la vez, porque son contrarios, y como contrarios se repelen.
Nuestro Seρor, que vigilaba a esta alma, no habνa ya de tardar en rendirla por entero a su dominio. Y acaeciole a Teresa que, cierto dνa que entrσ en el oratorio, viσ una imagen que habνan traνdo a guardar allν. Era de Cristo, nos dice ella, muy llagado, un lastimoso y tierno Ecce Homo. Al verle Teresa se turbσ en su ser, porque representaba muy a lo vivo todo lo que el Seρor habνa padecido por nosotros. Arrojιme cabe; Ιl nos cuenta con grandνsimo derramamiento de lαgrimas (Vida, IX, 1). ΏCσmo no habνa de ser asν, si aquel corazσn generoso, magnαnimo de Teresa estaba destinado a encender en su fuego, a travιs de los siglos, a miles y miles de almas en el amor de Cristo?
Y ya, desde este trance, el espiritu de Teresa es un volcαn en ebulliciσn, desbordante de plenitud y de fuerza. Su alma, guiada por Jesucristo, entra a velas desplegadas por el cauce de la oraciσn mental. ΏQuι es la oraciσn para Teresa? ΏSerα un alambicamiento de razones y conceptos, al estilo de los ingenios de aquel siglo? No; mucho mαs sencillo: No es otra cosa oraciσn mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama (Vida, VIII, 5 ). En ese tratar de amistad vendrαn a resolverse todos los grados de oraciσn que su alma y su pluma recorran, hasta las ϊltimas moradas, hasta el convite perdurable que San Juan de la Cruz pone en la cima del Monte Carmelo. ΏY quiιn no se siente con fuerzas para emprender el camino de la oraciσn mental? Teresa esgrimirα el argumento definitivo para alentar a los irresolutos: A los que tratan la oraciσn el mismo Seρor les hace la cosa, pues, por un poco de trabajo, da gusto para que con ιl se pasen los trabajos (Vida, VIII, 8).
Esta es la oraciσn de Santa Teresa, elevada, cordial, enderezada al amor, porque, son sus palabras, el aprovechamiento del alma no estα en pensar mucho, sino en amar mucho (Fund., V, 2 ) . ΏQuiιn se imagina que el fruto de la oraciσn son los gustos y consolaciones del espνritu? En otro lugar nos avisarα Santa Teresa que no estα el amor de Dios en tener lαgrimas..., sino en servir con juticia y fortaleza de αnima y humildad (Vida, XI, 13).
Es el aρo 1562. Teresa de Jesϊs, monja de la Encarnaciσn de Avila, siente dentro de si la primera sugestiσn del Seρor que ha de impulsarla a la gran aventura de la reforma carmelitana. ΏPor quι no volver al fervor y rigor de la regla primitiva? Y, desde este punto, Teresa de Jesϊs pone a contribuciσn todas sus fuerzas en la magna empresa. Ella ha comprendido muy bien el mandato del Seρor y el sentido de aquellas palabras del salmista: obra virilmente, y se lanza con denuedo a la lucha.
Una marea de contradicciones va a oponerre al tesσn de su αnimo esforzarlo. No importa. Ella seguirα adelante, porque es el mismo Jesucristo quien le dirα en los momentos crνticos: ΅Ahora, Teresa, ten fuerte! (Fund.. XXXI, 26). No importa el parecer contrario de algunos letrados, la incomprensiσn de sus confesores, el aborrecimiento, incluso, de sus hermanas en religiσn, todo un mundo que se levanta para cerrarle el paso. No importa. Es Santa Teresa la que escribe para ejemplo de los siglos venideros esta sentencia bellνsima: Nunca dejarα el Seρor a sus amadores cuando por sσlo Ιl se aventuran (Conceptos, III, 7).
Espoleada por esta convicciσn, Teresa de Jesϊs vence todos los obstαculos y sale, por fin, de la Encarnaciσn para fundar, en la misma Avila, el primer palomar de carmelitas descalzas. Se llamarα San Josι, pues de San Josι es ella rendida devota. ΏSabιis cuαl es el ajuar que de la Encarnaciσn lleva a la nueva casa, y del que deja recibo firmado? Consiste en una esterilla de paja, un cilicio de cadenilla, una disciplina y un hαbito viejo y remendado.
Andaban los tiempos recios (Vida, XXXIII, 5), cuenta la fundadora. Las ofensas que de los luteranos recibνa el Seρor en el Santνsimo Sacramento le impelνan a levantar monasterios donde el Seρor fuese servido con perfecciσn. Y asν, desprovista de recursos, sin ninguna blanca (Vida, XXXIII, 12: Fund., III, 2), como ella dice donosamente, fiada sσlo en la Providencia y en el amor de Cristo que se le muestra en la oraciσn, funda e irαn surgiendo como llamaradas de fe que suben hasta el cielo los conventos de Medina del Campo. Malagσn, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas, Sevilla, Caravaca, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria, Granada y Burgos. Para esto es la oraciσn, hijas mνas apunta la madre Teresa a sus descalzas: de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan siempre obras, obras (Moradas, sιptima, IV, 6). Paralelamente, su encuentro con San Juan de la Cruz, a quien gana para la reforma del Carmelo, seρala un jalσn trascendental en la historia de la espiritualidad. Estas dos almas gigantes se comprenden en seguida, las dos que, mαs tarde, habrαn de ser los reyes de la teologνa mνstica, gloria de Espaρa.
Teresa de Jesϊs desarrolla una actividad enorme, asombrosa, tan asombrosa como lo variado de su personalidad. No hay mαs que asomarse a la fronda de su incomparable epistolario-cuatrocientas treinta y siete cartas se conservanpara calibrar el talento y fortaleza excepcionales de esta mujer, que, en un milagro de diplomacia y de capacidad de trabajo, lleva sobre sus frαgiles hombros el peso y la responsabilidad de un negocio tan vasto y dilatado como es el de la incipiente reforma del Carmelo.
Su diligencia se extiende a los detalles mαs nimios. A sν misma se llama baratona y negociadora (Epνst., I, p.52 ), porque llega hasta entender en contratos de compraventa y a discutir con oficiales y maestros de obras.
Por pura obediencia, sσlo por pura obediencia, escribe libros capitales de oraciσn, ella, que, de si misma, dice cada dνa me espanta mαs el poco talento que tengo en todo (Fund., XXIX, 24 ). Y, mientras escribe pαginas inimitables, confiesa y no podemos por menos de leer estas palabras con honda emociσn: me estorbo de hilar por estar en casa pobre, y con hartas ocupaciones (Vida, X, 7). Sus obras quedan ya para siempre como monumentos de espiritualidad y bien decir. El castellano de Santa Teresa es unico. En opiniσn de Menιndez Pidal, su lenguaje es todo amor; es un lenguaje emocional que se deleita en todo lo que contempla, sean las mαs altas cosas divinas, sean las mαs pequeρas humanas: su estilo no es mαs que el abrirse la flor de su alma con el calor amoroso y derramar su perfume femenino de encanto incomparable.
Santa Teresa de Jesϊs, remontada a la ϊltima morada de la uniσn con Dios, posee, ademαs, un agudisimo sentido de la realidad, el αngulo de visiσn castellano, certero, que taladra la corteza de las cosas y personas, calando en su νntimo trasfondo. En relaciσn con el ejercicio de la presencia de Dios, adoctrina a sus monjas de esta guisa: "Entended que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Seρor, ayudαndoos en lo interior y exterior (Fund., V. 8)".
΅Ay la gracia y donaire de la madre Teresa! En cierta ocasiσn, escribiendo al jesuita padre Ordσρez acerca de la fundaciσn de Medina, dice estas palabras textuales: Tengo experiencia de lo que son muchas mujeres juntas: ΅Dios nos libre! (Epνst., I, p. 109). Otra vez, en carta a ia priora de Sevilla, refiriιndose al padre Graciαn, orαculo de la Santa y puntal de la descalcez: Viene bueno y gordo, bendito sea Dios (Epist., Il, 87). Y en otro lugar, quejαndose de algϊn padre visitador, cargante en demasνa, escribe a Graciαn: Crea que no sufre nuestra regla personas pesadas, que ella lo es harto (Epist., I, 358). Con sobrado motivo el salero de la fundadora ha quedado entre el pueblo espaρol como algo proverbial e irrepetible.
