9 de Noviembre

NUESTRA SEÑORA DE LA ALMUDENA

Esta antigua y venerada imagen es considerada, no sin controversia, su Patrona.

La capital de España tiene una recia tradición mariana. En el siglo XVII, siendo ya una población importante, como atestiguan sus diez parroquias intramuros, su parroquia mayor llevaba ya el sencillo nombre de Santa María. En esta iglesia, demolida en 1869 y en vías de nueva construcción, futura y definitiva catedral, se ha rendido culto durante siglos a la venerada imagen de la Patrona, y no es por eso de extrañar que al cabo de los años, confundida la advocación primitiva con una devoción no menos antigua, haya venido a llamarse la parroquia Santa María la Real de Almudena. Tal vez por este motivo le fue dada a una parroquia de un suburbio, creada en 1940, el nombre de Santa María la Mayor, resucitando el viejo título de la iglesia matriz.

No podemos dejar de señalar como hecho curioso, el descubrimiento de otra antigua y venerable imagen, no por ello muy conocida de los madrileños. En el año 1624, con motivo de la proximidad del alumbramiento de la reina Doña Isabel de Borbón, se organizaron tan solemnes cultos en el templo de Santa María, que hubo necesidad de hacer obra y reforma en el altar mayor, retirándose algunas piezas del retablo y descubriéndose una imagen de la Santísima Virgen con su Hijo en los brazos, sentada, de rostro moreno y aguileño, cabellos largos, sujetos con una diadema, y en la mano un lirio, por lo que se la empezó a llamar por el nombre de Nuestra Señora de la Flor de Lis. Es muy probable que esta imagen, cuya fiesta se celebra el día 2 de febrero, que recibe culto en una capilla de la cripta de la basílica inconclusa que será en su día catedral de Madrid, sea la más primitiva representación madrileña de la Virgen Santísima que se conserva expuesta a la veneración del pueblo en la iglesia matriz.

La escasa repercusión de este hallazgo se explica fácilmente por la enorme devoción de que ya en aquella época gozaba la imagen de la Almudena. Se la rendía culto desde tiempo inmemorial, y una tradición constante y generalmente admitida la suponía milagrosamente encontrada a poco de la Reconquista. Sería, según algunos, anterior a la invasión musulmana, y como en tantos otros sitios de España se cuenta haber ocurrido, fue cuidadosamente escondida a la llegada de los mahometanos.

Se dice que en los primeros años de la Reconquista, conservado su recuerdo, se buscó incesantemente, sin conseguir hallarla, hasta que, organizándose grandes rogativas, la misma noche del día en que éstas se celebraron se derrumbó parte del cubo en que se escondía, dejándola al descubierto, comenzando en ese mismo momento una nueva y más esplendorosa época en la historia de su devoción.

Se supone que estos hechos ocurrieron el año 1085, y mientras existió la muralla madrileña se señalaba el lugar exacto de la aparición. Hoy, en el sitio más próximo adonde estuvo el cubo, el hecho es recordado por una lápida, en el muro que circunda al mediodía el emplazamiento de la nueva catedral.

En lo que no están tan de acuerdo los autores es en el origen del nombre. Para unos viene de almud, por una piedra de esta forma que allí existía. Para otros, de almudín o almudén, que es lo mismo que alholí o alhóndiga, edificio que allí cerca estaba. También podría ser su origen la almudaina o ciudadela en donde se veneró.

La imagen fué pronto trasladada, como hemos dicho, a la iglesia de Santa María, fabricándole un rico retablo.

San Isidro, el famoso labrador y más insigne santo del Madrid medieval, fue, según se cuenta en su vida, gran devoto de ella, así como su esposa, Santa María de la Cabeza. Cuéntase que por intercesión de la Santísima Virgen en esta venerable figura fue cómo un hijo de San Isidro se salvó de morir ahogado.

La Virgen de la Almudena fue invocada en las luchas que en los primeros años de la Reconquista hubieron de mantener los conquistadores castellanos contra almorávides y almohades, y en una y otra ocasión se pudo experimentar su patrocinio, así como en otros muchos sucesos particulares, siendo considerable el número de los milagros que se le atribuyen.

El concejo de la Villa hizo voto hacia 1438 de guardar su fiesta, ayunar la víspera y hacer procesión en la octava. A fines del siglo xvi empezó a usar esta imagen las armas de la Villa y en 1621, a 18 de diciembre, profesó ante ella el concejo el voto concepcionista. Por fin, en 1646, a 8 de septiembre, el municipio votó asistir perpetuamente, para siempre jamás, a su festividad.

Efemérides reciente ha sido la coronación de la imagen, el 10 de noviembre de 1948.

Réstanos decir que la actual imagen, que forzosamente hemos de considerar más reciente, representa a la Santísima Virgen de pie, vestida, de cabellos rubios, el rostro y cuello despejados, y el Niño desnudo, graciosamente apoyado sobre su brazo izquierdo y sostenido por el derecho.

