22 de noviembre

SANTA CECILIA (s. I)

La segunda despuйs de la Madre de Dios es, entre las vнrgenes, Santa Cecilia: modelo de todas, pues guardу la virginidad aun siendo desposada y la sublimу con su martirio glorioso. Asн lo dice el obispo de la alta Edad Media Adhelmo en su libro De virginitate, que publicу la Patrologнa de Migne en su volumen 89.

Y este alto aprecio lo confirmу la liturgia, que pone a Santa Cecilia, con solas otras seis vнrgenes, en el canon de la misa; y es la que mбs basнlicas tuvo en Roma y quizб mбs templos en toda la cristiandad; la mбs ensalzada por pintores y escultores, y la mбs celebrada por los mъsicos, que la aclaman por su patrona celestial.

De ello, aparte de sus preciosas reliquias, cuya famosa historia es un monumento, nos han quedado las actas martiriales, Passio Stae, Caeciliae, cuya historicidad substancial proclaman los mбs sabios arqueуlogos antiguos y modernos, como Baronio. Rossi, Duchesne, Allard, Guйranger, Wilpert, Kirsch, Marucchi.

En estas actas se inspiraron todos sus biуgrafos y con sus episodios se hicieron sus oficios litъrgicos y se compusieron sus himnos hasta en las liturgias milanesa y mozбrabe.

Y en realidad todo es ejemplar y bello en cuanto conocemos histуricamente de la vida de Santa Cecilia.

Ya comienza su linaje y el de su esposo Valeriano por ser de los mбs ilustres de la nobleza romana.

La gens Caecilia, o sea el linaje de los Cecilios, en la rama de nuestra mбrtir es ya egregia desde el aсo 316 de la fundaciуn de Roma—aсo 442 a. de J. C.—en cуnsules, pretores y senadores, emparentados con los nobles Metelos y Pomponios.

Y antepasadas de Santa Cecilia fueron dos celebйrrimas matronas.

Caya Cecilia Tanaquil, mujer de Tarquinio Prisco, quedу en la historia como prototipo de esposa ejemplar. Tanto que en los matrimonios de jуvenes patricios se prometнa la fidelidad con la fуrmula: Ubi tu Caius, ego Caia: Donde tъ seas Cayo, serй yo Caya. Algo semejante a nuestro Tanto monta de los Reyes Catуlicos. En el Capitolio tenнa Caya su estatua y en el templo de Sagus se guardaban, como sнmbolo de sus virtudes familiares, la rueca y el huso con que habнa hilado.

Otra Cecilia Metela, esposa que fue del grande Pompeyo, mereciу de Plutarco en sus Vidas paralelas esta etopeya, que, a falta de otros datos positivos, nos darб una idea de lo que serнa nuestra Santa en su formaciуn humana:

Tenнa Cecilia Metela, ademбs de su gran belleza, otras dotes para cautivar a los hombres. Era discretamente entendida en letras, tocaba muy bien la lira, estudiу geometrнa y gustaba de proponer con talento y fruto cuestiones filosуficas. Pera lo principal era que no se le viу frivolidad ni afectado empaque y no era tan vanidosa como lo suelen ser las doncellas de tantas prendas y erudiciуn.

En relaciуn con Espaсa, un Cecilio, el Macedуnico, hizo la campaсa de Viriato; otro, Cecilio el Pнo, acompaсу a Pompeyo en la de Sertorio. Y dos ciudades llevan el nombre de su familia: Cбceres, que se llamу Castra Cecilia, y Medellнn o Metellina, fundada por Cecilia Metelo.

No era menor la nobleza de su esposo Valeriano, pues pertenecнa a la que nuestro excelso poeta Aurelio Prudencio Clemente llamу la gens infulata Valeriorum, linaje Valerio de muchas нnfulas o, como dirнamos hoy, de muchos pergaminos y bastones de mando.

