25 de noviembre

SANTA CATALINA DE ALEJANDRНA (+ s.IV?)

Los hombres no nacen santos. Ni santificados. Excepciуn hecha de la Virgen nuestra Madre, por sin igual privilegio concebida sin mancha, y de Juan Bautista, santificado en el seno de su madre, todos los mortales, despuйs de Adбn, arribamos a la vida por el puerto del pecado. De ahн que la historia de los santos ha descuidado con frecuencia la conservaciуn de esta fecha. Los santorales, las monografнas de los hйroes del cristianismo cuando йste empezaba a ser, suelen consignar el aсo de su nacimiento seguido de un interrogante de duda, cuando no lo silencian por completo. Y si lo consignan con certeza, son todas las circunstancias que nos han guardado este dato, que en ningъn caso (exceptuado Cristo) tiene razуn de acontecimiento para la historia.

Todos los hombres nacemos, y el nacimiento no nos diferencia ni nos condiciona sin remedio. Los santos se han hecho y se hacen en una йpoca, en un ambiente, en una familia que pueden haber facilitado su santificaciуn, en muchos casos a pesar y precisamente por las dificultades que la йpoca, el ambiente o la familia le brindaran.

Por el mero hecho de haber nacido, Dios nos llama a la santidad. Nos toca colaborar en el perfeccionamiento de nuestro ser en todas sus dimensiones.

De Catalina (en latнn Catharina; Aecatharina en griego) no sabemos la fecha exacta de su nacimiento. Pero, a lo largo de los siglos, la leyenda se ha encargado de llenar piadosamente las lagunas de la historia.

A una de las desembocaduras del fertilizante Nilo, cuna de la historia, llegу un dнa vestido de laurel el poderoso dominador Alejandro Magno. Venнa satisfecho de sus correrнas triunfales por Siria y Palestina. Traнa el recuerdo vivo de la majestuosa ciudad judнa con el fastuoso templo de Yahvй. El brillo deslumbrante de los rabinos que enseсaban en las sinagogas, sуlo comparable con la sabidurнa abstracta de los filуsofos atenienses, que la prodigaban en el Partenуn y en las бgoras, le hizo concebir la idea de fundar una nueva ciudad—бngulo entre Atenas y Jerusalйn—que perpetuara su nombre en el mundo de las letras: Alejandrнa, 332 antes de J. C.

Pocos aсos mбs tarde Tolomeo I Soter trasladarб allн la capital del paнs y empezarб a ser sede de las viejas culturas, foco principal de la ciencia y del comercio de todo el Mediterrбneo, lo mismo que Egipto (allн estб emplazada) lo es de todas las civilizaciones: bastarнan los 700.000 volъmenes de su biblioteca y sus 14.000 estudiantes simultбneos para justificar el renombre de su famosa Universidad (Museum en sus dнas y en los nuestros).

Atraнdos por su doble fama: Puerto y Museum sobre un suelo fecundo, no tardaron en establecerse allн los nуmadas de todos los pueblos. Los judнos, linces en la especulaciуn y avaros de la ciencia, no fueron los ъltimos en llegar. Colonias de la Diбspora esparcidas por toda la naciуn, que habнan quedado de los distintos cautiverios, fijaron aquн su residencia. Fieles a sus tradiciones y lectores asiduos de los Libros Sagrados, tenнan en sus manos los elementos mбs puros de la verdadera filosofнa. En esta tierra de momias y de pirбmides, eminentemente religiosa, que cae de rodillas ante Osiris, dios de los muertos, y que presiente la inmortalidad de las almas; donde Jehovб hablara a Moisйs y condujera a su pueblo a travйs del desierto, no le serнa difнcil a los judнos ganar numerosos prosйlitos.

Simpatizante al menos llegу a ser Tolomeo II, que hizo florecer el reino, influenciado desde sus principios por el pensamiento helenista, y mandу que setenta intйrpretes tradujeran el Antiguo Testamento.

Aquн surgieron los autйnticos representantes de la filosofнa grecojudaica: Aristуbulo y Filуn, empeсados en concordar la filosofнa pagana con el Antiguo Testamento, presumieron ver en йste la ъnica fuente primordial de la ciencia y mitologнa griegas.