ENRIQUE PASTOR MATEOS

Nuestra Señora de la Almudena, Patrona de la Archidiócesis de Madrid

Hoy, a cualquier hora del día y de la noche, es venerada cariñosamente por los madrileños la imagen en piedra de Nuestra Señora de la Almudena situada en los muros del complejo catedralicio.

La razón del sencillo y profundo afecto radica en que la Virgen de la Almudena está unida, desde el primer momento, a la historia cristiana de Madrid.

Según una tradición avalada por la historia, el 9 de noviembre del año 1085, se rasgó el frente de una torre en la muralla de la Puerta de la Vega y apareció aquella imagen de la Virgen que los cristianos madrileños habían ocultado tiempo atrás para defenderla cuando la invasión de los moros. Esa aparición, al final del siglo XI, era un nuevo comienzo histórico de Madrid como comunidad humana y cristiana, cuando se superaba el largo y difícil período de dominación musulmana y de pérdida de libertad, para recuperar de nuevo la propia identidad con la adhesión sin trabas a la fe en Jesucristo recibida y acogida desde siglos. Existe documentación del año 1382, en que se nombra con el título de «Almudena» a una imagen de la Virgen, a la que el pueblo de Madrid siempre había venerado con singular devoción.

La imagen actual de la Virgen de la Almudena fue coronada solemnemente el 10 de Noviembre de 1948 y oficialmente  declarada Patrona de la diócesis de Madrid por el papa Pablo VI el primero de julio de 1977. Estos dos actos a finales del siglo XX vuelven a suponer otro hito que marca la nueva etapa para el Madrid contemporáneo de cara al nuevo milenio: un lozano comienzo en la vida de la ciudad como «comunidad de cristianos» y  «comunidad de ciudadanos».

Porque también en el Madrid de hoy La Virgen de la Almudena preside su historia misma con intervención maternal. Es «Estrella de la mañana» para las necesidades apremiantes del hombre de nuestro tiempo que sabe tanto de luces y sombras; es «Estrella de la Evangelización» para el periodo actual de anuncio de Jesucristo, el único Salvador del hombre, Verdad, Vida y Camino que lleva a la conversión, a la misericordia y al perdón salvador de los pecados.

María, quien da comienzo al definitivo capítulo de la historia humana, está alentando –como hacen las madres con su sola presencia– a iluminar con la definitiva e irrenunciable luz de Jesucristo, su Hijo, las difíciles situaciones presentes. Por ello, la Virgen de la Almudena anima a buscar soluciones dignas a la hora de compartir los bienes espirituales y materiales con todos, principalmente con los más necesitados, con los más pobres de nuestra sociedad; impulsa a superar las dificultades culturales, sociales, económicas y jurídicas que, incluso a la hora de contraer matrimonio y fundar una familia, pueden crecer hasta el punto de parecer a veces  insuperables; alerta  sobre el oscurecimiento que lleva consigo el tristísimo y terrible drama del aborto, signo inequívoco de la mayor aberración despreciativa de la dignidad del ser humano, como exponente de una cultura de muerte; enseña caridad a la sociedad madrileña que cuenta con la creciente presencia de inmigrantes llegados sin definición de sus vidas, pero con la esperanza de conseguir una mejora material que les facilite el desarrollo de sus capacidades; da impulso a la búsqueda de iniciativas tanto para aliviar el amplio y complicado mundo de la marginación, como para no olvidar a los numerosos jóvenes sin un rumbo digno de la persona humana, ni a los cada vez más frecuentes adolescentes y niños que crecen al margen de los valores humanos con desconocimiento de su Hijo Salvador.

Es «Causa nostrae laetitiae»  –«Causa de nuestra alegría»–  para todos los que viven apasionados por el Evangelio. Estos son muchos y de todas las edades: Son los que van recorriendo la vida con la mirada puesta en Jesucristo; los que tienen encendida la esperanza, y saben volcarse en alabanzas a María «orgullo de nuestra raza»; los que aprenden de ella día a día la incondicional decisión de querer la voluntad y la Palabra del Señor, con un corazón abierto al amor del Padre; los que saben entonar el «Magnificat», canto que puede tararear todo aquel que, arrepentido de sus pecados y consciente de su miseria, se deje buscar, encontrar y amar totalmente por Dios.

Ella –Nuestra Señora de la Almudena– es orgullo y honor para Madrid: vehículo de la Salvación para los necesitados y desvalidos en alma o cuerpo. La catedral luce hoy las mejores galas para acompañar a la devoción y amor de los madrileños.

Se hace preciso retomar a la Señora del pie de la cruz para llevarla «a casa»; que allí y desde allí será siempre «Consuelo de los afligidos», «Salud de los enfermos», «Refugio de los pecadores», «Reina de la paz».

Es preciso mirar aún más a María. Más, cuando hay muchos que han perdido la fe y viven como si Dios no existiera. Su asiduo trato y devoción es necesario para hacer presente la verdad, la vida y la fuerza transformadora del Evangelio en todos los ámbitos y estructuras de la sociedad y del mundo.