Teresa de Jesϊs ya ha consumado su tarea. El 4 de octubre de 1582, en Alba de Tormes, le viene la hora del trαnsito. Su organismo virginal, de por vida asendereado por mϊltiples padecimientos, ya no rinde mαs. ΅Oh Seρor mνo y Esposo mνo le oyen suspirar sus monjas, ya es llegada la hora deseada, tiempo es ya que nos veamos. Seρor mνo, ya es tiempo de caminar!... Muere, como los hιroes, en olor de muchedumbre, porque muchedumbre fueron en Espaρa los testigos de sus proezas y bizarrνas, desde Felipe II y el duque de Alba hasta mozos de mulas, posaderos y trajinantes. Asimismo la trataron, asegurando su alma, San Francisco de Borja, San Pedro de Alcαntara, San Juan de Avila y teσlogos eminentes como Bαρez.
Yo no conocν, ni vi, a la madre Teresa de Jesϊs mientras estuvo en la tierra, escribirνa aρos despuιs la egregia pluma de fray Luis de Leσn, mαs agora, que vive en el cielo, la conozco y veo casi siempre en dos imαgenes vivas que nos dejσ de sν, que son sus hijas y sus libros... Cuatro siglos mαs tarde, sin perder un αpice de su vigencia, muy bien podemos hacer nuestras las palabras del insigne agustino.
El cuerpo de Santa Teresa y su corazσn transverberado se guardan celosamente en Alba. No hay mαs que decir para entender que, por derecho propio e inalienable, seρala Alba de Tormes una de las cimas mαs altas y fragantes de la geografνa espiritual de Espaρa.
PABLO BILBAO ARΝSTEGUI
Nota (Los fragmentos del Libro de la Vida, estαn en el lenguaje original)
1. El nombre Teresa
En el Diccionario Etimolσgico (de nombres propio de Gutierre Tibσn, FCE), se lee: Teresa, Latνn, Therasia, Terapia, Teresia, y que viene del griego cosechadora o segadora, y tambiιn de cazar, entonces, que Teresa sea conocida tambiιn como la cosechadora, cultivadora de las virtudes y cazadora de almas, es algo muy particular de ella reflejada en su nombre.
En efecto, ella es una buena cazadora, pues nos atrapa, nos cautiva.
Es sin lugar a dudas, una de las grandes mujeres santas, su vida y su literatura, Exclamaciones del Alma, Camino de Perfecciσn, Cartas, Libro de la Vida, Los Conceptos del Amor de Dios, Escritos Menores, Las Fundaciones, Las Relaciones, entre otros, su poemas, su dicho, su forma de orar, la hace estar entre las mujeres mαs grandes y admirables de la historia, y ser una de las tres doctoras de la Iglesia como otra gran Santa, Teresita del Niρo Jesϊs y Santa Catalina de Siena.
2. Sus Padres
Sus padres fueron Alonso Sαnchez de Cepeda y Beatriz Dαvila y Ahumada, de ellos Santa Teresa escribiσ:
“Era mi padre hombre de mucha caridad con los pobres y piedad con los enfermos y aun con los criados; tanta, que jamαs se pudo acabar con ιl tuviese esclavos, porque los habνa gran piedad, y estando una vez en casa una de un su hermano, la regalaba como a sus hijos. Decνa que, de que no era libre, no lo podνa sufrir de piedad. Era de gran verdad. Jamαs nadie le vio jurar ni murmurar. Muy honesto en gran manera.”
“Mi madre tambiιn tenνa muchas virtudes y pasσ la vida con grandes enfermedades. Grandνsima honestidad. Con ser de harta hermosura, jamαs se entendiσ que diese ocasiσn a que ella hacνa caso de ella, porque con morir de treinta y tres aρos, ya su traje era como de persona de mucha edad. Muy apacible y de harto entendimiento. Fueron grandes los trabajos que pasaron el tiempo que viviσ. Muriσ muy cristianamente.”
Cuando su madre muriσ Santa Teresa escribiσ: “Acuιrdome que cuando muriσ mi madre quedι yo de edad de doce aρos, poco menos. Como yo comencι a entender lo que habνa perdido, afligida fuime a una imagen de nuestra Seρora y supliquιla fuese mi madre, con muchas lαgrimas. Parιceme que, aunque se hizo con simpleza, que me ha valido; porque conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a ella y, en fin, me ha tornado a sν”
3. Sus Hermanos
Ιramos tres hermanas y nueve hermanos. Todos parecieron a sus padres, por la bondad de Dios, en ser virtuosos, si no fui yo, aunque era la mαs querida de mi padre. Y antes que comenzase a ofender a Dios, parece tenνa alguna razσn; porque yo he lαstima cuando me acuerdo las buenas inclinaciones que el Seρor me habνa dado y cuαn mal me supe aprovechar de ellas.
Su Padre enviudo con tres hijos, Juan, Pedro y Marνa, luego se caso y tuvo nueve hijos, Rodrigo, Teresa, Lorenzo, Pedro, Jerσnimo, Antonio, Agustνn y Juana.
4. Su ciudad
Teresa naciσ en la ciudad castellana de Αvila, distante a 115 km de Madrid, allν naciσ ella el 28 de marzo de 1515. Su padre escribiσ en su diario al nacer: "Hoy 28 de marzo de 1515, naciσ Teresa mi hija, a las cinco de la maρana. Su mamacita Beatriz esta cumpliendo en este dνa sus veinte aρos. Gobierna el paνs el rey Fernando el Catσlico. Regente es el Cardenal Cisneros. Es el segϊn aρo del Pontificado del Papa Leσn X."
5. Los deseos martirio y vivir como ermitaρos. Siendo niρa Santa Teresa nos cuenta que con uno de sus hermanos, Rodrigo tres aρos mayor que ella, leνan la vida de los santos, llamαndole mucho la atenciσn, lo que decνa: "Como veνa los martirios que por Dios las santas pasaban, parecνame compraban muy barato el ir a gozar de Dios y deseaba yo mucho morir asν, no por amor que yo entendiese tenerle, sino por gozar tan en breve de los grandes bienes que leνa haber en el cielo" y asν fue como concertσ con su hermano ir a tierra de los moros, pidiendo por amor de Dios, para que allα nos descabezasen. Pero no le fue posible ir a esa tierras, entonces luego ella escribe: “De que vi que era imposible ir a donde me matasen por Dios, ordenαbamos ser ermitaρos; y en una huerta que habνa en casa procurαbamos, como podνamos, hacer ermitas, poniendo unas pedrecillas que luego se nos caνan, y asν no hallαbamos remedio en nada para nuestro deseo; que ahora me pone devociσn ver cσmo me daba Dios tan presto lo que yo perdν por mi culpa”
6. Las devociones siendo niρa.
Hacνa limosna como podνa, y podνa poco. Procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario, de que mi madre era muy devota, y asν nos hacνa serlo. Gustaba mucho, cuando jugaba con otras niρas, hacer monasterios, como que ιramos monjas, y yo me parece deseaba serlo, aunque no tanto como las cosas que he dicho.
7. Cosa juveniles
Santa Teresa, nos relata un pasaje juvenil, y nos deja a los padres una buena enseρanza, el cuidado con las amistades, algo que ella se dio cuenta a tiempo y sus cualidades la hicieron pasar muy bien por esta etapa.
“Comencι a traer galas y a desear contentar en parecer bien, con mucho cuidado de manos y cabello y olores y todas las vanidades que en esto podνa tener, que eran hartas, por ser muy curiosa. No tenνa mala intenciσn, porque no quisiera yo que nadie ofendiera a Dios por mν”
“Si yo hubiera de aconsejar, dijera a los padres que en esta edad tuviesen gran cuenta con las personas que tratan sus hijos, porque aquν estα mucho mal, que se va nuestro natural antes a lo peor que a lo mejor.”
“Por aquν entiendo el gran provecho que hace la buena compaρνa, y tengo por cierto que, si tratara en aquella edad con personas virtuosas, que estuviera entera en la virtud.”
Los santos, no dejan de ser personas humanas, pero hay algo especial en ellos que los hace diferentes, estar iluminados por la buena luz.
En todo caso, a don Alonso, padre de Teresa, no le parecνa bien la influencia de una amistad de la juventud, auque como dice ella misma, “pues nunca era inclinada a mucho mal, porque cosas deshonestas naturalmente las aborrecνa”, sin embargo su padre la envνo a vivir a un monasterio, asν lo relata Teresa “Porque no me parece habνa tres meses que andaba en estas vanidades, cuando me llevaron a un monasterio que habνa en este lugar, adonde se criaban personas semejantes, aunque no tan ruines en costumbres como yo. Teresa tenνa ya 15 aρos.
8. Retrato de Teresa
Segϊn el Libro Semblanza de Santa Teresa de Jesϊs, del Padre Jesϊs Marti Ballester, este es el retrato fνsico y psνquico de Teresa.
