Sin la humildad, sin la capacidad de reconocer públicamente los propios pecados y la propia fragilidad humana, no se puede alcanzar la salvación y tampoco pretender anunciar a Cristo o ser sus testigos. Esto es válido también para los sacerdotes. Y los cristianos siempre deben recordar que la riqueza de la gracia, don de Dios, es un tesoro que se custodia en "vasijas de barro" a fin de que sea claro el poder extraordinario de Dios, del que nadie se puede adueñar "para el curriculum personal". El Papa Francisco invitó una vez más a reflexionar sobre el tema de la humildad cristiana en la misa del 14 de junio. Las lecturas del día –la segunda carta de san Pablo a los Corintios (2Co 4, 7-15) y el Evangelio de san Mateo (Mt 5, 27-32)– centraron la meditación del Papa, que relacionó la imagen de la "belleza de Jesús, de la fuerza de Jesús, de la salvación que nos trae Jesús", de la que habla el apóstol Pablo, con la de las "vasijas de barro" en las cuales se contiene el tesoro de la fe.
Los cristianos son como vasijas de barro porque son débiles, en cuanto pecadores. A pesar de ello –subrayó el Santo Padre– entre "nosotros, pobres vasijas de barro", y "el poder de Jesucristo salvador" tiene lugar un diálogo: el "diálogo de la salvación". Pero advirtió de que si este diálogo asume el tono de la autojustificación quiere decir que algo no funciona y no hay salvación.
Cada vez que Pablo "nos habla de su curriculum de servicio" –"hice esto, hice aquello, prediqué"– nos habla también de lo referido a sus debilidades, a sus pecados. La humildad del cristiano, como señaló el Pontífice, es la que sigue el camino indicado por el apóstol. Este modelo de humildad es válido también "para nosotros sacerdotes –advirtió–. Si nos gloriamos sólo de nuestro curriculum y nada más acabaremos equivocándonos. No podemos anunciar a Jesucristo salvador porque, en el fondo, no le escuchamos". "Debemos ser humildes –exhortó el Pontífice– pero con una humildad real"; es necesario reconocerse pecadores, concretamente.
"Hermanos –exhortó el Papa–, nosotros tenemos un tesoro: Jesucristo salvador, la cruz de Jesucristo, este tesoro del cual nos enorgullecemos", pero no nos olvidemos "de confesar también los pecados", porque sólo así "el diálogo es cristiano y católico, concreto. Porque la salvación de Jesucristo es concreta".