Por aquн pasу el neoplatуnico Plotino con su fuego de espiritualismo, sus concepciones abstrusas y su panteнsmo emanatista. El que en frase de Fouillй describe su Trinidad como si hubiera vivido en el cielo.

Esta es la patria histуrica de Catalina. Este el origen sucesivo de Alejandrнa, rica y bella ciudad, faro potente y hermoso del Mediterrбneo.

El aсo 30 antes de J. C., con el Imperio mбs poderoso que han conocido los siglos, pasa Egipto, como tantos otros pueblos, a ser provincia romana.

Y provincia romana seguнa siendo cuando a finales del siglo III de la era cristiana paseaba sus calles abiertas una joven elegante, de sangre azul.

Estirpe real. La historia, la tradiciуn, el arte y la leyenda estбn de acuerdo en transmitirnos este dato, como lo estбn en silenciar el nombre de sus progenitores.

Catalina frecuenta el Didascaleo, digno sucesor del antiguo Museum. Bebe allн las pбginas eruditas de los viejos pergaminos. Aristуbulo, Filуn, Plotino, son admirables y es elogioso su intento. No le convencen.

Ahora Alejandrнa estб imbuida de cristianismo. No sabemos quiйn fuera su primer evangelizador. Segъn una tradiciуn antigua, la Iglesia de Alejandrнa fue fundada por San Marcos.

Clemente presidiу el Didascaleo, la escuela catequнstica mбs importante desde finales del siglo II. En el mismo Didascaleo sentу cбtedra el polнgrafo Orнgenes, el hombre de diamante con siete taquнgrafos, segъn frase, de Eusebio. Clemente y Orнgenes habнan proseguido la trayecto ria tradicional de Alejandrнa: armonizar. Ahora armonizar el cristianismo con la filosofнa clбsica, procurando dar a la doctrina de la Iglesia una base cientнfica.

La rudimentaria escuela de catecъmenos se habнa convertido en una verdadera escuela de teologнa cuando tomara la direcciуn de ella San Panteno.

San Dionisio de Alejandrнa habнa dado un carбcter de palestra abierta al Didascaleo con sus actividades y discusiones pъblicas y sus luchas intelectuales frente a las persecuciones de Decio y Valeriano, que tanto le hicieron sufrir.

En este ambiente se desenvuelve la vida breve, pero pletуrica de ilusiуn, de Catalina. Ella reflexiona, medita, compara, discute y se ilumina. Osiris y el buey Apis, toda la legendaria mitologнa egipcia arranca de sus labios sonrisas compasivas, cuando no irуnicas, las mбs de las veces tristes. No puede creer en las almas muertas pegadas a cuerpos momificados. їDуnde estб el poder de aquellos dioses, tan multiplicados como las aberraciones humanas y reducidos a simples figuras de piedra o a elementos sin vida de la naturaleza? їDуnde su fuerza y su virtud?

Le fascinan las ideas elevadas de Platуn, que analiza a la luz de la razуn en su inteligencia penetrante. No le satisfacen. Catalina es cristiana de corazуn antes de recibir el bautismo. Tal vez estб fresca todavнa la impresiуn causada por Atanasio en el sнnodo de la ciudad. En la escuela catequйtica oye las enseсanzas del obispo Pedro. Rechaza de plano la amarga ideologнa pagana. El Sermуn de la Montaсa cautiva su corazуn delirado. Las parбbolas del Evangelio son el encanto de su lozana juventud. Los milagros de Jesъs y su testimonio incomparable la enardecen y entusiasman. Venera el ejemplo y heroнsmo de los mбrtires del cristianismo, que fecunda y fertiliza la Iglesia viva de sus dнas y de todos los dнas. Y pese a la amenaza cobarde de emperadores lascivos y gobernantes verdugos, Catalina se hace bautizar.