Sus contemporαneos nos han dejado su retrato. Teresa era de estatura mediana, mαs bien grande que pequeρa. Medνa 1,68. Gruesa mαs que flaca, y en todo bien proporcionada. De color blanco y encarnado, especialmente en las mejillas. Cabello negro, limpio, reluciente y blandamente crespo. Frente ancha y muy hermosa. Cejas un poco gruesas, de color rubio oscuro. Los ojos negros, vivos y redondos, al reνr mostraban alegrνa, y cuando mostraban gravedad eran muy graves. La nariz, mαs pequeρa que grande. La boca, ni grande ni pequeρa. Los dientes, iguales y muy blancos. La garganta ancha, blanca y no muy alta, sino un poco metida. Manos y pies, lindos y proporcionados. Y tenνa tres lunares en la cara. Daba gran contento mirarla y oνrla, porque era muy apacible y graciosa en todas sus palabras y ademanes. Tenνa particular aire y gracia en el andar, en el hablar, en el mirar y en cualquier ademαn que hiciese. Los vestidos, aunque fuesen viejos y remendados, todos le caνan muy bien. No ignoraba Teresa las cualidades que tenνa. Anciana ya, manifestaba a un padre carmelita: «Sepa, padre, que me loaban de tres cosas temporales, que eran de discreta, de santa y de hermosa, y yo creνa que era discreta y hermosa, que era harta vanidad, mas que era buena y santa, siempre entendνa que se engaρaban». Su psicologνa estα marcada por una gran sensibilidad, que se manifestaba en la expresiσn de su rostro; sus profundos sentimientos fαcilmente le baρaban en lαgrimas los ojos de pena, de ternura, de alegrνa o de compasiσn. Lloraba con mucha frecuencia, aunque con mαs parsimonia, en su madurez. Tenνa una gracia natural que se llevaba a la gente de calle, y un deseo de agradar fuera de lo comϊn. Juan Rof Carballo ha estudiado su grafismo y ha escrito: «Trazos llenos, vibrantes, contradictorios, muestran el juego activνsimo de las fuerzas del inconsciente. Pero todo ello aparece, y esto es lo asombroso, como enmarcado o dominado con suavidad infinita dentro de un yo de extraordinario poder y riqueza»
9. Un cambio en Teresa
Estando en el internado, Teresa conociσ a una monja que le fue buena compaρνa, ella escribiσ de esta amistad “Pues comenzando a gustar de la buena y santa conversaciσn de esta monja, holgaba me de oνrla cuαn bien hablaba de Dios, porque era muy discreta y santa. Esto, a mi parecer, en ningϊn tiempo dejι de holgarme de oνrlo. Comenzσme a contar cσmo ella habνa venido a ser monja por sσlo leer lo que dice el evangelio: Muchos son los llamados y pocos los escogidos. Decνame el premio que daba el Seρor a los que todo lo dejan por El.
Un aρo y medio estuvo en ese monasterio, donde ella poco a poco fue experimentando un cambio en su vida, asν escribνa “Comencι a rezar muchas oraciones vocales y a procurar con todas me encomendasen a Dios, que me diese el estado en que le habνa de servir.”
10. Regreso a casa
Teresa enfermo gravemente y su padre la regreso a su casa, donde se repuso totalmente, en el perνodo de convalecencia fue a visitar a una hermana quien la querνa mucho, en el camino pasaron por la casa de un tνo, viudo y hermano de su padre llamado Pedro, que luego fue monje, allν donde su tνo paso un corto tiempo, el influyσ de alguna forma con sus libros religiosos y su conversaciσn espiritual, y especialmente como lo declara ella, la causo una gran impresiσn las cartas de san Jerσnimo.
11. El deseo de ser Monja
Dice Teresa “en esta batalla estuve tres meses, forzαndome a mν misma con esta razσn: que los trabajos y pena de ser monja no podνa ser mayor que la del purgatorio”, esto es significa que al forma de pensar era que las penas del purgatorio ere menores que las que merecνa fuera del convento.
Animada por las Epνstolas de San Jerσnimo, ella le comento a su padre la intenciσn de ser monja, pero se opuso y le respondiσ, una vez que acabarα su vida, esto es cuando muriese, en ese momento ella podνa tomar esa decisiσn.
El 2 de noviembre de 1535, siendo de madrugada, ayudada por uno de sus hermanos, Teresa tomo la decisiσn de ir a visitar a una amiga religiosa a un convento de las carmelitas, ella estaba resuelta en su determinaciσn, y asν lo dijo “puesto que ya en esta postrera determinaciσn ya yo estaba de suerte, que a cualquiera que pensara servir mαs a Dios o mi padre quisiera, fuera; que mαs miraba ya el remedio de mi alma, que del descanso ningϊn caso hacνa de ιl.” Con todo ella manifestaba su gran dolor y angustia por la separaciσn de su familia, especialmente su padre.
Dijo Teresa que una vez tomado el hαbito, luego le dio el Seρor a entender cσmo se favorece a los que se hacen fuerza para servirle y que a la hora despuιs fue tan grande su felicidad, que por siempre estuvo feliz de haberlo llevado.
Su padre, luego de ingresar al convento le retiro la negativa.
12. La toma del hαbito y la profesiσn religiosa
El 2 de noviembre de 1536, despuιs de un aρo de postulaciσn, le impusieron el hαbito de religiosa, y el 3 de noviembre de 1537, hizo su profesiσn religiosa, esto es los tres votos de pobreza, castidad y obediencia.
13. Teresa cae gravemente enferma
El cambio de vida, entre su hogar y el monasterio, le provoco un problema de salud, que al no ser al principio bien tratado, le comenzσ a provocar una enfermedad que se fue agravando, Teresa lo relata asν: “La mudanza de la vida y de los manjares me hizo daρo a la salud, que, aunque el contento era mucho, no bastσ. Comenzαronme a crecer los desmayos y diσme un mal de corazσn tan grandνsimo, que ponνa espanto a quien le veνa, y otros muchos males juntos, y asν pasι el primer aρo con harta mala salud”
Asν fue como su padre la retiro del convento, a fin de buscar mejores mιdicos y al no encontrarlos, ella se quedo por nueve mese en casa de una hermana casada. Teresa estuvo enferma por casi tres aρos.
14. Lectura espiritual
En el camino a la casa de su hermana, paso nuevamente donde su tνo Pedro, quien le regalo un libro titulado Tercer Abecedario, que trataba de enseρar oraciσn de recogimiento espiritual, (escrito por Francisco Osuna), con el aprendiσ la oraciσn mental y la contemplaciσn, y lo tuvo por libro maestro, y guiada por aquella buena lectura, experimento un cambio espiritual. “Procuraba lo mαs que podνa traer a Jesucristo, nuestro bien y Seρor, dentro de mν presente, y ιsta era mi manera de oraciσn”, escribirνa Teresa.
15. El peligro de los confesores mal preparados
Teresa nos comenta sobre el peligro de los confesores que no estαn bien preparados, y aconseja que para ser director espiritual, deben ser personas bien instruidas, es asν como ella escribiσ: “Estaba una persona de la iglesia, que residνa en aquel lugar adonde me fui a curar, de harto buena calidad y entendimiento. Tenνa letras, aunque no muchas. Yo comencιme a confesar con ιl, que siempre fui amiga de letras, aunque gran daρo hicieron a mi alma confesores medio letrados, porque no los tenνa de tan buenas letras como quisiera”. Esto lo advierte para que las personas que buscan direcciσn le den debida importancia a la calidad del elegido para esta tarea.
16. Teresa ayuda a un sacerdote a corregir sus faltas
Nos narra Teresa que mientras ella se sanaba de su enfermedad, conociσ a un sacerdote el cual fue su confesor, ella le tomo gran estimaciσn, y le hizo su comentarios en su fervor de joven religiosa, de su gran alegrνa de hablar de Dios, es asν como este sacerdote, viendo la gran calidad moral que le mostraba Teresa, le llego a contar que por durante siete aρos, llevaba una amistad pecaminosa y asν con esa falta, el celebraba misa, a pesar de que no creνa en hechicerνa, el se sentνa asν, por esa costumbre de las mujeres de mala fama de utilizar este argumento para atraer a los hombres. Cuando supo de esto Teresa, comenzσ con mucho cariρo a hablarle de Dios y a motivarlo a abandonar esta situaciσn, lo que logro con ιxito, porque finalmente el sacerdote lo hizo. Luego hasta su muerte, un aρo y medio despuιs el con mucho arrepentimiento y con buenas obras, salvo su alma.
