Pobreza y alabanza de Dios: son las dos coordenadas principales de la misión de la Iglesia, los "signos" que revelan al pueblo de Dios si "un apóstol vive la gratuidad". Lo indicó el Papa Francisco el 11 de junio partiendo de las lecturas del día –de los Hechos de los apóstoles (Hch 11, 21-26; Hch 13, 1-3) y del Evangelio de Mateo (Mt 10, 7-13)–. "La predicación evangélica nace de la gratuidad, del estupor de la salvación que llega; y eso que he recibido gratuitamente, debo darlo gratuitamente", expresó; esto se ve cuando Jesús envía a sus apóstoles y les da las instrucciones para la misión que les espera. "Son indicaciones –evidenció el Santo Padre– muy sencillas: no os procuréis oro, ni plata, ni dinero". Esta misión de salvación, como añade Jesús, consiste en curar a los enfermos, resucitar a los muertos, purificar a los leprosos y expulsar los demonios. Se trata de una misión –especificó el Papa Francisco– para acercar a los hombres al Reino de Dios. Y el Señor quiere para los apóstoles "sencillez" de corazón y disponibilidad para dejar espacio "al poder de la Palabra de Dios".
La frase clave de las consignas de Cristo a sus discípulos es precisamente "gratuitamente habéis recibido, gratuitamente dad": palabras en las que se comprende toda "la gratuidad de la salvación". Porque –aclaró el Pontífice– "no podemos predicar, anunciar el Reino de Dios, sin esta certeza interior de que todo es gratuito, todo es gracia". Es lo que afirmaba san Agustín: Quaere causam et non invenies nisi gratiam. Cuando actuamos sin dejar espacio a la gracia –afirmó el Papa– entonces "el Evangelio no tiene eficacia".
Entre los muchos signos de la gratuidad, el Papa Francisco indicó especialmente la pobreza y la alabanza a Dios. De hecho el anuncio del Evangelio debe pasar por el camino de la pobreza y su testimonio: "No tengo riquezas, mi riqueza es sólo el don que he recibido de Dios. Esta gratuidad es nuestra riqueza". Es una pobreza que "nos salva de convertirnos en organizadores, empresarios". El Papa admitió que "se deben llevar adelante obras de la Iglesia" y que "algunas son un poco complejas", pero es necesario hacerlo "con corazón de pobreza, no con corazón de inversión o como un empresario, porque la Iglesia no es una ONG. Es algo más importante. Nace de esta gratuidad recibida y anunciada".
En cuanto a la capacidad de alabar, el Santo Padre aclaró que cuando un apóstol no vive la gratuidad, pierde también la capacidad de alabar al Señor, "porque alabar al Señor es esencialmente gratuito. Es una oración gratuita. No sólo pedimos, alabamos". En cambio –concluyó– "cuando encontramos apóstoles que quieren hacer una Iglesia rica, una Iglesia sin la gratuidad de la alabanza", la Iglesia "envejece, se convierte en una ONG, no tiene vida".