Un Valerio 500 aсos antes de Jesucristo vindicу la libertad de Roma contra la opresiуn de los dos Tarquinios. Su nieto rechazу a los volscos, que intentaron invadir la ciudad, y uniуn al pueblo y al senado con sus leyes horacio-valerias. Otro familiar, el cйlebre historiador Valerio Mбximo, tropieza en sus historias patriуticas con grandes triunfadores Valerios. Recientes excavaciones arqueolуgicas han demostrado que el solar de la casa de Valeriano y Cecilia estaba junto a la plaza que llamaban Statuae Valerianae. Allн fue martirizada Santa Cecilia y aъn hoy se levanta su basнlica.

Tambiйn los Valerios vinieron,a Espaсa: en la Celtiberia fundaron una colonia que aъn se llama Valeria la Vieja; y hay en Barcelona dos inscripciones de estas familias enlazadas: la de Valeria, esposa de Cacillo, y la de Cecilio Basso, esposo de Valeria.

Cecilia debiу de quedar muy pronto huйrfana, pues en la juventud de sus desposorios y martirio ya tenнa la libre disposiciуn de sus casas y fortuna.

Su manera de hablar y proceder nos demuestra que estaba, como correspondнa a su prosapia, instruida por un litterator en leer, escribir y en las buenas artes, entre las que se encontraba la mъsica.

A los trece .aсos, edad de la emancipaciуn, recibirнa el bautismo, que en el siglo II solнa retardarse hasta esa edad. Quizб fuera cristiana desde su nacimiento; en las inscripciones de los tiempos apostуlicos hay lбpidas de Cecilios y sus familias emparentadas ya cristianas.

Las actas nos revelan su trato con el obispo Urbano, que la instruirнa en la fe: y estaba tan bien formada en ella, que traнa, dice su Passio, de continuo los evangelios junto al corazуn escondidos en los pliegues de la tъnica.

De su caridad nos certifica el detalle de que allб en la vнa Appia, afueras de Roma, junto a la tumba de los Cecilios, reunнa a los pobres para darles limosna; y a ellos enviу a Valeriano para que le enseсaran el refugio del obispo Urbano, auxiliar del Papa, que le habнa de catequizar.

Su oraciуn se deduce no sуlo de la vieja inscripciуn que dice: Esta es la casa donde oraba Santa Cecilia, sino tambiйn de que pidiу a Dios tiempo para consagrar como templo su domicilio antes de morir.

Y, en fin, su pureza era tal que la ofrendу a Dios con su voto secreto de perpetua virginidad. Tan secreto que ni sus tutores, cristianos o no, lo conocнan, y por eso, como era costumbre, le buscaron, en linaje tan noble como era el suyo, un esposo, que habнa de ser el joven Valeriano; y, por aсadidura, era todavнa infiel.

Cecilia jurнdicamente debнa aceptar el compromiso matrimonial, pero en su oraciуn habнa logrado del Seсor que le enviara visiblemente al бngel de su guarda con la promesa de que defenderнa su virginidad.

La situaciуn era comprometida, pues aunque entonces no eran raros los matrimonios de infieles y paganos, y bien sabrнa Cecilia que algunas mujeres convirtieron a sus esposos, con todo, en la vida нntima, no podrнa disimular la seсal de la cruz, los ayunos, oraciones, asistencia a los sagrados ritos. Asн es que, fiada en Dios y confortada por el бngel, decidiу plantear inmediatamente la delicada situaciуn.

Era, pues, el mismo dнa de la boda. Podemos describirla con el ceremonial usado entonces, y hasta confirmado en el traje nupcial con los vestidos que aъn guardan sus reliquias.

La casa de los Caecilii en el Campo de Marte tenнa el atrio, el impluvio y otros aposentos rebosantes de convidados. Dentro, en el gyneceo, las amigas de Cecilia la ayudaban en el adorno de su atuendo nupcial. Una tъnica de lana blanca ceсida con una banda del mismo color, los cabellos cubiertos con el flammeum, fino velo de color de llama, que le cubrнa la frente y las seis trenzas de su peinado y caнa sobre el vestido en pliegues elegantes.

Llega la hora y se abren las cortinas del tablinum, aparece Cecilia ante la expectaciуn de los convidados radiante de hermosura y distinciуn. De antemano se habнan firmado las capitulaciones matrimoniales.