17. Teresa es dada por muerta y la confesiσn.
A fin de completar su tratamiento, Teresa se traslado donde un curandera, donde paso dos meses de gran sufrimiento y no se sanσ, entonces su padre la regresσ a Avila.
Un comentario de San Gregorio sobre el libro de Job, que ella repetνa a menudo en el pensamiento de daba mucha fuerza, "Si aceptamos los bienes de la mano del Seρor, Ώpor quι no aceptar tambiιn de El los males?"
En la fiesta de la Asunciσn pidiσ Teresa confesarse, su padre no le permitiσ hacerlo, y eso que era un buen catσlico, pero lo hizo por temor a que fuera como algo ϊltimo en su vida, y en ese entonces le vino una parαlisis y luego un estado de inconciencia, la creyeron en estado moribundo y le pusieron hasta cera en los ojos para que le quedaran abiertos, la amortajaron y comenzaron a preparar el velorio, pero su padre se resistiσ a aceptarlo, aϊn mαs cuando un hermano de ella la cuidaba haciendo turno, se durmiσ y una de la velas del velorio provoco un amago de incendio con tal humareda que casi se asfixiσ, con todo despuιs de cuatro dνas de delirio, despertσ, pidiendo un confesor, a lo que su padre feliz accediσ. Teresa, despuιs de este suceso nunca dejo falta, aunque se venial, sin confesar.
18. San Josι, abogado de Teresa
Despuιs de volver a su conciencia, Teresa estuvo 8 meses tullida, privada de todo movimiento, con paciencia admirables soporto grandes dolores hasta su 25 aρos, aceptado todo lo que le habνa venido, tuvo que aprender a caminar de nuevo, igual que de pequeρa, “gateando”, pero en su soledad, recibiσ mucho amor de Dios, una gran fuerza, se confesaba y comulgaba con frecuencia, leνa libros espirituales, y viendo que lo mιdicos no la sanaban, se encomendσ a San Josι, asν lo relata ella: “Tome por abogado y seρor al glorioso San Josι y encomendιme mucho a ιl. Vi claro que asν de esta necesidad como de otras mayores de honra y pιrdida de alma este padre y seρor mνo me sacσ con mαs bien que yo le sabνa pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, asν de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el Seρor gracia para socorrer en una necesidad, a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas y que quiere el Seρor darnos a entender que asν como le fue sujeto en la tierra -que como tenνa el nombre de padre, siendo ayo, (padre adoptivo) le podνa mandar-, asν en el cielo hace cuanto le pide.” Teresa nos quiere decir que asν como Jesϊs le fue obediente en la tierra durante aρos, que como padre adoptivo podνa mandar, asν ahora Jesucristo en el Cielo, le concede cuanto pide.
19. Un poco de relajaciσn, no hace bien
Luego de recuperada Teresa, se relajo un poco, y dejo a un lado la oraciσn mental y se dedico a la oraciσn de la comunidad, ella culpaba un poco esta situaciσn a que el monasterio no era de clausura y entraba y salνa visitas continuamente, causando distracciσn, incluso con visitas de personas pecaminosas, pero pronto comprendiσ que ese no era el camino, es asν como ella explica el mal que hace cuando en los convento no se practica la estricta observancia religiosa. Ella misma se dio cuenta mientras estaba en una conversaciσn mundana que no le parecνa daρosas a la vida espiritual, tuvo una visiσn con los ojos del alma, en la cual Jesϊs le hizo saber que esto a El le disgustaba.
20. Regreso a la oraciσn contemplativa
El padre de Teresa expiro en la vigilia de la navidad de 1543, ella tenνa 28 aρos, un sacerdote dominico, confesor de su padre, le hizo un gran bien espiritual, al darle el consejo que no abandonara la oraciσn contemplativa, el comulgar con frecuencia, a partir de ese minuto no la abandono jamαs.
Segϊn su propia experiencia ella nos enseρa acerca de la oraciσn mental, que aunque al principio es imperfecta, nunca se debe dejar de hacer, ya que poco a poco se perfecciona, y agrega Teresa “Y quien no la ha comenzado, por amor del Seρor le ruego yo no carezca de tanto bien. No hay aquν que temer, sino que desear; porque, cuando no fuere adelante y se esforzare a ser perfecto, que merezca los gustos y regalos que a estos da Dios, a poco ganar irα entendiendo el camino para el cielo”
Esa es la infinita bondad de Dios, que le da mucha importancia al tiempo que a El le damos. Y que cuando nos ve arrepentido de nuestras faltas, olvida las ofensas que le hemos hecho.
21. El Seρor despierta su alma y le da luz
Dice Teresa, que andaba su alma cansada, y auque ella lo querνa, no cambiaba un modo de vida que no degustaba, entonces le sucediσ, que entrando a un oratorio (Capilla), vio una imagen, que habνa traνdo allα a guardar, y que se habνa utilizado para una cierta fiesta del convento, era Cristo, con todas sus heridas, y se impresiono mucho, asν lo relata: “Vi una imagen que habνan traνdo allα a guardar, que se habνa buscado para cierta fiesta que se hacνa en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirαndola, toda me turbσ de verle tal, porque representaba bien lo que pasσ por nosotros. Fue tanto lo que sentν de lo mal que habνa agradecido aquellas llagas, que el corazσn me parece se me partνa, y arrojιme cabe El con grandνsimo derramamiento de lαgrimas, suplicαndole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle”. Entonces se arrodillσ y suplico que Jesϊs la fortaleciera de una vez y nunca mas ofenderlo.
22. Todo es dado por Dios
Nos narra que con frecuencia le sucedνa que presentνa muy cerca la presencia del Seρor, y de que ninguna manera podνa dudar que estaba dentro de ella, pero esto no era una visiσn, mas bien un sentimiento de mνstica teolσgica.
Todo es dado de Dios no dice Tersa, y no le parece bien que seamos tan bajo e ingrato con Dios, por todo lo que hizo por nosotros, como la Pasiσn de Jesucristo, sus dolores, y su calvario, y por todo los que nos ama, sus obras y su grandeza para sus hijos.
El dedicarse a amar a Dios, es un gran honor, no existe otro que se le parezca, especialmente cuando se ama de verdad, y mαs por agradarle que por temor a los castigos, “El mejor tesoro que podrνamos adquirir es amar a Dios.”
23. Nuestra disposiciσn fνsica al orar.
Teresa nos recomienda la disposiciσn fνsica que tenemos que tener para nuestros momentos de oraciσn, esto es no hacerla cuando estamos cansados, pero si darse un descanso para orar, y nos recuerda que Jesϊs dijo: “Suave es su yugo, y es gran negocio no traer el alma arrastrada, como dicen, sino llevarla con suavidad para su mayor aprovechamiento.” Esto es su yugo es suave, por eso no hay que atormentar al alma, y no llevarla como rastra hacia la perfecciσn, sino suavemente.
24. Los grados de la oraciσn
A pesar de algunas arideces en la oraciσn, Teresa, nos dice que al recordar todo lo que sufriσ por nosotros Jesucristo, puede llevarnos a un grado de compasiσn que le hace mucho bien a nuestra alma, y al pensar en gloria que esperamos y el amor que el Seρor nos tuvo y su resurrecciσn, no mueve a un gozo virtuoso, y muy provechoso. Estas son las cosas, que causan devociσn y nos invitan a la oraciσn.
El primer grado de oraciσn, es hacer muchos actos o propσsitos, de dedicarse a servir a Dios, y hacer mucho por Dios, y a despertar el amor, para ayudar a aumentar las virtudes conforme a un libro que se llama “Arte de servir a Dios”, que es muy bueno y apropiado para los que estαn en este grado, porque obra el entendimiento, dice Teresa: “Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con El, pedirle para sus necesidades y quejαrsele de sus trabajos, alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad.”
Es bueno andar alegres y con libertad en este grado de oraciσn, y no andar pensando que por eso se les ira el entusiasmo por la devociσn, si hay que huir de las ocasiones donde se puede ofender a Dios, no hay que descuidarse y se debe se humilde en reconocer nuestra dιbil naturaleza, es necesario distraerse sanamente, recrearse, asν estaremos mejor para la oraciσn.
Dice Teresa “Tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los deseos, sino creer de Dios que, si nos esforzamos, poco a poco, aunque no sea luego, podremos llegar a lo que muchos santos con su favor.”
