Las riquezas y las preocupaciones del mundo nos hacen olvidadizos del pasado, confusos en el presente, inciertos sobre el futuro. Es decir, hacen perder de vista los tres pilares sobre los cuales se funda la historia de la salvación cristiana: un Padre que nos eligió en el pasado, nos hizo una promesa para el futuro y a quien hemos dado una respuesta estableciendo con Él, en el presente, una alianza. Este es el sentido de la reflexión que propuso el Papa Francisco el 22 de junio.
Su homilía tomó pié del relato del evangelio de Mateo (Mt 6, 24-34), que habla de las recomendaciones de Jesús a los discípulos, "cuando dice: "Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero". Luego continúa: "No estéis agobiados por vuestra vida, por lo que vais a comer o beber"". "Nos ayuda a comprender esto –dijo el Pontífice– el capítulo 13 de san Mateo, que relata la explicación de Jesús a los discípulos respecto a la parábola del sembrador. Dice que la semilla que cayó en tierra con espinas se ahogó. Pero, ¿quién la ahoga? Jesús dice: "las riquezas y las preocupaciones del mundo"".
Para quien tiene estos apegos "la riqueza es un ídolo. No tiene necesidad de un pasado, de una promesa, de una elección, de futuro, de nada. Aquello de lo que se preocupa es de lo que puede suceder". Pero ciertamente no le orienta hacia una promesa y por ello permanece confundido, solo. "Por ello Jesús nos dice: "O Dios o la riqueza, o el reino de Dios y su justicia o las preocupaciones". Sencillamente nos invita a caminar por la senda de ese don tan grande que nos dio: ser sus elegidos. Con el bautismo somos elegidos en el amor", afirmó el Pontífice.