¿Por qué hay personas que tienen el corazón cerrado a la salvación? Este fue el interrogante que planteó el Santo Padre en la celebración de la misa el 10 de junio. Una pregunta que encuentra respuesta y explicación en la palabra "miedo". "Tenemos necesidad" de la salvación, pero al mismo tiempo "tenemos miedo", porque –dijo el Papa– "cuando el Señor viene para salvarnos debemos darlo todo" y en ese momento "manda Él; y de esto tenemos miedo". Los hombres, en efecto, quieren "mandar", quieren ser "los dueños" de ellos mismos. Y así "la salvación no llega, la consolación del Espíritu no llega".
En la liturgia del día el pasaje del Evangelio de Mateo (Mt 5, 1-12) sobre las Bienaventuranzas dio ocasión al Papa para reflexionar sobre la relación entre salvación y libertad. Sólo la salvación que llega con la consolación del Espíritu –afirmó– nos hace libres: es "la libertad que nace del Espíritu Santo que nos salva, nos consuela, nos da vida". Pero para comprender plenamente las Bienaventuranzas y lo que significa "ser pobres, ser mansos, ser misericordiosos" –cosas que "no parece" que nos "conduzcan al éxito"– es necesario custodiar "el corazón abierto" y haber "gustado bien la consolación del Espíritu Santo que es salvación".
En efecto, la consolación "es la presencia de Dios en nuestro corazón. Pero para que el Señor esté en nuestro corazón es necesario abrir la puerta", recalcó el Papa. De ahí que invocara "la gracia de abrir nuestro corazón a la consolación del Espíritu Santo, para que esta consolación, que es la salvación, nos haga comprender bien" los nuevos mandatos contenidos en el Evangelio de las Bienaventuranzas.