Para el segundo grado de oraciσn Teresa nos explica con este ejemplo: “Pues ya queda dicho con el trabajo que se riega este vergel y cuαn a fuerza de brazos sacando el agua del pozo, digamos ahora el segundo modo de sacar el agua que el Seρor del huerto ordenσ para que con artificio de con un torno y arcaduces sacase el hortelano mαs agua y a menos trabajo, y pudiese descansar sin estar continuo trabajando. Pues este modo, aplicado a la oraciσn que llaman de quietud, es lo que yo ahora quiero tratar”
Esto es el primero es hacer las cosas fatigadamente, “a fuerza de brazos”, que son las dificultades del primer grado, el segundo con la ayuda de una maquina, (un torno), esto es sacamos mαs, y nos cansa menos, aunque dure mucho rato el orar.
Entonces en ese minuto, parece que el alma empezara a gozar ya de lo que serα la alegrνa de la gloria eterna, y a perder el interιs o la codicia por los bienes terrenales.
En el tercer grado de oraciσn, dice Teresa “Vengamos ahora a hablar de la tercera agua con que se riega esta huerta, que es agua corriente de rνo o de fuente, que se riega muy a menos trabajo, aunque alguno da el encaminar el agua. Quiere el Seρor aquν ayudar al hortelano de manera que casi El es el hortelano y el que lo hace todo.”
En este grado, el alma solo quiere ocuparse de Dios, es como un sueρo, da mucho gusto, es un suave deleite sin comparaciσn, como el que da el agua en una garganta que estuvo seca, de un alma en gracia que aun no puede ir mαs adelante, pero tampoco puede volver atrαs, o como un cirio o candela que le falta poco para finalizar, esto es morir de las cosas del mundo y estar gozando de Dios, Teresa dice con sus palabras: “Yo no sι otros tιrminos cσmo lo decir ni cσmo lo declarar, ni entonces sabe el alma quι hacer; porque ni sabe si hable ni si calle, ni si rνa, ni si llore. Es un glorioso desatino, una celestial locura, adonde se desprende la verdadera sabidurνa, y es deleitosνsima manera de gozar el alma.”
El cuarto grado de oraciσn. Escribe Teresa: “El Seρor me enseρe palabras cσmo se pueda decir algo de la cuarta agua. Bien es menester su favor, aun mαs que para la pasada; porque en ella aϊn siente el alma no estα muerta del todo, que asν lo podemos decir, pues lo estα al mundo; mas, como dije, tiene sentido para entender que estα en ιl y sentir su soledad, y aprovιchase de lo exterior para dar a entender lo que siente, siquiera por seρas. “
Teresa hace toda una declaraciσn de la gran dignidad que adquiere el alma en este estado, es para que muchos pedan animarse, para entusiasmar a muchos a la oraciσn, porque es un estado de divinidad que el Seρor aprecia, por tanto nos exhorta a esforzarnos a llegar a este grado, ya que se puede alcanzar en nuestra vida, no por merecerlo si no por la bondad de Dios.
Teresa nos escribe en libro de su vida “En toda la oraciσn y modos de ella que queda dicho, alguna cosa trabaja el hortelano; aunque en estas postreras va el trabajo acompaρado de tanta gloria y consuelo del alma, que jamαs querrνa salir de ιl, y asν no se siente por trabajo, sino por gloria. Acα no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza. Entiιndese que se goza un bien, adonde juntos se encierran todos los bienes, mas no se comprende este bien. Ocϊpanse todos los sentidos en este gozo, de manera que no queda ninguno desocupado para poder en otra cosa, exterior ni interiormente.”
25. El modo de llevar la oraciσn y el consejero espiritual
En una momento sucediσ que alguna mujeres se sentνa muy iluminadas por Dios en su grado de oraciσn, pero descubriσ que estaba engaρadas por el demonio, entonces temiσ de ella misma, al creer que por gran deleite y suavidad que sentνa, algo de lo cual no podνa excusarse, puesto que veνa en ella una gran seguridad de que era Dios que la hacia sentir asν cuando estaba en oraciσn.
Para disipar los temores decidiσ consultar a una persona espiritual para consultarle sobre su modo de oraciσn, a fin de la iluminara si estaba errada o no, consulto con un hombre ejemplar que la derivσ a un clιrigo, el que no le dio importancia al modo de orar de Teresa y ademαs no la quiso confesar, aϊn mas, ambos luego de analizar el modo de oraciσn de Teresa, le insinuaron que lo que le sucedνa era cosa del demonio, pero al verla tan angustiada por esto, le consiguieron un guνa espiritual Jesuita. Con todo, este jesuita luego le aclarσ, que lo que estaba sintiendo venνa de Dios y no del Diablo. Consolada y animada comenzσ una vida nueva, contenta e iniciada en un nuevo modo de Ejercicios Espirituales, como lo hacνan los Jesuitas.
26. La transverberaciσn.
Se denomina asν a la experiencia mνstica de ser traspasado en el corazσn causando una gran herida.
Narraciσn de Teresa: Quiso el Seρor que viese aquν algunas veces esta visiσn: veνa un αngel cabe (junto a) mν hacia el lado izquierdo, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan αngeles, es sin verlos, sino como la visiσn pasada que dije primero. En esta visiσn quiso el Seρor le viese asν: no era grande, sino pequeρo, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecνa de los αngeles muy subidos que parecen todos se abrasan, (encendidos de amor). Deben ser los que llaman querubines, que los nombres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos αngeles a otros y de otros a otros, que no lo sabrνa decir. Veνale (observo) en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecνa tener un poco de fuego. Este me parecνa meter por el corazσn algunas veces y que me llegaba a las entraρas. Al sacarle, me parecνa las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacνa dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandνsimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dι a gustar a quien pensare que miento. Los dνas que duraba esto andaba como embobada. No quisiera ver ni hablar, sino abrazarme con mi pena, que para mν era mayor gloria que cuantas hay en todo lo criado.
27. El encuentro con San Pedro Alcαntara. En Avila, se oνan murmuraciones en contra Teresa, incluso su confesor la trataba con dureza, le suspendiσ temporalmente de comulgar, le pidiσ suspender la meditaciσn y la contemplaciσn, por ese entonces estaba en un casa fuera del convento, donde a solas le sucedνan ιxtasis, esto es un estado en el que el alma alcanza una uniσn mνstica con Dios por medio de la contemplaciσn y del amor, es un estado de la persona cautivada por visiones o sensaciones extremadamente bellas, agradables o placenteras.
Entonces se le ordenσ regresar al convento, y esto la asustaba, por que allν no estarνa sola ante estos ιxtasis, por lo cual habνa pensado emigrar a otro convento, pero sucediσ que llego por aquel lugar el ya famoso fraile Pedro de Alcαntara, un religioso que por cuarenta aρos dormνa una hora y media, que incluso cuando dormνa lo hacia sentado, vestνa con telas ordinarias, y caminaba descalzo, ayunaba dνa por medio, o mαs, nunca levantaba la vista, ni siquiera conocνa la cara de otros frailes de su convento. Cuando se encontrσ con Teresa ιl tenνa como sesenta aρos. El encuentro con ιl le dio gran tranquilidad, ya que le asegurσ que siguiera tranquila, en la vida de oraciσn, tal como lo estaba haciendo, y le confirmσ que lo que le sucedνa venνa de Dios.
28. Visiσn del demonio. Relato de Teresa en el Libro la Vida: Estaba una vez en un oratorio, (capilla) y apareciσme hacia el lado izquierdo, de abominable figura; en especial mirι la boca, porque me hablσ, que la tenνa espantable. Parecνa le salνa una gran llama del cuerpo, que estaba toda clara, sin sombra. Dνjome espantablemente que bien me habνa librado de sus manos, mas que ιl me tornarνa a ellas. Yo tuve gran temor y santigόιme como pude, y desapareciσ y tornσ luego. Por dos veces me acaeciσ esto. Yo no sabνa quι me hacer. Tenνa allν agua bendita y echιlo hacia aquella parte, y nunca mαs tornσ.
29. La Reforma de la comunidad. Habiendo cierto dνa comulgado, sintiσ que el Seρor le pidiσ que se esforzara por fundar un nuevo convento, algo que ya habνa planeado, asegurαndole que recibirνa su ayuda y que el proyecto saldrνa adelante, y que deberνa llamarse san Josι, y que ademαs que guardarνan sus puertas El y la Virgen, y que Cristo andarνa siempre entre ellas.
Ella le rogσ a su confesor su ayuda quien en no se opuso, pero tampoco se arriesgσ, a aprobar la idea, siguiendo el orden, le consulto a Padre Provincial a travιs de una buena seρora amiga, contαndole que serνa un monasterio de clausura.
Pero como esto se supo en el convento de la Encarnaciσn, entre los celos, y burlas, oposiciones del clero y parte de la comunidad se rechazo la idea.