Estбn en boga todavнa las debatidas cuestiones escriturнsticas, y litъrgicas planteadas por Anmonio de Sacas y Anatalio, obispo de Laodicea. Cйlebres son las controversias alejandrinas. Catalina, asidua discнpula y maestra en ciernes, se permite sin duda opinar sobre las cuestiones que estбn en el tablero de los cristianos:

їEn quй dнas se debe celebrar la Pascua? їCuбnto debe durar el ayuno pascual? їLa conmemoraciуn de la muerte de Cristo ha de ser motivo de duelo o de regocijo? їComiу Jesucristo el cordero pascual el 14 de Nisбn, como todos los demбs judнos, o el 13 por anticipaciуn? їQuй dнa y a quй hora resucitу el Seсor?

Algunas de estas preguntas no han recibido todavнa mбs que respuestas de opiniуn.

La ciencia, cuando lo es de verdad, no conoce la hora del exhibicionismo, ni los sabios tienen su tiempo para eso, sino para saber y para que los demбs vivan de su ciencia. їQuй le importa a Catalina ni su fascinadora belleza fнsica, ni su juventud deslumbrante, ni el oro de que se viste, ni la aristocracia regia de que puede presumir, ni siquiera su profunda filosofнa, si no es para vencerse a sн misma y convencer a los que la halagan o persiguen? Ella no pretende ser otra cosa mбs que un resumen, una sнntesis, una personificaciуn de todas las armonнas. Para eso se conserva virgen, con todas las renuncias que ello supone. Por eso y para eso renuncia a todas las satisfacciones que en bandeja de plata le brinda su sociedad y su alcurnia. Por eso y para eso renunciarб si es preciso hasta al placer de vivir. їPero es que acaso Cristo, Maestro y Esposo virginal, pudo hacer cosa mбs sublime que armonizar lo humano y lo divino? їY no es precisamente Йl la armonнa mбs perfecta y mбs armуnica del Universo? Y esto a golpes de la mбs absoluta renuncia.

La polнtica de todos los tiempos siempre estuvo en desacuerdo con la polнtica de todos los santos. Mбxime entonces, edad fastuosa y apoteуsica de Roma, con emperadores brutales, dominadores por la fuerza, creadora de leyes absurdas. Hombres voluptuosos, sentinas de la lujuria mбs descarada al amparo del oro, que ciega corazones, y de la espada, que rinde voluntades.

Al ocupar la silla imperial Diocleciano, amante de la filosofнa y mбs amante de la comodidad, concibiу la idea de desmembrar el Imperio: Oriente y Occidente, para aumentar su esplendor. En teorнa mбs fбcil de gobernar. A la larga una de las causas indiscutibles del derrumbamiento de Roma. Como coemperador con dominio en Occidente, tomу por socio a Maximiano. Constituнa a la vez un doble jefe de Gobierno (en terminologнa actual): Galerio para Oriente a su lado. Constancio Cloro para Occidente. Ambos con el tнtulo de Cйsar. La autoridad quedaba prбcticamente cuatripartida. Dos emperadores augustos, que por ser dos dejaban de serlo, y dos cйsares asociados.

Los primeros dнas fueron un respiro de paz para la Iglesia despuйs de la larga йpoca aciaga de sucesivas persecuciones. El veneno anticristiano habнa contagiado tambiйn a Galerio, y Galerio convenciу a Diocleciano con argumentos sofнsticos y pruebas falsificadas del mal que los cristianos ocasionaban a la unidad del Imperio. Galerio publica sucesivamente sus edictos de persecuciуn (303-304), que exigen desde la entrega de libros sagrados, negaciуn de derechos civiles a los cristianos y persecuciуn del clero, hasta la condenaciуn de todos los que no se postren ante los нdolos.

Asн las cosas, Catalina anima, asiste, fortalece, conforta a los hermanos en la fe. Defiende en pъblico y en privado la doctrina que profesa, envidia a los que han sido hallados dignos de padecer por Cristo y se siente orgullosa de llamarse y de ser cristiana.

Triunfaban entonces la virgen Inйs, Marceliano y el papa Marcelino, y a su lado el artнfice de su conversiуn, Pedro de Alejandrнa.

Tambiйn Espaсa daba frutos sazonados. Bajo la mano extendida de Maximiano se doblaban—espigas maduras—el soldado Marcelo, Emeterio y Celedonio, Vicente, Fructuoso de Calahorra y Eulalia de Mйrida.