Al resplandor de las antorchas que llevaban los convidados, avanza Cecilia acompaсada de su tutor; lleva en las manos el huso y la rueca; delante dos niсos patrimi, es decir, cuyos padres no habнan muerto, sembraban de flores el camino. Un coro de tibнcines y cantores animaban el cortejo. El pueblo bordaba el trayecto de aclamaciones.

Llegados al solar de los Valerios, adornado de flores, colgaduras y cortinas de lana blanca, se detiene la comitiva en el umbral; los acompaсantes claman:

Thallassiol Aparece Valeriano y, ritualmente, pregunta a Cecilia:

—їQuiйn eres tъ?

—Donde tъ Cayo, serй yo Caya, dice la novia como su antepasada Cecilia Tanaquil.

Valeriano le presenta un vaso de cristal con agua lнmpida, una llave de casa y la invita a sentarse sobre un tapiz de lana con el huso y la rueca en las manos.

Hermoso simbolismo de las virtudes y ocupaciones familiares, muy semejante, a pesar de ser pagano, al del libro bнblico de los Proverbios, que comentу fray Luis de Leуn en La perfecta casada.

Siguiу el esplйndido convite nupcial, se multiplicaban los plбcemes, y los poetas entonaban los himnos y epitalamios al son de sus liras.

Y entretanto... Es el momento culminante que nos han guardado las actas:

Canentibus organis... Sonaban los instrumentos mientras Cecilia en su corazуn cantaba al Seсor solamente diciendo: Hбgase mi corazуn inmaculado para que no quede confundida.

Cuando todos ya se habнan marchado, Cecilia dijo a su esposo:

—Querido Valeriano: tengo un secreto que revelarte, si me juras guardar secreto.

Lo prometiу y Cecilia prosiguiу:

—Tengo un бngel de Dios que guarda mi virginidad: si te acercaras a mн con amor impuro, desenvainarнa su espada y cortarнa en flor tu vida; pero si me amas y respetas mi pureza, se harб tu amigo y nos colmarб de bienes.

Inspirado por Dios Valeriano y trйmulo de emociуn le dijo:

—Para creer tus palabras tendrнa que ver al бngel y ver demostrado que no es otro hombre el que ocupa tu corazуn. De ser asн, los dos morirнais a mis manos. Cecilia replicу:

—Para ver al бngel tendrбs que creer en un solo Dios y ser purificado. Vete al tercer miliario de la vнa Appia; verбs allн un grupo de mendigos que me conocen, salъdalos de mi parte, diles que te lleven al buen anciano Urbano y йl te harб conocer a Dios, te darб un vestido de color de nieve, y luego, purificado, vuelve a casa y verбs al бngel.

Apenas amanecido fue al Pagus Triopius: junto al llamado locus trucidatorum, por los cristianos allн sacrificados, estaban las catacumbas de Pretextato y encontrу al obispo Urbano.

Las actas hablan de una visiуn celestial en la que se les apareciу un anciano vestido de blanco con un libro en las manos que decнa:

Un solo Seсor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Seсor, Padre de todos.

—їCrees ya o dudas aъn?—le dijo Urbano.

—Nada mбs verdadero bajo el firmamento—respondiу el joven.

Y tras rбpida catequesis le concediу el bautismo.

No hay razуn para dudar, por ser sobrenatural, de esta visiуn, pues eran frecuentes en la primitiva Iglesia. Ni tampoco es increнble el que vuelto a su casa encontrara Valeriano a su Cecilia junto al бngel, que tenнa en sus manos dos coronas de fragantes rosas purpъreas, que ofreciу a cada uno de los desposados, promesa y sнmbolo de su triunfo martirial.

—Pнdeme, Valeriano, la gracia que mбs ansнas—aсadiу el бngel.

—Nada quiero mбs en el mundo que a mi hermano Tiburcio. Concededme que йl confiese como yo a Jesucristo. Llegу en esto Tiburcio y, sorprendido, exclamу:

—їQuй aroma es este de rosas y de lirios?