Entonces a travιs de una de sus hermanas y en secreto hizo comprar la propiedad, para hacer la construcciσn del nuevo convento. En una ocasiσn se encontrσ sin dinero para el pago de los jornaleros, (oficiales), entonces Teresa relata lo siguiente: "Me apareciσ San Josι, mi verdadero padre y seρor, y me dio a entender que no me faltarνan, que los concertase." Y asν lo hice sin ninguna blanca, y el Seρor, por maneras que se espantaban los que lo oνan, me proveyσ.
Asν fue como tiempo despuιs, y con ausencia de Teresa, porque se le encomendσ acompaρar a una dama viuda en Toledo, se tιrmino la construcciσn en el momento que llega la autorizaciσn desde Roma para fundar el convento. Con todo, aϊn faltaba convencer al Seρor Obispo, asunto del que se encargσ el fray Pedro Alcαntara, quien lo llego a convencer. Asν en agosto de 1562 ingresaron al nuevo convento, colocando como guardianes las imαgenes de la Virgen en la puerta principal y la de san Josι en la Capilla.
Sin embargo, a Teresa se le ordeno regresar al convento de la Encarnaciσn, y despuιs de largo juicios que llegaron a resolverse con participaciσn de todos los personajes de importancia de la ciudad, entre clιrigos y autoridades civiles. Estos duraron casi una aρo, antes de resolver finalmente favorable. Tenνa ya 47 aρos cuando ingresσ por fin al monasterio de San Josι. A partir de esa instancia Teresa se comenzσ a llamar Teresa de Jesϊs.
30. Nuevos conventos. En 1567, el superior general de los carmelitas, Juan Bautista Rubio (Rossi), visitσ el convento de Avila y quedσ encantado de la superiora y de su sabio gobierno; concediσ a Santa Teresa plenos poderes para fundar otros conventos del mismo tipo (a pesar de que el de San Josι habνa sido fundado sin que ιl lo supiese) y aun la autorizσ a fundar dos conventos de frailes reformados (carmelitas contemplativos), en Castilla.
Santa Teresa pasσ cinco aρos con sus trece religiosas en el convento de san Josι, precediendo a sus hijas no sσlo en la oraciσn, sino tambiιn en los trabajos humildes, como la limpieza de la casa y el hilado. Acerca de esa ιpoca escribiσ: Creo que fueron los aρos mαs tranquilos y apacibles de mi vida, pues disfrutι entonces de la paz que tanto habνa deseado mi alma . . . Su Divina Majestad nos enviaba lo necesario para vivir sin que tuviιsemos necesidad de pedirlo, y en las raras ocasiones en que nos veνamos en necesidad, el gozo de nuestras almas era todavνa mayor.
La santa no se contenta con generalidades, sino que desciende a ejemplos menudos, como el de la religiosa que plantσ horizontalmente un pepino por obediencia y la caρerνa que llevσ al convento el agua de un pozo que, segϊn los plomeros, era demasiado bajo.
En agosto de 1567, Santa Teresa se trasladσ a Medina del Campo, donde fundσ el segundo convento, a pesar de las mϊltiples dificultades que surgieron. A peticiσn de la condesa de la Cerda se fundo un convento en Malagσn. Despuιs siguieron los de Valladolid y Toledo. Esta ϊltima fue una empresa especialmente difνcil porque la santa sσlo tenνa cinco ducados al comenzar; pero, segϊn escribνa, Teresa y cinco ducados no son nada; pero Dios, Teresa y cinco ducados bastan y sobran.
Una joven de Toledo, que gozaba de gran fama de virtud, pidiσ ser admitida en el convento y dijo a la fundadora que traerνa consigo su Biblia. Teresa exclamσ: ΏVuestra Biblia? ΅Dios nos guarde! No entrιis en nuestro convento, porque nosotras somos unas pobres mujeres que sσlo sabemos hilar y hacer lo que se nos dice. No es que la santa rechazare la Biblia, sino que supo descubrir que esta se habrνa convertido en un pretexto para faltar en humildad.
31. La reforma de los religiosos carmelitas. La santa habνa encontrado en Medina del Campo a dos frailes carmelitas que estaban dispuestos a abrazar la reforma: uno era Antonio de Jesϊs de Heredia, superior del convento de dicha ciudad y el otro, Juan de Yepes, mαs conocido con el nombre de San Juan de la Cruz.
Aprovechando la primera oportunidad que se le ofreciσ, Santa Teresa fundσ un convento de frailes en el pueblecito de Duruelo en 1568; a este siguiσ, en 1569, el convento de Pastrana. En ambos reinaba la mayor pobreza y austeridad. Santa Teresa dejσ el resto de las fundaciones de conventos de frailes a cargo de San Juan de la Cruz.
32. Nuevas fundaciones, dificultades y gracias extraordinarias. La santa fundσ tambiιn en Pastrana un convento de carmelitas descalzas. Cuando muriσ Don Ruy Gσmez de Silva, quien habνa ayudado a Teresa en la fundaciσn de los conventos de Pastrana, su mujer quiso hacerse carmelita, pero exigiendo numerosas dispensas de la regla y conservando el tren de vida de una princesa. Teresa, viendo que era imposible reducirla a la humanidad propia de su profesiσn, ordenσ a sus religiosas que se trasladasen a Segovia y dejasen a la princesa su casa de Pastrana.
En 1570, la santa, con otra religiosa, tomσ posesiσn en Salamanca de una casa que hasta entonces habνa estado ocupada por ciertos estudiantes que se preocupaban muy poco de la limpieza. Era un edificio grande, complicado y ruinoso, de suerte que al caer la noche la compaρera de la santa empezσ a ponerse muy nerviosa. Cuando se hallaban ya acostadas en sendos montones de paja (lo primero que llevaba yo a un nuevo monasterio era un poco de paja para que nos sirviese de lecho), Teresa preguntσ a su compaρera en quι pensaba. La religiosa respondiσ: Estaba yo pensando en quι harνa su reverencia si muriese yo en este momento y su reverencia quedase sola con un cadαver. La santa confiesa que la idea la sobresaltσ, porque, aunque no tenνa miedo de los cadαveres, la vista de ellos le producνa siempre un dolor en el corazσn. Sin embargo, respondiσ simplemente: Cuando eso suceda, ya tendrι tiempo de pensar lo que harι, por el momento lo mejor es dormir.
En julio de ese aρo, mientras se hallaba haciendo oraciσn, tuvo una visiσn del martirio de los beatos jesuitas Ignacio de Azevedo y sus compaρeros, entre los que se contaba su pariente Francisco Pιrez Godoy. La visiσn fue tan clara, que Teresa tenνa la impresiσn de haber presenciado directamente la escena, e inmediatamente la describiσ detalladamente al P. Alvarez, quien un mes mαs tarde, cuando las nuevas del martirio llegaron a Espaρa, pudo comprobar la exactitud de la visiσn de la santa.
33. Nombrada superiora de La Encarnaciσn. Por entonces, San Pνo V nombrσ a varios visitadores apostσlicos para que hiciesen una investigaciσn sobre la relajaciσn de las diversas σrdenes religiosas, con miras a la reforma. El visitador de los carmelitas de Castilla fue un dominico muy conocido, el P. Pedro Fernαndez. El efecto que le produjo el convento de La Encarnaciσn de Avila fue muy malo, e inmediatamente mandσ llamar a Santa Teresa para nombrarla superiora del mismo. La tarea era particularmente desagradable para la santa, tanto porque tenνa que separarse de sus hijas, como por la dificultad de dirigir una comunidad que, desde el principio, habνa visto con recelo sus actividades de reformadora.
Al principio, las religiosas se negaron a obedecer a la nueva superiora, cuya sola presencia producνa ataques de histeria en algunas. La santa comenzσ por explicarles que su misiσn no consistνa en instruirlas y guiarlas con el lαtigo en la mano, sino en servirlas y aprender de ellas: Madres y hermanas mνas, el Seρor me ha enviado aquν por la voz de la obediencia a desempeρar un oficio en el que yo jamαs habνa pensado y para el que me siento muy mal preparada . . . Mi ϊnica intenciσn es serviros . . . No temαis mi gobierno. Aunque he vivido largo tiempo entre las carmelitas descalzas y he sido su superiora, sι tambiιn, por la misericordia del Seρor, cσmo gobernar las carmelitas calzadas. De esta manera se ganσ la simpatνa y el afecto de la comunidad y le fue menos difνcil restablecer la disciplina entre las carmelitas calzadas, de acuerdo con sus constituciones. Poco a poco prohibiσ completamente las visitas demasiado frecuentes (lo cual molestσ mucho a ciertos caballeros de Avila), puso en orden las finanzas del convento e introdujo el verdadero espνritu del claustro. En resumen, fue aquella una realizaciσn caracterνsticamente teresiana.