Diocleciano y Maximiano abdican al mismo tiempo. Corre el aсo 305 y la sangre no ha dejado de correr. Maximino Daia gobierna ahora Siria y Egipto con los honores de Cйsar. Mбs tarde (308) ostentarб los de Augusto.

Daia es una bestia cebada. Mujeres y sangre es su lema. Con tal de profanar doncellas no repara en crueldades. Corta orejas, narices, manos y otros miembros, y hasta saca los ojos.

Obispos, anacoretas, funcionarios pъblicos y sobre todo vнrgenes son sus vнctimas de cada hora.

El padre Urbel dice de йl que era un hombre semibбrbaro, una fiera salvaje del Danubio que habнan soltado en las cultas ciudades del Oriente.

No se le podнa definir con mбs exactitud. Segъn Lactancio, el mundo era para йl un juguete. Encaprichado en que todos sus sъbditos sacrificaran a los нdolos, y todas las vнrgenes y nobles matronas se rindieran a sus torpes pretensiones, abusa de los tormentos mбs crueles y refinados para salir con su empeсo. Unos son arrojados al fuego devorador, otros sujetos con clavos que taladran y desgarran; quiйnes se ven obligados a resistir las acometidas de las fieras hambrientas; algunos son violentamente precipitados al mar; muchos terminan en los calabozos, despuйs de ser bбrbaramente mutilados: Cyr, mйdico de Alejandrнa; Juan, soldado de Edesa; Atanasia con sus tres hijos: Teotiste, Teodosia y Eudoxia, trascienden las puertas celestiales ostentando la palma de la victoria.

Solamente Dorotea (algunos la han identificado con Catalina) supo resistir y superar el doble fuego de la brutalidad de Maximino. Cobarde en su excйntrica crueldad, ebrio de lascivia, le arrebata sus bienes y la condena al destierro.

Catalina, testigo mudo de tan sanguinaria iniquidad, no puede aguantar mбs. Ha ofrecido mil veces su sangre al Crucificado y no teme presentarse—carne limpia—ante la bestia devoradora. Tal vez ella, modesta y estudiosa, ha pasado desapercibida a las miradas lascivas del arrogante cйsar. Tal vez йste se ha visto derrotado por el porte noble y el aire aristocrбtico de la doncella. Acaso la fama de filуsofo que aureola a Catalina haya contenido los нmpetus groseros del vampiro Daia.

Lo cierto es que, en un gesto victorioso de superaciуn cristiana, Catalina se ha enfrentado con el cйsar, no sin antes invocar a la Reina de las vнrgenes, paloma blanca de sus ensueсos. Las puertas de palacio se abren a la que es descendiente de reyes. їQuй pasу allн?

Sin duda le puso en evidencia con argumentos claros de sana filosofнa la falsedad de sus нdolos inconsistentes. Sin duda tambiйn le echу en cara la injusticia manifiesta de sus crнmenes absurdos.

Maximino escucha sin palabras la elocuencia concentrada de Catalina, que se hace lenguas sobre la verdad ъnica del ъnico cristianismo.

Por primera vez ha bajado la vista humillada y ha refrenado sus garras la pantera indуmita del imperio oriental. Las razones obvias, contundentes, la majestuosidad impбvida de la filуsofo, han derrocado su ignorante altanerнa.

Me gustarнa ver cуmo te defiendes ante los sabios imperiales.

Catalina estaba preparada para el combate y acepta imperturbable el reto del cйsar. De sobra conocнa ella la superficialidad de sus contrincantes, las sutilezas de sus argumentos, la inconsistencia del Logos de Filуn y las falacias del seudomisticismo de Porfirio. Una leyenda piadosa refiere que un бngel la anima a discutir. Uno a uno, derrota a los cincuenta filуsofos de la corte, deshace sus sofismas. Ellos, mбs elocuentes que su seсor, se rinden a la evidencia luminosa de las pruebas irrefutables que presenta Catalina y se convierten unбnimes al cristianismo.