Aquн las actas, con fundamento documental y recuerdos de la tradiciуn, trenzan un bello diбlogo redaccional con doctas catequesis de Cecilia, tomadas del libro De pudicitia, de Tertuliano. Con la conversiуn y bautismo de Tiburcio concluye la emocionada escena.

La corta vida matrimonial de los esposos pudiera describirse como por aquellos aсos lo hacнa Tertuliano en su libro Ad uxorem:

Juntos oran, juntos se postran ante Dios, juntos ayunan y se instruyen. juntos van a la iglesia a recibir a Cristo. Comparten las alegrнas y las preocupaciones. Ningъn secreto, ninguna discusiуn, ningъn disgusto. A ocultas van a repartir sus limosnas. Nada impide que hagan la seсal de la cruz, sus devociones externas, sus oraciones. Juntos cantan los himnos y salmos; y sуlo rivalizan en servir mejor a Jesucristo. Era el aсo 176.

Marzo del 177; aparece en escena un prefecto de la ciudad, Almaquio, que en realidad era sуlo un pretor subalterno; Aemaquio o Amaquio, segъn Guйranguer y Rossi.

Por denuncias de un colega llamado Tarquinio llamу Almaquio a su tribunal a los dos hermanos. Ante su confesiуn les ofrece un libelo o certificado de haber sacrificado a los dioses, sin haberlo hecho, por unos miles de sextercios. El diбlogo parece copiado de las actas archivadas en los escrinios judiciales. Se negaron en absoluto aun a disimular su fe cristiana.

Manda Almaquio azotarlos; los entrega luego a Mбximo con un pelotуn de soldados con orden de ejecutarlos a la madrugada siguiente.

Aъn pudo de noche visitarlos Cecilia, acompaсada de Urbano. Nuevamente el бngel se apareciу a todos; lo viу tambiйn Mбximo, que se convirtiу y fue con Valeriano y Tiburcio degollado. El antiquнsimo (s. v) martirologio jeronimiano pone con Mбximo tambiйn a otros compaсeros.

Cecilia recogiу los cadбveres, los embalsamу y, depositados en un sarcуfago, los colocу en un lуculo de las catacumbas de Pretextato.

Poco durу la viudez de Cecilia. Sintetizan las actas estos meses en la expresiva frase: Quasi apis argumentosa, como una diligente abeja servнa al Seсor. Recientes excavaciones persuaden de que las catacumbas de Calixto fueron aquellos dнas iniciadas por Cecilia en terrenos familiares. En ellas preparу su sepultura, allн habнan de tener sepulcro varios papas y mбrtires celebrados en elegantes inscripciones poйticas del papa espaсol San Dбmaso, que delicadamenite alude a Santa Cecilia, la que ambicionу defender su pudor virginal.

Asн fue ; a los cinco meses, Almaquio viу la manera de confiscar los bienes de Cecilia y apoderarse de ellos. La llama a su tribunal, la ordena ofrendar incienso a los нdolos; hipуcritamente, se duele de que tenga que marchitar su florida juventud y, tras una escena que patйticamente amplifica la Passio, decreta su muerte. La llevan a su casa, detenida bajo custodia, hasta que llegara el dнa de la ejecuciуn, que se retrasу—para llevarla a cabo sin que en el pueblo pudiera haber protestas o alborotos—hasta los prуximos dнas del 4 al 19 de noviembre, en que se celebraban los Ludi Romani en el Coliseo y el Circo Mбximo.

Aprovechу aquella tregua Cecilia para catequizar a muchos—400 dicen las actas—, que se convirtieron por su ejemplo, y disponer de sus bienes en favor de los pobres y de la Iglesia.

Llegado su dнa, la mandan encerrar en el caldarium o cuarto de la calefacciуn, por donde pasaban los tubos del agua calentada en el hipocaustum.

Allн tenнa que morir asfixiada, como Octavia, la esposa de Nerуn y Fausta, la esposa de Constantino.