34. Sevilla. En Veas, a donde habνa ido a fundar un convento, la santa conociσ al P. Jerσnimo Graciαn, quien la convenciσ fαcilmente para que extendiese su campo de acciσn hasta Sevilla. El P. Graciαn era un fraile de la reforma carmelita que acababa precisamente de predicar la cuaresma en Sevilla.
Fuera de la fundaciσn del convento de San Josι de Avila, ninguna otra fue mαs difνcil que la de Sevilla; entre otras dificultades, una novicia que habνa sido despedida, denunciσ a las carmelitas descalzas ante la Inquisiciσn como iluminadas y otras cosas peores.
35. La persecuciσn lleva a la separaciσn entre calzados y descalzos. Los carmelitas de Italia veνan con malos ojos el progreso de la reforma en Espaρa, lo mismo que los carmelitas no reformados de Espaρa, pues comprendνan que un dνa u otro se verνan obligados a reformarse. El P. Rubio, superior general de la orden, quien hasta entonces habνa favorecido a santa Teresa, se pasσ al lado de sus enemigos y reuniσ en Plasencia un capνtulo general que aprobσ una serie de decretos contra la reforma. El nuevo nuncio apostσlico, Felipe de Sega, destituyσ al P. Graciαn de su cargo de visitador de los carmelitas descalzos y encarcelσ a San Juan de la Cruz en un monasterio; por otra parte, ordenσ a Santa Teresa que se retirase al convento que ella eligiera y que se abstuviese de fundar otros nuevos.
La santa, al mismo tiempo que encomendaba el asunto a Dios, decidiσ valerse de los amigos que tenνa en el mundo y consiguiσ que el propio Felipe II interviniese en su favor. En efecto, el monarca convocσ al nuncio y le reprendiσ severamente por haberse opuesto a la reforma del Carmelo.
En 1580 obtuvo de Roma una orden que eximνa a los carmelitas descalzos de la jurisdicciσn del provincial de los calzados. Esa separaciσn fue uno de los mayores gozos y consolaciones de mi vida, pues en aquellos veinticinco aρos nuestra orden habνa sufrido mαs persecuciones y pruebas de las que yo podrνa escribir en un libro. Ahora estαbamos por fin en paz, calzados y descalzos, y nada iba a distraernos del servicio de Dios.
36. Aguila y paloma. Indudablemente Santa Teresa era una mujer excepcionalmente dotada. Su bondad natural, su ternura de corazσn y su imaginaciσn chispeante de gracia, equilibradas por una extraordinaria madurez de juicio y una profunda intuiciσn, le ganaban generalmente el cariρo y el respeto de todos. Razσn tenνa el poeta Crashaw al referirse a Santa Teresa bajo los sνmbolos aparentemente opuestos del αguila y la paloma. Cuando le parecνa necesario, la santa sabνa hacer frente a las mαs altas autoridades civiles o eclesiαsticas, y los ataques del mundo no le hacνan doblar la cabeza. Las palabras que dirigiσ al P. Salazar: Guardaos de oponeros al Espνritu Santo, no fueron el reto de una histιrica sino la verdad. Y no fue un abuso de autoridad lo que la moviσ a tratar con dureza implacable a una superiora que se habνa incapacitado a fuerza de hacer penitencia. Pero el αguila no mata a la paloma, como puede verse por la carta que escribiσ a un sobrino suyo que llevaba una vida alegre y disipada: Bendito sea Dios porque os ha guiado en la elecciσn de una mujer tan buena y ha hecho que os casιis pronto, pues habνais empezado a disiparos desde tan joven, que temνamos mucho por vos. Esto os mostrarα el amor que os profeso. La santa tomσ a su cargo a la hija ilegνtima y a la hermana del joven, la cual tenνa entonces siete aρos: Las religiosas deberνamos tener siempre con nosotras a una niρa de esa edad.
37. Ingenio y franqueza. El ingenio y la franqueza de Teresa jamαs sobrepasaban la medida, ni siquiera cuando los empleaba como un arma. En cierta ocasiσn en que un caballero indiscreto alabσ la belleza de sus pies descalzos, Teresa se echσ a reνr y le dijo que los mirase bien porque jamαs volverνa a verlos. Los famosos dichos: "Bien sabιis lo que es una comunidad de mujeres e Hijas mνas, estas son tonterνas de mujeres"; Demuestran el realismo con que la santa consideraba a sus sϊbditas.
Criticando un escrito de su buen amigo Francisco de Salcedo, Teresa le escribνa: El seρor Salcedo repite constantemente: 'Como dice el Espνritu Santo', y termina declarando que su obra es una serie de necedades. Me parece que voy a denunciarle a la Inquisiciσn.
38. Selecciσn de novicias. La intuiciσn de Santa Teresa se manifestaba sobre todo en la elecciσn de las novicias. Lo primero que exigνa, aun antes que la piedad, era que fuesen inteligentes, es decir, equilibradas y maduras, porque sabνa que es mαs fαcil adquirir la piedad que la madurez de juicio. Una persona inteligente es sencilla y sumisa, porque ve sus faltas y comprende que tiene necesidad de un guνa. Una persona tonta y estrecha es incapaz de ver sus faltas, aunque se las pongan delante de los ojos; y como estα satisfecha de sν misma, jamαs se mejora. Aunque el Seρor diese a esta joven los dones de la devociσn y la contemplaciσn, jamαs llegarα a ser inteligente, de suerte que serα siempre una carga para la comunidad. ΅Que Dios nos guarde de las monjas tontas!
39. Ϊltimos aρos. En 1580, cuando se llevσ a cabo la separaciσn de las dos ramas del Carmelo, Santa Teresa tenνa ya sesenta y cinco aρos y su salud estaba muy debilitada. En los dos ϊltimos aρos de su vida fundσ otros dos conventos, lo cual hacνa un total de diecisiete. Las fundaciones de la santa no eran simplemente un refugio de las almas contemplativas, sino tambiιn una especie de reparaciσn de los destrozos llevados a cabo en los monasterios por el protestantismo, principalmente en Inglaterra y Alemania.
Dios tenνa reservada para los ϊltimos aρos de vida de su sierva, la prueba cruel de que interviniera en el proceso legal del testamento de su hermano Lorenzo, cuya hija era superiora en el convento de Valladolid. Como uno de los abogados tratase con rudeza a la santa, ιsta replicσ: Quiera Dios trataros con la cortesνa con que vos me tratαis a mν. Sin embargo, Teresa se quedσ sin palabra cuando su sobrina, que hasta entonces habνa sido una excelente religiosa, la puso a la puerta del convento de Valladolid, que ella misma habνa fundado. Poco despuιs, la santa escribνa a la madre de Marνa de San Josι: Os suplico, a vos y a vuestras religiosas, que no pidαis a Dios que me alargue la vida. Al contrario, pedidle que me lleve pronto al eterno descanso, pues ya no puedo seros de ninguna utilidad.
En la fundaciσn del convento de Burgos, que fue la ϊltima, las dificultades no escasearon. En julio de 1582, cuando el convento estaba ya en marcha, Santa Teresa tenνa la intenciσn de retornar a Avila, pero se vio obligada a modificar sus planes para ir a Alba de Tormes a visitar a la duquesa Marνa Henrνquez. La Beata Ana de San Bartolomι refiere que el viaje no estuvo bien proyectado y que Santa Teresa se hallaba ya tan dιbil, que se desmayσ en el camino. Una noche sσlo pudieron comer unos cuantos higos. Al llegar a Alba de Tormes, la santa tuvo que acostarse inmediatamente. Tres dνas mαs tarde, dijo a la Beata Ana: Por fin, hija mνa, ha llegado la hora de mi muerte. El P. Antonio de Heredia le dio los ϊltimos sacramentos y le preguntσ donde querνa que la sepultasen. Teresa replicσ sencillamente: ΏTengo que decidirlo yo? ΏMe van a negar aquν un agujero para mi cuerpo? Cuando el P. de Heredia le llevσ el viαtico, la santa consiguiσ erguirse en el lecho, y exclamσ: ΅Oh, Seρor, por fin ha llegado la hora de vernos cara a cara! Santa Teresa de Jesϊs, visiblemente transportada por lo que el Seρor le mostraba, muriσ en brazos de la Beata Ana a las 9 de la noche del 4 de octubre de 1582.
Precisamente al dνa siguiente, entrσ en vigor la reforma gregoriana del calendario, que suprimiσ diez dνas, de suerte que la fiesta de la santa fue fijada, mαs tarde, el 15 de octubre.
