"Intelectuales sin talento, "eticistas" sin bondad, portadores de bellezas de museo": éstas son las categorías de "hipócritas que tanto reprende Jesús". Las indicó el Papa Francisco en la misa del 19 de junio, por la mañana, en la capilla de la Domus Sanctae Marthae, deteniéndose en la hipocresía, que existe también en la Iglesia, y en el daño que produce. El Pontífice recordó que "el Señor en el Evangelio habla numerosas veces de la hipocresía" y "contra los hipócritas".
Existen "los hipócritas de la casuística: son los intelectuales de la casuística", que "no cuentan con la inteligencia de encontrar y explicar a Dios"; permanecen sólo en la "casuística: "hasta aquí se puede, hasta aquí no se puede""; son "cristianos intelectuales sin talento". Otros, en cambio, son los de los preceptos, que llevan al pueblo de Dios por un camino sin salida –prosiguió–. Son "eticistas" sin bondad. No saben lo que es la bondad. Son "eticistas": "se debe hacer esto, esto, esto...". "Llenan de preceptos", pero "sin bondad". Y se adornan con "mantos, con muchas cosas para aparentar ser majestuosos, perfectos"; sin embargo "no tienen sentido de la belleza. Llegan sólo a una belleza de museo".
"El Señor habla de otra clase de hipócritas, quienes se mueven en ámbito sacro". Este caso es el más grave –advirtió el Santo Padre–, porque roza el pecado contra el Espíritu Santo. "El Señor habla de ayuno, oración y limosna –dijo–: los tres pilares de la piedad cristiana, de la conversión interior que la Iglesia nos propone a todos en Cuaresma. Y en este camino están los hipócritas, que presumen al hacer ayuno, al dar limosna, al rezar. Pienso que cuando la hipocresía llega a ese punto, en la relación con Dios estamos bastante cerca del pecado contra el Espíritu Santo. Éstos no saben de belleza, no saben de amor, no saben de verdad; son pequeños, viles".
No todo está perdido. Una ayuda para emprender "el camino contrario" viene de lo que dice Pablo en su segunda carta a los Corintios (2Co 9, 6-11): "nos habla de largueza, de alegría –prosiguió el Santo Padre–. Todos hemos tenido la tentación de la hipocresía. Todos. Todos los cristianos. Pero todos tenemos también la gracia, la gracia que viene de Jesucristo, la gracia de la alegría, la gracia de la magnanimidad, de la largueza". Pues bien: si "el hipócrita no sabe lo que es la alegría, no sabe lo que es la largueza, no sabe lo que es la magnanimidad", Pablo nos indica un camino alternativo hecho precisamente "de alegría, largueza y magnanimidad".
No dudó el Papa Francisco en referirse "a la hipocresía en la Iglesia". "¡Cuánto mal nos hace a todos!" –exclamó–. Incluso porque "todos nosotros tenemos la posibilidad de convertirnos en hipócritas". Por ello invitó a pensar en Jesús, "que nos habla de rezar en lo secreto, perfumar la cabeza el día del ayuno y no tocar la tromba cuando hacemos una obra buena". En esto, en la oración –aseguró, citando la parábola de Jesús del Evangelio de Lucas (Lc 18, 9-14)–, "nos hará bien la imagen tan bella del publicano: "Ten piedad de mí, Señor, que soy un pecador". Y esta es la oración que nosotros debemos hacer todos los días, con la conciencia de que somos pecadores, con pecados concretos, no teóricos".