Alguien ha leнdo en viejos cуdices:

Candentibus organis; organa se llamaban las tuberнas. Y entonces se interpretarнa que, estando al rojo los elementos de la calefacciуn, Cecilia seguнa entonando sus cбnticos al Seсor.

Ello es que pasaba el tiempo y no morнa. Llaman al lictor que la degьelle: le da tres tajos (vacilante quizб de temor la espada) y, como la ley no permitнa un golpe mбs, la dejaron por muerta.

Aъn viviу tres dнas, y al fin expirу con sonrisa angelical, con las manos enlazadas de manera que una mostrara el нndice, tres dedos la otra, confesando la unidad de Dios y trinidad de personas.

Asн, en blanquнsimo mбrmol de Carrara, la representa Maderna en la bellнsima estatua yacente de la basнlica transtiberina.

JOSЙ ARTERO

Santa Cecilia, patrona de los mъsicos

Hubert Alberto

Hoy viernes 22 de noviembre, la Iglesia propone en la liturgia le memoria de Santa Cecilia, Virgen y mбrtir, y la tradiciуn tambiйn le adjudica el patronazgo de los mъsicos.

En mi comunidad religiosa, hay un venerable anciano, que fue biblista y le preguntй sobre esta tradiciуn y devociуn artнstica protegida por el martirio de Santa Cecilia.

Segъn sus palabras: la tradiciуn adjudicу a esta Santa el patronazgo musical a partir de la Antнfona Litъrgica de su memoria: cantantibus organis Cecilia Domino de cantabat, fiat cor meum inmaculatum ut non confundar.

Segъn nuestro venerable biblista, la traducciуn indica que en medio de la mъsica mundana, Cecilia ruega al Seсor para su inmaculado corazуn no se vea perturbado.

A razуn de nuestro anciano sacerdote, docto en materias teolуgicas, al contrario de que Cecilia quisiera la mъsica, creнa ella que la mъsica podнa alejarle de la vida con Dios.

ЎInteresante!, porque entonces la tradiciуn contradice el texto latino de la liturgia.

Bien.

Realmente no hay historicidad sobre la persona de Cecilia, mбrtir entre tantas y tantos de los orнgenes de la era cristiana, sin embargo, el texto latino que he tocado podrнa llevarnos a la siguiente reflexiуn:

Los que estamos en el mundo del arte religioso, particularmente de la mъsica, tenemos el deber de ser acompaсantes del latir y sentir del corazуn de un pueblo, un pueblo que es quien engendra indirectamente nuestras canciones que sirven para alabar, meditar, reflexionar, celebrar y vivir.

Por otra parte, bien es cierto que mucha mъsica comercial que alimenta el corazуn de la gente, sin lugar a dudas, le alejan de la vida con Dios, dado que no transmiten valores objetivos que conduzcan una recta conciencia sobre el sentido de la propia existencia.

Entonces, nuestro deber se convierte en producir mъsica que alimente el corazуn y la concienca, que fundamente la razуn y la fe, que favorezca la vivencia de valores que conduzcan nuestra existencia por el sendero del bien.

Bien sea que la mъsica sea alabanza, textos profundos para la meditaciуn, canciones para celebrar, etc., sean todos estos medios por los que el cristiano crezca a la medida de Jesъs, el hombre perfecto.

ЎCuбnta falta hace que los cristianos consideremos la mъsica como medio formativo, rioritariamente sobre la dimensiуn afectiva-subjetiva-recreativa!

En fin... anнmemonos para este medio artнstico de la mъsica, que es don y tarea, nos haga perseverar en la fe y la anunciemos con alegrнa y creatividad, porque nadie da de lo que no tiene... con la convicciуn que nos pueda provocar hasta el martirio incruento de la incomprensiуn, pocas ventas y difusiуn que sufre nuestra mъsica catуlica, y entonces tener el valor de Cantate Domino cum laetitia.

Dнa a dнa con alegrнa...

CECILIA, VIRGEN Y MБRTIR (S. III)

La antigüedad de su martirio y la amplitud de su recuerdo hicieron que su nombre esté presente en el canon de la Misa. También por este motivo, son numerosas las dedicaciones de templos a su nombre y puestos bajo su protección.