Santa Teresa fue sepultada en Alba de Tormes, donde reposan todavνa sus reliquias.
Su canonizaciσn tuvo lugar en 1622.
El 27 de septiembre de 1970 Pablo VI le reconociσ el tνtulo de Doctora de la Iglesia.
En la actualidad, las carmelitas descalzas son aprox. 14.000 en 835 conventos en el mundo. Los carmelitas descalzos son 3.800 en 490 conventos.
Bibliografνa El Libro de la Vida www.corazones.org Caminando con Jesϊs 3. Santa Teresa de Jesϊs, virgen y doctora de la Iglesia (1515-1583) Mujer de inteligencia peregrina y corazσn sublime de cristiana, fue mαs divina cuanto mαs humana, y mαs humana cuanto mαs divina. Asν cantσ de ella Gabriel y Galαn.
Naciσ Teresa de Cepeda y Ahumada el aρo de 1515, en el seno de una familia patricia de doce hijos, siendo educada muy cristianamente. A la edad de 12 aρos construyσ una cabaρa como la de los padres del desierto en el jardνn de sus progenitores; y tambiιn deseσ ponerse en camino, junto con su hermano Rodrigo, para ir con los moros a buscar las palmas del martirio, para ser decapitada por Cristo, pero su tνo se lo impidiσ y la hizo volver a la casa paterna. Es internada. Muere su madre y atraviesa una temporada un tanto desviada de sus fervores anteriores. De adolescente fue soρadora y novelera, con gran aficiσn a los libros de caballerνa, coqueta, y enemiguνsima de ser monja. A los veinte aρos ingresa, sin permiso de su padre, al Convento de la Encarnaciσn. Viste el hαbito carmelitano y hace sus Votos Religiosos en 1537.
Cae muy enferma y sale del convento, y despuιs de sanar prosigue un penoso camino de arideces, tentaciones e incomprensiones que van edificando su alma.
Su vida estα todavνa muy lejos de dar ese Sν definitivo o de que sea la tercera conversiσn al Seρor. Esta no llegarα hasta la Cuaresma de 1554, cuando ella tenga ya 39 aρos. Hasta antes de esa edad Teresa vivirα en un ambiente religioso muy mediocre. Se entrega de lleno al Seρor y... para siempre. Su vida tuvo un cambio profundo. Sintiσ una llamada especial de Dios a la santidad y respondiσ con DECISION y GENEROSIDAD.
Ella acostumbraba decir:
Ntro. Seρor quiere y ama a las almas animosas y humildes. En la vida espiritual hace falta emprender grandes cosas.
Su existencia fue desde entonces un milagro contνnuo lleno de visiones, ιxtasis, persecuciones demonνacas y apariciones de Ntro. Seρor. Felizmente para liberarla de los teσlogos que la asediaban y la inducνan al error, Dios le enviσ al gran mνstico, Pedro de Alcαntara. Este continuσ guiαndola apareciιndosele despuιs de muerto.
A partir de 1562 llevσ a cabo grandes obras como fueron las fundaciones de numerosos centros de vida contemplativa y logrσ, tras difνciles oposiciones, la reforma del Carmelo, y sin embargo pudo gozar de la quietud que reclama la mαs alta contemplaciσn, escalando siempre las mαs elevadas cumbres. En 1568 funda el primer convento de Padres reformados, yendo a la cabeza San Juan de la Cruz.
Herida de una pierna, se quejσ un dνa con el Seρor, diciιndole:
Seρor, despuιs de tantos problemas, Ώhacνa falta tambiιn ιste? A lo que el Seρor le contestσ: Teresa, yo asν trato a mis amigos y ella concluyσ diciendo: ΅Ah, Dios mνo! Ahora entiendo por quι tienes tan pocos amigos.
Escribe libros prodigiosos llenos de sabidurνa y experiencia mνstica: su Autobiografνa, Camino de Perfecciσn, Las Moradas, cartas, poesνas, Modo de visitar conventos, las Constituciones... libros que son un prodigio de gracia personal, simpatνa y elevaciσn. Teresa fue la admiraciσn de propios y extraρos. En ιxtasis o entre pucheros, es la SANTA DE LA NATURALIDAD SOBRENATURAL, de una sencillez altνsima que parece inasequible a los humanos sin la ayuda de Dios. Muere en Alba de Tormes, Espaρa en 1582. Es canonizada en 1622 y el 27 de septiembre de 1970 es declarada Doctora de la Iglesia por el Papa Paulo VI.
Teresa de Cepeda y Ahumada nació el 28 de marzo de 1515 en Ávila (España). Después de la niñez pasada en la casa familiar entre juegos y la buena educación de una hidalga familia cristiana, llega a una adolescencia soñadora, amiga de la lectura de todo lo que caía en sus manos –preferentemente de libros de caballería– y con buenas dosis de coquetería. Si hay algo que no quiere ser es monja.
A los veinte años entra en el monasterio de la Encarnación de su ciudad natal con una ilusión desbordante; pero queda desencantada por la frivolidad de las monjas. Cuenta ella misma en el Libro de la vida que quiso compaginar la vida en religión con las frivolidades que no eran infrecuentes en los monasterios de aquella época. La vista de un Cristo sufriente –esa imagen que el vulgo llama Ecce Homo– la removió tanto por dentro que, rota en lágrimas, decide un radical y sincero cambio de vida y comienza a tomarse en serio la oración, esa actividad espiritual de la que dirá más tarde que «más que en pensar mucho consiste en amar mucho y saberse amada». Comienza a notar dentro de ella la fuerza de un volcán que le lleva a una entrega al Esposo sin condiciones.
Piensa en reformas –la que hoy se llama teresiana o descalza– que lleven a la Orden al rigor y fervor primitivo. Lo decidió en el 1562 por sugerencia del Señor. No habrá bienes materiales ni dotes, sólo habrá confianza sin límites en la Providencia de Dios que está empeñado en que esa reforma se haga. Y ahora todo son trabas y dificultades ante la maravillosa aventura: no encuentra apoyo en las autoridades civiles, se le cierran las puertas de las eclesiásticas, los letrados no lo ven claro y algún que otro confesor desaconseja tamaño disparate; las monjas compañeras de convento ven en este deseo reformador una locura.
Su pensamiento pasó primero a deseo y luego llegó a decisión. Funda el «palomar» –así le gustaba a ella llamar a sus fundaciones en lenguaje coloquial– de San José en Avila, luego vendrán los dieciséis de Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas, Sevilla, Caravaca, Villanueva de la Vera, Palencia, Soria, Granada y Burgos. Así se comprende que se ganara el calificativo de «andariega» cuando los retorcidos caminos de arriba a abajo de España se le hicieran cortos por amor a pesar de que los pisara «sin blanca», mermada su poca salud y desparramando gracejo, humanidad y alegría hasta quedar proverbial su estilo en el pueblo y en sus escritos. De este modo pasaron veinte años de esta mujer organizadora, dotada de sentido común, tacto, inteligencia, coraje y buen humor en los que su alma va creciendo y madurando con la correspondencia a las gracias y dones extraordinarios que Dios le va concediendo. Y la reforma no se quedará en las monjas; se extenderá también a los varones carmelitas descalzos por medio de San Juan de la Cruz, con quien estrechamente colaboró.
A este impresionante trajín enérgico y dulce, tenaz y de un humor incomparable, se añade su enorme actividad literaria. Sus escritos, publicados después de su muerte, están considerados como una contribución única a la literatura mística y espiritual de todos los tiempos; constituyen también una obra maestra de la prosa española. Destacan: su autobiografía espiritual, Camino de perfección (1583), libro de consejos para las monjas de su orden; Castillo interior (1577), volumen más conocido por el título Las Moradas, que contiene una descripción elocuente de su vida contemplativa, y El libro de las fundaciones (1573-1582), un documento sobre los orígenes de las carmelitas descalzas. Sin contar sus numerosas poesías rebosantes de espiritualidad y sus cartas, de las que se conservan más de cuatrocientas.
Murió en Alba de Tormes al anochecer del día 14 de octubre de 1582.
El papa Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia el 27 de setiembre de 1970.
Mujer excepcionalmente grande purificó la vida religiosa española de principios del siglo XVI y contribuyó a fortalecer las reformas de la Iglesia católica desde dentro, en un periodo en que el protestantismo se extendía por toda Europa. Hoy mismo se gana con su grandísima humildad la simpatía de todos los que la conocen a través de sus obras. Vivió –tanto en éxtasis como entre pucheros– la naturalidad sobrenatural; sí, eso que a primera vista parece paradójico.