Las actas de los mбrtires nos la presentan desde este momento en el calabozo. Dios endureciу el corazуn de Maximino, si es que aъn podнa endurecerse. Segъn una tradiciуn reproducida en unas tablas de la escuela de Valladolid, del siglo vi, Catalina sale de la cбrcel y comparece ante el juez, con quien disputa sobre la unidad y trinidad en Dios.

Comprobada la invencible consistencia de sus fundamentadas convicciones, es condenada al suplicio de una rueda de cuchillos. Inъtilmente. La fuerza inquebrantable de la fe hace saltar en pedazos las afiladas navajas, que hieren de muerte a los propios verdugos. Atestigua la tradiciуn que la misma emperatriz, seguida de Porfirio, coronel del ejйrcito, y de doscientos soldados, abrazaba entonces la fe para morir al filo de la espada.

El instinto brutal y ciego de Daia se desorbita. No tolera la existencia de su serena vencedora.

Un hachazo de rabia secciona la cerviz de la filуsofo. Catalina recaba definitivamente la victoria.

No falta la leyenda que haga fluir leche de su cabeza en lugar de sangre. El amor no entiende de colores.

El artista de Valladolid en el magnнfico retablo de Palencia de Negrilla (Salamanca) hace bajar a la Virgen para velar su cadбver.

Sus restos se guardan y veneran en el monte Sinay. El martirologio romano refiere que fueron los бngeles quienes la llevaron en triunfo.

Oriente y Occidente invocan su valiosa protecciуn. Los aficionados a saber la aclaman como patrona. Bйlgica le levanta templos y le dedica altares. Tambiйn Espaсa venera su imagen.

JOAQUНN GONZБLEZ VILLANUEVA

Catalina de Alejandrнa, virgen y mбrtir († s. IV)

La veneración de los restos de santa Catalina en el monte Sinaí  y la celebridad del monasterio ortodoxo que lleva su nombre y que los guarda ha hecho que casi haya disminuido la figura del mismo Moisés. Se la venera tanto en Oriente como en Occidente. Los aficionados al saber la tienen como patrona.

Nada sabemos con certeza histórica del lugar y fecha de su nacimiento. La historia nos tiene velado el nombre de sus padres. Los datos de su muerte, según la «passio», son tardíos y están pletóricos de elementos espurios. Por esto, algún historiador ha llegado a pensar que quizá esta santa nunca haya existido. Así, Catalina de Alejandría sería un personaje aleccionador salido de la literatura para ilustrar la vida de los cristianos y estimularles en su fidelidad a la fe. De todos  modos es seguro que la fantasía ha rellenado los huecos en el curso del tiempo.

Se la presenta como una joven de extremada belleza y aún mayor inteligencia. Perteneciente a una familia noble. Residente en Alejandría. Versada en los conocimientos filosóficos de la época y buscadora incansable de la verdad. Movida por la fe cristiana, se bautiza. Su vida está enmarcada en el siglo IV, cuando Maximino Daia se ha hecho Augusto del Imperio de Oriente. Sí, le ha tocado compartir el tiempo con este «hombre semibárbaro, fiera salvaje del Danubio, que habían soltado en las cultas ciudades del Oriente», según lo describe el padre Urbel, o, con términos de Lactancio, «el mundo para él era un juguete».  Recrimina al emperador su conducta y lo enmudece con sus rectos razonamientos. Enfrentada con los sabios del imperio, descubre sus sofismas e incluso se convierten después de la dialéctica bizantina.  Aparece como vencedora en la palestra de la razón y vencida por la fuerza de las armas en el martirio de rueda con cuchillas que llegan a saltar hiriendo a sus propios verdugos y por la espada que corta su cabeza de un tajo.

Sea lo que fuere en cuanto se refiere a la historia comprobable, lo cierto es que la figura de nuestra santa lleva en sí la impronta de lo recto y sublime que es dar la vida por la Verdad que con toda fortaleza se busca, y, una vez encontrada, se posee firmemente hasta la muerte. Esto es lo que atestigua la tradición, la leyenda y el arte.

¡Que bien nos vendrían hoy unas cuantas Catalinas que sepan ser mártires por la Verdad que es lo mismo que ser de Él testigos!