Lo extraño es que a pesar de tanta y tan notoria devoción se sepa tan poco de su vida; y digo saber, porque lo que nos ha llegado contado sobre su martirio en la «pasión», escrita muy tardíamente (s. VI), no es fiable desde el punto de vista histórico.

Suelen presentarla como perteneciente a una familia ilustre, de la nobleza romana, del linaje de los Cecilios, anteriores a Cristo y emparentados con Metelos y Pomponios. A Cecilia le señalan como antepasadas a Caya Cecilia y a Cecilia Metea, sin que en realidad sean estos datos demostrables; colocarla dentro de la flor y nata de los patricios romanos podría deberse al vivo deseo de ensalzar la figura de la santa o a la necesidad de cubrir la ausencia de datos con una mera posibilidad.

Dicen que se quedó huérfana desde pequeña, que la instruyó en la fe el obispo Urbano y que se bautizó a los trece años. La presentan los escritos dedicada a la oración, con obras de penitencia y asistiendo a los oficios de culto sin remilgos ni disimulos, aunque los tiempos no estaban para muchos aspavientos. ¡Qué otra cosa podían hacer los dados a la hagiografía si tienen que hablar de la vida de una santa y no disponen de materiales que le sirvan para su intento! Es lógico que apliquen a su figura todas las virtudes que son concebibles en su vida cristiana y quizá también deseen hablar de las que deberían tener los lectores de su vida para sentirse animados a su imitación.  Se muestran extremadamente explícitos en hacer mención de la generosidad que Cecilia demostraba con las colas de pobres que se acercaban a la puerta de su casa en la Vía Apia donde siempre había un plato de sopa caliente y unas limosnas. Y aún son más las alabanzas a la santa cuando se explayan en poner de relieve la radicalidad de su fe hasta el punto de formular en su temprana edad un voto de castidad que puso bajo la custodia de su Ángel.

Lo sorprendente para el hombre de nuestro tiempo tan refinado y culto es que contrajo matrimonio con Valeriano y fue en la misma noche de bodas, después de las capitulaciones matrimoniales, cuando manifestó a su esposo el voto de virginidad que había hecho y lo importante que era respetarlo porque era nada menos que su ángel quien la defendería ante cualquier atropello. Pero lo más insólito del caso es que Valeriano –mucho debía amarla– no se sintiera defraudado por tal planteamiento y aceptara la condición de buen grado.

Valeriano y su hermano Tiburcio son dos mártires bien documentados en la iglesia de Roma. Se convirtieron del paganismo a la fe y dieron su vida por ella. Igual que Cecilia que fue condenada a muerte por decapitación, probablemente en tiempos de Marco Aurelio, sin que los primeros golpes de hacha sobre su cuello le llegaran a hacer daño.

Tampoco se sabe muy bien de dónde le viene a la santa su patronazgo sobre la música ni su protección a los amantes de las corcheas. ¿Sería por aquello de que «cantaba a Dios en su corazón»? Eso es lo que sucede cada vez que se reza a Dios con toda el alma. Quizá alguien, al leerlo en su passio, llegó a pensar en Cecilia, soprano acompañada de instrumentos musicales, y luego se decidió a divulgar la figura pintándola con su órgano.

Aunque no siempre fue así; Stefano Maderna, artista no muy conocido, esculpió la figura de santa Cecilia en mármol de Carrara, haciendo una estatua yacente, con las manos entrelazadas, mostrando una el dedo índice y la otra tres, simbolizando la fe inquebrantable en la unidad divina y en la trinidad de personas. En el altar mayor de la iglesia de su nombre, en el Trastévere romano, puede contemplarse la efigie junto a las reliquias milagrosas de la santa.

Como Cecilia ya trasciende el tiempo y está por encima de los defectos humanos que ella sabe comprender y disculpar, atenderá la súplica de los aún viandantes para formar parte un día del maravilloso coro del cielo, sin importarle mucho que seamos sordomudos, tengamos mal oído o no seamos capaces de disfrutar del pentagrama.