Nació en Madrid, España. A los 19 años entró en contacto con las obras de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz y decidió consagrarse a Dios en el monasterio de carmelitas descalzas de El Escorial. El principal motivo que llevó a Maravillas al Carmelo fue el amor a Cristo, sus deseos de imitarle.
Centenares de veces en sus cartas expresa este anhelo de amarle con locura, de corresponder al infinito amor de Dios.
Dios le inspiró fundar el carmelo del Cerro de los Ángeles que habría de ser como una lámpara viva que se consumiese en reparación ante el Corazón de Cristo. Fue nombrada priora de la comunidad, y pronto inauguraba varios nuevos carmelos. Sufrió mucho junto con sus carmelitas durante la guerra civil española, pues fue expulsada de su convento, sufriendo mil penalidades hasta que pudieron pasar a la zona nacional e instalarse en un antiguo y abandonado convento.
Después de la guerra, en muy pocos años las fundaciones de nuevos carmelos se multiplicaron. Sus hijas la amaban entrañablemente y por eso era obedecida sin mandar, tal era su equilibrio, su serenidad, su caridad y su delicadeza con todas. Corregía, decía la verdad, pero sin herir jamás a nadie. Tuvo siempre una inmensa comprensión para las flaquezas y debilidades ajenas y procuraba siempre animar, levantar y consolar.
Murió en el carmelo de La Aldehuela el 11 de diciembre de 1984 a los 83 años de edad, rodeada de sus hijas, con una muerte llena de paz y entrega. Repetía:
"Qué felicidad morir carmelita!"
Fue beatificada en 1998 por el Papa Juan Pablo II.