"La nada es semilla de guerra, siempre; porque es semilla de egoísmo. El todo, lo grande, es Jesús". Sobre la correcta comprensión de este binomio se basa la mansedumbre y la magnanimidad que caracteriza al cristiano. Así lo aclaró el Papa Francisco el 17 de junio. Comentando las lecturas del día –de la segunda carta de san Pablo a los Corintios (2Co 6, 1-10) y del Evangelio de Mateo (Mt 5, 38-42)– el Pontífice se centró en el significado de "un clásico" de las enseñanzas evangélicas, es decir, el sentido de lo que Jesús dice respecto de la bofetada recibida en la mejilla, cosa a la que el cristiano responde ofreciendo la otra mejilla. Algo –dijo el Papa– que va contra la lógica del mundo, según la cual a una ofensa se responde con una reacción igual y contraria. En cambio la ley de Jesús, su justicia, "es otra justicia, totalmente distinta a la del "ojo por ojo, diente por diente"".
El Santo Padre se refirió luego a la frase con la que Pablo concluye la página del pasaje leído durante la liturgia. Porque –explicó– "nos dice una palabra que tal vez nos ayudará a comprender el significado de la bofetada en la mejilla y otras cosas. Acaba, en efecto, diciendo esto: "Como gente que no tiene nada, y sin embargo, lo poseemos todo"". "Creo que es ésta –precisó– la clave de interpretación de esta palabra de Jesús, la clave para interpretar bien la justicia que Jesús nos pide, una justicia superior a la de los escribas y fariseos". ¿Cómo se resuelve la tensión entre la nada y el todo? El todo constituye la seguridad cristiana: "Nosotros estamos seguros de que lo poseemos todo, todo –insistió– con la salvación de Jesucristo. Y Pablo estaba convencido de ello hasta el punto de decir: Para mí lo que importa es Jesucristo, lo demás no interesa. En cambio para el espíritu del mundo el todo son las cosas: las riquezas, la vanidad, la importancia", y, al contrario, "la nada es Jesús".
Ello –prosiguió el Santo Padre– se expresa en el hecho de que si a un cristiano se le pide diez, "él debe dar cien", porque "para Él el todo es Jesucristo". Este es "el secreto de la magnanimidad cristiana, que va siempre con la mansedumbre. El cristiano es una persona que ensancha su corazón con esta magnanimidad. Tiene el todo, que es Jesucristo; las demás cosas son la nada. Son buenas, sirven, pero en el momento de la confrontación elige el todo" que es Jesús.
Seguir a Jesús –previno el Pontífice– "no es fácil, pero tampoco es difícil, porque en el camino del amor el Señor hace las cosas de modo tal que nosotros podemos seguir adelante. Y el Señor mismo nos ensancha el corazón". Cuando, en cambio, se tiende a seguir la nada, entonces "surgen los enfrentamientos en las familias, con los amigos, en la sociedad. También los enfrentamientos que terminan en la guerra", porque "la nada es semilla de guerra, siempre; porque es semilla de egoísmo", mientras que "el todo, lo grande, es Jesús". Que el Señor "ensanche nuestro corazón y nos haga humildes, mansos y magnánimos –rogó–, porque nosotros lo tenemos todo en Él".